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X-MEN reportaje: X-Men: La indecisión final

   Uno de los problemas endémicos de X-Men es el aluvión de personajes que han ido apareciendo, a fin de dar al espectador la sensación de un auténtico “universo mutante” y reforzar así los temas de alienación y marginación social en los que se fundamenta la saga. Lamentablemente, en sólo tres películas no da tiempo a desarrollar en profundidad a tanto personaje (en X-Men 3 se llegó casi al overbooking), y la mayoría acaban siendo simples figurantes con superpoderes. La misma Jean Grey, cuyo retorno (como Fénix) era uno de los supuestos platos fuertes de la función, llega a convertirse en un problema de guión: tras cumplir sus objetivos de partida (eliminar a su novio y luego a su mentor), los guionistas no saben bien qué hacer con el personaje, y así tenemos a una Famke Janssen que durante cerca de una hora parece absolutamente perdida, y que se dedica a poner cara de pasmada y mirar a su alrededor con ojos de huevo.

   Además, la subtrama de Fénix acaba por eclipsar a los nuevos mutantes introducidos en X-Men 3. Ni Hank McCoy (la Bestia) ni Warren Worthington III (el Angel), reciben la atención que merecerían. El primero es aquí un científico metido a político de altos vuelos para favorecer la causa mutante, cuyo peso dramático debería ser mayor, mientras que el segundo es la típica víctima de la discriminación mutante, que no aporta nada y de la que ya hemos tenido ejemplos más que suficientes a lo largo de la saga (Pícara, Rondador…). Respecto a Kitty Pride (que ya aparecía muy brevemente en la segunda parte) su única razón para existir en X-Men 3 parece ser la de propiciar un conato de triángulo amoroso con Pícara y el Hombre de Hielo, en un par de escenas dignas de una telenovela teenager al estilo de Felicity o Dawson Crece.

 

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"Tranquilos, desplegaré la `mirada Magnum` y detendré la bala"

 

   Al final del ejercicio, la trilogía apenas deja un par de personajes lo bastante bien dibujados como para haberse ganado el derecho de seguir explotando su propia franquicia cinematográfica (Lobezno, Magneto, Xavier…),  mientras que por el camino ha quedado una auténtica multitud de “cadáveres” que en los comics tenían mucha fuerza, pero que en su traspaso a la gran pantalla no han cumplido las expectativas. El caso más evidente es el de Tormenta, a la que ni siquiera una actriz solvente como Halle Berry pudo dar ningún peso dramático.

   En los cómics, Tormenta resulta una referencia capital para la Patrulla X. Es el líder nato en las misiones de campo, y el pegamento que los mantiene unidos y alerta como grupo. En las películas, en cambio, no ha pasado de ser un personaje secundario bastante plano, al parecer sin ningún pasado ni trasfondo que merezca la pena contar. Y lo mismo es aplicable a Cíclope o Rondador Nocturno (lo de este último es tremendo: en X-Men 3 ni le mencionan;  simplemente parece haber desaparecido sin dejar rastro, y sin enviarle al profesor Xavier ni un mal SMS). Personalmente, me hubiese gustado ver algo más de estos personajes, y un poco menos de Lobezno.

 

  "La trilogía apenas deja un par de personajes lo bastante bien dibujados como para ganarse seguir explotando su propia franquicia cinematográfica"  

 

   Pero Lobezno parece ser el protagonista último de la saga. Desde luego es el héroe más resultón comercialmente, pero quizás los guionistas han abusado un poco haciendo que el resto de personajes de la serie pivotasen demasiado en torno suyo. Da la impresión de que, cuando una película de los X-Men se encalla, a los guionistas no les queda otra que recurrir a Lobezno para salir del jardín. Lobezno soluciona la mayoría de clímax de la serie, y entre su trasfondo y sus diversos escarceos sentimentales, se come casi toda la chicha de los tres largometrajes.

   El único protagonista (al margen de Lobezno) al que X-Men 3 facturó de una manera semi-decente es Pícara, un personaje que desde la primera película apuntaba cosas interesantes (con mucha más profundidad emocional que en su versión de cómic), pero que se acabó quedando a medio desarrollar. En X-Men 3, el suero que elimina los poderes mutantes sirve a los guionistas como excusa perfecta para solucionarle la papeleta a Pícara (ahora ya podrá follar sin matar a sus partenaires) después de haberse desentendido de ella durante prácticamente toda la trama.

 

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"Jamás creí que acabaríamos en un geriátrico para mutantes"

 

   Tras avanzar dando tumbos, X-Men 3 llega agotada hasta el inevitable combate final, una secuencia puramente orquestada desde la necesidad de finiquitar la trilogía con un climax espectacular, pero sin la pasión por el detalle que había demostrado Singer en las dos anteriores películas, lo que hace que la escena no tenga el menor sentido: seis X-Men enfrentados a un ejército de mutantes malos que les atacan de uno en uno (como los esbirros de las películas de Bruce Lee), desaprovechando por completo su ventaja numérica. Mientras, Magneto se limita a hacer volar coches incendiados por los aires como si estuviera dirigiendo el Piromusical, en vez de usar sus poderes para enviar a tomar por culo a los dos X-Men metálicos (Lobezno y Coloso) y así dejar al grupo en cuadro. Para ser la mayor mente criminal del planeta (o eso nos habían dicho), parece que el alzheimer empieza a hacer estragos con él.

   En fin. Cuentan que el guión de X-Men 3 se reescribió un total de 28 veces antes de encontrar su versión definitiva. 28 veces. Eso explica bastantes cosas. La Fox quería a toda costa que la película estuviera lista para ser estrenada durante el verano de 2006. Pues enhorabuena, lo consiguieron. Aunque en el proceso asesinaran la que podría haber sido la mejor trilogía de superhéroes de la historia del cine. Ahora sólo nos queda X-Men: Primera generación. Crucemos los dedos./>

 

 

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