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MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA crítica: Los Autos Locos

Mad Max regresa hecho un chaval 30 años después tan furioso y polvoriento como el primer día

CHEMA PAMUNDI

Y con la cuarta entrega de Mad Max, llegó el delirio. Da la sensación de que esta película, por fin, toca la nota exacta que el director George Miller había estado buscando con las tres anteriores. El filme original de 1979 es hoy en día un clásico de lo más entrañable, pero en su tiempo supuso un loquísimo experimento de serie B que se paseaba por multitud de géneros, desde el thriller de venganzas hasta la acción exploit pasando incluso por el cine de terror, sin aposentarse por completo en ninguno. Un par de años más tarde Mad Max 2 no sólo subió la apuesta (era mejor en casi todos los departamentos), sino que fue la entrega que marcó el tono de la saga entera, llegando al punto de inventar un nuevo subgénero: el western post-apocalíptico. La tercera parte intentó profundizar en la psique del personaje protagonista y el resultado fue media hora de arranque muy prometedora como cine de aventuras (casi era espada y brujería) y una persecución final que valía por toda la trilogía, pero también una parte central excesivamente moralista y tocho (todo aquel peñazo del avión y los niños) que parecía certificar que el tema ya no daba mucho más de sí.

George Miller ha tenido que dejar pasar 30 años hasta poder plantearse retomar las aventuras del ex-policía y guerrero de carretera Max Rockatansky, pero desde luego ha vuelto con los ocho cilindros rugiendo a toda castaña. Como cinta de acción pura y dura, Mad Max: Furia en la carretera quizás sea lo más despampanante que se ha visto en una pantalla de cine en lo que llevamos de década. La pena es que, con algo más de ambición dramática, podría haber figurado entre las mejores películas de la década y punto, más allá de cualquier ordenación por géneros.

 

"Mad Max soy yo y no Mel Gibson porque él ya es demasiado viejo para esta mierda"

 

No obstante, que lo que acabo de decir no suene a reproche: tal y como está, Mad Max:Furia en la carretera ya es muchísimo. En lo visual resulta un espectáculo alucinante, sobre todo durante su primera hora de metraje, una macro-persecución automovilística en la que la trama, los diálogos y el desarrollo de personajes brillan por su ausencia (el protagonista es básicamente un tío que gruñe) pero en la que la fotografía, el montaje, la puesta en escena y los efectos especiales apabullan a la audiencia hasta hacerle llorar los ojos; y sí, qué cojones, eso también es cine de primer orden. Una vez Miller comparó los largometrajes de Mad Max con El maquinista de la general, de Buster Keaton, y es fácil ver los paralelismos: aparte de que Mad Max: Furia en la carretera podría ser cine mudo y no pasaría nada, ambas obras son en lo fundamental larguísimas coreografías con infinidad de partes móviles, ejercicios de estilo vertiginosos, sin un sólo punto muerto; cine que no pide ser racionalizado, sino simplemente experimentado.

El argumento del filme, tenue como un papel de fumar, puede resumirse en la frase “los malos persiguen a Mad Max durante dos horas”, y quizás ahí es donde cabría pedirle un poco más de relleno al estupendo pavo que nos han cocinado, ahí es donde la cinta se queda a centímetros de la línea de gol que define a las obras maestras. Pero bueno, que a la película le falte guion es una evidencia tan palmaria como que, hasta cierto punto, ni puñetera falta que le hace. Miller está en su salsa desplegando una orgía operística de carreras, colisiones, disparos, explosiones, peleas cuerpo a cuerpo sobre el techo de un camión lanzado a tumba abierta, cataclísmicas tormentas de arena, saltos con pértiga desde un vehículo a otro... El estilo fílmico de George Miller siempre ha tenido un punto histérico y arrebatado (recordemos Las brujas de Eastwick o su episodio Pánico a 20,000 pies, para la antología En los límites de la realidad), pero tras Mad Max: Furia en la carretera ya podemos afirmar sin tapujos que este hombre está loco.

 

"Si este Mad Max no funciona, siempre podemos pedir trabajo en La Fura dels Baus"

 

Además, que la trama carezca de algo más elaborado que una sinopsis de diez palabras no significa que no tenga alma o que sea descerebrada. Al contrario, necesita muy poquito para darle sopas con honda a rimbombantes estrenos recientes de ciencia-ficción como El destino de Júpiter o Chappie, por ejemplo. Lo que más sorprende, para bien, es que se erija en un inesperado alegato feminista que no sólo aprueba con creces el famoso test de Bechdel (ya saben las tres normas para superarlo: a) que en una película haya varios personajes femeninos con diálogos; b) que al menos dos de ellos hablen entre sí; y c) que hablen sobre algún tema que no sean los tíos), sino que arma un inteligente discurso sobre la perseverancia de las mujeres que no se rinden en un mundo diseñado a la medida de los hombres, y sobre la necesidad de una revolución que desmantele el patriarcado como única vía posible para el progreso de la humanidad.

"Como cinta de acción pura y dura, Mad Max: Furia en la carretera quizás sea lo más despampanante que se ha visto en una pantalla de cine en lo que llevamos de década"

En cierta escena, Max se lava la sangre de la cara usando la leche materna que mana de la cisterna de un camión. Aparte de otra prueba más de lo chalado que está Miller, de lo enferma y pasada de vueltas que llega a ser esta cinta hasta en sus más mínimos detalles, estamos ante una metáfora descomunal (ya digo, del tamaño de un camión cisterna). Es una pena que la galería de personajes secundarios que sustentan esta idea no estén desarrollados más allá de la mera nota a pie de página, porque ello impide que el discurso se eleve por encima de la anécdota (de nuevo, Miller chuta al poste cuando tenía la portería vacía para rematar a placer). Aun así, que un blockbuster de verano se plantee en estos términos ya es todo un triunfo. A ver si cunde.

