AGENTE X: ÚLTIMA MISIÓN crítica: Rompetochos

Nueva action movie de Renny Harlin con un Aaron Eckhart fuera de forma reconvertido en paleta

Hay una ley no escrita que dice que nunca hay que dejar que la máquina se pare, aunque sea a base de combustible de mala calidad, para que la máquina nos haga avanzar. Pues esto vale también para el mundo del cine. Deben producirse un buen número de películas malas que hagan que la industria esté engrasada para que de vez en cuando se produzcan obras maestras. Y Agente X: Última misión del director Renny Harlin, es un perfecto ejemplo de ese montón de películas prescindibles que olvidaremos de inmediato, que sirven para mantener la máquina engrasada. Bueno, y también para poner en la tele un domingo por la tarde para hacerle a uno compañía mientras dura el sopor de la digestión de la comida...

La trama de la película es de lo más tópica: alguien intenta cargarle a la CIA el mochuelo de unos asesinatos de periodistas críticos, para así desprestigiarla ante los ojos de la gente y con ello dañar los intereses norteamericanos. Para abortar la conspiración, la Agencia, que teme que haya un topo en la Organización, recupera a un agente retirado para que guíe a una agente novata en misión a Salónica, Grecia. Al parecer, es en esa ciudad donde se halla el centro de gravedad de los malos, a los mandos de un antiguo informante que se daba por muerto y que, por cierto ¡oh casualidad!, era íntimo amigo del agente jubilado. Aunque el renacido se hace el remolón, pues parece estar disfrutando de su nueva vida de paleta especializado en el noble arte de apilar ladrillos, no hay nada como un bonito intento de asesinato para convencerlo de volver a la acción.

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Como la historia no da para mucho, hay que meter relleno para alcanzar un metraje digno, y para eso lo más fácil es alargar las peleas hasta el extremo, aunque ello haga perder la poca credibilidad del producto. Ya se sabe que el cine de acción es ficción y que en la vida real, a la primera torta cualquiera iría de cabeza al hospital o, peor, a la morgue. ¡Pero como mínimo, hay que disimular un poco, carajo! No es de recibo acabar una escena una noche con la cara hecha un cuadro abstracto, el cuerpo agujereado por algún proyectil, y tras haber caído desde una azotea sobre un coche, y aparecer por la mañana en la escena siguiente sólo con algunos pequeños cortes en la mejilla y andando tan ligero como un bailarín. A mí que me den la fórmula de la pomada antiinflamatoria y cicatrizante que usa Aaron Eckhart y me forro. Seguramente, el libro en el que está basada la película, debe ser una historieta tipo Mortadelo y Filemón pero sin gracia.

“Agente X: Última misión del director Renny Harlin, es un perfecto ejemplo de ese montón de películas prescindibles que olvidaremos de inmediato”

En cuanto a la interpretación, se aprecia que los actores principales están mínimamente motivados y su actuación es correcta. En cambio, en muchos de los secundarios se aprecia la típica desgana del papel puramente alimenticio. Supongo que Aaron Eckhart, aún estando en la cuesta abajo de su carrera, debe mantener el tipo para que lo tengan en cuenta para otros proyectos mejores, y Nina Dobrev todavía cree que, si sigue escalando, puede llegar a alguna cima de relumbrón. Y en cuanto a Renny Harlin, visto el éxito, ya se podía haber quedado en casa. Con evitar que lo nominen por sexta vez a los premios Razzies ya puede darse por satisfecho.

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Si la ciudad griega de Salónica buscaba en esta película un escaparate para promocionarse en el ámbito turístico, no ha sido precisamente una decisión acertada. Persecuciones en coche a ritmo endiablado por las callejuelas de Ano Poli, una fugaz imagen de la Torre Blanca al fondo de un par de planos, y escenas en una discoteca de moda, no dan para mucha proyección de imagen.

No podría cerrar esta crítica sin encontrarle algo positivo a la película. Podría ser que entre la pareja de actores principales Eckhart y Dobrev se aprecia una buena química. Quizás puedan aprovecharla en una futura colaboración más fructífera. Pero yo me quedaría con el título de la película en la versión en español, todo un dechado de creatividad al servicio de la incongruencia, pero que define perfectamente el producto: por suerte, el agente de cuyo nombre incógnita no quiero acordarme, ya no realizará ninguna otra misión que me haga bostezar frente a la pantalla.

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