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UN MONSTRUO VIENE A VERME crítica: Sonata de kleenex

J.A. Bayona nos trae Un monstruo viene a verme con un paquete de kleenex debajo del brazo

ANNA BOU

Ya está aquí. Ya llegó. El monstruo. Que viene a vernos. Esperadísima película de J.A Bayona, quien se está convirtiendo en el auténtico monstruo patrio de la dirección, después de los éxitos de El orfanato y Lo imposible, que lo están encumbrando en la cima resbaladiza del mundo del celuloide. Y no le ha temblado el pulso a Bayona a la hora de rodar Un monstruo viene a verme, con guión del propio Patrick Ness, película a la que se le ha colgado el título de "la que hace llorar", como si la calidad de una película se midiese por los litros de lágrimas capaces de humedecer la butaca.

Y no es para menos, en Un monstruo viene a verme el niño Conor (inmenso pequeño gran actor Lewis MacDougall) vive en un panorama de plena soledad y desolación, sufriendo por su madre enferma terminal de cáncer. Para gestionar el dolor de la cruda realidad su mejor aliada es la imaginación en forma de tejo, un árbol medicinal que puede curar "casi" todas las enfermedades.

 

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"Joder, es que tengo más mala suerte que el Coyote del Correcaminos"

 

Ya ha anunciado el propio Bayona que Un monstruo viene a verme es una película que va a removernos el alma, y yo me imagino al director catalán feliz desde su trono de caña de azúcar viendo cómo la gente moquea y se suena creando una sonata envolvente que ni Beethoven. Más que tocar el alma, la película toca la fibra, que son dos cosas muy distintas. Es como querer hacer reír a base de cosquillas, a lo que no llamaremos exactamente humor, sino truco. Bayona nos coge de la mano como a niños de párvulos y nos indica en cada momento dónde llorar una lágrima, dónde llorar dos, dónde el moco tendido, lo que, reconozcámoslo, tiene su arte.

Para empezar, y por si fuera poco que una madre se esté muriendo de cáncer, Conor tiene una desgraciadísima y solitaria existencia que fomenta una abuela medio sargento (excelente aunque breve Sigourney Weaver) y un padre tan pasota que no deja de caer en el estereotipo. Por si fuera poco, Conor es agredido continuamente por sus compañeros de clase. Es en esta parte, en la "realidad" del niño donde Bayona crea un clímax plano, sin matices, enfocado a amasar el lacrimal del espectador. El mismo error que le vi a la tramposa, aunque no menos excelente, Lo imposible.

"Me imagino a J.A. Bayona feliz desde su trono de caña de azúcar viendo cómo la gente moquea y se suena creando una sonata envolvente que ni Beethoven"

Y como Conor, esperamos con ansia que el monstruo venga a vernos, porque es en la parte fantástica donde Bayona se sale, y los venusvilleros que se lo agradecemos, pues  la salvación para el niño es también la nuestra. Es gracias a la imaginación como impotente vía de escape donde la película saca pecho (al final y al cabo, qué es sino el cine) y luce como un jarrón de oro en una habitación desolada. Empezando por unos deliciosos títulos de crédito, son los cuentos que el monstruo-árbol le narra al niño, animados mediante preciosísimas acuarelas, los que hacen explosionar la pantalla y la sensibilidad de la película.

Bayona, en la parte técnica, es esplendoroso como un buen anfitrión, sabe crear el clímax adecuado cuando, exactamente a las 12:07, viene el monstruo a verle/a vernos. La cámara percibe los detalles (esa mano, esa gota de acuarela que cae, ese ojo iluminado como una moneda de oro mirando a través de la cerradura de la puerta, ese abrazo) que, por lo bajini, van creando el poso en el espectador. Un monstruo viene a verme combina la grandiosidad (el derrumbe en el cementerio, la aparición del monstruo) con un punto intimista y delicado, y aquí reside el éxito de la película.

 

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"Si ves a mi primo Groot, dale recuerdos de mi parte"

 

La casualidad ha querido que Un monstruo viene a verme haya venido precedida hace tan sólo unos meses por Mi amigo el gigante, películas con más de un punto de conexión, aunque me sabe mal por el papá de Indiana, pero es justo decir que Bayona se come a Spielberg. La ternura seca y sabia de este árbol antropomórfico que echa raíces en la conciencia del niño aplasta de cuajo al gigante bonachón y tontolaba de Spielberg. De hecho, la emoción que a uno le falta al otro le sobra, lo ideal sería un "Bayonalberg", o un "Spielbergona" que hubiera sabido plasmar la emoción en su justa medida, sin quedarse corto ni pasarse tres pueblos.

Y Lewis MacDougall, el niño, que es media película. Hay que reconocer que J.A Bayona tiene un ojo clínico y mano de santo con los niños, porque ha sabido rodearse siempre de pequeños grandes actores. Pero Lewis MacDougal es un auténtico milagro, capaz de mostrar una vulnerabilidad y una emoción colosal. De hecho, el pequeño actor es huérfano de madre, no tengo ninguna duda de que su situación personal le ha ayudado a enfocar este difícil papel y llenarlo de verdad. La verdad, que precisamente es lo que quiere sacarle el monstruo a Conor, y a veces la verdad cabe en la esquina de un kleenex.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendado por Kuato a: todo aquel o aquello que sea de género masculino, así podrá demostrar que la afirmación "los chicos no lloran" es cosa del pasado.

No recomendada por Kuato a: quien no le gusten las historias que anuncian "te voy a explicar tres cuentos"...

Ego-Tour de luxe por: la escena en la que el niño se enfurece y, animado por el árbol, rompe los muebles. Es una escena bella, y creo que es la que más y mejor representa el espíritu de la película. Y dan unas ganas tremendas de tener a un árbol como amigo que nos comprenda.

Atmósfera turbínea por: que la técnica supera la trama. Bayona, para Jurassic World 2 te queremos sin efectos digitales, ¿hace?

 

UN MONSTRUO VIENE A VERME. Estreno en Venusville: 07/10/2016

 

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