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AVATAR: EL SENTIDO DEL AGUA crítica: Agua sin gas

Reportaje de National Geographic de 3 h sobre el planeta Pandora, en Avatar: El sentido del agua

CHEMA PAMUNDI

Quién iba a sospechar que, ya casi entrando en 2023, nos íbamos a ver en éstas. Tras 13 años sin que casi ninguno de nosotros se acordase de Avatar más que para comparar su guion con el de Pocahontas, para recordar entre risillas que fue nominada al Oscar a mejor película, o para felicitarnos porque la resurrección del 3D fuese la moda más corta y fake de la historia del cine reciente, ahora una abrumadora campaña de márqueting pretende convencernos de que, en realidad, siempre habíamos sido FANS de la cinta de James Cameron, y que estábamos todos aguantando la respiración a la espera de que el demiurgo nos brindase una secuela. Pues no, que alguien le diga a 20th Century Studio que no está colando. Porque, al cabo de la calle, Avatar: El sentido del agua es un peñazo pedante, mesiánico, plano, algo carca e insultantemente hueco, y eso no lo redime ni el mayor dineral que uno pueda gastarse en efectos especiales o en promoción.

Y cuidado, que servidor se metió en el cine con la mente lo más abierta posible, sin prejuicios de hater, con la actitud benevolente de que sus 192 minutos de duración eran menos de los que muchas veces he invertido en ver una serie en modo maratón, con cierta curiosidad ante lo que podía dar de sí una ambientación a priori tan lisérgico-sosaina como la del planeta Pandora, y con el respeto debido a James Cameron, un director que nos ha dado tanto cine de culto a lo largo de las décadas que cualquier cosa que estrene sigue mereciendo atención. Sin embargo, toda esa positividad quedó con el culo al aire tras una primera hora de proyección llena de tópicos, personajes sin gracia, giros de trama intragables, una falta de encanto total, un fondo de armario ideológico irritantemente rancio y machista y, sobre todo, la perspectiva de que aún me quedaban por delante otras dos horas y cuarto del mismo aceite de ricino.

Los hechos que se nos narran aquí tienen lugar unos diez años después de los de la Avatar original. El ex-marine Jake Sully (Sam Worthington) se ha integrado por completo en la sociedad pitufo… perdón, Na’vi, convirtiéndose en jefe de tribu y formando junto a Neytiri (Zoe Saldaña) una familia llena de hijos. Todos viven felices en comunión con la naturaleza y el 3D, hasta que un buen día las naves de guerra humanas vuelven a aparecer en lontananza con intención de acabar lo que dejaron a medias, reconquistando Pandora. Esta vez su plan consiste en “avatarizar” a un comando de marines de élite para que se cuelen en la sociedad Na’Vi y maten al traidor de Sully. Al destaparse el pastel, la “familia Sully” se verá obligada a huir y esconderse en la esquina opuesta del satélite, entre otra comunidad Na’Vi adaptada para vivir en el océano. El grueso de la trama se centra en contarnos el complicado periodo de adaptación de los protas a la vida marina, mientras los malos los buscan sin descanso dejando a su paso un reguero de destrucción.

 

"Imaginad que somos la familia de Cosas de casa, versión Na'Vi"

 

Avatar, el sentido del agua es, en buena medida, un calco de la primera película: un héroe que trata de encajar en un entorno tribal desconocido para él, y que al final se encariña tanto con los locales que acaba liderándolos y defendiéndolos contra una amenaza externa de apariencia invencible. Es, al fin y al cabo, la plantilla estándar de las novelas pulp del subgénero “sword and planet” ("John Carter de Marte", "Almuric", etc.) en las que sin duda se ha inspirado Cameron para crear esta saga. La novedad, en este caso, es que el héroe en cuestión delega parte del protagonismo en el resto de su familia, lo cual resultaría una buena idea si no fuese porque aquí no hay ni un puñetero personaje lo bastante sustancioso como para que nos importen un pimiento sus cuitas o su destino. Todos ellos son estatuas de cartón piedra que destacan en una sola cosa. La esposa temperamental y madre coraje; el hijo mayor responsable, valiente y gran luchador; el hijo mediano rebelde y algo cabeza hueca que quiere validarse a ojos de su padre y la va liando una y otra vez; la hija super sensible y empática; la niña pequeña graciosa y pizpireta; y el humano adoptado estilo Mowgli de El libro de la selva, que quiere vivir entre los Na’Vi porque le gusta ir en taparrabos, subirse a los árboles y cagar en cuclillas.

La parte central de la cinta es una sucesión de “mini-escenarios” repetidos, siempre con los mismos elementos aunque cambiados de orden: los hijos son capturados pero consiguen escaparse (esto ocurre tantas veces, que en cierto momento la niña pequeña acaba diciendo con cara de fastidio “¡Me han vuelto a pillar!”, como si estuviera llamando la atención a los guionistas), Sully da un discurso sobre la importancia de la familia y algún personaje random bucea un rato descubriendo las maravillas subacuáticas de Pandora (un colorido arrecife, una vistosa especie animal o algo así). Esta estructura reiterativa y sin avances apreciables en la trama convierte el desmesurado minutaje de la cinta en una experiencia a ratos agónica. Cada vez que sale una megaballena, piensas “Hostia santa, ahora otros diez minutos nadando con el bicho este”, y desconectas.

