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ALIEN: COVENANT crítica: El día de la xeno-marmota

Sexta entrega oficial de la saga Alien con el marrón de tener que ser la secuela de Prometheus

CHEMA PAMUNDI

Tengo una noticia buena y varias malas. La buena es que Alien: Covenant, sexta entrega de la saga xenomorfa por antonomasia (octava, si contamos aquellas dos gilipolleces simpáticas que enfrentaban a aliens contra predators), es lo mejor que le ha pasado a la franquicia desde Alien 3 (cinta estimable, que en su día fue mucho más vapuleada de lo que merecía). Las malas son que apenas aporta una sola idea nueva a lo ya trillado en anteriores capítulos de la saga, que básicamente es un reboot de Alien mucho peor que Alien, y que pisa algunos de los mismos rastrillos narrativos que convirtieron a Prometheus en una de las obras de ciencia-ficción más ridículas de la presente década.

Quizás el mejor homenaje que las películas de Alien le han hecho siempre al filme original de 1979 es seguir reciclando sus componentes esenciales cinta tras cinta. Todas las secuelas, precuelas y spin-offs de la serie han vivido en mayor o menor medida de giros de guión, diseños conceptuales y desarrollos de personajes que quedaron descartados en algún momento del proceso creativo de Alien. El título que ahora se estrena no es menos: hay un folleteo en unas duchas, y una emboscada para intentar pillar al bicho en una de las bodegas de la nave, que recuerdan de un modo más que casual a secuencias que estaban en el borrador original de Alien y no llegaron a rodarse.

 

Alien: Covenant

"No te esfuerces que si me da tiempo insertaré el jeto de Sigourney Weaver"

 

Pero es que Alien: Covenant no se queda ahí, sino que lleva el recurso hasta extremos delirantes, calcando con desvergüenza la puesta en escena, el planteamiento de la historia e incluso ciertos patrones de personajes de Alien. Está todo: la astronave llena de corredores oscuros (en esta ocasión no transporta mineral sino colonos en estado de hibernación), la señal de socorro desde un planeta cercano inexplorado, los miembros de la tripulación que resultan infectados por un parásito alienígena, el androide de poco fiar, el personaje con pinta de prota que palma el primero... ¿Se acuerdan de Dallas, el capitán de la Nostromo? Pues el piloto de la Covenant se llama Tennessee. No hace falta añadir mucho más.

Nada de todo lo anterior sería un problema si justificara un relanzamiento de la saga al estilo de lo que hizo J.J. Abrams en Star Wars Episodio VII: El despertar de la fuerza, o si diera como resultado una cinta de acción y terror espacial que nos tuviera con las uñas clavadas a la butaca durante dos horas. No es el caso. Es más, da la sensación de que Scott y su equipo han tirado por esos derroteros porque, triste pero verdad, no se les ocurría nada nuevo que contar. Resulta difícil culparles, porque el universo mítico de Alien es ciertamente muy limitado (Dark Horse lleva décadas publicando tebeos de Aliens que se copian unos a otros) y porque tras el (merecidísimo) varapalo que sufrió Prometheus, es comprensible que les entraran ganas de volver a la “zona de confort” narrativa en busca del tiro seguro: el cuentecillo de terror ambientado en un entorno angosto, con un grupo de personajes sitiados por un monstruo feroz que les va dando caza sigue siendo un patrón que funciona bien. Había que ser muy torpe para que Alien: Covenant no resultara, como mínimo, entretenida.

"Si a Alien: Covenant le extirpamos los 'prometheismos', lo que nos queda es una obra de suspense a ratos eficiente que va de menos a más"

Pero por desgracia eso, que es entretenida, es lo mejor que se puede decir de una película a la que por lo demás le falta carisma, inspiración visual, desarrollo de personajes y brío narrativo, y a la que le sobran giros de guión estilo “Viernes 13 en el espacio”, personajes idiotas que se saltan los más elementales protocolos de seguridad de una misión espacial (toqueteando esporas alienígenas sin siquiera la protección de una mascarilla, separándose en la oscuridad para que los puedan matar mejor, disparando armas de fuego contra depósitos de combustible...), discursitos pedantes sobre el yo, el ser, la inmortalidad, Dios y su pastelera madre (temas que precisamente Alien trataba con una economía narrativa magistral), y el empecinamiento en ligar la trama con los acontecimientos de Prometheus, un intento patoso de salvar la cara a aquella cinta justificando el aluvión de chorradas que se sucedían en ella. Prometheus se nos vendió como una gran historia épica sobre el origen y las motivaciones de la raza humana, y resulta que ha acabado quedando reducida a un mcguffin para justificar la última media hora de carreras y sustitos de Alien: Covenant. Tela.

