<El pasado martes 8 de abril exhaló su último aliento la cupletera más famosa de la historia del cine. Murió de vieja, que es de lo que se acaba muriendo uno cuando no se muere de otra cosa. Desde luego la mujer estaba muy tronada ya (85 tacos). Podía pasar por un extra de Monstruos S.A., o por un doppelganger de Carmen de Mairena (no sabías dónde empezaba la una y acababa la otra). Peeero… conviene recordar que antes de convertirse en un personaje esperpéntico, antes de los montajes con el novio cubano en “Crónicas Marcianas”, Saritísima fue la estrella cinematográfica más internacional de todas las Españas. La primera que trabajó en grandes producciones en la meca del cine, en donde incluso se permitió el lujo de rechazar contratos millonarios, porque prefería reinar aquí como la más grande antes que quedarse allí encasillada en papeles residuales de hispana.
Se los folló a todos, o eso dejaba entrever ella, desde Anthony Mann (con quien estuvo casada) hasta Ernest Hemingway o James Dean. ¿Y quién podría culparlos? Aparte de una belleza tan despampanante como exótica, debía de ser una de las tías más divertidas del Hollywood de aquellos años. Una especie de Pigmalion castizo y espontáneo entre tanta figura de cera. Una tía auténtica, vamos. Fue amiga de Liz Taylor, de Billie Holyday, de Greta Garbo y de Marlon Brando (al que, cuentan, le preparaba huevos a la manchega cuando él la visitaba en su casa).
Entre su vasta y exitosísima filmografía, aparte de violeteras y últimos cuplés también figuraba algún que otro western digno de ser destacado en el Diario de Venusville, como Yuma y sobre todo la estupenda Veracruz de Robert Aldrich, donde interpretaba a una revolucionaria juarista de armas tomar, dando réplica sin despeinarse a dos monstruos como Gary Cooper y Burt Lancaster. A principios de los años 60 estuvo también a puntito de hacer de Doña Jimena en El Cid junto a Charlton Heston, aunque a última hora rechazó el papel (no sin antes recomendar a Sofía Loren como sustituta).
Sara Montiel era octogenaria, estaba retiradísima, y todo lo que tenía que hacer en la vida y en el arte lo había hecho ya. Por tanto, el hecho de que la haya espichado es casi una anécdota. Porque lo importante en estos casos es el mito, y eso será eterno. En todo caso, antes de reírse de ella piensen a dónde llegó con su vida, y a dónde van a llegar ustedes con la suya, piltrafillas…/>