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SITGES 2017 crónica 5: Bajo la piel

La piel fría; Brawl in Cell Block 99; Sweet Virginia; Blade of the Immortal

CHEMA PAMUNDI

Cada año, hay una frase que se repite entre los acreditados durante ciertos pases de prensa (y, del mismo modo, me suena que es algo que yo comento cada año en estas crónicas). "¿Y esta película qué hace en Sitges?" Es bien sabido que Ángel Sala, el dire del certamen, contempla una definición amplia e inclusiva del fantástico, en la que cabe de todo, pero hay mucha gente que en cambio se acoge a una visión más literal del género, y por lo tanto no entiende "qué hace en Sitges" una comedia como The Little Hours, que simplemente adapta el Decamerón de Bocaccio (por cierto, ya que estamos, la recomiendo; es una especie de versión "Saturday Night Live" del Decamerón en la que las monjas están todo el día diciendo "fuck"; me hizo soltar unas cuantas risotadas). O "qué hace en Sitges" Gloves Off, otra comedia, en este caso sobre "ex-boxeadores irlandeses con un corazón de oro" (y no, esta no la recomiendo; de hecho lo que recomiendo es correr en dirección contraria al lugar en el que la estén proyectando).

Pero claro, el problema es, ¿dónde pones la línea de corte? Si nos ceñimos al término "fantástico" tirando de diccionario (que a mí me parece una manera muy aburrida de resolver el asunto, pero bueno) te encuentras con que todo el cine de yakuzas, del oeste o histórico debería quedar fuera de Sitges, ¿no? Y ojo, ¿qué hacemos entonces con el cine de terror que no incluya elementos sobrenaturales? Este sí que entra, ¿no? Pues ya la tenemos liada de nuevo, porque por la puerta del cine de terror se nos cuelan títulos de otros muchos géneros. Hoy, por ejemplo hemos visto Brawl in Cell Block 99, thriller carcelario con varias escenas de un cafrerío que ríete tú de Hostel. No es directamente terror, pero sin duda se vale del lenguaje narrativo del cine de terror. Con lo cual, ups, resulta que después de todo SÍ que es género fantástico.

Quizás, para ahorrar controversias, Sitges debería llamarse simplemente "Festival de cine molón". Ahí estaríamos todos de acuerdo y entraría cualquier cosa. Pero bueno, es que muchos de los que venimos a Sitges ya entendemos "fantástico" como un sinónimo de "molón". No nos hacen falta aclaraciones ni nos parece marciano que de repente nos echen una de atracadores con uzis.

Y hablando de molar, las cuatro pelis que comento hoy lo han hecho en mayor o menor medida. Ha sido lo que se dice un buen día:

 

LA PIEL FRÍA (Xavier Gens, España-Francia, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Posiblemente, si había una buena manera de adaptar al cine el libro "La pell freda", del escritor catalán Albert Sánchez Piñol, era esta: internacionalizar el asunto. Director de ciertas garantías (Xavier Gens; el de Frontier(s) y The Divide), casting solvente y diseño de producción currado. O sea, meterle dinero. Las otras opciones hubieran sido darle el proyecto a un Bayona o un Amenábar, pero entonces probablemente habríamos acabado con Mario Casas de protagonista, Santiago Segura de capitán del barco y Penélope Cruz de mujer pez. La tercera vía, una "subproducción" catalana patrocinada por TV3 con un nivel de chapuza rollo Segundo origen, tampoco nos hubiera puesto lo que se dice cachondos.

La piel fría relata las vicisitudes de dos hombres en una isla que parece desierta, pero que no lo está. Bajo sus aguas habita una colonia de criaturas marinas antropomórficas que, cada noche, salen a la superficie y les atacan en oleadas interminables. La novela en que se basa es un magnífico cuento de terror lovecraftiano no-canónico (los bichos, básicamente, son Profundos de marca blanca), que explora con bastante frescura temas como la soledad, el idealismo, la locura y los celos. La película se queda en adaptación apañada. Que mira, no es poco.

Su mayor virtud es que parezca fiel al libro cuando en realidad no lo es del todo, lo cual quiere decir que el equipo creativo ha sabido hacer bien lo más importante: capturar su espíritu, reproducir de manera suficientemente fotográfica su universo. En cambio, cabe reprocharle que elimine casi por completo una de las dinámicas entre personajes más importantes del original, sin que los fans entendamos bien por qué. En efecto, se nos ha quedado la piel un poco fría.

 

"Imagina que soy Mística de los X-Men, a ver si así te pongo más"

 

BRAWL IN CELL BLOCK 99 (S. Craig Zahler, EUA, 2017)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Brawl in Cell Block 99, que básicamente va de cómo le fastidian la existencia a Vince Vaughn en la cárcel, ha sido escrita y dirigida por S. Craig Zahler, quien hace dos años aterrizó en Sitges con su debut Bone Tomahawk; y aunque se trate de dos cintas muy distintas, ambas comparten también importantes puntos en común. Las dos, por ejemplo, dedican su primera hora de metraje (demasiado) a poco más que construir los personajes principales (en el caso de Brawl in Cell Block 99 sólo hay uno, el matón y corredor de drogas que encarna Vaughn). Las dos tienen diálogos secos, directos, y unos cuantos "one-liners" memorables. Las dos alcanzan en su tramo final un nivel de violencia que traspasa hacia las lindes del gore (al lado de Brawl in Cell Block 99, cualquier otra película de puteos carcelarios parece una comedia de Charlot); y las dos acaban como el Rosario de la Aurora. Sin embargo, guardan también una diferencia notable: Bone Tomahawk era, pese a sus fallos, un western excelente, mientras que Brawl in Cell Block 99 es, pese a sus aciertos, un thriller sólo pasable.

