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SITGES 2016 crónica 3: Hijos de los hombres

Rupture; Tower; The Transfiguration; Museum; Melanie. The Girl with All the Gifts

CHEMA PAMUNDI

Una de las históricas asignaturas pendientes del festival de Sitges es la de las estrellas invitadas. Cuesta Dios y ayuda convencer a actores y directores de fuste para que vengan a presentar sus obras, y ese es uno de los apartados en los que te das cuenta de que esto no es precisamente San Sebastián. En realidad se tocó fondo en Sitges 2012, cuando los dos invitados de cabecera fueron Alaska y Mario Vaquerizo (en calidad de dobladores de Hotel Transilvania), más que nada porque desde ahí estaba claro que ya no se podía ir a peor. En la presente edición, en cambio, la cosa ha quedado bastante apañada, y hay que aplaudir a la organización por el buen trabajo: Barbara Crampton, Rob Zombie, Christopher Walken, Paul Schrader, Bruce Campbell, Dolph Lundgren… y, con permiso de los anteriores, por encima de todos ellos Max Von Sydow, actor extraordinario e icono total no sólo del cine de género, sino de la cultura pop del siglo XX.

Lo curioso de Von Sydow es que ha sido una estrella casi a su pesar. En la rueda de prensa que ofreció dejó patente que considera su paso por la industria cinematográfica como un “accidente afortunado”. Cuando le preguntan por su papel favorito menciona El exorcista, por supuesto, pero acto seguido aclara que es simplemente por el caché que le proporcionó. Da la sensación de que el cine ha sido un muy buen trabajo para él, pero no mucho más que eso, y en cuanto encuentra la menor excusa se pone a hablar de su verdadera y única pasión: el teatro. No deja de tener cierta gracia que el padre Merryn, el Ming de Flash Gordon, el asesino de élite de Los tres días del Cóndor y el Rey Osric de Conan, el bárbaro hayan tenido las facciones de un actor que considera que “pasaba por allí”. Habrá quien se sienta decepcionado ante dicha confesión, pero a mí particularmente me hace admirar todavía más la profesionalidad de un intérprete al que el talento le chorrea por los poros casi de manera involuntaria.

Jornada bastante irregular la de hoy, con dos películas que me han gustado bastante, otras dos que me han parecido horripilantes en el mal sentido (en Sitges, siempre que defines a una película con el adjetivo “horripilante” tienes que aclarar si eso es bueno o malo) y otras dos que se quedan en un limbo intermedio. Os cuento:

 

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Max Von Sydow, Miss Sitges 2016

 

RUPTURE (Steven Shainberg. Canadá, 2016)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Un ama de casa (Noomi Rapace), divorciada y con hijo preadolescente, es secuestrada por una misteriosa organización de científicos locos estilo Expediente X y encerrada en una especie de centro de investigación secreto. Allí le practicarán una serie de experimentos que incluyen inyectarle todo tipo de fluidos de colores y torturarla enfrentándola a sus miedos más irracionales (la mujer tiene fobia a las arañas). Está claro que los secuestradores tienen una agenda propia, porque son muy sistemáticos en todo lo que hacen y porque el complejo está lleno de celdas con otros sujetos a los que se les están haciendo putaditas similares. Su objetivo final parece ser que alguno de ellos logre superar lo que llaman el “punto de ruptura” (de ahí el título de la película), para que a partir de ahí pase “algo”.

Rupture es una películita de ci-fi mutante con un punto de partida un tanto chorra, como hemos podido ver. Pero tranquilos, que dicho planteamiento será rápidamente superado en la escala de la idiotez por un desarrollo aún más patoso y lleno de vueltas de tuerca ridículas (un ejemplo: los malos han montado una logística a todo trapo, pero se conoce que instalar simples cámaras de seguridad en las celdas para evitar que los reclusos la líen parda se les iba de presupuesto). Es el típico filme que, cuantas más sorpresas desvela, peor se vuelve, como un puzzle que va revelando un dibujo cada vez más feo a medida que encajas piezas. No acabo de entender qué narices hacen actores de la talla de la Rapace, Peter Stormare o Mike Chiklis metidos en este despropósito. Sus caretos y su falta de intensidad en varias escenas clave dejan entrever que ellos tampoco lo entienden.

 

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"No debiste decirles que tienes fobia a las pelis de Uwe Boll"

 

TOWER (Keith Maitland. E.U.A., 2016)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Documental que narra los sucesos acaecidos el 1 de agosto de 1966 en Austin (Texas) cuando un chalado, armado con un rifle y una provisión interminable de balas, se subió a la torre de la universidad y se pasó la siguiente hora descerrajando tiros contra todo bicho viviente que tuviese la desgracia de circular por delante de su mira telescópica. Fueron un total de 18 muertos y más de 30 heridos, en la que está considerada como la primera masacre universitaria de la historia de América. Tower reconstruye la tragedia mediante una llamativa opción estilística, consistente en combinar filmaciones televisivas de la época y cine de animación para la reconstrucción dramatizada de los hechos. Curiosamente, es este segundo formato el que otorga aTower toda su personalidad y laconvierte en una obra de visionado imprescindible. Las imágenes de archivo aportan el necesario documento periodístico, pero los dibujos animados ponen la historia en contexto, le añaden el factor humano y explican el “minuto a minuto” de una tragedia que tuvo la tensión propia de un thriller.

