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EL ESCUADRÓN SUICIDA crítica: No more heroes

Segunda oportunidad para el Escuadrón suicida, mejor y más aprovechada que la vez anterior

CHEMA PAMUNDI

Warner Brothers parece intuir que con la franquicia del Escuadrón Suicida ha encontrado “algo”. Una especie de diamante que, aún sin estar pulido del todo, tiene potencial. Solo así se explica que, tras dos títulos tan fallidos y de taquillaje tan discreto como el Escuadrón suicida original y su semi-secuela Aves de presa, haya seguido insistiendo con una tercera entrega que amplíe aún más esa panoplia de antihéroes chuscos que viven en el extrarradio del universo DC. Claro, Harley Quinn es un melocotonazo de personaje al que hay que sacar todo el partido que se pueda mientras Margott Robbie siga aceptando repetir en el papel (por eso es la única que ha sobrevivido a los dos descalabros antes mencionados), pero el hecho de que WB no se limite a estrenar películas con ella como protagonista absoluta y en lugar de eso resucite el concepto entero del Escuadrón Suicida, indica que aquí hay alguna cosa más.

Las comparaciones Marvel vs. DC han hecho mucho daño a esta última marca, durante una década en la que Marvel ha ganado por paliza la batalla de lo mainstream y el público familiar. El escudo del Capitán América se ha merendado a la “S” de Superman y al murciélago de Batman. No obstante, hay otra cara en esa moneda, y es que Marvel ha quedado prisionera de un modelo de éxito que no le permite salirse del tiesto ni en sus películas más pretendidamente gamberras, que a la hora de la verdad siguen siendo ejercicios de humor blanco y corrección política (Guardianes de la galaxia, Antman...). Aparte, su plan de obra se ha entregado ya por completo a las sagas que conectan unos filmes con otros en metatramas cada vez más interdependientes. Eso deja a DC un nicho evidente para hacer justo lo contrario: pelis directas, autoconclusivas y verdaderamente transgresoras, sucias y cínicas. Es difícil que veamos a Marvel estrenar algo con el nivel de vitriolo de El escuadrón suicida o Joker. Si Marvel es los Beatles, DC no es que sea los Rolling Stones, es que quiere ser los Sex Pistols.

 

"Hemos decidido que si vuelve a salir el Joker de Jared Leto, nos marchamos todos"

 

De hecho, esta nueva El escuadrón suicida puede verse como una versión marrana y pedorra de Guardianes de la galaxia, sobre todo si observamos algunos datos que no son casualidad: ambas tienen como director a James Gunn, que siempre ha tenido un espíritu bastante desvergonzado (no en vano aprendió el oficio en la productora Troma, y ya en 2010 estrenó Super, comedia negra de superhéroes sin superpoderes que ríete tú de Kick Ass), y al que Marvel despidió de manera bochornosa cuando estaba preparando Guardianes de la galaxia Vol. 3, tras reviralizarse unos tuits suyos del año 2009 en los que hacía cuatro chistes sobre mamadas y sexo con niños. Así pues, ¿es esta nueva El escuadrón suicida un ajuste de cuentas de Gunn hacia Marvel? Tiene pinta de que, al menos en parte, sí. El tipo se ha quedado a gusto poniendo en pantalla todas las animaladas que no le hubieran dejado hacer con Star-Lord, Mapache Cohete y compañía, y el resultado es que DC puede haber encontrado por fin la personalidad diferenciada que llevaba años buscando.

La cosa arranca casi “in media res” con una escena de acción de lo más tocha, sin prólogos murga ni arcos fundacionales para los personajes (tampoco tendría mucho sentido, al ritmo al que van palmando), en lo que es el primero de los numerosos aciertos de James Gunn tanto en la dirección como en el guion de El escuadrón suicida. Otro de esos aciertos es ignorar casi por completo la cinta del mismo título de 2016, como si jamás hubiese sucedido. No hace falta recurrir a ella, pues la idea básica del grupo de supervillanos convictos que son reclutados por el gobierno para cumplir una misión a la desesperada se entiende sola. Tal misión, en este caso, también se entiende sola: deben ir a una isla tropical y limpiarles el forro a tiro limpio a unos malos que están allí desarrollando un arma secreta para dominar el mundo. No, desde luego no es una película sutil.

