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INTERSTELLAR crítica: Colega, ¿dónde está mi tiempo?

Matthew McConaughey va al espacio y se queda dormido bajo una estrella como Rip Van Winkle

RAY ZETA

Christopher Nolan es uno de los pocos directores de cine fantástico actual que se ha ganado la etiqueta de autor, como en su momento consiguieron Steven Spielberg o Ridley Scott. Estatus que otros también buenos directores como Peter Jackson o J.J. Abrams no han alcanzado por estar considerados directores de mero entretenimiento. La diferencia entre Nolan con los demás directores de acción y fantástico es que no se le considera un director comercial (aunque también lo sea) sino un autor con una voz propia. Él no factura productos de entretenimiento aunque también entretengan, sino obras consideradas personales, así que no se le aplaude por sus taquillazos sino por su filmografía. Más aún, a directores como Peter Jackson o J.J. Abrams se les aplaude, mientras que ante Christopher Nolan se descubre uno.

Porque a su manera ha redefinido el género que practica, que no es otro que el fantástico. Con su trilogía de Batman ha sentado las bases de lo que debe ser el cine de superhéroes actual, desinfantilizándolo hasta dotarlo de una seriedad y una trascendencia nunca vistas antes en el género y llevándolo a unas cotas de calidad inimaginable. Al igual que sus otros fantastiques como Memento, Insomnia, El truco final y Origen, destinados a un público adulto de barba blanca al que trata con respeto e inteligencia, en vez de a adolescentes con acné ávidos de héroes, villanos y efectos digitales sin más justificación que la de un tebeo. Se acabó el cine fantástico juvenil para tontos para ver rodeado de refrescos y palomitas, con la llegada de Christopher Nolan, ahora el fantástico debe visionarse en salas de estudio al lado de eruditos con los que debatir la película después de la proyección.

 

"El verdadero objetivo de esta expedición es que Christopher Nolan nos explique el final de Origen"

 

La única pega ante tanto elitismo cinematográfico es el riesgo de acabar siendo una víctima del propio estilo y acabar exagerándolo hasta convertirse en la caricatura de uno mismo como director, lo que a Christopher Nolan le ha pasado en Interstellar. Tanta manía tiene el hombre de hacer sus películas serias, sesudas y trascendentales, que aquí lo ha exagerado tanto que ha acabado por quedarle pomposa, prepotente y pedante. Parece que cada película que realiza Christopher Nolan haya de ser la película definitiva. Si Origen ya es complicadita, cuando él la definió como una “peliculita menor” con la que descansar ente Batmans, imaginen cómo será una película suya que nace ya con vocación de ser complicada… Pues como Interstellar, una peli de ciencia ficción larga y sesuda que se basa más en el concepto que en la forma, y en la que Nolan da rienda suelta a sus propias teorías cuánticas, metafísicas, temporales, filosóficas y hasta existenciales.

Christopher Nolan se lo toma con calma (a los genios no hay que meterles prisa), y se centra primero en presentarnos al personaje protagonista, un viudo padre de dos hijos adolescentes que vive en un pueblo de granjeros paletos de esos de peto vaquero, horca en mano, y brizna de paja en los labios, en un planeta condenado a la extinción por el agotamiento de las reservas naturales, para que el contraste con la parte espacial de la película sea luego más fuerte (cómo llega Matthew McConauguey a ser fichado como piloto y comandante de la expedición lo dejamos, porque es simplemente ridículo).

"Tanta manía tiene el hombre de hacer sus películas serias, sesudas y trascendentales, que aquí lo ha exagerado tanto que ha acabado por quedarle pomposa, prepotente y pedante"

A continuación nos mete de lleno en la trama "astronáutica", pero no esperen en ese aspecto un ambiente futurista como el de Star Wars o Star Trek, ni incluso como el de Alien, porque esto es ciencia ficción lo más realista posible (en todo caso lo más realista que puede ser una película con este argumento). Imagínense que en vez de a Matthew McConauguey en la Icarus tuviéramos a Tom Hanks en el Apolo 13, y no distaría mucho si no fuera por las diferencias del objetivo de ambas misiones. En pos del realismo y la veracidad que tanto le gustan, Christopher Nolan realiza una obra de ciencia ficción con más ciencia que ficción.

