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STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA artículo: Las 7 diferencias del Episodio VII

Demostración que El despertar de la Fuerza no debería titularse "Una nueva esperanza 2.0"

CHEMA PAMUNDI

El despertar de la Fuerza ha desembarcado en nuestras pantallas con la potencia de un misil de protones, haciendo estallar taquillas y mentes infantiles a diestro y siniestro; lo que se esperaba, vamos. Tras el tsunami del estreno y los segundos visionados (algunos ya vamos por el tercero), ha llegado por fin la pausa necesaria para el análisis; y si algo está destacando todo el mundo acerca de este retorno galáctico, por encima de cualquier otra consideración, es su parecido casi clónico con Star Wars: Episodio IV. Una nueva esperanza. Que si el ataque contra la mega-estación de combate, que si la escenaca en una cantina fronteriza llena de alienígenas de látex, que si la infiltración para rescatar a “la chica” (aunque Rey no es precisamente de las que se conforman con dejarse rescatar), que si los planetas calcaditos (el desértico Jakku es una especie de Tatooine 2.0), que si el androide simpático y de cabeza redonda que lleva escondido en el bolsillico interior una información super tocha para la Resistencia, que si el villano que va al mismo sastre que Darth Vader...

Sin embargo, como de costumbre en Venusville hemos intentado ir más allá, hemos podado los árboles que nos impedían echarle un vistazo detallado al bosque y hemos detectado que, justo por debajo de las similitudes innegables entre esta película y aquella de 1977 que lo empezó todo, vibra otra frecuencia: la de las diferencias, algunas sutiles, otras muy evidentes, que son las que han acabado dando a El despertar de la Fuerza una personalidad propia y nos han hecho recuperar “una nueva esperanza” en la saga. En concreto son siete, y a continuación vamos a enumerarlas por orden creciente de importancia.

 

1. CAZAS ATMOSFÉRICOS

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

El Episodio VII recupera la pureza de los enfrentamientos entre Alas-X y Cazas Tie del filme original, ignorando todos los demás tipos de caza especializados, tanto imperiales como rebeldes, que fueron apareciendo a lo largo de la trilogía clásica. Pese a los 30 años transcurridos desde el final de El retorno del Jedihasta el inicio de El despertar de la Fuerza, aquí no hay ni rastro de Alas-A, Alas-B, Interceptores Tie o ni siquiera algún tipo de versión moderna de esos mismos diseños. Sin embargo, estos nuevos Alas-X y Cazas Tie parecen haber evolucionado hasta convertirse en naves muchísimo más potentes y versátiles de lo que eran, y las vemos cumpliendo con eficacia diversos roles bélicos, desde combatir en atmósfera con la misma pericia que en el vacío espacial (algo que antes sólo habíamos atisbado en una breve escena de El Imperio contraataca, cuando el Halcón Milenario huía de Bespin perseguido por cazas imperiales tras haber rescatado a Luke Skywalker), hasta atacar a blancos en superficie. Resultaba ilógico que ambos bandos usaran estas naves como meras escoltas espaciales de sus respectivas fragatas y destructores, y eso ha sido corregido con creces en el Episodio VII.

 

2. LOS HÉROES TAMBIÉN SANGRAN

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

La galaxia que nos muestra J.J. Abrams en el Episodio VII se ha convertido en un lugar bastante más peligroso de lo que fue en ninguno de los anteriores largometrajes de la serie. Aunque el sentido del humor sigue estando presente en varios tiroteos, toda coartada pulp para mantener intactos a los personajes protagonistas se ha esfumado. Lejos quedan los “combates de broma”, contra aquellos soldados de asalto imperiales que parecían incapaces de acertarle a un blanco de tamaño humano y sin cobertura a más de cinco metros de distancia. Las tropas de la Primera Orden son organizadas, precisas y eficaces. Sus intervenciones suelen traducirse en sendos baños de sangre que no dejan vivo o sin capturar ni al apuntador, y en los que los rebeldes logran salvar el pellejo por los pelos.

En general, la nueva película transmite la sensación de que ningún personaje está a salvo, de que cualquiera podría salir malparado. Finn queda en coma tras llevarse varios tajos de sable láser, Kylo Ren acaba con la cara rajada, Rey y Poe Dameron son capturados y torturados, e incluso Chewbacca recibe un tiro que le deja con un brazo en cabestrillo (ya iba tocando que le hicieran algo más que un rasguño). Esta es la segunda entrega de Star Wars que recibe una calificación de “menores de 13 años acompañados” en los Estados Unidos debido al contenido violento de sus escenas de acción (la otra fue La venganza de los Sith), frente al espectáculo amable y para todos los públicos que era el Episodio IV.

