Categorías

STAR WARS artículo: Ésta no es la trilogía que buscáis

Tras el reestreno de La amenaza fantasma en 3D, analizamos los Episodios de Star Wars I, II y III

CHEMA PAMUNDI

Confieso que lo habían vuelto a conseguir.  El rodillo de márqueting de Lucasfilm, el bombardeo de teasers y trailers, los reportajes y documentales especiales de televisión, la oportuna reposición en Antena 3 de las películas clásicas de la saga… Total, que una vez más (la tercera ya, desde que Lucas decidiera resucitar a este exquisito cadáver en 1999 con Episodio I: La amenaza fantasma) me dejé engañar, vacié la mochila de prejuicios a la entrada del cine, y me repantingué en mi butaca dispuesto a dejar que me transportasen a una galaxia muy lejana, sin demandar demasiadas explicaciones y haciendo de tripas corazón ante lo que no me acabase de cuadrar. Pensamiento positivo.

Se apagan las luces y yo respiro hondo. Incluso, siento cierto cosquilleo en la nuca cuando aparece en pantalla el “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana…”, seguido por el glorioso logo de “Star Wars”. Al fin y al cabo, estoy viviendo un momento histórico. Si las declaraciones de Lucas son ciertas, él nunca ha planeado rodar una tercera trilogía, y por lo tanto éste es el último momento de mi vida en el que veré, de estreno, una nueva película de la saga que me ha acompañado a lo largo de cuatro décadas, y que me ha formado como espectador de cine. Mientras el logo de “Star Wars” se empequeñece cada vez más, alejándose de mí, siento que parte de mi adolescencia se va para siempre con él. Superado este momento de crisis pre-madurez, decido concentrarme en la película, presto a disfrutar como un loco. Abro los ojos como platos, y durante los primeros instantes de La venganza de los Sith vuelvo a tener 9 años. Durante los primeros instantes.

¿Los hechos? Pues que, seis años y cuatrocientos minutos de película después del estreno de La amenaza fantasma, esta trilogía no deja tras de sí ni un pelo de punta, ni una escena memorable, ni un nuevo personaje para el recuerdo (¿Jar-Jar? ¿Amidala? ¿Qui-Gon Jin? ¿Mace Windú? ¿Darth Maul?; yo desde luego no me compraría un póster de ninguno de ellos), y apenas ninguna vinculación emocional con el espectador, a no ser aquellas que estén directamente relacionadas con la trilogía anterior (claro que padeces por Anakin, pero padeces por que te acuerdas de su papelón en los Episodios IV, V y VI, no porque el personaje esté bien desarrollado ni porque el actor te transmita nada). La nueva trilogía es un colosal error de cálculo y un despilfarro de medios (las tres películas son, en la mayoría de su metraje, aburridas). En una escena del film La noche se mueve, Gene Hackman decía que ver una película de Eric Rohmmer era como sentarse a ver crecer una planta. Bueno, pues ver la nueva trilogía de Lucas es como sentarse a ver como esa misma planta se muere por falta de riego.

 

STAR_WARS_reportaje_7.jpg

La nueva trilogía de Star Wars debería haber sido una fiesta bien sonada

 

¿Pero por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la linea roja que marca la diferencia entre las excelencias de la saga clásica, y la decepción generalizada que representan las nuevas (o viejas, si las miramos cronológicamente) andanzas de Yoda, Obi Wan y su alegre banda? Por efectos especiales no será (tristemente, el único apartado donde la nueva trilogía despunta sobre la clásica). Tampoco tiene demasiado que ver con las interpretaciones. Alec Guinness jamás ha estado peor que en La guerra de las galaxias (durante años, el actor incluso sentía vergüenza cuando le recordaban su participación en la saga), y sin embargo todos recordamos con amor el carisma que impregnaba a su papel de Ben Kenobi. Y en cuanto a las labores de dirección, creo que las culpas de Lucas son relativas, ya que las películas de Star Wars no son obras de autor, sino de equipo de producción  (¿de verdad alguien es capaz de notar diferencias apreciables entre el George Lucas de La guerra de las galaxias, el Irvin Kershner de El Imperio contraataca y el Richard Marquand de El retorno del Jedi?).

No. Ni el director, ni los actores, ni los efectos especiales, ni (si me apuran) Jar-Jar Binx. El motivo fundamental del fiasco está bien claro: los guiones. Muchos críticos dicen, y es cierto, que Lucas se ha tirado demasiados años sin ponerse detrás de una cámara para dirigir, y que por lo tanto ha perdido soltura y oficio en el asunto. Sin embargo, creo que el verdadero problema radica en que se ha tirado demasiados años sin ponerse delante de un folio para escribir un guión. Ahí está la clave. Comparando la realización de películas con la fabricación de una mesa, el guión sería una de las cuatro patas fundamentales para que un filme se sostenga. Pues bien, lo que tenemos aquí es ni más ni menos que una mesa con tres patas.

Por lo tanto, en este artículo, la fiscalía (yo) intentará demostrar que el acusado (George Lucas), ha traicionado la confianza de millones de fans de Star Wars al crear una nueva trilogía de películas que en relidad NO PERTENECEN al universo Star Wars, ni temática ni conceptualmente. La fiscalía demostrará también cómo la precipitación, la megalomanía y la sequía creativa de Lucas (o más bien, su incapacidad para asumir sus propias limitaciones como guionista) le han llevado a acabar cerrando en falso una saga que, a la hora de la verdad, será recordada tanto por su espectacularidad y su gran influencia en el cine moderno, como por la irregularidad de su conjunto: dos obras maestras (La guerra de las galaxias y El Imperio contraataca) dos films fallidos (El retorno del Jedi y La venganza de los Sith), y dos petardos mayúsculos (La amenaza fantasma y El ataque de los clones). Se abre la sesión.

