EL REINO ANIMAL crítica: X-Men a medias

Propuesta de cine fantástico francés con más drama familiar que fantástico, en El reino animal

¿Saben eso de que a los actores de teatro les cuesta adaptarse al cine, porque están tan acostumbrados al estilo de interpretación teatral que en cine resultan sobreactuados? Fernando Fernán Gómez lo plasmó a las mil maravillas en Viaje a ninguna parte… Pues al cine francés le sucede en cierta manera lo mismo con el género fantástico. Tan habituado está el país vecino a cascarse dramas y comedias familiares, que es incapaz de cascarse un cifi puro y duro y acaba cascándose eso, una comedia o un drama familiar, por muy fantástica que sea la premisa inicial.

Siempre hay excepciones, por supuesto, como el gran Luc Besson y algún director más de nueva generación como Alexander Aja, Pascal Laugier o el tándem Maury-Bustillo, pero lo habitual en el cine francés, arrastrando aún la pesada losa de la herencia de la Nouvelle Vague, y estrenando cada año la presunta “comedia de la temporada”, es que el material fantástico de partida se vaya difuminando hasta ser un puro detalle secundario dentro de la historia, tal como ocurre en El reino animal.

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Que en un futuro cercano haya personas que se vayan transformando en animales sin ninguna explicación médica, pasando de humano a híbrido y de hibrido a animal completo, y que la única solución del gobierno sea encerrarlos en un centro de aislamiento para tenerlos controladitos, podría dar para un thriller cifi como La isla del doctor Moureau, una peli de supers como X-Men, una peli de terror kafkiano estilo La mosca, o incluso una libre adaptación real de la serie Los Thundercats.

“El reino animal se pasa por el forro del celuloide todas las posibilidades fantásticas, y opta por centrarse en el drama”

Acción, tensión y emoción a raudales… Pero no. Como era de esperar, El reino animal se pasa por el forro del celuloide todas las posibilidades fantásticas, y opta por centrarse en el drama que supone para un marido y padre de un adolescente, la conversión de su mujer primero, y de su hijo después, profundizando en cómo afecta la transformación la relación paterno-filial y el entorno del joven, con un tono intimista. Todo muy de cine europeo, ya lo ven, sin nada que ver con las propuestas de los grandes blockbusters yanquis…

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Y eso que en la peli salen humanoides de todo tipo, hombres y mujeres mutando al azar a felino, pájaro, cefalópodo, o cualquier ejemplar de los dos millones de especies animales existentes, desarrollando aptitudes como el olfato, la velocidad, la fuerza, y en el caso de los humanoides-pájaro, el vuelo. Si la medicina fuera capaz de detener el proceso de transformación a la mitad, los sujetos se convertirían en X-Men, y en lugar de en un centro de aislamiento, ingresarían en la Escuela para jóvenes talentos del profesor Charles Xavier.

Pero tal como hemos expuesto, la transformación animal no es en El reino animal la trama principal, sino una subtrama que da pie a contar un drama familiar, quedando relegada a simple anécdota, utilizada como discurso de inclusión del diferente, sea mutante, emigrante, LGTBIQ+ o coleccionistas de fotos de Torrebruno y María Luisa Seco. Por eso las familias con niños, las jóvenes parejas de tortolitos, o el espectador gafapasta entusiasta del cine europeo, quedará encantado con la propuesta, mientras que el fanboy fantastiquero exigirá que le devuelvan el dinero.

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