 

3. EL LADO OSCURO CREA EXTRAÑOS COMPAÑEROS DE CAMA

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

Uno de los detalles más llamativos de Star Wars: Episodio IV. Una nueva esperanza era la relación de “colegueo” entre Darth Vader y el Gran Moff Tarkin. Nunca, a lo largo de toda la saga, volverá a aparecer otro personaje que le tenga la confianza suficiente a Vader como para hablarle de igual a igual sin temer represalias ("Los Jedi fueron extinguidos. Su fuego desapareció del universo. Tú, amigo mío, eres lo único que queda de esa antigua religion”). Se nota que estos dos pájaros no están simplemente trabajando en equipo por conveniencia, sino que han pegado algunos tiros juntos y quizás incluso se hayan corrido alguna que otra juerga. En el Episodio VII esta relación entre la pareja de villanos principales se invierte por completo: Kylo Ren y el General Hux se pasan toda la cinta discutiendo y desautorizándose el uno al otro ante el impertérrito Líder Supremo Snoke. Siempre se ha comparado a los malos de Star Wars con los nazis, y la bronca Ren vs. Hux encajaría con aquella teoría de Adolf Hitler que decía que, si quieres asegurarte de que tus subordinados trabajen con entrega fanática, lo mejor que puedes hacer es mantenerlos enemistados y peleando de forma constante por destacar unos sobre otros.

 

4. PERSONAJES MULTICLASE

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

Como todos sabemos de sobras, el Episodio IV de Star Wars se centraba en una serie de personajes que eran arquetipos de manual: el héroe “elegido” que no sabe que lo es (Luke Skywalker), el antihéroe cínico e independiente pero con un corazón de oro (Han Solo), la doncella en apuros (Leia Organa), los compañeros-alivio cómico (R2-D2, C-3PO y Chewbacca), el “Señor del mal” (Darth Vader)... En cambio, en el Episodio VII este patrón salta por los aires: los arquetipos se mezclan y combinan dando lugar a una galería de protagonistas mucho más polivalentes y difíciles de clasificar, lo que los hace tremendamente atractivos para el espectador moderno, acostumbrado a propuestas más complejas que las de los paladines de una pieza imaginados por George Lucas. Rey es una mezcla de los dos hermanos Skywalker (la energía de Leia y la nobleza cándida de Luke), Finn tiene toques de Han Solo (individualista y tramposo) pero acaba revelando maneras de Jedi. En cuanto a Poe Dameron, es como una reconstrucción de Wedge Antilles (el piloto rebelde de élite que destruía la segunda Estrella de la Muerte en El retorno del Jedi) que también muestra algo de la sorna canallesca de Solo.

Incluso el odioso Kylo Ren tiene una psique y unas motivaciones bastante más sofisticadas que las de la mayoría de malosos vistos en los seis títulos precedentes: es un adolescente inadaptado y lleno de ira que, buscando el poder y la realización personal, ha caído de cuatro patas en el lado oscuro de la fuerza hasta el punto de convertirse en una especie de fanboy de Darth Vader, un aprendiz de villano obsesionado por cortar todo lazo con su vida pasada y completar la obra de su ídolo. Vader era un villano imponente, inmisericorde y con una mente maestra para el mal. Kylo Ren es un patán arrogante y torpe, pero lleno de conflictos que le dan un perfil interesantísimo.

 

5. PARIDAD GALÁCTICA

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

El Episodio VII entierra uno de los totems culturales que dominaban no sólo el Episodio IV sino la saga al completo. Nos referimos al conocido como “Efecto Pitufina” o “Principio del campo de nabos”, es decir la tendencia en las obras de ficción a tener exactamente un personaje femenino y sólo uno, en entornos que por lo demás parecen estar poblados sólo por hombres. La “Pitufina” de la trilogía clásica era por supuesto Leia Organa, mientras que en las tres precuelas Lucas siguió alimentando el tópico con Amidala, que caía en clichés sexistas aún peores una vez que se enamoraba de Anakin y quedaba convertida en un personaje florero, cuyo único peso en la trama era parir a Luke y Leia, tras lo cual literalmente “moría de pena”.