Pese a cerrarse con un noticiero televisivo de la época, en el que el presentador Walter Cronkite reflexiona sobre las razones de la violencia en la sociedad moderna, Tower no va de eso (de hecho incluso opta por despersonalizarcompletamente al asesino, que ni siquieraaparece en pantalla), sino que prefiere centrar el foco en las víctimas, analizando los mecanismos psicológicos que se nos activan en una situación tan extrema, y los cambios morales y de personalidad que nos provocan a largo plazo; y ahí, todos los testimonios son igual de valiosos, desde el tendero que no duda ni un instante antes de unirse a los dos bisoños policías que van a subir a la torre para intentar abatir al tirador, hasta el chico de 17 años que arriesga su vida metiéndose en la zona de fuego para rescatar a una embarazada malherida, y que desde ese día notará de manera permanente una “presión fantasma” entre los omoplatos (“mientras corría, iba pensando que me iban a disparar justo ahí”), pasando por la muchacha que se queda mirando todo lo que ocurre desde un edificio cercano, incapaz de salir a ayudar (“fue un momento definitorio en mi vida; me di cuenta de que soy una cobarde”). Imposible no salir del cine estremecido.

 

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"Imagina que es el reloj de Hill Valley y que estamos en Regreso al futuro"

 

THE TRANSFIGURATION (Michael O'Shea. E.U.A., 2016)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

The Transfiguration se abre con una escena tanjodidamente buena,que incluso puede llegar a generar falsas expectativas de cara al resto de la película: en el interior de uno de los lavabos de un instituto se alcanza a oír un ruido de chupeteo y por debajo de la puerta se ven dos pares de pies. Parece claro que allí hay dos tipos dándose el lote… hasta que la cámara se acerca al plano corto y vemos que lo que está ocurriendo en realidad es que uno de los dos le está succionando al otro la sangre que le brota a borbotones del cuello. The Transfiguration es una historia de vampiros, o más bien la historia de un “falso vampiro”. El protagonista es un chico negro de un barrio deprimido, cuyo día a día es una completa mierda: su única familia es un hermano parásito que le ignora salvo para pedirle dinero, hay una pandilla de matones callejeros que parecen haberla tomado con él, y no se vislumbra en el horizonte ninguna posibilidad de salir de ese ghetto para llevar una vida digna.

Por lo tanto el muchacho, que no es tonto pero está bastante loco, se ha montado una realidad alternativa mucho más molona: está convencido de ser un chupasangres. Se pasa las horas muertas viendo en su reproductor de VHS películas como Dracula, Nosferatu o Los viajeros de la noche(eso sí, hay que reconocerle el buen gusto) y tiene libretas y libretas escritas a mano con todo tipo de normas y detalles sobre la ecología del vampiro. Normas que se preocupa en obedecer al pie de la letra. Sin embargo, cuando una chica de su edad se mude al piso de arriba y empiece a tontear con él, su doble vida perfectamente estructurada empezará a resquebrajarse… para mal.

The Transfiguration es un thriller lento, intimista, construido con muy poquitas vigas maestras, hasta el punto de que podría funcionar perfectamente sin el elemento vampírico; pero claro, entonces no sería tan especial, no tendría tanta gracia y no parecería tan oscuro y desesperanzado. La relación entre los dos adolescentes es tierna y creíble (sus conversaciones constantes sobre la saga Crepúsculo son la monda), pero nunca perdemos de vista que por debajo acechael horror, puesel chico no deja de ser un asesino psicópata que mata gente para beberse su sangre. Es un gran mérito del guión el lograr que nos identifiquemos con un protagonista así (máxime cuando el actor Eric Ruffin lo interpreta como si fuera un alienígena hierático que carece del menor sentido de la empatía), y que crucemos mentalmente los dedos con la esperanza de que, de algún modo, esa historia de amor tenga un final feliz. Ahí, en la posibilidad de ver redimirse a un monstruo ante nuestros ojos, radica buena parte del atractivo de la película.