 

STAR_WARS_reportaje_1

La nueva trilogía de Star Wars nos deja a todos en gallumbos

 

1. ¿QUÉ ES STAR WARS?

El principal problema de las nuevas películas de Star Wars, es que en realidad no pertenecen a la saga de Star Wars. Son otra cosa, y George Lucas o no sabe o no quiere reconocerlo. Ya sé que Lucas, como creador omnímodo de la serie, debería ser el más indicado para decidir qué “es” y qué “no es” Star Wars. Sin embargo, creo que Lucas, en los más de 30 años transcurridos desde el estreno del Episodio IV, ha acabado por perder la perspectiva sobre su propia obra. Y es que Star Wars, como ocurre con cualquier icono de la cultura popular, ya no le pertenece sólo al tipo que parió el invento; Star Wars es patrimonio de todos nosotros, que somos quienes hemos inflado y magnificado esta historia, dándole a Lucas el beneplácito de convertir lo que originalmente era una sola película, en una saga de seis filmes. En muchos aspectos, los propios fans ya saben mejor que Lucas lo que “es” Star Wars. Y lamentablemente, las nuevas películas traicionan el espíritu y buena parte de los parámetros establecidos en la trilogía clásica.

En el fondo y sin saberlo, Harrison Ford dio en la diana cuando, años después de haberse cerrado la trilogía original, miraba hacia atrás en una entrevista y declaraba que eran “películas idiotas pero bien hechas”. Aparte del hecho de que Harrison Ford es un capullo desagradecido, que suele hacer gala de una cabreante falta de respeto para con el tipo de cine que le dio de comer y le convirtió en una estrella cuando malvivía como carpintero (las lindezas que suele dedicarle a Blade Runner son todavía peores), su frase puede también interpretarse en clave positiva. Las películas originales son idiotas, sí, pero es la misma clase de idiotez que podemos encontrar en El mago de Oz, Cantando bajo la lluvia o El halcón y la flecha. Es la idiotez que identifica a una obra maestra. Es la naturalidad de una historia sencilla pero bien contada.

Una de las principales bazas de los Episodios IV al VI era precisamente que tenían la suficiente inteligencia para no tomarse en serio. Lucas escribió sin complejos, sin la presión de verse obligado a crear una obra imperecedera, y con la chispa del que sabe que tiene entre manos una gozosa serie B. Mezcló la inmediatez argumental de Flash Gordon, la acción de capa y espada, la épica de las grandes sagas literarias (de Malory a Tolkien), y una estética a medio camino entre el western, los samurais de Kurosawa y los filmes sobre la II Guerra Mundial (el evento histórico que marcó a una generación de realizadores treintañeros, hijos de padres que habían sido veteranos del conflicto), con el tono desenfadado de las screwball comedies clásicas (algunas escenas entre Leia y Han Solo remiten directamente a los duelos Catherine Hepburn/Spencer Tracy). Es decir, mezcló lo que siempre había funcionado, lo que siempre le había gustado a todo el mundo. Y encima, lo mezcló de una forma que lo hacía parecer fresco y nuevo. El resultado no podía ser otro que un caballo ganador.

 

STAR_WARS_reportaje_3

Sólo hay una cosa que podemos hacer para salvar la dignidad: emborracharnos

 

2. UN DISCUTIBLE CAMBIO DE MODELO

Ese espíritu kitsch y de reciclaje de géneros en tono amable hacía que unos diálogos de baja intensidad, que en muchas escenas bordeaban el ridículo (en cierta ocasión, Harrison Ford le espetó a Lucas, guión en mano “a ti esta mierda te parece muy buena porque no eres tú el que tiene que decirla”) cobrasen un valor naif añadido, y se convirtiesen en absolutamente brillantes. Todo el mundo recuerda frases como “deja ganar al wookie”, “su carencia de fe resulta molesta”, o “¿quién es más loco, el loco, o el loco que sigue al loco?”. Pero nadie puede citarme, de memoria, una sola frase de la nueva trilogía que vaya a ser capaz de resistir el paso del tiempo. Nadie se acuerda de las crisis adolescentes de Anakin Skywalker.

Y eso ocurre porque todo el sentido del humor, la falta de pretensiones y la estética pop que inundaban la trilogía anterior, y que la hicieron grande (¿Por qué el traje de Darth Vader ha aguantado tan bien el paso del tiempo? Pues porque se ha convertido en un icono pop, ni más ni menos), desaparecen por completo en las nuevas películas, en favor de una solemnidad de cartón piedra, un pretencioso aire de tragedia griega y una gratuita rimbombancia en los argumentos, las situaciones y los diálogos. Los referentes de la trilogía clásica, ya lo hemos dicho, eran Buck Rogers, Flash Gordon, El señor de los anillos y La fortaleza escondida. Los referentes de la nueva trilogía parecen ser Yo Claudio, La odisea, Dune... Y con todos mis respetos para estas obras, ni eso era lo que tocaba, ni Lucas se puede comparar con Homero, Robert Graves o Frank Herbert. Lucas es un guionista bastante limitado, y un flojísimo dialoguista (demérito reconocido incluso por él mismo).