Avatar: El sentido del agua es un peñazo pedante, mesiánico, plano, algo carca e insultantemente hueco”

Habrá que hablar también, puestos a repartir palos a diestro y siniestro, del rancio sexismo que salpimenta todo lo relacionado con la sociedad Na’Vi: los chicos son indefectiblemente valerosos guerreros, mientras que las chicas son sobre todo cuidadoras empáticas que les brindan apoyo moral (sí, ya sé que Neytiri protagoniza alguna escena de acción molona arco en ristre, hablo en términos generales). Cada vez que Sully suelta uno de sus discursos motivacionales o explica un plan, su esposa se limita a colocarse a su lado y asentir en silencio. Pero es que el jefe de tribu de los Na’Vi marinos y su esposa muestran EL MISMO comportamiento; ah, y por supuesto ambas mujeres son de lo más temperamentales, perdiendo los estribos con gritos y lloros cuando sus hijos se ven amenazados, hasta que los dos machotes las tranquilizan y se ofrecen a ir a salvarlos. Cameron ha reproducido el género pulp de principios del siglo XX con absoluta fidelidad, incluso en sus aspectos más casposos.

Y, bajo todo esto, el mismo mensaje ecologista y antiimperialista de la primera entrega, pero más infantilizado, básico y plasta que en aquella, apoyado en monólogos de todo menos sutiles, paralelismos de trazo grueso con temas concretos del mundo real como la pesca ilegal de ballenas, y los ya mencionados pasajes contemplativos de la flora y fauna de Pandora, que parecen salidos de un documental del National Geographic y no aportan nada más que spam narrativo. Si en 2009 el discurso de Avatar ya parecía inocuamente estándar (pero al menos estaba transmitido con cierto buen gusto), trece años después resulta pura rutina.

En lo visual la función es despampanante, claro, con unos efectos especiales, un diseño de producción y un uso del 3D de una calidad y nivel de detallismo alucinantes. Pandora y sus habitantes parecen vivos y reales. Por desgracia, ni el planeta ni dichos habitantes son demasiado interesantes. Es fácil admirar la plasticidad de las imágenes, pero difícil enamorarse de ellas. La mayor parte del tiempo la sensación es la de estar viendo escenas de un videojuego, con un tono dominante entre lo ligeramente hortera y lo ligeramente insulso. Los propios Na’Vi son el ejemplo perfecto de esto: altos, espigados, musculosos, con grandes ojos gatunos, caras de facciones agradables y cuerpos de suaves tonos azulados, tan perfectos en lo morfológico como intercambiables y justitos de carisma.

 

"En Nat Geo Wild están tan contentos, que nos ofrecen tres documentales más"

 

Avatar, el sentido del agua logra salvar unos poquitos muebles porque Cameron mantiene su ya legendaria maestría para las escenas de acción, sobre todo durante una excesiva y operística secuencia final que debe de durar media hora (todo en esta película dura como mínimo media hora) y en la que pasan mil cosas, incluyendo cinco o seis clímax uno detrás de otro. Lo que no aparece ni por asomo, ay, es la sensación de suspense, de peligro. Se trata de una escena tan brillante como previsible. Las comparaciones siempre resultan odiosas, pero confrontar la intensidad de los mejores momentos de Avatar: El sentido del agua con la intensidad de los mejores momentos de Aliens, Terminator 2 o incluso Abyss, es directamente para echarse a llorar.

Se adivinan en el horizonte de los años venideros tres episodios más de Avatar (otras dos secuelas y una precuela). La verdad, me cuesta imaginar cómo va a sostenerse en pie esta franquicia, si lo visto en Avatar: El sentido del agua tiene que servirnos como mapa de carreteras. James Cameron está maravillado con el worldbuilding que ha desarrollado, y se diría que nadie quiere darle el disgusto de decirle que no es un mundo tan mágico, original ni atractivo, como a él le parece. De hecho, y como yo decía al principio, el único sentido de esta matraca es que nosotros (los espectadores) nos creamos que estamos viendo una obra magna de lo épico. De ahí las tres horas y pico de duración, algo a todas luces desproporcionado para las cuatro cosillas mediocres que cuenta la película, aunque imprescindible para darle el barniz de prestigio epopéyico y cuasi-religioso que la justifique. Pero vamos, que no. Que este becerro de oro no hay quien se lo crea.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Congelada en carbonita

INF VNV 2

Recomendada por Kuato a: en el pase nos dieron a todos una bolsa de viaje de nylon con el logo de Avatar y un termo metálico que cambia de color con los líquidos calientes. No sé si es un merchandising que encaje mucho con el mensaje de sostenibilidad ecológica de la peli pero mira, eso que te llevas.

No recomendada por Kuato a: quien eche de menos al James Cameron que lograba ponerte los pelos de punta con un Terminator en stop-motion artesanal o unos xenomorfos interpretados por gimnastas con disfraces de látex.

Ego-Tour de luxe por: el diseño físico de Kiri, la hija Na’Vi de la Dr. Grace, con los rasgos de una joven Sigourney Weaver. Es la única residente de Pandora que no parece clonada en serie.

Atmósfera turbínea por: la idea idiota de infiltrar en Pandora a un pelotón de marines perfectamente disfrazados de Na’Vi… pero que llevan el cuerpo lleno de tatuajes militares, para dar bien el cante.

 

AVATAR: EL SENTIDO DEL AGUA. Estreno en Venusville: 16/12/2022.

 

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