Con todo, si a Alien: Covenant le extirpamos los “prometheismos”, lo que nos queda es una obra de suspense a ratos eficiente, que va de menos a más (el enfrentamiento final contra el alien es razonablemente adrenalítico, y la escena de cierre, aunque se haya visto venir desde un cuarto de hora antes, te arranca una sonrisa), que se sostiene a nivel dramático sobre las espaldas de un Michael Fassbender lo bastante magnético como para dignificar sus algo resabiados diálogos (el guión acierta al convertirle en el centro de la narración: su androide tiene más chicha que todos los personajes humanos juntos), y que juega con la ecología de los xenomorfos de manera sugerente, ampliando su espectro con cierto buen gusto (se ve que el asunto de los huevos, los revientapechos, la reina alien y tal era tan solo uno de los innumerables ciclos vitales que pueden adoptar estos hijos de perra biomecánicos).

 

Alien: Covenant

"¿Otra vez? Pediremos a Weyland-Yutani que fabrique los pantalones sin cremallera"

 

La idea de que los aliens son en realidad un patógeno exterminador, que se adapta por completo  a cualquier medio a fin de poder liquidar de la manera más eficiente posible a todo lo que se menea, está mejor implementada en Alien: Covenant de lo que lo estaba en Prometheus (aquí nadie da a luz a un calamar gigante, ni hay culebras-teleñeco que hagan cucamonas). Por ejemplo, con unos aliens albinos de aspecto molonamente lovecraftiano (podrían pasar por perros de Tíndalos), que corren como guepardos y se transmiten al huesped mediante esporas-parásito de efectos supersónicos. De hecho el “alien jefe” del tramo final, un xenomorfo de corte clásico, acaba por ser menos interesante que todos los “protomorfos” y “neomorfos” que hemos ido viendo hasta ese punto del metraje.

Alien: Covenant funciona más o menos bien cuando abraza el space-horror de serie B (y algunos de sus decorados son MUY de serie B, abandonando la ciencia-ficción dura de Alien y Aliens en favor de preceptos mucho más pulp), y trastabilla cuando se toma a sí misma demasiado en serio, con personajes que declaman cuestiones bíblicas citando a Byron y a Shelley. O sea, es mucho mejor cuanto más se intenta parecer a Alien, y mucho peor cuanto más se acerca a la murga de Prometheus. En todo caso, hubiera sido preferible que intentase parecerse a sí misma.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver un blockbuster de ciencia-ficción decente (no se estrenan tantos al año como para que los amantes del género nos pongamos estupendos).

No recomendada por Kuato a: quien quiera ver una película que devuelva a la franquicia de Alien a sus días de gloria. En ese aspecto, seguimos en estado de hibernación.

Ego-Tour de luxe por: que Scott haya cerrado todas las subtramas fallidas que abría Prometheus (aunque sea con tan poco tacto como cuando al principio de Alien 3 mataron a Hicks y a Newt), es una reculada que llena de alivio a todos los fans que en su día salimos indignados de ver aquel desastre.

Atmósfera turbínea por: los planos subjetivos desde el punto de vista del xenomorfo, un recurso de videojuego barato que quizás sea lo más cutre que ha filmado Ridley Scott en toda su carrera.

 

ALIEN: COVENANT. “Alien: Covenant” (2017). Dirección: Ridley Scott. Guión: Michael Green, John Logan y Jack Paglen. Reparto: Michael Fassbender, Noomi Rapace, Katherine Waterston, Guy Pearce, Billy Crudup, Danny McBride y Demián Bichir.

 

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