Da la impresión de que Lucas, encerrado en la burbuja de su rancho Skywalker como el Ciudadano Kane de Orson Welles se encerraba en Xanadu, ya no se entera de lo que pasa en la calle. No lee tebeos, ni novelas de aventuras, ni mira series de dibujos. No le interesa el manga, ni Matrix, ni cree que El señor de los anillos de Peter Jackson esté a la altura. Lo que le interesa ahora mismo es el Discovery Channel, la CNN y las obras completas de Shakespeare. Por eso La venganza de los Sith está más cerca de una (mala) adaptación de Hamlet que de La guerra de las galaxias. Ojo, no estoy diciendo que para hacer una película de Star Wars haga falta ser un freak. Sólo apunto que Lucas se ha convertido es un señor aburrido haciendo películas aburridas.

 

STAR_WARS_reportaje_11

Malos tiempos para los héroes clásicos del género...

 

3. EL ABUSO DE LAS ALEGORÍAS

Lo que ha hecho imperecederas a las grandes sagas de aventuras como “El señor de los anillos”, con las que (todos estaremos de acuerdo) Star Wars ha contraído unas cuantas deudas, es su ausencia de alegorías directas. Eso permite que la obra se mantenga siempre vigente, ya que cada generación puede interpretarla a su gusto y según sus propias claves. Volviendo a tomar como ejemplo “El señor de los anillos”, la obra magna de Tolkien puede entenderse, si se quiere, como una crítica muy en abstracto al poder, al progreso y a la corrupción que ambos conllevan. Sin embargo, estos son temas universales y comunes a toda la histora de la humanidad, y Tolkien se cuidó muy mucho de incluir en su novela referentes directos a la época o la sociedad en la que vivió (si se escarba un poco en la biografía de Tolkien, se puede llegar a intuir la influencia que tuvieron en su obra los horrores que vivió durante la I Guerra Mundial, pero el lector casual ni se enterará de esto). “El señor de los anillos” se publicó por primera vez en 1954, y hoy sigue tan vigente como el primer día.

Sin embargo, Lucas ha empequeñecido las películas de la nueva saga de Star Wars, al intentar hacerlas funcionar no sólo como filmes de aventuras, sino también como parábolas de los problemas existentes en la globalizada sociedad de hoy: el terrorismo, el fundamentalismo, el imperialismo estadounidense o el choque de civilizaciones. Además de la torpeza y la presunción del director a la hora de plantear esta doble lectura (que se reduce a tópicos de manual, del estilo de “las dictaduras son malas”, “la violencia no arregla nada” o “el amor todo lo puede”), dicho planteamiento otorga a la nueva trilogía una fecha de caducidad muy cortita, porque en el mejor de los casos, los problemas de la sociedad de hoy no serán los problemas de la sociedad dentro de 10, 15 o 20 años. La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith ya se ven caducas hoy en día. Por supuesto que las películas clásicas de la saga también se ven ya pasaditas, pero sólo a nivel estético (lo cual es inevitable). En cambio, como cine de aventuras siguen representando el A, B, C del género.

 

STAR_WARS_reportaje_12

Sólo queremos personajes conocidos y bien conocidos

 

4. GRAVES PROBLEMAS DE ESTRUCTURA

Al analizar la construcción argumental de la nueva trilogía, sorprende que Lucas haya cometido tantos errores de ritmo y de estructura en unos guiones que al fin y al cabo tienen mucho de fórmula. No es necesario ser un genio del séptimo arte para saber armar una película de aventuras como Dios manda. A ver, no estamos hablando de 2001, ni de Rashomon. Estamos hablando de un grupo de héroes de tebeo persiguiéndose en naves espaciales, luchando con espadas láser, viajando a parajes exóticos, y besándose de vez en cuando. Sin embargo, a lo largo y ancho de las tres películas, Lucas ha metido el remo un buen montón de veces.

Para empezar, ha dinamitado el esquema del “grupo de aventureros” que domina este tipo de narraciones (básicamente, porque funciona), y que en los Episodios IV al VI se había erigido en la columna vertebral de la saga. En las películas clásicas, los personajes, al estar juntos, se desarrollaban unos a otros (por ejemplo, una misma escena en el Halcón Milenario podía servir para hacer evolucionar a Luke y a Leia). En la nueva trilogía, en cambio, los personajes principales se mantienen constantemente separados, casi siempre viajando en solitario de acá para allá para hablar con secundarios desconocidos que no volverán a aparecer y que nos importan un pimiento.

Lucas parece haber olvidado también cómo se ejecuta una elipsis, y así los personajes se pasan gran parte del metraje hablando, en soporíferas escenas estáticas que podrían haberse resuelto mejor de una manera más dinámica, sin tener que matar el ritmo de la película. A este respecto, por ejemplo, el enamoramiento entre Han y Leia en El Imperio contraataca era modélico, ya que Lucas no sólo no detenía el empuje de la historia, sino que lo integraba en ella (el “te quiero”, “lo sé” que precede a la congelación de Han Solo en carbonita, es uno de los diálogos cinematográficos en los que se han dicho más cosas -y mejor dichas- con menos palabras). En cambio, el enamoramiento entre Anakin y Amidala es un peñazo tosco, mal resuelto (¡ay mamá, esa escena en la que los dos ruedan por la hierba!) y finalmente incomprensible. Nadie se traga que Amidala caiga rendida ante los encantos de un Anakin antipático, intransigente, y partidario del ojo por ojo, la supervivencia del más fuerte y las dictaduras represoras como forma preferida de gobierno.