Aún así Interstellar es buena, muy buena, algunos dirán que una obra maestra, pero eso no quita que también sea todo lo demás. Y es que el tema solo ya se las trae: viajes espaciales, agujeros negros, pliegues de gusano espacio-temporales, paradojas temporales… Casi ná, y más aún si no tenemos a Christopher Lloyd como Doc Emmet Brown en Regreso al futuro 2, explicándonos con su pizarrita los riesgos y las consecuencias de alterar la continuidad espacio-tiempo, lo que ocurriría de entrar en un agujero negro. Un peligro sería aparecer en el interior del trombón de un músico callejero como si se tratara de una entrada secreta de Mortadelo y Filemón; otro sería echarse una siestecita y que por aquello de la relatividad temporal, que las horas dormidas equivalieran a varios años en la Tierra como le ocurre a Rip Van Winkle, y regresar justo a tiempo de ver Los mercenarios 12; y otro sería sencillamente no regresar…

 

"En vez de a una cuerda como en Gravity, te agarrarás a algo que te gustará aún más"

 

Todo esto es lo que puede suceder a Matthew McConauguey, astronauta que debe dirigirse en su nave precisamente hasta un agujero negro (y sacarse así la espina de haberse quedado en tierra en Contact), para permitirle a Nolan cocinar un festival de ciencia ficción que deja pequeño todo lo que ha hecho anteriormente en cuanto a pretensiones: vuelos espaciales, planetas desolados, robots mitad Hal 9000, mitad C-3PO (básicamente un ordenador parlante con patas), referencias a 2001: Una odisea del espacio, momentos que recuerdan a Elegidos para la gloria sobre todo, pero también a Abyss, Moon y Gravity, giros y más giros de guión siderales, y, cómo no, divagar sobre los grandes enigmas de la humanidad: quiénes somos, a dónde vamos, y el más importante: cuándo dejará de subir la factura de la luz. Porque como ya he dicho, lo que le pone a Nolan son los grandes temas trascendentales, y estarán conmigo que esta vez está justificado que se ponga cachondo porque no hay tema más desconocido que ese.

En un tiempo reciente en el que hemos tenido títulos de ciencia ficción tan adultos como Elysium, Oblivion o Gravity, Interstellar va más allá (incluso más que Prometheus) y aspira a convertirse en el2001 del siglo XXI. Quizás tenga algún pasaje algo confuso (más de una vez Matthew McConauguey pone cara de no entender qué está pasando), así como demasiado alargado (de hecho tanto metraje es excesivo), pero aún así funciona, y de qué manera, sin dejar de sorprender hasta llegar a un segmento final que es una auténtica virguería. Nolan aúna ciencia y emoción creando un género nuevo, la “ciencia emoción”, y vuelve a confirmar que es un maestro del montaje como ya demostró en Origen. Prueba superada pues y aprobada por la NASA, la TIA, la Facultad de Astronáutica de la Universidad de Columbia, y el fantasma de Kubrick. Ahora que se relaje y rebaje sus “nolanadas” en la siguiente película, que a todos nos gustan las palomitas.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: espectadores impuntuales que siempre llegan tarde. Quizás un agujero negro sea la solución.

No recomendada por Kuato a: quien todavía esté discutiendo si la secuencia final de Origen es real o falsa.

Ego-Tour de luxe por: que no la haya dirigido Steven Spielberg como tenía en proyecto. Me imagino el segmento final en sus manos y ya me sube el azúcar.

Atmósfera turbínea por: cómo fichan a Matthew McConauguey para que pilote la nave y lidere la expedición. ¿Saben eso de pillar al primero que pasa por la calle? Pues esto es lo que ocurre aquí pese a la importancia del proyecto. Para flipar.

 

INTERSTELLAR. Estreno en Venusville: 07/11/2014

 

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