EL LIBRO DE ELI crítica: Sin tetas no hay Apocalipsis

Sin tetas no hay Apocalipsis

Descubra la moda post-apocalíptica con el catálogo Mango colección otoño invierno nuclear

Por Dr. Bishop

<Imaginen que son un director de orquesta y le piden a sus músicos una de "Ave María". La sección de viento empieza parsimoniosa los acordes de Schubert mientras los violinistas, súbitamente, se arrancan a dar vueltas sobre sí mismos, atacando como locos el "Ave María" sí, pero el de David Bisbal.

Un poquito bastante de organización es lo que les falta también a los responsables visuales de El libro de Eli. Empiezan la función enseñándonos paseos contemplativos, páramos desolados y silencios trascendentales, con una fotografía cuidadosamente quemada y unas panorámicas augustas, dándonos una primera impresión de película soberbia y, qué coño, quizás incluso importante. Sin embargo, la posible seriedad y realismo que la pudiera emparentar con The Road se va pronto al garete, concretamente en una lucha inicial que la envía de golpe a la categoría verbenera de Soy leyenda y demás.

"¡Más erguida! ¿Acaso no veías el programa de la Cuatro Supermodelo?"

Un videoclip de artes marciales contra unos contendientes calculadamente roñosos, en un plano fijo de siluetas ante un fondo blanco que subyugará a los gafa-pasta amantes del arty dirty, el cutre fashion o cómo llamen ahora al arte de perfumar un boñigo de cabra. Si hasta juraríamos haber visto ya antes al gordazo de la máscara anti-gas y la sierra eléctrica, posiblemente entonando La Traviata en una performance de La Fura dels Baus. Para que nos entiendan, si el olor de Mad Max era a goma quemada y sudor auténtico, El libro de Eli huele a coche nuevo por mucho que nos lo rebocen de óxido.

Cada enfrentamiento será más sofisticado y mareante que el anterior (la cámara al final ya vuela entre los actores), y el look degradado va perdiendo con ello su supuesto sentido de contexto narrativo, siendo meramente una apuesta estética para que quede más molona una peli de acción que a priori se nos vendía como algo más.

"Inverosímil es ver paseando entre la destrucción a Denzel Washington hecho un Cristo, sucio y harapiento, junto a una jovencita cañón, maquillada y vestida de pies a cabeza con el último catálogo de Mango"

Como es de recibo, tal estilización de la roña acaba destruyendo además la coherencia interna de este imaginario. Inverosímil es, por ejemplo, ver paseando entre la destrucción a Denzel Washington hecho un Cristo, sucio y harapiento, junto a una jovencita cañón, maquillada y vestida de pies a cabeza con el último catálogo de Mango (colección otoño invierno nuclear) y con el pelo limpio y acondicionado a pesar de haberse agotado el champú (!?).

Tan inmaculada va la pija -aunque de profesión posadera e iniciándose en el de puta, con perdón- que hasta cuando dos garrulos la golpean e intentan violar (por supuesto no lo consiguen ya que sería profundamente antiestético), las gafas Rayban de 200 dólares permanecen intactas, no vaya a ser que luego a la muy snob le coja una crisis de ansiedad. El rollito MTV alcanza su alucinante cenit cuando la nena coge su fusil y con sus dos ovarios y su nuevo modelito se lanza a la carretera, dispuesta a enfrentarse sola contra toda turbamulta de violadores caníbales atraída por sus andares de Sexo en Nueva York (cualquiera de ellos alegaría ante el juez aquello de "es que van provocando").

"Tranquilo, Martin Scorsese cometió el mismo error con Cameron Diaz en Gangs of New York"

Curiosamente los directores ya cometieron exactamente el mismo error en su otra película, Desde el infierno, donde otra prostituta de baja estofa, encarnada por Heather Graham, parecía una top model caída del cielo en un Londres victoriano y pestilente. Queda demostrado pues que los hermanos Hughes no son sólo heterosexuales y unos cachondos mentales, sino que les pirran las rameras "antes muertas que sencillas". Una filosofía respetable, ojo, pero a la vez un grave handicap cuando lo que se quiere es filmar una película mínimamente creíble./>