 

STAR_WARS_reportaje_13

Cien por cien de acuerdo con lo del caos narrativo

 

Las transiciones entre estas escenas dialogadas son terriblemente cansinas, siempre estructuradas de la misma manera: 1) plano general de situación (por ejemplo, los exteriores del palacio de Naboo); 2) plano medio con un grupo de personajes estáticos (por ejemplo, Amidala de espaldas mirando al horizonte, y Anakin entrando por la puerta); 3) diálogo entre los personajes (con sucesión de planos cortos si se están quietos, o un suave travelling frontal si van caminando); 4) finalización de la escena (uno de los personajes se va, o los dos se quedan mirando el uno al otro, o ambos miran al horizonte); 5) plano general de situación de la siguiente escena (por ejemplo, los exteriores del senado de la República en Corruscant); y así, ad nauseam.

Para colmo, una de las pocas pautas que son “marca de la casa” en las películas de la franquicia, y que Lucas ha mantenido en esta trilogía, tampoco funciona como debiera. Me refiero a los climax paralelos, con cortes que alternan de una escena a otra. En la trilogía clásica, este recurso alcanzaba su máxima expresión en El retorno del Jedi, donde se alternaba entre la batalla espacial frente a la Estrella de la Muerte, la infiltración del comando de Han Solo y Leia para desconectar los escudos de la susodicha Estrella de la Muerte en Endor, y los intentos del emperador Palpatine por atraer a Luke al lado oscuro, en presencia de su padre (Vader).

En la nueva trilogía, Lucas utiliza los climax paralelos de manera machacona, y con resultados de una flaccidez creciente. Si en La amenaza fantasma el resultado es flojo (el duelo de Darth Maul contra Qui Gon Jin y Obi Wan resulta pasable, pero la batalla espacial en la que Anakin destruye la nave nodriza de la Federación de Comercio no tiene maldita la gracia, y la batalla en Naboo entre los droides y los Gungan es sencillamente esperpéntica), el de El ataque de los clones es todavía peor (la batalla por Kamino, que es histérica y confusa, frente al ridículo duelo entre el Conde Dooku y Yoda girando como una peonza). Respecto al clímax paralelo de La venganza de los Sith, contiene posiblemente el peor duelo de sables láser de toda la saga (largo, tedioso y planteado, una vez más, como una pantalla de videojuego, con Obi Wan y Anakin saltando entre ríos de lava) frente al duelo entre Palpatine y Yoda, que acaban literalmente tirándose las sillas a la cabeza (¿y se supone que son los dos maestros de la Fuerza más poderosos de la galaxia? Sin comentarios).

 

5. ¿DÓNDE ESTÁN LAS GUERRAS CLON?

Normalmente, el esquema de toda historia contada en forma de trilogía suele estar bastante claro para cualquier guionista con dos dedos de frente: la primera parte es una tesis, en la que se exponen sobre la mesa todos los elementos que van a conformar la historia; la segunda parte es una antítesis, en la que se da la vuelta a dichos elementos y se muestra su reverso; y la tercera parte es una síntesis, en la que se repiten de manera concentrada los elementos de la primera y segunda parte, junto con el desenlace de la historia.

Sin embargo, en la nueva trilogía de Star Wars no hay esquema que valga. Lucas se orina en los esquemas, y aquí lo que campa a sus anchas es el caos narrativo. La primera película (La amenaza fantasma) carece realmente de guión; es simplemente una sucesión de situaciones aisladas, con dos presuntos puntos álgidos: una carrera de vainas estirada hasta el hastío, y un duelo final muy bien coreografiado, pero con poco pulso dramático, y con el estulte toque final de liquidar a Qui Gon Jin, el personaje de mayor empaque que aparece en el filme. Al parecer, el único objetivo de La amenaza fantasma es presentarnos a Anakin Skywalker y compañía. Todo lo demás es puro relleno.

La segunda película (El ataque de los clones) está completamente descompensada, y bastante peor planificada que la primera. Tras un soporífero arranque de tres cuartos de hora en los que no sucede absolutamente nada que tenga el menor interés para el espectador (ya lo hemos dicho: personajes que hablan, y hablan, y hablan), la película se pliega a una sucesión de escenas de acción a cual más torticera y brusca (la cadena de montaje de droides, el circo romano, Yoda haciendo la pulga frente a Dooku...). Cuando el Episodio II acaba, no tenemos esencialmente mucha más información útil que al final de la primera película. Sabemos que Anakin y Amidala están chochos el uno por el otro, y sabemos que corre por ahí un tal Darth Sidious que es muy malo, habla muy despacito y al parecer tiene un gran plan de dominación mundial. Ah, y también hay un montón de clones que nadie sabe de dónde han salido.

 

STAR_WARS_reportaje_9

"Scarbinks", el precio del poder

 

La tercera película (La venganza de los Sith), intenta desesperadamente recuperar el terreno perdido en las dos anteriores entregas, y es donde realmente se desarrolla toda la historia. Se desarrolla de manera torpe y atropellada, claro, porque Lucas encuentra tremendas dificultades para contar en dos horas lo que no ha querido contar en seis. Todo ocurre a mil por hora, y se pasa de una escena a otra casi sin pausa para que los personajes acaben sus frases. Anakin cae en el Lado Oscuro, se desvela el plan de Darth Sidious, tienen lugar las Guerras Clon, mueren todos los Jedi, se desintegra la República, nacen Luke y Leia, Yoda se exilia, Anakin se convierte en Darth Vader...  Todo esto, repito, se produce a tal velocidad que no da tiempo a disfrutarlo. Es por supuesto la mejor de las tres películas (que tampoco es decir mucho), pero se resiente de tener que soportar sobre sus espaldas todo el peso de la trilogía, y en vez de la esperada catarsis final termina por producir cierta indiferencia.

