300: EL ORIGEN DE UN IMPERIO crítica: This… is not… Sparta!

This… is not… Sparta! Precuela y secuela de 300 a la vez, o sea que tanto podría titularse 299 como 301 Por Chema Pamundi

<Si algún blockbuster de la última década parecía tener pocas opciones de verse alargado con una secuela era sin duda 300, la violentísima y bastante divertida película de Zack Snyder, que en el 2006 adaptó con despampanante fidelidad formal y no demasiada sutileza el tebeo homónimo de Frank Miller (quizás la última obra de cierta relevancia que haya publicado el artista de Maryland). En 300 palmaban 299 de los protagonistas (todos menos el apuntador, literalmente), y la cosa acababa con un epílogo que lo dejaba todo bastante cerrado, así que darle continuidad resultaba a priori una labor tan complicada como innecesaria. Sin embargo, Frank Miller no estaba demasiado de acuerdo con este planteamiento. Para él aún habían quedado cosas por explorar, en concreto el pasado y la personalidad de Jerjes, el villano de la función. Por tanto en el 2011 se puso a trabajar una continuación de “300” en formato cómic, abriendo así la puerta a que Hollywood pudiera desarrollar a su vez una secuela fílmica. A la hora de la verdad, los numerosos compromisos profesionales de Miller le han impedido completar a tiempo dicho tebeo (que está pensado como una serie limitada de cinco números), con lo cual tenemos la curiosa situación de que 300: El origen de un imperio es una adaptación que nos ha acabado llegando antes que la obra original en la que se basaba.

   ¿Y cómo han atacado, tanto Frank Miller en cómic como los guionistas en la película, el marrón de continuar la historia? Pues en primer lugar abriendo el angular para contarnos de una manera más general la guerra entre griegos y persas, y en segundo lugar convirtiendo 300: El origen de un imperio en una extraña mezcla de precuela, secuela y narración paralela, que mediante constantes saltos adelante y atrás nos explica lo que sucede antes, durante y después de la batalla de las Termópilas. De ese modo el filme consigue justificar su existencia, y asume algunos riesgos narrativos dignos de elogio. Pero en el recuento final, el resultado acaba siendo satisfactorio solo a medias. 300 era una película de estructura bastante sencilla pero que al mismo tiempo intentaba vender un mensaje filofacha más o menos sofisticado (Frank Miller ha declarado en más de una ocasión que le atraía la idea de que los espartanos, los menos democráticos de todos los griegos, fueran justamente los encargados de defender la democracia). En cambio 300: El origen de un imperio es todo lo contrario: cuenta con una estructura narrativa mucho más compleja y alambicada (más subtramas y numerosos flashbacks) pero acaba contando una historia que, lejos de las incómodas disquisiciones morales de la obra original, resulta simplona y típica, principalmente porque sus protagonistas son un grupo de griegos buenos sin fisuras, que defienden la civilización y la democracia sin generar en el espectador el más mínimo debate de conciencia (mientras que Leónidas y sus 299 muchachos no dejaban de ser una panda de hijos de puta, con los que tocaba un poco las pelotas identificarse).

"Dale la espalda a Jerjes y descubrirás de dónde sale el grito espartano de `auh, auh`"

   El protagonista de 300: El origen de un imperio es Temístocles, almirante ateniense de la flota griega, cuya misión será detener a los persas en la costa, tratando de paliar la inferioridad numérica de los defensores a base de astucia y visión estratégica (a grandes rasgos, su plan consiste en ganar tiempo hasta que los 300 espartanos de las Termópilas sean aplanados, y entonces aprovechar su condición de mártires para unir a toda Grecia y levantarla en armas contra el invasor). Temístocles no es un mega-guerrero como Leónidas sino un tipo moderado, que tiene tanto de comandante militar como de político, y que al igual que el resto de la película es… tibio. Sullivan Stapleton, el semidesconocido actor australiano que lo encarna, carece de la contundente presencia escénica y del tosco carisma de Gerald Butler, y aunque lo compensa con una interpretación creíble y mesurada, la sensación que a uno le acaba quedando es que el suyo es un personaje secundario, que ha sido elevado a la categoría de principal porque nadie más se ha presentado voluntario.

