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EL ESTIGMA DEL MAL crítica: Sustitos retro

Posesiones demoníacas, poltergeists juguetones, y mondongos flotantes como un gato siamés

CHEMA PAMUNDI

Todos nos pusimos muy contentos en 2008 cuando saltó la noticia de que la mítica factoría Hammer volvía a subir la persiana. La fértil imaginación de la mayoría de aficionados al cine fantástico con cierto pedigrí empezó a tener sueños húmedos, a vueltas con un prometedor revival de ese encantador horror gótico de serie B que fue marca de fábrica de la productora durante tantos años... Sin embargo, un lustro y cinco proyectos más tarde (seis si contamos la webserie Beyond the Rave), parece que ya podemos dar carta de naturaleza a la decepción: la nueva Hammer nos ha dado una ristra de películas que van de lo resultón (Wake Wood, La mujer de negro) a lo redundante (el innecesario remake de Déjame entrar, que sólo tiene sentido para aquellos espectadores a los que por algún motivo no les guste oír hablar en sueco) o lo puramente inane (La víctima perfecta). Títulos que, más allá de su calidad, apenas tienen “sello Hammer” y podrían perfectamente haber sido facturados por cualquier otra productora. Para este viaje, pues, no hacían falta tantas alforjas; y menos después de ver una ridiculez como El estigma del mal, la última del lote. Otro puñado más de sal en la misma herida.

   El estigma del mal es una película de terror burda y efectista a más no poder, que prácticamente te hace “¡Buuuu!” en la cara. Estamos hablando de una película que ya muestra un efecto poltergeist masivo en los primeros minutos de metraje, y a la que no le duelen prendas en tirar de vómitos ectoplásmicos, combustiones espontáneas y sustos de tren de la bruja con el sonido disparado al máximo. El guión es un desastre, la narrativa es plana y el diseño de personajes produce risa. Vamos, lo que técnicamente se conoce como “una murga de tres pares de huevos”.

 

"Tú ni caso, que más ridículo vi a Robert Downey disfrazado de tía en Sherlock Holmes 2"

 

El salto de fe que requiere El estigma del mal es demasiado grande y empieza ya en su planteamiento: en la Inglaterra de los años 70 (como de costumbre, el asunto está basado en unos supuestos hechos reales que no hay quien se crea), un psicólogo y profesor de Oxford se ha juramentado para “curar” a una adolescente que dice estar poseída y que parece la bajista de una banda emo. La teoría psicotrónica del doctor es que en realidad la muchacha proyecta todos esos fenómenos con su mente, y que para sanarla bastará con limpiarle el aura o no sé qué coño (o sea, el tipo se ríe de la existencia de fantasmas y posesiones, pero la telekinesis le parece ciencia pura; hay que joderse...).

"El guión es un desastre, la narrativa es plana y el diseño de personajes produce risa. Vamos, lo que técnicamente se conoce como una murga de tres pares de huevos"

El cómo un tipo así de zumbado es profesor de Oxford, cómo ha logrado enredar a tres de sus estudiantes para que le ayuden en el “experimento”, y cómo se ha hecho con la custodia de una menor de edad para someterla a pruebas tales como quemarle el brazo con una vela, o mantenerla durante semanas encerrada en una habitación sin una mísera cama y vestida con un camisón roñoso (el uniforme estándar de chica poseída, ya se sabe), son preguntas que escapan a la comprensión de quien esto escribe; y al parecer, también escapan a la comprensión de los cuatro (CUATRO) guionistas que han sido necesarios para parir este montón de estiércol fílmico.

 

"Jared tiene razón, Robert Downey de tía en Sherlock Holmes 2 ni siquiera disimula el paquete"

 

Tampoco se entiende, pero esto ya no es nuevo en este tipo de cine, que el estudiante encargado de filmarlo todo en 16 mm. no deje caer en algún momento la puñetera cámara y salga por patas, ni siquiera cuando la muchacha suelta por la boca un mondongo flotante del tamaño de un gato siamés o le pega fuego a una muñeca con sus manos desnudas (la película utiliza las filmaciones del cámara en bastantes escenas, sumándose a la moda del found footage pero en versión vintage; total, ya puestos qué importa un efectismo más o menos). De hecho, ninguno de los personajes parece comportarse con demasiada lógica. Justo después de presenciar un efecto sobrenatural bastante violento, los tres estudiantes brindan con champán y dos de ellos se ponen a follar tan panchos. Parecen la versión imbécil de la pandilla de Scooby-Doo.

Al final hay una maldición sumeria y unos cultistas barbudos, y la poseída se da el lote con uno de los estudiantes, y el profesor resulta ser un pataliebre. Nada de todo eso da miedo. Nada de todo eso importa.El estigma del mal es una de esas películas que tratan lo paranormal como una serie de normas y leyes absurdamente jerarquizadas y estrictas, como si fueran la receta de una bullabesa o las reglas del béisbol. Es como Los cazafantasmas, pero tomándose a sí misma en serio y sin los chistes buenos.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Condenada a alforfones

INF VNV 1

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver en pantalla un mondongo flotante del tamaño de un gato siamés.

No recomendada por Kuato a: quien quiera ver una película de terror de la Hammer.

Ego-Tour de luxe por: los sustos a base de subir de repente el sonido al máximo son un recurso barato, sí, pero al menos te hacen aguantar toda la película sin quedarte frito, que ya es mérito.

Atmósfera turbínea por: para ser una película cuyo título original es “The Quiet Ones”, que podría traducirse como “Los silenciosos”, hay que ver lo que grita todo el mundo. A ratos aquello parece la casa de Gran Hermano un día de bronca.

 

EL ESTIGMA DEL MAL. Estreno en Venusville: 07/11/2014

 

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