En realidad, lo que probablemente debería haber hecho Lucas era comprimir las tramas de La amenaza fantasma y El ataque de los clones en una sola película (la cosa tampoco daba para más), y dedicar los Episodios II y III a explicarnos las Guerras Clon, la caída de Anakin al Lado Oscuro y el advenimiento del Imperio, que era lo que DE VERDAD nos interesaba ver a todos. Respecto a las Guerras Clon, su desaparición resulta especialmente sangrante por ser un periodo de particular relevancia en la carrera de Anakin Skywalker y Obi Wan Kenobi, y porque no parece de recibo haberlas eliminado para luego perder el tiempo con carreras de vainas, reuniones del senado, prescindibles escenas de humor estilo Mr. Bean a cargo de Jar-Jar Binx o R2D2, o con las broncas entre la Federación de Comercio y el planeta Naboo (que ni siquiera están justificadas argumentalmente, más allá de formar parte del “gran plan” de Darth Sidious para desestabilizar a la República).

A cambio de todo eso, las Guerras Clon se han visto marginadas a una serie de animación de Cartoon Network que, dicho sea de paso, tiene más tensión dramática, más coherencia y más espíritu genuinamente Star Wars que las tres películas de la nueva trilogía juntas (como no podía ser de otro modo, viniendo del autor de series tan soberbias como Samurai Jack o Las Super Nenas). Tras años y años de hacernos agüilla imaginando lo espectaculares que podrían ser las Guerras Clon en la gran pantalla, Lucas ha decidido convertirlas en plato de segunda mesa. Pero eso sí, en su lugar tenemos una carrera de vainas de un cuarto de hora. Ssstupendo.

 

6. PERSONAJES INCOHERENTES

Evidentemente, Lucas ya no es el mismo guionista que era en 1977, y por lo tanto no se le puede pedir que sus personajes sean iguales ahora que entonces. Todo el mundo evoluciona, ya viva en el mundo real o en uno de ficción. Ahora bien, cuando se está tratando con iconos arquetípicos (y Yoda, R2D2 y compañía lo son), hay ciertas normas que el sentido común indica que uno no debe saltarse. De igual forma que ocurre con Batman o James Bond, los personajes de Star Wars sólo saben moverse dentro de unos parámetros muy estrictos, y cuando los sacas de ahí el conjunto cruje. Los personajes de las películas clásicas de Star Wars eran arquetipos geniales. Sencillos pero bien definidos y con una personalidad única e inmediatamente reconocible para el espectador: el contrabandista canalla pero con un corazón de oro, el anciano mentor, el joven aprendiz de héroe idealista, la heroina independiente y determinada, o el villano deforme, despiadado e inhumano que es más de lo que parece a primera vista.

Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es que la gente vibraba incluso con secundarios que apenas aparecían en pantalla, como Moff Tarkin (el comandante de la Estrella de la Muerte, y único “amigo” genuino que parecía tener Darth Vader), Bobba Fett o Wedge Antilles (el único piloto rebelde, junto con Luke Skywalker, que sobrevive a los ataques contra las dos Estrellas de la Muerte). De hecho, la fórmula funcionaba tan bien que incluso una nave espacial, el Halcón Milenario, adquiría practicamente el estatus de un personaje más dentro de la historia. El Halcón Milenario tiene más carisma que el 90% de los personajes de carne y hueso que aparecen en la nueva trilogía.

 

STAR_WARS_reportaje_6

Decididamente, George Lucas no sabe en qué saga está

 

Porque, por desgracia, Lucas ya no tiene la energía suficiente para crear una galería de nuevos personajes con cara y ojos, capaces de cargar con el peso de las películas. Lo intenta con Jar-Jar Binx, pero todo el mundo lo odia. Lo intenta con villanos como Darth Maul o el Conde Dooku, pero sólo provoca indiferencia. Lo intenta con Mace Windu, pero no le da más que una escena de cierto empaque en toda la trilogía (su duelo contra Palpatine) y además lo mata de manera ridícula. Lo intenta (y casi lo consigue), con Qui Gon Jin, pero comete el error garrafal de liquidarlo en el Episodio I. Al final, a Lucas no le queda más remedio que tirar del catálogo de personajes de los films clásicos, para intentar que el espectador mantenga su vínculo emocional con la saga. Así, en el peor de los casos, cuando la narración hace aguas, la acción se estanca y nada funciona (algo que, en un momento u otro, ocurre en las tres películas), todos seguimos pendientes de la pantalla esperando ver el consabido cameo de Chebbwaca, la aparición de Boba Fett en edad preescolar, o el inserto de los moradores de las arenas disparando contra los participantes en la carrera de vainas.

Todo esto se lo perdonaríamos, si al menos con los personajes clásicos lograse remontar el conjunto y recuperar parte de la “vieja magia”. Sin embargo, Lucas también ha perdido su toque a la hora de tratar a estos personajes. Mirados fríamente, Obi Wan Kenobi y Yoda sencillamente no son los mismos personajes que eran en la trilogía original. Tienen sus mismos nombres, visten su misma ropa, y guardan (al menos en el caso de Yoda) su mismo aspecto físico, sí, pero ahí acaban las similitudes. El Yoda clásico era un mentor en el más amplio sentido del término, un maestro que inculcaba en Luke Skywalker valores como el autocontrol, la piedad o la confianza en uno mismo. Yoda abominaba del uso de la violencia (“la guerra no lo hace a uno grandioso”). Su grandeza, la grandeza del maestro, era que no necesitaba desenfundar el sable láser para imponer respeto ni para hacer valer su código moral. De alguna manera, Yoda estaba por encima de estas cosas.