 

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"Mi héroe vampiro no es Drácula sino Nicolas Cage en Besos de Vampiro"

 

MUSEUM (Keishi Otomo. Japón, 2016)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

El hype del cine oriental en Sitges se nos está empezando a ir de las manos; y no me refiero a los más de cuarenta títulos que llenan la parrilla de este año, entre filmografía japonesa, china, coreana y demás (yo encantado, porque además en muchos casos son películas que no tendría otro modo de descubrir en pantalla grande), sino al hecho de que por ahí se nos cuelan unos cuantos goles que el programa del festival intenta vender con adjetivos como “electrizante” o “hipnótico”, y que acaban siendo mediocridades de relleno que no se tolerarían si los actores no tuviesen los ojos rasgados. Para muestra, Museum, un bluff en toda regla. Una especie de remake inconfeso de Se7en a la nipona, que en sus mejores momentos no pasa de ser una cinta del montón, y en los peores cae en pozos de memez insondables (una media hora final insufriblemente reiterativa, cobardica y con más falsos finales que El retorno del Rey).

La historia que se nos narra es el típico duelo entre un detective de policía malcarado y con problemas personales, y uno de esos psicópatas geniales y con dedicación a jornada completa, que no reparan en gastos ni en quebraderos de cabeza para convertir sus asesinatos en macabras obras de arte efímero (este incluso hace maquetitas previas a cada crimen). Museum describe todo esto de manera bastante minuciosa, aunque sus guionistas hubieran hecho bien en dedicar mayor atención a otro tipo de detalles que se acaban convirtiendo en agujeros de guión y situaciones forzadas hasta lo absurdo. ¿Por qué el asesino lleva precisamente una máscara de rana? ¿Por qué la toma de manera personal con el detective protagonista? ¿Por qué cambia a media película e lmodus operandi que lleva años empleando? ¿Por qué el poli no saca la pistola y lo detiene directamente en ninguna de las cuatro o cinco ocasiones en las que ambos se cruzan? Las respuestas a todas estas preguntas son inexistentes o insatisfactorias. La mayoría de giros argumentales son tan burdos que llegan dos o tres escenas después de que el espectador los haya deducido por su cuenta (y encima los personajes se los explican unos a otros, con lo cual parecen aún más capullos). En general, Museum parece haber sido construida asumiendo que, mientras las persecuciones y los asesinatos molen, la audiencia se dejará tomar por imbécil.

 

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"La próxima vez que me cruce con el asesino nos intercambiamos whatsapps"

 

MELANIE. THE GIRL WITH ALL THE GIFTS (Colm McCarthy. G.B.-E.U.A., 2016)

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A estas alturas, cualquiera que intente llevar el cine de zombis por nuevos derroteros tiene todo mi respeto, aunque dichos derroteros estén un tanto desdibujados y acaben por no resultar tan interesantes como prometían.  Ese es exactamente lo que le ocurre a Melanie, The Girl with All the Gifts, cuyas buenas intenciones se dan de bruces con un tercio central más bien aburrido, no por lento sino por haberlo visto ya mil veces: el grupo de supervivientes desplazándose por una ciudad que parece abandonada (los decorados son estupendos, quede dicho), algunos tiroteos contra zombis a la carga, un intento de cruzar un centro comercial sin hacer ruido, la típica escena en plan “¡Dios mío, se han comido a Joe!” y tal y cual.

Antes de eso, no obstante, la película despliega un planteamiento más que potente: tras una pandemia vírica que ha convertido al grueso de la población mundial en una turba de caníbales no muertos, aparece de pronto en Inglaterra una generación de niños híbridos entre humano y zombi, que son capaces de controlar su enfermedad hasta cierto punto (si te pones cerca y están hambrientos se les pondrán los ojos en blanco y se lanzarán a morderte, pero si mantienes cierta distancia pasan por personas absolutamente normales). El ejército los mantiene en una base militar con medidas de seguridad extremas, estudiándolos con la esperanza de poder encontrar una cura al virus. Entre ellos destaca Melanie, la llamada “niña con todos los dones”, porque parece haber heredado lo mejor de ambas especies. Tiene una mente humana privilegiada, y cuando se pone a hacer el zombi parece casi el puto Lobezno. En su genética puede estar la clave de todo.

 

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"Es que después de Memorias de un zombie adolescente tocaba 'Memorias de una zombie pre-adolescente'"

 

La presencia de la cría, interpretada con convicción y carisma por Sennia Nanua, absorbe por completo la atención del espectador, y eso en una película en la que aparecen actores como Gemma Arterton, Glenn Close o Paddy Considine en papeles importantes. Todo lo estimulante que ocurre en la cinta pasa por ella. El resto, las broncas sobre preceptos morales entre los adultos, los esporádicos ataques de los muertos vivientes, la búsqueda de la vacuna milagrosa, etc, es fórmula.

La parte final recupera en cierto modo el músculo de la primera media hora de metraje, aunque haya que abrir un tanto las tragaderas para creerse cierto giro hacia El señor de las moscas o Mad Max 3, y aunque la explicación fúngica del virus suene a truco de chistera de mago. Quizás el problema está en haber dejado el guión en manos de M. R. Carey, que adapta su propia novela dando la sensación de estar demasiado enamorado de la historia que ha inventado como para atreverse a cortar (o siquiera modificar) lo que claramente no funcionaba o rebajaba el conjunto. Aún así, entretenida.

 

SITGES 2016

 

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