EL CABALLERO OSCURO: LA LEYENDA RENACE crítica: Batman sin Batman

Batman sin Batman Christopher Nolan cierra por la puerta grande la saga superheroica definitiva Por Chema Pamundi

<Christopher Nolan tiene un raro talento: recubre todas sus películas con una pátina de solemnidad (la justa para que parezca que estás viendo algo IMPORTANTE, pero sin resultar pretencioso), y una intensidad dramática tal, que tapa de forma eficaz cualquier posible agujero de guión que puedan tener. Y mira que la obra de Nolan es un sumidero de agujeros de guión, desde Memento (en la que el protagonista se ve afectado o no por sus pérdidas de memoria según le convenga a la trama), hasta Origen (una película “para que los tontos discutan”, como dice un amigo mío), pasando por supuesto por la trilogía de Batman, en la que los planes maestros ideados por los villanos de turno siempre dependen de una cadena de eventos alambicada y caprichosa hasta lo ridículo. Pero es igual, nadie se da cuenta (o a nadie le importa, que vendría a ser lo mismo), porque todo el mundo está demasiado hipnotizado por el circo visual de tres pistas que ha orquestado el director.

   Recuerdo que la primera aparición del hombre murciélago en Batman Begins (de noche en el muelle de Gotham, dando de guantazos a unos traficantes de drogas) me puso los pelos de punta. Lo mismo me ocurrió unas cuantas veces a lo largo de El caballero oscuro (por ejemplo al ver cómo los restos del Batmóvil, escacharrado durante una persecución contra el Joker, se transformaban de pronto en la Batmoto para que Batman pudiera seguir dando caña). Y en efecto, lo mismo me ha vuelto a pasar con esta nueva El caballero oscuro: La leyenda renace, que al menos en media docena de escenas me ha obligado a reprimirme para no ponerme a aplaudir a la pantalla. Sí, definitivamente Christopher Nolan parece mejor director de cine de lo que es. Pero joder, qué bueno parece…

"La verdadera razón por la que he vuelto es que se me habían olvidado los Donuts"

   Nolan cierra su exploración de la mitología superheroica (porque está claro que para él, esto es bastante más que una simple saga de Batman) ciñéndose a los principios canónicos de toda trilogía (ya se sabe: la primera parte establece la tesis básica, la segunda supone una antítesis de la primera, y la tercera es la síntesis de las otras dos). O sea que la cosa es un poco lo de siempre: un supervillano con un GRAN PLAN para dominar el mundo, un héroe atormentado al que le da palo volver a calzarse el disfraz y la capa (al principio de la peli Bruce Wayne vive recluido en su mansión, rollo Howard Hugues, presa de los remordimientos), una catarsis que convence al héroe de que no hay más cojones que arremangarse y ponerse otra vez al tajo, un primer enfrentamiento en el que el malo le da una paliza que lo pone del revés, y un segundo enfrentamiento en el que el héroe gana cuando más desesperadas estaban las cosas (supongo que a nadie le parecerá un “spoiler” si digo que el villano Bane no se sale con la suya). En general, lo típico.

   Al hilo de lo anterior, quizás lo que más llame la atención en El caballero oscuro: La leyenda renace sea la poca presencia que Batman tiene en pantalla. La verdad es que, hasta que toma las riendas de la acción en el último acto, apenas le habremos visto aparecer tres o cuatro veces. Estamos ante una película con bastante más Bruce Wayne que Batman. Pero es que, y justo ahí está la gracia, El caballero oscuro: La leyenda renace es ante todo un estudio sobre la ausencia del héroe, sobre lo que ocurre cuando éste se niega a aparecer o no llega a tiempo de arreglarlo todo. En una sociedad sedada por el entretenimiento, deprimida por la crisis y asustada por el terrorismo global, ¿necesitamos héroes idealizados que nos saquen las castañas del fuego? ¿Es que ya no somos capaces de salir de la “zona de confort” para encargarnos de resolver nuestros propios marrones? Este discurso tan de nuestros días (ecos del 15-M y tal) podría suponer un problema para los fans menos reflexivos que solo quieran ver “una de Batman”, pero funciona porque en los dos filmes anteriores Nolan ha ido tejiendo cuidadosamente un universo rico y vivo, una Gotham creíble, que respira y tiene texturas.

   Así, el director sabe llenar el hueco dejado por Batman dando aún más peso específico a los secundarios; y éstos, como de costumbre, le responden: Alfred (Michael Caine), Lucius Fox (Morgan Freeman), y el comisario Gordon (Gary Oldman) están igual de acojonantes que siempre, y tanto Selina Kyle (Catwoman, a la que por cierto no llaman así en toda la cinta), Miranda Tate (una miembro del consejo de Industrias Wayne que se convertirá en el nuevo interés romántico del prota), o el joven agente de policía John Blake (una especie de comisario Gordon con 25 años menos, que personifica el idealismo altruista que Bruce Wayne parece haber perdido en su vorágine de dolor y lamentos por los errores del pasado), enriquecen la panoplia con aportaciones de mucho mérito. Lo de Anne Hathaway interpretando a Catwoman es especialmente digno de destacar, y más teniendo en cuenta la de palos que le cayeron a la pobre actriz cuando fue elegida para el papel (al parecer no estaba “lo bastante buena”). La Hathaway ha sabido responder a las críticas transmutando la sensualidad y mala leche de Michelle Pfeiffer (lo de Halle Berry mejor ignorémoslo) en una elegancia, un glamour clásico y una ambigüedad moral que parecen heredados de la Tippy Hedren de Marnie la ladrona. Aparte, su personaje resulta fundamental porque aporta los escasísimos alivios cómicos en una película que de otro modo podría haber llegado a pasarse de seria. Sin duda, uno de los hallazgos del filme.