"Lucas ya no tiene la energía suficiente para crear una galería de nuevos personajes con cara y ojos, capaces de cargar con el peso de las películas"

El nuevo Yoda, en cambio, es un tipo intransigente, estúpido e irreflexivo, que sólo sabe generar dudas y frustración en sus pupilos, y que a la mínima ocasión se pone a dar volteretas sable láser en mano. De repente, aquel sabio venerable que se ayudaba de un bastón se ha convertido en un saltimbanqui de circo. ¿Para qué lleva entonces el bastón? (¿para despistar a sus enemigos? ¿Porque es moda en la galaxia?). Algo parecido cabe aplicarlo a Obi Wan Kenobi, aunque su caso es todavía peor, pues si la personalidad de Yoda no concuerda con la de los Episodios V y VI, el nuevo Obi Wan ni siquiera tiene personalidad. Toda la fuerza del personaje se basa, exclusivamente, en sus cambios de peinado, que son la única manera que tiene Lucas de hacernos entender que el personaje está madurando.

Así, debemos entender que quitarse la trenza y dejarse barba equivale a madurar. Sin embargo, si atendemos a lo que hace el personaje a lo largo de las tres películas, no vemos esta supuesta madurez por ningún lado. El personaje es absolutamente plano, y su único toque de personalidad parece ser hacerse el cascarrabias con Anakin (a pesar de que Anakin le salve el pellejo en todas las escenas de acción que ambos comparten). Lucas sólo utiliza a Obi Wan para darle a Anakin una educación severa y equivocada (siempre recriminándole en público, siempre dándole la chapa con lo mal que lo hace todo), que justifique mejor el paso de éste al lado oscuro. Yo, si fuera Anakin, también acabaría hasta los huevos.

 

STAR_WARS_reportaje_10

Tal como les decíamos, Yoda ya no es el mismo

 

Lo que acabo de decir sobre Obi Wan es extensible a la mayoría de los demás personajes de la nueva trilogía. En las películas clásicas los personajes eran creíbles porque parecían tener una vida interior, y hablaban de sus cosas: se les averiaba la nave, jugaban  a juegos de tablero, hacían chistes, hablaban de cosas banales (de los lejanos, o de la velocidad que era capaz de alcanzar el Halcón Milenario); vamos, daba la sensación de que tenían un pasado y un background. En las nuevas películas, en cambio, están todos demasiado ocupados declamando unos diálogos grandilocuentes y machaconamente centrados en “la trama”. No son personajes, son actores interpretando a personajes. Se les ve teatrales y forzados, y no te los crees.

Pero aparte de los errores en la descripción de personajes, están los puros y simples fallos de continuidad en sus capacidades. Así, en El retorno del Jedi, Yoda es capaz de sentir la presencia de Darth Vader a varios planetas de distancia, mientras que en El ataque de los clones es incapaz de sentir el aura maligna de Palpatine ni cuando comparten la misma habitación. Y qué decir de los propulsores de R2D2, de los que hace uso y abuso en la nueva trilogía, cuando en la clásica no los utiliza NUNCA, ni siquiera cuando cae al pozo del Sarlak en El retorno del Jedi (la alianza rebelde se los debió quitar porque gastaban mucho combustible). O de las edades comparadas de los personajes, que no cuadran ni del derecho ni del revés (entre el final del Episodio III y el principio del Episodio IV transcurren unos 20 años; sin embargo, en ese periodo de tiempo Luke apenas aparenta la mayoría de edad, mientras que Obi Wan Kenobi, los tíos Beru y Lars, o Darth Vader, han envejecido por valor de unos cuarenta años; eso por no mencionar el espectacular estirón que pega Anakin Skywalker entre el Episodio I y el II).

 

7. ANAKIN

Sin embargo, sacar a pasear a los mismos personajes que Lucas utilizó hace 20 años no era, en el fondo, más que una manera de retrasar lo inevitable. Porque el personaje vital de la nueva trilogía, Anakin Skywalker, había que escribirlo prácticamente desde cero. En las películas clásicas apenas llegábamos a saber nada de su personalidad y su pasado. Toda la nueva trilogía dependía de la evolución de Anakin. Y, como la trilogía en sí, Anakin Skywalker no funciona. Para empezar, es difícil tragarse que los rasgos de Hayden Christensen sean los que se esconden tras la máscara de Darth Vader.  Christensen, un correcto actor de teleseries que nunca hubiese dado el salto a la gran pantalla de no ser por la miopía de Lucas, no tiene el empaque suficiente para interpretar al villano más carismático que ha cruzado una pantalla de cine. Su gestualidad se limita a poner cara de drogado cuando está enamorado, y poner cara de resaca cuando se ve dominado por el Lado Oscuro. Eso es todo. Evidentemente, el gran culpable no es Christensen, sino Lucas, que sobre el papel no ha sabido manejar bien ninguna de las dos motivaciones básicas que mueven al personaje: el amor y el odio.