El escuadrón suicida puede verse como una versión marrana y pedorra de Guardianes de la galaxia

¿Y qué es entonces El escuadrón suicida? Pues un espectáculo ruidoso, casi histérico, de estética feísta, con momentos que rozan lo asqueroso, villanos previsibles y trama ridícula que incluye de regalo un monstruo gigante al final. Pero es también una película que nunca desenfoca lo importante, que se las apaña para desarrollar a todos sus personajes principales (y hay unos cuantos) sin detener la acción, que se sabe mover en una fina línea entre el cine de superhéroes solvente y la autoparodia de ese mismo cine de superhéroes, que no levanta el pie del acelerador ni un minuto, que tiene una escena de Harley Quinn repartiendo hostias como panes aún más fabulosa que la de la comisaría en Aves de presa y que, cuando se termina, piensas “¿Ya se ha terminado?”. Sus chistes son de lo más básico, basculando entre las réplicas de diálogo tontainas y el slapstick ultraviolento, pero muchos funcionan. Porque un cruce de humano y tiburón blanco que está convencido de que va a poder pasar desapercibido en una discoteca poniéndose “un bigote de mentira”, pues qué quieres que te diga, es gracioso.

Gunn ha entendido que, en una obra de esta naturaleza, los personajes deben ser lo más cutres posible pero sin resultar anodinos ni antipáticos. Nadie recuerda a casi ninguno de los protas del anterior escuadrón suicida, más allá de una Harley Quinn que estaba muy desaprovechada y un Joker que daba vergüenza ajena. En cambio, en esta secuela/reboot hay una sustanciosa galería de protagonistas memorables, desde el mercenario de puntería infalible Bloodsport (Idris Elba), una especie de relectura del Deadshot de Will Smith en la primera película, pero mucho más interesante y mejor integrado en el tono de la cinta, hasta el chulesco Peacemaker que le hace la competencia y la burla al tener los mismos poderes exactos que él, pasando por el Hombre Moteado, que dispara nubes de color y ve a sus enemigos con los rasgos de su odiada madre, Ratcatcher 2 (ni siquiera es la Ratcatcher original) que controla a hordas de ratas en el que quizás sea el superpoder más repugnante jamás visto en pantalla, o King Shark (Sylvester Stallone), ese tiburón antropomórfico tan grande y salvaje como corto de entendederas, un robaplanos que está a una Comic-Con de convertirse en icono pop.

 

"Podríamos organizar un concurso de deletreo entre Groot y King Shark"

 

La propia Harley Quinn es tratada aquí menos como una caricatura amable (el peor delito que cometía en la película de 2016 era robar un bolso de un escaparate) y más como alguien emocionalmente complejo y cercano a la psicópata que hemos leído en los tebeos. Es una evolución que se agradece y que Margott Robbie interpreta de manera estupenda, con su habitual torrente de carisma y portento físico. Robbie ha sabido convertir a un personaje marginal, que nació como simple complemento amoroso del Joker, en uno de los mayores activos que tiene DC en la actualidad.

A diferencia de la anterior Escuadrón suicida, esta secuela sí hace honor a su título y transmite peligro y mala hostia. Cabezas que explotan, desmembramientos, gente inocente espichando a carretadas. En una escena se ve un pene, en otra una teta, en otra aparece un enano. Uno de los protagonistas es presentado con la frase “Está acusado de asesinar a 27 niños”. A ratos parece una película de otra época. Pero no porque lo que acabo de explicar huela a rancio, sino por todo lo contrario: porque se hace extraño ver hoy en día un blockbuster tan desacomplejado, tan cafre, tan poco pendiente de la clasificación por edades y con semejante espíritu lúdico y festivo. El escuadrón suicida ha llegado a la fiesta de los superhéroes, se ha subido a una silla y se ha meado en el ponche.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate.

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: fans de los superhéroes monguer estilo Kick-Ass y Deadpool.

No recomendada por Kuato a: quien tenga fobia a las ratas.

Ego-Tour de luxe por: algunos chistes de diálogo brillantes, como el de Peacemaker diciendo “Amo la paz, y no dudaré en matar a hombres, mujeres y niños para lograrla”.

Atmósfera turbínea por: que en una peli donde los villanos son los héroes, los auténticos villanos quedan un tanto desdibujados y de hecho ni siquiera resultan demasiado amenazadores. De “El Pensador” al que encarna Peter Capaldi no llegamos a saber ni qué poderes tiene ni por qué lleva la calva llena de bujías.

 

EL ESCUADRÓN SUICIDA. Estreno en Venusville: 06/08/2021.

 

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