 

"Quien le dé al enano de Mad Max 3, gana"

 

En cuanto al elenco protagonista, Tom Hardy es un dignísimo sucesor de Mel Gibson que se lleva el personaje a su terreno, componiendo un Max Rockatansky que, si bien es del todo reconocible (el antihéroe destrozado por la culpa, que quiere estar solo para poder torturarse a gusto con sus demonios interiores pero que parece tener un imán para atraer a los necesitados), ha sufrido una evolución importante respecto a su versión ochentera. Este nuevo Max es más contundente que astuto, más tosco que carismático, más superviviente que idealista, más lobo estepario que líder nato, y con un grado de locura también distinto, más atormentado que esquizoide. Es una visión que le da mayor complejidad y matices, y en ese sentido resulta un acierto. No obstante, también es una visión que le limita como héroe capaz de llenar la pantalla por sí mismo, y por ello el peso protagonista se reparte con otros dos compinches, que por momentos incluso le roban la gloria.

Nux (Nicholas Hoult), un sectario psicótico que va cambiando de bando todo el rato mientras intenta auto-inmolarse para “ir al Valhalla”, y la Imperator Furiosa interpretada por Charlize Theron, una fugitiva al volante de un camión de guerra que busca redimirse tras haber servido casi toda su vida como lugarteniente del villano de la función, y que pasa por ser el personaje con más aristas, empatía y humanidad de la película, el único con el que el espectador puede llegar a identificarse. En la otra esquina del ring está dicho villano, Inmortan Joe, que a falta de diálogos con enjundia explica todo lo que hace falta saber de él mediante su descomunal aspecto físico: un decadente monstruo de piel pálida, melena-estropajo, armadura traslúcida y máscara hecha con dientes, que parece salido de la portada de un disco de heavy metal o de las páginas del juego de miniaturas Warhammer 40,000 (toda la estética de la película bebe muchísimo de dicho juego, ya que estamos).

 

"¿Tanto se nota que soy fan de la serie Historias de la cripta?"

 

Mad Max: Furia en la carretera actualiza, corrige y aumenta los parámetros de un universo fílmico que, reconozcámoslo, se había quedado a estas alturas un tanto apolillado (los tres Mad Max anteriores siguen funcionando como mero cine exploit, bien hecho pero muy superado a todos los niveles). Es ideal que la dirección haya vuelto a ser confiada a George Miller, que se le haya permitido profundizar en su visión de ese mundo postapocalíptico tan ultraviolento como lírico, tan terrible como innegablemente bello (algunos planos son preciosos) y convertirlo en una alucinada obra de autor. Una obra que además no se suma a la actual plaga de remakes, reboots ni precuelas, sino que tira por el camino más lógico y (hay que joderse) más valiente: ser una nueva aventura del loco Max y punto, cambiando al actor protagonista por otro más joven y adecuado (imaginen por ejemplo que Spielberg y Lucas hubieran tenido los redaños para hacer lo mismo con Indiana Jones, en vez de castigarnos con una murga geriátrica como Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal). Miller va directo al espectáculo sin perderse en largas introducciones ni en revisar el origen del héroe. De hecho, salvo por algunos fogonazos de culpabilidad que asaltan al protagonista (y que sirven para justificar su personalidad hosca y su sentido de la justicia), las tres anteriores películas son ignoradas por completo. Quien quiera saber más que se las mire en DVD, que aquí no estamos para perder el tiempo en tonterías y a los tres minutos de haberse apagado las luces de la sala ya hay alguien pisando el acelerador a fondo.

La película es como un coche de carreras al que se le ha quitado todo el peso sobrante porque lo único que importa es que corra a toda mecha, que se erija en el más potente chute de adrenalina que se puede comprar hoy en día por el precio de una entrada de cine. Sí, en diciembre llegará el tsunami de Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza y a lo mejor nos obliga a replanteárnoslo todo. Pero de momento, en Mad Max: Furia en la carretera sale el “carmageddon sonoro”, una especie de furgón acorazado lleno de altavoces por todas partes, y que en su parte delantera lleva instalado un estrado sobre el que hay un tipo tocando riffs metaleros... con una guitarra eléctrica que escupe fuego. Supera eso, J. J. Abrams...

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Venus Hall of Fame

INF VNV 5

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver un par de persecuciones automovilísticas que hacen que toda la saga de Fast and Furious parezca una vueltecita en los autos de choque.

No recomendada por Kuato a: quien tenga un examen de conducir al día siguiente.

Ego-Tour de luxe por: que Miller ya estuvo a punto de rodar esta cuarta entrega en 2001, con un Mel Gibson crepuscular retomando el papel. Menos mal que no sucedió, porque pintaba a ser una debacle que nos habría privado de esta resurrección de la franquicia por todo lo alto.

Atmósfera turbínea por: que en una película tan directa y poco preocupada por explicarse, algunos diálogos expositivos un tanto místicos incluso sobran. La película seguiría funcionando a la perfección si los hubieran sustituido por más explosiones.

 

MAD MAX:FURIA EN LA CARRETERA. Estreno en Venusville: 15/05/2015.

 

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