Abrams abandona esta visión rancia y alcanforada (herencia directa de muchas de las obras de aventuras que influyeron a Lucas a la hora de crear Star Wars, como Flash Gordon, Una princesa de Marte o, claro, El señor de los anillos) llevando por fin la paridad a la galaxia. En El despertar de la Fuerza hay tías por todas partes, y son de todo menos personajes decorativos. Son aventureras como la protagonista Rey, líderes contrabandistas como Maz Kanata, espías como Bazine Netal, soldados de asalto como la Capitana Phasma (de hecho, aunque ninguno de los soldados de la Primera Orden se llega a quitar el casco, las voces de algunos de ellos son sin duda femeninas); y no pasa ABSOLUTAMENTE NADA. Un necesario soplo de aire fresco que le hace muchísimo bien a una saga de tradición carca en estos asuntos.

 

6. EN LO MÁS OSCURO DEL LADO OSCURO

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

De forma elegante, casi inadvertida, El despertar de la Fuerza pone patas arriba lo que parecía ser uno de los conceptos fundacionales del universo Star Wars: no es que la Primera Orden sea una simple evolución del Imperio Galáctico, que a su vez surgió a partir de la traición propiciada por los Sith... sino que todas esas siniestras organizaciones (y también los Caballeros de Ren, que son como los Sith bajos en grasa de la nueva trilogía) encarnan el mismo mal primigenio. Sin que ningún personaje llegue a decirlo de manera abierta, la trama de la película parece dar a entender que el lado oscuro es casi una entidad con conciencia propia (como una especie de versión metafísica del Sauron de Tolkien) que se manifiesta una y otra vez a lo largo de la historia bajo una nueva forma y un nuevo nombre para volver a ser destruido, y volver a aparecer, y volver a ser destruido, y volver a aparecer... Y así en un ciclo eterno.

La galaxia jamás se librará por completo de esa amenaza, jamás conocerá una paz duradera. Es una idea ominosa y desesperante, que dota a la franquicia de un halo de mal rollo nihilista estilo Warhammer 40,000 ("En el despiadado universo del lejano futuro solo hay guerra", y tal). Es una vuelta de tuerca sorprendente para el universo Star Wars, casi siempre tan “technicolor” e inocentón. Esperemos que Abrams y sus guionistas no se pasen de frenada en este aspecto, pero de momento lo visto en el Episodio VII convierte la galaxia en un lugar más opresivo, más extremo y decididamente mucho más molón.

 

7. LA PRIMERA ORDEN SABE LO QUE SE HACE

Star Wars: El despertar de la Fuerza

 

En una entrevista antes del estreno de El despertar de la Fuerza, J.J. Abrams dijo que, si el Imperio de la trilogía clásica era una relectura de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, la Primera Orden era una interpretación de lo que podría haber pasado si, al finalizar dicha contienda, los altos mandos nazis hubiesen logrado ponerse a salvo en Sudamérica y, desde allí, trabajar en secreto para fundar un Cuarto Reich con Hitler y Himmler (es decir, Vader y Palpatine) como mártires de la causa. Esta no deja de ser otra demostración más de cómo El despertar de la Fuerza recombina y reelabora los elementos de Una nueva esperanza transformándolos en versiones más refinadas. Pese a todo su carisma, admitamos que el Imperio era un villano bastante pisa-rastrillos, muy dado a las bravatas pero poco efectivo a la hora de poner sus planes en práctica. La costosísima Estrella de la Muerte sólo le sirvió como herramienta de propaganda y disuasión, pues a la hora de la verdad su uso efectivo se limitó a destruir un único planeta (Alderaan), que ni siquiera era un objetivo militar importante sino una simple manera de coaccionar a Leia, a fin de que cantara como un jilguero dónde estaba el escondite de los rebeldes (y respecto al rendimiento que los imperiales le sacaron a la segunda Estrella de la Muerte mejor ni hablemos). O sea, lo que se dice matar moscas a cañonazos.

La Primera Orden ha aprendido de los errores de su predecesor y se concentra por completo en ganar la guerra desde el minuto uno: construye su propia estación de combate (la Starkiller) y, una vez que está operativa, no la utiliza para asustar al enemigo sino para aniquilarlo. Sin fanfarrias, sin ceremonias, sin perder un instante. De un plumazo convierte en basura espacial cinco planetas habitados, incluyendo la capital de la Nueva República y toda su flota militar. O sea, se centra en dejar a su contrincante sin capacidad alguna para combatir. Sun-Tzu estaría orgulloso. La Primera Orden es como un Imperio cabreado, acorralado, forzado a luchar exprimiendo todas sus ventajas y sin dar la victoria por hecha. Es una versión mejorada y mucho más hija de puta de nuestros más queridos nazis espaciales.

 

STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA. Estreno en Venusville: 18/12/2015

 

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