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EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS artículo

   

Cuatro por el precio de uno

Pague uno y llévese cuatro: Heath Ledger, sosainas; Johnny Depp, testimonial; Jude Law, payasete; y sorprendentemente Colin Farrell (debía ir sobrio), el mejor de los cuatro

 

    RAY ZETA  

    <“La tragedia de Heath Ledger, aunque suene horrible, terminó mejorando la película. En un principio pensé en dejarlo todo pero finalmente el equipo técnico me convenció. Fue complicado encontrar la solución porque quería huir de la manipulación digital, pero comencé a montar las imágenes y pensé que lo mejor era sustituirle por diferentes actores”.

   Sinceras declaraciones de Terry Gilliam realizadas durante la rueda de prensa de El imaginario del doctor Parnassus en el Festival de San Sebastian, pues no hay mayor putada para un director que la palme uno de los protagonistas de la película antes de concluir el rodaje. Sucedió con Vic Morrow en el episodio de En los límites de la realidad dirigido por John Landis, con Brandon Lee en El cuervo, con Oliver Reed en Gladiator, y con Aaliyah en La reina de los condenados. Tres son las opciones que tiene entonces el director: la primera, emborracharse hasta las cejas, tirar todo el material rodado a la papelera y volverlo a rodar todo desde el principio con un nuevo actor con las pérdidas económicas que esto conlleva; la segunda, emborracharse hasta las cejas y remontar el material filmado alterando el guión para que encaje todo con cierta coherencia (caso de En los límites de la realidad, que se dejó en final abierto porque precisamente era lo que quedaba por rodar); o la tercera, emborracharse hasta las cejas y rodar los planos imprescindibles que faltan con dobles de cuerpo, para insertar luego digitalmente la cara del actor fallecido (caso de El cuervo y Gladiator. En La reina de los condenados, afortunadamente para Michael Rymer, Aaliya ya había rodado todas sus escenas).

 

 

"No hay mayor putada para un director que la palme uno de los protagonistas de la película antes de concluir el rodaje. Tres son las opciones que tiene entonces: emborracharse, emborracharse y emborracharse"

 

 

   Terry Gilliam acabó optando por combinar las primeras dos opciones. Se emborrachó hasta las cejas, alteró el guión, remontó el material filmado, y contrató no a uno, sino a tres actores para que interpretaran el papel inconcluso de Heath Ledger: Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell (ahí es ná), quien en recuerdo de la amistad que mantenían con Heath, viajaron hasta Vancouver, ciudad donde se filmaban las escenas del mundo imaginario, y donaron su sueldo a la hija que tuvo Ledger hace dos años con Michelle Williams.

   ¿Recuerdan al hooligan borracho que se cuela en el carromato del doctor Parnassus al principio de la película? Una vez que atraviesa el espejo le cambia la cara. Novedad de guión introducida por Gilliam para justificar los cambios de rostro del protagonista cuando el personaje sea encarnado por los nuevos tres actores. A mayor número de mutaciones, más verosímiles serán éstas (de ahí contar con tres sustitutos en vez de uno solo), y como la película va de un mundo imaginario mágico donde todo es posible, están más que justificadas. 

   Aún así las interpretaciones de estos cuatro fantásticos se benefician más de las macabras circunstancias que han rodeado el rodaje que de su calidad en sí, no tanto por ellos, que bastante hicieron los pobres, sino por la parte de guión que le ha tocado en gracia a cada uno. De los tres segmentos interpretados por Depp, Law y Farrell, los dos primeros sólo existen para poder justificar la película con un actor diferente a Heath Ledger, así que Gilliam no les presta la misma dedicación y resultan de lo más gratuitos y descompensados con respecto al tercero, que es al que Gilliam quería llegar. Y eso se nota, vaya si se nota. Hasta el punto de desmerecer injustamente las interpretaciones de cada uno. 

 

Heath Ledger: sosainas

   

   No es que lo haga mal, es que simplemente parece hacerlo con el piloto automático puesto, y hombre, después de haberle visto bordar el personaje de Jacob Grimm con unas gafas con más culo de botella que las de Barragán, enculando vaqueros en Brokeback Mountain, y erigiéndose en el mejor Joker de la Historia, esperábamos algo más de él. Que volara con cinco kilos de goma-2 el carromato del doctor Parnassus entre malévolas carcajadas o que enculara al enano mientras dedicaba una despreciativa mirada al Diablo, por ejemplo.

 

Johnny Depp: testimonial

   

    Aparición cortísima y sin venir a cuento. Tiene a su favor que es la primera transformación de Heath Ledger, así que pilla al espectador por sorpresa. Por lo demás, su aparición es tan gratuita como innecesaria. Fijo que su escena se la pelaron en solo una mañana. Depp pone jetos de Jack Sparrow, se marca un vals con una yaya que bien podría haber sido ya una clienta de Richard Gere en American Gigolo hace 30 años, y pronuncia la frase de la peli: “Nada es permanente, ni siquiera la muerte”. Suficiente para cobrar el cheque y salir en el tráiler.

 

Jude Law: payasete 

 

     Terry Gilliam hace de la escena de Jude Law el segmento cómico de la película. El gag de la inacabable escalera que se rompe parece sacado de ¿Quién engaño a Roger Rabbit? y los mafiosos rusos de un sketch de Los Morancos parodiando Los Soprano. ¿Era necesario introducir esta subtrama justamente aquí? En absoluto, podía haberse hecho perfectamente en cualquier otro momento del metraje con solo una línea de diálogo, pero así el segmento parece más justificado, ¿verdad Terry? Pobre Jude Law, tantos años de teatro clásico interpretando personajes atormentados para esto.

 

Colin Farrell: simply the best

    

    Por dos razones, porque es el segmento más importante de los tres, pues es el que más dura, más guión tiene y el que alberga el clímax y el desenlace, y porque Farrell es el que se toma más en serio el papel. Está clarísimo que es el único de los tres segmentos que interesa a Gilliam, cosa que a juzgar por el resultado, ni siquiera se ha molestado en disimular. Colin Farrell está genial además apartándose de los personajes macarrillas chulitos a los que tan acostumbrados nos tiene (léase La prueba, SWAT o Corrupción en Miami). Aún así, no consigue hacerle sombra a Christopher Plummer, quien al igual que su doctor Parnassus, atesora años y sabiduría a partes iguales y se erige como el auténtico héroe de la función. Y sin necesidad de hacer ningún pacto con el Diablo./>

 

 

   

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