Ojo, que tiene sus puntos fuertess. Moderniza de manera vistosa, efectiva e inteligente las constantes del cine grindhouse, su cadencia es de martillo pilón (pausada pero inmisericorde), y su trama no se corta un pelo, haciendo caer al protagonista por una espiral de marrones tan jodidos que, llegados a cierto punto, no tienes ni idea de cómo va a lograr salir de una pieza (si es que lo logra).

Pero, al cabo de la calle, Brawl in Cell Block 99 es también absolutamente hueca y gratuita (sin la mirada irónica o las dobles lecturas de un Tarantino o un Guy Ritchie). ¿Dice algo sobre la violencia, la redención, el sacrificio o lo que sea? No, lo único que dice es que Vince Vaughn tiene un buen juego de piernas a la hora de aplastar cabezas a pisotones. Las dos primeras que aplasta hacen gracia. A partir de la tercera empiezas a preguntarte exactamente qué cojones estás viendo. Habrá quien afirme que este es "el gran papel" de la carrera de Vaughn. Yo digo que si te gusta ver a Vince Vaughn soltando frases molonas y quebrando extremidades, esta es tu mierda. Trash-cinema de luxe. Poco más.

 

"Si Steven Seagal partía brazos, yo aplasto cabezas para no ser menos"

 

SWEET VIRIGINA (Jamie M. Dagg, EUA-Canada, 2017)

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¿Cómo de buena es Sweet Virginia? Mirad, os lo explico de manera gráfica. En la primera escena vemos a tres personajes en un bareto, de noche, jugando al póker tras la hora de cierre. Los tres molan bastante, tipos duros, quizás mafiosos. Conversación animada. El más joven tiene pinta de prota. En cinco minutos, el guion los ha definido a la perfección. Antes del minuto 6 están los tres muertos; y entonces aparece el título en pantalla y empieza la película. Es decir, que Sweet Virginia va sobrada.

Drama criminal de perfil bajo y guion sencillo, sobre gente normal haciendo cosas chungas (robando pasta, encargando asesinar a su pareja, y otros planes perfectos que por supuesto salen como una mierda). Un ritmo adecuadamente lento e introspectivo, una fotografía mortecina que refleja un mundo en perpetua penumbra (moral y de la otra: la acción transcurre en Alaska), unos diálogos que filtran el pulp justo y necesario en la crónica de sucesos más descarnada, y unos actores que te lo hacen creer.

Jon Bernthal va camino de dejar de ser simplemente "el tío que hace de Punisher en las series de Marvel" y convertirse en una presencia cotizada, e Imogen Poots transmite a la perfección esa imagen de ex-reina del baile del instituto que esperaba grandes cosas de la vida y se ha quedado atrapada en el purgatorio. Pero quien roba la función es Christopher Abbott, al que la serie Girls puso en el mapa y que aquí interpreta a un asesino despiadado, capaz de pasar del autismo a la ira en segundos y que lleva la palabra "peligro de muerte" escrita en la frente con cada mirada que lanza.

Es probable que una obra tan desnuda y poco afectada como Sweet Virginia aburra o deje indiferente a cierta gente. A mí me ha parecido una crónica hipnótica sobre los eternos perdedores de una América no ya profunda, sino completamente desolada.

 

"Aquí donde me ves, yo enseñé a a Leo DiCaprio a vender en El lobo de Wall Street"

 

BLADE OF THE IMMORTAL (Takashi Miike, Japón, 2017)

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Blade of the Immortal se abre con un prólogo en blanco y negro en el que un samurai le limpia el forro a un ejército entero de bandidos (y no es una manera de hablar: la cámara tiene que cascarse un plano aéreo para poder encuadrar en su totalidad la montaña de cadáveres que deja a su paso). Lo hace en venganza por una cosa que le ha pasado y que si acaso no voy a desvelar. El caso es que, tras dicho combate, una bruja le otorga la bendición/maldición de no morirse nunca. Por mucho que le atices, le cercenes miembros o lo destripes, tú dale tiempo que él volverá a ponerse en funcionamiento. Acabado ese prólogo, el blanco y negro se convierte en color, se nos plantea la trama principal y la película, en general, empeora. Si toda ella tuviera la intensidad y la belleza "kurosáwica" de ese prólogo, nos reventarían de placer los ojos dentro de las cuencas.

En realidad, Blade of the Immortal es el ejemplo quintaesencial de lo que caracteriza a una buena película de Takashi Miike: exagerada, explosiva, hermosa, irregular, gamberra y demasiado larga. Tiene unas cuantas que son mejores (13 asesinos, Audición, Ichi the Killer...), pero no debemos olvidar que su filmografía incluye un centenar de títulos; y ya os digo yo que la mayoría son peores. Por lo tanto, tampoco nos vayamos a quejar.

La peli adapta un manga, y realmente está estructurada como una serie de tebeos enlazados con una meta-trama de fondo. En cada uno de ellos hay un gran combate a golpes de katana. Todos aportan sus variantes, pero a partir del decimoquinto quizás empiezan a hacerse repetitivos. Otro recurso de tebeo: los personajes hablan por los codos. Hablan durante los combates. Hablan hasta el punto de que sus oponentes paran momentáneamente de luchar a fin de dejarles hablar (y luego dan su réplica, si procede). Esto también cansa un poco a partir de la decimoquinta conversación. Blade of the Immortal, en resumen, tiene demasiado de todo. Con menos tipos de fruta sería sin duda una macedonia más compensada. Pero entonces quizás no sería Takashi Miike. Así pues, lo dicho: mejor no toquemos nada y disfrutémosla con la benevolencia que merece.

 

"Superados los 88 Maníacos de Kill Bill... y sumando"

 

SITGES 2017

 

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