Centrándonos pura y simplemente en el desarrollo del personaje, nadie se cree su evolución en las tres películas. Todo se ve forzado y artificial, más como una mera necesidad para hacer avanzar la trama, que como un fluir natural de las cosas: la relación con su madre, su enamoramiento con Amidala (digno de una telenovela venezolana), su evolución en el consejo Jedi (cuando en La venganza de los Sith le piden que espíe a Palpatine, tras haberle estado puteando como unos locos en los dos anteriores Episodios, resulta incluso cómico) y su paso al Lado Oscuro, que no está lo bastante justificado, y tiene lugar en la escena a todas luces más ridícula que hemos visto en las seis películas, superando con mucho a los ewoks de El retorno del Jedi (Palpatine hablando con voz de teleñeco, Mace Windu muriendo como si fuera Wile E. Coyote, y Anakin finalmente aceptando pasar al Lado Oscuro, como si ello conllevase el mismo grado de implicación moral que hacerse socio del Círculo de Lectores “¿Te haces del Lado Oscuro?” “Venga sí, me hago”).

Es muy difícil empatizar con el Anakin niño-repelente del Episodio I (incluso para el público infantil), prácticamente imposible hacerlo con el adolescente pajillero y pavo del Episodio II, y demasiado tarde para hacerlo con el joven torturado del Episodio III. Alcanzado ese punto, puedes llegar a comprender las motivaciones del personaje, pero sus problemas y sus sufrimientos ya no te llegan. En La venganza de los Sith, Lucas intenta forzar la nota maltratando a Anakin con una crueldad gratuita y borde, en un recurso facilón, de melodrama barato. Es posible que esto funcione con parte de la platea, y que haya espectadores que moqueen por Anakin. Sin embargo, es un sufrimiento tramposo que apunta a los lacrimales del espectador, no a su corazón. Desde luego, no es el mismo sufrimiento que experimentas por Frodo en El señor de los anillos, o por el niño de El sexto sentido. El de Anakin es un sufrimiento que se olvida en cuanto sales del cine.

 

STAR_WARS_reportaje_4

La sombra de Darth "Homer" Vader es alargada

 

8. LA SUSPENSIÓN DE LA INCREDUBILIDAD

Los detractores de La guerra de las galaxias, que los hay a manta, citan casi siempre su larga y ya de sobras sabida lista de incongruencias físicas (las naves no explotan en el espacio) y su falta de lógica interna (¿por qué el Imperio construye una segunda Estrella de la Muerte con el mismo punto débil que la primera?). Sin embargo, precisamente uno de los grandes méritos de las películas de la trilogía clásica es que funcionan a pesar de ello. La guerra de las galaxias nos cuenta una historia en clave de tebeo, y en los tebeos las naves explotan en el espacio, y los malos son lo bastante botarates y presuntuosos como para pensar que los buenos no se la clavarán dos veces de la misma manera. Yo sé que es imposible que un hombre pueda volar, pero cuando veo Superman, prefiero no dejar que esta certeza me estropee la película. A eso, en cine, se le llama “suspensión de la incredulidad” (o también, tragaderas).

No obstante, para que la suspención de la incredulidad funcione, la película debe ofrecer algo a cambio. Y lo único que Lucas nos ofrece a cambio es un guión cojo y sin carisma ¿Puede una película funcionar con un guión cojo? Por supuesto que puede. Robert McKee, prestigioso guionista de Hollywood, suele citar el ejemplo de Terminator: “No es que Terminator tenga agujeros de guión; es que el guión de Terminator está escrito dentro de un socavón”. Pero el hecho es que Terminator funciona. Y funciona porque consigue llevar a cabo un truco de magia: fija tu atención en los hallazgos (el ritmo, la tensión, la sensación de novedad, el carisma de los personajes), para que no te des cuenta de que en el fondo, nada de lo que ocurre en pantalla tiene demasiado sentido.

Sin embargo, en la nueva trilogía de Star Wars, el truco de magia casi nunca sale bien, y así, somos plenamente conscientes de los defectos del guión. Muy a menudo, el espectador está más pendiente de lo que no funciona en cada escena, que de la escena en sí. Mientras Amidala, Obi Wan y Anakin están prisioneros, luchando en la arena contra los monstruos gigantes del Conde Dooku, uno está pensando por qué Dooku no les ha pegado directamente un tiro en la cabeza a cada uno, en vez de darles la oportunidad de que se escapen y le fastidien el tinglado. Cuando Palpatine es salvado por Anakin de morir a manos de Mace Windu, uno se está preguntando cómo puede ser que un plan tan complicado, elaborado y en teoría “maestro” para hacerse con el control de la galaxia, acabe dependiendo de una carambola como que Anakin se pase al Lado Oscuro justo a tiempo de salvar in extremis el gañote de Palpatine (¿y si Anakin hubiese estado cagando justo en ese momento y no hubiese llegado a tiempo?). Cuando el asesino a sueldo intenta matar a la senadora Amidala introduciendo por la ventana de su cuarto un par de babosas venenosas mientras duerme (un sistema que tenía todos los números para fallar miserablemente), uno se está preguntando por qué el asesino no dispara directamente a Amidala con un bazooka.

Podría llenar páginas y páginas de ejemplos, pero creo que más o menos ya sabemos de lo que estoy hablando.