   Bueno, ¿y el villano, qué? Porque ya se sabe que en las películas de Batman el malo representa un alto porcentaje de la clave del éxito. Pues hay que decir que por ahí es por donde más se desinfla El caballero oscuro: La leyenda renace. Tras haber contado con dos malvados tan exagerados como el joker y Dos Caras en la anterior entrega, es probable que Nolan no quisiera diluir la oscuridad de su saga exagerando la nota con más monstruos de feria, y que haya preferido volver sobre sus pasos con algo más parecido al Ra’s al Ghul de la primera entrega. Sin embargo Bane, interpretado por Tom Hardy, no deja de ser un villano algo “soso”, un mero repartidor de hostias que aunque destila sensación de peligro, carece de motivaciones claras más allá de “estoy cabreado con el mundo y alguien lo va a pagar”. Hardy es un estupendo actor, pero al ir siempre con la cara tapada por una máscara respiradora debe basar toda la expresividad en su mirada y en su impactante físico, y a veces simplemente no le alcanza. Aunque estaba claro que nadie iba a poder competir en carisma ni en potencia visual con el Joker de Heath Ledger, lo cierto es que esperábamos algo más que un simple matón sin rostro.

"Retira ahora mismo que el Bane de Batman y Robin era tan ridículo como el Némesis de RE 2"

   Pero como ya hemos dicho, el cine de Nolan acaba gustando porque sencillamente emociona, porque más allá de todos sus fallos consigue llegarte al tuétano. Así, pese a las dudas que genera el villano principal, pese a cierto bajón de ritmo hacia la mitad de la función, y pese a un guión enmarañado y caótico en el que a ratos no estás seguro de qué pollas está pasando, el magnetismo de lo que ocurre en pantalla te mantiene aguantando la respiración durante casi tres horas. Y cuando el nivel de implicación del espectador es ése, lo demás son consideraciones secundarias. Nolan ha tensado la cuerda al máximo, poniendo a prueba los extremos dramáticos a los que puede llegar el género superheroico antes de volverse absurdo (al fin y al cabo, de lo que estamos hablando aquí es de una panda de freaks que se dedican a darse de hostias vestidos de carnaval; una definición que lo mismo se puede aplicar a los superhéroes que a la lucha libre mejicana). Nolan sabe moverse con naturalidad en esos extremos, combinando con elegancia y sin sobresaltos la espectacularidad y las sobradas propias de un tebeo, con una profundidad épico-trágica casi wagneriana. Un puro milagro.

   Los últimos minutos de El caballero oscuro: La leyenda renace cierran la serie con tanta clase y tanta fuerza, que bien pueden considerarse no ya los momentos más grandes de cualquier entrega de Batman, sino de cualquier cinta de superhéroes jamás rodada. Será curioso ver cómo siguen a partir de ahora quienes recojan el testigo, porque desde luego Nolan ha exprimido las posibilidades del personaje hasta dejarlo seco. Salvando las distancias, su trilogía es “El padrino” de los largometrajes de superhéroes. Tiene la virtud de no parecerse a ninguna obra anterior, y a la vez tomarlo todo de las mejores. Tras el Batman de Bob Kane, el de Neal Adams o el de Frank Miller, ahora hay que añadir un nuevo tótem que ha redefinido al hombre murciélago, y para más mérito no lo ha hecho desde los comics sino desde un medio muy distinto: es el Batman de Christopher Nolan. Ahí lo deja./>

INFORME VENUSVILLE
		Sentencia Quaid: Venus Hall of Fame
		Recomendada por Kuato a: quienes quieran ver lo que es una buena peli de superhéroes en los márgenes dramáticos del género (por comparación con otros intentos fallidos como Watchmen, o Superman Returns).
		No recomendada por Kuato a: los superhéroes con licra de colores. Chicos, lo sentimos por vosotros pero parece que este año vuelve a llevarse el negro.
		Ego-Tour de luxe por: el toque maestro de recuperar a los villanos de Batman Begins (Cillian Murphy y Liam Neeson se cascan sendos cameos) es puro “espíritu Batman”, y enriquece aún más el universo mítico creado por Nolan.
		Atmósfera turbínea por: ¿un villano con recursos ilimitados, capaz de manejar bombas atómicas, volar estadios de fútbol y hacer arrodillar a sus pies a toda Gotham, no tiene planeado nada mejor contra Batman que tumbarlo a puñetazos? Como plan es un poco cutre.

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