   Así, sin un protagonista que enamore a la audiencia, la película no tarda en centrar su atención en los malos de la función, mucho más estimulantes en el plano dramático. Jerjes protagoniza una resultona subtrama en forma de flashback sobre su conversión en Dios-Rey, lo cual da al actor Rodrigo Santoro la ocasión de demostrar sus dotes interpretativas (en la primera cinta solo lucía palmito). También vuelve a aparecer brevemente cierto emisario que en 300 acababa de una patada en el fondo de un pozo, y cuya participación resulta fundamental para hacer avanzar la trama. Pero es Eva Green interpretando a Artemisia, la comandante de los ejércitos de Jerjes, quien roba por completo la película. O más bien, la devora. El suyo es de largo el personaje más interesante y mejor desarrollado (no solo de esta segunda parte, sino de las dos entregas), y la Green lo interpreta con una confianza casi suicida, mezclando a la perfección la crueldad sádica, la ceguera de venganza y una vulnerabilidad emocional que incluso hace que uno acabe poniéndose de su parte en cierto modo. Es una feroz hijadeperra (por una vez, el tópico de la villana que usa su sexualidad como un arma para someter a los hombres no parece un pegote sexista, sino una justificación lógica del personaje), una fuerza de la naturaleza que justifica por sí sola el precio de la entrada.

"De algo tenía que servirme haberme llevado al catre al mismísimo James Bond"

   En su intento de encontrar una personalidad fílmica propia, 300: El origen de un imperio se distancia un tanto del mensaje reaccionario que flotaba en 300. De hecho, varias veces durante la película Temístocles censura el modus operandi y la mentalidad de los espartanos, a los que se pinta no tanto como figuras heróicas, sino como una patulea de fanáticos belicosos, cuyo empeño en el aislacionismo corre el riesgo de acabar condenando a toda Grecia a ser derrotada y arrasada por los persas. Es un giro de guión hábil, que enriquece el conjunto de la saga, pero quizás no era necesario. Porque con todo su facherío rampante y su argumento del grosor del papel de fumar, lo cierto es que 300 era un tebeo fílmico excelentemente bien resuelto, lleno de imágenes espatarrantes y con una narración en off que lograba su objetivo de convertir al espectador en el espartano 301. Frank Miller es un grandísimo escritor de frases lapidarias, y los guionistas de la película fueron lo bastante listos como para limitarse a calcarlas tal cual (“Espartanos, desayunad bien, porque esta noche cenaremos en el infierno”, y todo eso). 300 era el mecanismo de un sonajero, sí, pero era el sonajero perfecto.

   Esta segunda entrega, en cambio, intenta ser menos visceral, más reflexiva y compleja, se lo curra para componer un contexto histórico y construir personajes que tengan un mínimo de matices… y aunque consigue todo eso de una manera bastante decente, pierde de vista lo fundamental, lo que hacía grande a 300. Es un filme al que le falta intensidad y músculo emocional (las soflamas de Temístocles te dejan frío, no hay ningún personaje secundario cuya muerte te afecte…), y visualmente resulta un tanto monocorde (su director, el televisivo Noam Murro, es una pálida imitación de Zack Snyder), perdiéndose en una serie de batallas navales difíciles de diferenciar unas de otras, cuando en 300 cada escena de acción tenía algo que la hacía única. Es tan o más sangrienta que su predecesora, pero no impacta ni la mitad. Una secuela esforzada, sí, pero quizás demasiado y en los aspectos erróneos. Su final hiper-abierto hace presagiar una inminente secuela a poco que la taquilla cuadre. Quizás esa tercera entrega consiga rectificar el tono y elevar la calidad del conjunto, y no seré yo quien se queje de que sigan haciendo más películas sobre griegos y persas de torso aceitado hostiándose en estilizados planos a cámara lenta. Pero de momento, y salvo por Eva Green, esto no le llega al original ni a la suela de las sandalias./>

INFORME VENUSVILLE
		Sentencia Quaid: Dos Caras Harvey
		Recomendada por Kuato a: quienes disfrutaron con el look y el festival de castañas finas de 300, pero se calentaron con su tonito fascistoide. Aquí verán a unos griegos mucho más políticamente correctos.
		No recomendada por Kuato a: los que se les atragantó la estética forzada y ultraviolenta de la primera entrega. Esto es más de lo mismo, pero peor hecho.
		Ego-Tour de luxe por: un violento polvazo entre dos de los protagonistas, sin duda la mejor escena de sexo que vamos a ver este año en una sala de cine. Ríete tú de Lars Von Trier.
		Atmósfera turbínea por: colar como una de las arengas de Temístocles un discurso avant la lettre del entrenador de fútbol americano Vince Lombardi, es de una ridiculez que espanta.

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