 

STAR_WARS_reportaje_5

Perdidos en el espacio

 

9. LUCAS YA NO SE DIVIERTE

Al final, todo se reduce a eso. Da la sensación de que Lucas ha escrito esta nueva trilogía más que nada por quitarse una losa de encima, y que no ha disfrutado demasiado durante el proceso. Probablemente había vuelto a sentir el gusanillo del director, pero sabía perfectamente que, antes de poder atacar cualquier otro proyecto más personal (según parece, quiere rodar cine en formato Imax), tenía que zanjar su saga galáctica. Sin embargo, viendo los Episodios I al III es como si Lucas tuviese todo el rato la cabeza en otro sitio. Aquella ilusión, aquel desparpajo y aquel sentido del riesgo que se apreciaba en las películas de la trilogía clásica, han desaparecido por completo. Por riesgo entiendo capacidad para desbordar al espectador y dejarlo con la boca abierta. Por ejemplo, el inicio de La guerra de las galaxias, con la nave consular perseguida por el destructor imperial, es posiblemente el arranque más poderoso de la historia del cine (quería utilizar este paréntesis para compararlo con los inicios de otras películas, pero realmente no se me ocurre ningún otro que esté a su altura). Lucas debía saberlo, porque el caso es que lo mantuvo a pesar de ganarse una buena multa del sindicato de directores por empezar la película sin títulos de crédito (algo que se consideraba una grave infracción en aquella época).

A ese tipo de riesgo es al que me refiero. Frente a eso, las nuevas películas se ven previsibles y adocenadas. Está claro que la capacidad de sorpresa del espectador no era la misma hace 30 años que hoy, en la era de la Playstation. Pero si los hermanos Wachowsky consiguen hacerte caer la mandíbula hasta el suelo con un recurso tan simple pero efectivo como el bullet time, digo yo que George Lucas, que tiene a su servicio a los mejores técnicos del mundo, debería poder colocarnos frente a los ojos algo un poco más ocurrente que una sucesión de pantallitas de videojuego. Es cierto que Lucas ha logrado, al menos, atar cabos con el Episodio IV, de modo que la transición entre ambas trilogías funcione. Pero ese es un trabajo que cualquier fan con dos dedos de frente hubiese sabido hacer con cierta solvencia. Lo mínimo que se le debía exigir a Lucas era que solucionase en La venganza de los Sith los innumerables loops de guión que él mismo había ido sembrando a lo largo de las dos anteriores entregas. Es como el fontanero que viene a revisarte las cañerías y te inunda el piso de agua ¿Hay que felicitarle si al menos se queda a fregarte la cocina? No.

Ha sido la propia falta de rigor de Lucas en La amenaza fantasma y El ataque de los clones la que le ha obligado a hacer cuadrar la historia a martillazos en La venganza de los Sith, incluyendo insertos bochornosos como el “borrénle la memoria al androide de protocolo” (bochornoso porque es como parar la película para reconocer que ha metido la pata y pedir disculpas; es un recurso igual de cutre que el tan manido “todo ha sido un sueño”), o la escena en la que el senador Bail Organa, al que apenas hemos tenido el gusto de conocer en las dos películas anteriores, se revela de pronto como un personaje capital al ofrecerse a adoptar a la recien nacida Leia. Es otra de las muchas secuencias resueltas deprisa y corriendo, de cualquier manera y sin la menor pausa dramática. Son momentos artificiosos que te sacan de la película, porque se nota demasiado que son mecánicas de guión. Toda la trilogía está dominada por un tono general de desgana.

 

A los personajes de las nuevas Star Wars se les cae la cara de vergüenza

 

10. LUCAS YA NO NOS DIVIERTE

He dejado conscientemente para el final el ejemplo más palmario del abismo narrativo entre la trilogía clásica y la nueva, que resume perfectamente el sentir de todo este artículo, y que me parece una prueba incontestable de que Lucas ha perdido el norte. Estoy hablando, claro, de los putos midiclorianos. En el fondo, los midiclorianos no son más que un reflejo de la absurda esquizofrenia que a Lucas le entró por darle seriedad a la saga de Star Wars y convertirla en algo que no era (ciencia-ficción dura), como si el género de aventuras ya no fuese lo bastante bueno para él. En La guerra de las galaxias, Obi Wan nos explicaba que la Fuerza era un campo de energía mística que lo cubría todo, y que cualquiera con la suficiente voluntad era capaz de dominarlo. Y todos nos lo creímos. Con esa explicación teníamos más que suficiente y nos sentíamos felices. El resto ya nos lo imaginábamos nosotros. ¿Cuántos niños, tras ver la película, habrán pasado horas jugando a intentar mover una piedra con la mente? Eso es elegancia narrativa. Eso es economía de medios. Esa es la magia del cine.

En cambio, ahora Lucas nos ha dicho que todo eso ya no sirve. Ahora, no basta con poner voluntad para mover la piedra con la mente, además hace falta tener midiclorianos. Ahora, la mayoría de nosotros sabemos que, por mucho que nos concentremos, jamás podremos ser Jedi. Es una explicación impecable desde el punto de vista científico, pero es una explicación que no convence a nadie. Porque a ningún niño le interesa jugar a hacerse la prueba del ADN para ver si tiene un nivel alto de midiclorianos. Ahí está la diferencia. Antes no le pedíamos a Lucas justificaciones para creer en las historias que nos contaba. Ahora, ni con las mejores justificaciones nos creemos lo que nos cuenta. Porque al fin y al cabo, lo único que importa en este tipo de películas es la magia. Y la magia se ha roto.

 

STAR_WARS_reportaje_8

Star Wars R.I.P. Descanse en paz

 

STAR WARS

 

Facebooktwittermail

No hay comentarios

Agregar comentario