HIJO DE CAÍN crítica: Jaque al palomino

Jaque al palomino

Thriller televisivo con psychos adolescentes y ajedrez
pero sin la estrábica mirada de Christopher Lambert

Por Ray Zeta

<Dirigir una web de cine fantástico tiene sus sacrificios y sus gratificaciones. Entre los sacrificios se cuenta el deber ir a ver aquellas películas que han quedado descolgadas de la parrilla venusvillera porque no ha sido vista por ningún redactor en pase de prensa, aunque se tengan tantas ganas como si de asistir a una sala de arte y ensayo a presenciar una retrospectiva de Krzysztof Kieslowski se tratara. Y entre las muchas gratificaciones, que después de todo la película en cuestión sea mejor de lo esperado y salir por ello del cine con la sensación de no haber perdido totalmente el tiempo como si se hubiera ocupado la tarde sentado en un banco del parque viendo a los gorriones volar.

Ese ha sido el caso de Hijo de Caín. Thriller de factura absolutamente televisiva protagonizada por un trío de actores que a excepción de José Coronado son aún más televisivos (Maria Molins y Julio Manrique, vistos ambos en tantas producciones televisivas del canal autonómico TV3 como a Belén Esteban por platós de Tele 5, como por ejemplo, y cito de memoria, El cor de la ciutat, Olor de colònia, Kubala, Moreno y Manchón, Temps de silenci, Porca miseria, Infidels i Ermessenda, entre otras). Y encima un thriller con presunto psicópata adolescente, por si con los de Halloween, El buen hijo, La huérfana y Stoker, no se hubiera ido ya suficientemente lejos (los de Joshua y Tenemos que hablar de Kevin juegan en categorías infantiles porque aún no dan la edad).

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¿Tendría algo nuevo que ofrecerle Hijo de Caín al género? No, seguro que no, pues las producciones televisivas son siempre más lights que un queso bajo en grasas, y yendo la trama principal de un adolescente psicópata, seguro que se quedaría a medio camino de lo prometido para poder ser emitido por televisión en horario prime time en el futuro, y a bueno seguro que el presunto joven psycho no será más que un palomino que juega al gato y al ratón con el espectador poniendo cara de malo cada vez que le conceden un primer plano. Verdad a medias. Sí que es cierto que Hijo de Caín respira producción televisiva por los cuatro costados y que durante su primera mitad de metraje es puramente anodina, pero también lo es que tiene al menos tres puntos de interés como para darle una oportunidad sin necesidad de cambiar de canal cada vez que se anuncia en la tele.

"Hijo de Caín tiene al menos tres puntos de interés como para darle una oportunidad sin necesidad de cambiar de canal cada vez que se anuncia en la tele"

El primero, una interpretación del joven David Solans (ojito al chaval que es el primer trabajo que desempeña como actor) sobria, contenida y matizada que se aparta completamente del manual de psicópata al uso como sería bizquear, desencajar la mandíbula y sacar la lengua, de haber estado mal dirigido (más creíble que la que nos ofreció el orejudo de Macaulay Culkin en El buen hijo). El segundo, un paralelismo entre el mundo del ajedrez y los niños raritos de lo más sugerente (tanto la secuencia en la que entran en la escuela secreta –cualquiera diría que se trata de Hogwarts o del campamento para dioses de Percy Jackson-, como el campeonato nacional se revelan como lo mejor de la peli), a lo que la siempre inquietante mirada de Jack Tayor ayuda enormemente (a este tío hay que conservarlo aunque sea en un frasco de formol), que nos conduce a Jaque al asesino de 1992 aunque sin la mirada estrábica de Christopher Lambert.

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Y el tercero, un par de giros argumentales finales que desembocan en un inesperado y sorprendente clímax cuando menos dábamos por la película tras una buena parte de tedioso metraje, que no la convertirán en la mejor película de la temporada del género, pero sí que al menos la salvan de la quema otorgándole el aprobado y provocando que salgan los créditos finales con la cabeza alta, al habernos hecho tragar hasta la epiglotis algunos de nuestros prejuicios iniciales en cuanto a producciones televisivas se refiere (¿recuerdan cuando he dicho que se quedaban a medio camino de lo prometido para poder ser emitido en prime time? Puesta ésta igual deberán programarla en sesión golfa…). Así que como lo cortés no quita lo mutante, vayan desde aquí pues mis disculpas a Jesús Monllaó (director) y Sergio Barrejón (guionista) por haberme presupuesto lo que no debía.

A quien no acabo de ver en la peli es a José Coronado. Y no porque no dé el personaje de padre con pasta preocupado por su hijo, pues le sobran registros suficientes como para interpretar hasta al mismo hijo, ¿pero qué hace un tipo como él en una producción televisiva tan eminentemente catalana? Ni por antecedentes, currículum (hasta Santiago Segura, aunque sea sólo por Andreu Buenafuente, tiene más puntos de conexión con TV3 que él) o idioma (otros actores como Eduardo Noriega o Juan José Ballesta han hecho sus pinitos en la lengua de Pompeu Fabra) me encaja. Tras mucho meditarlo he dado con la respuesta: tras las greñas de Serpico que lucía en No habrá paz para los malvados, el ridículo peinado liso de Perico Librote con el que aparecía en El cuerpo, y la barba de Jeremiah Johnson con la que salía en Los últimos días, el hombre se ha aferrado como un león al primer personaje caracterizado de normal que le han ofrecido./>

INFORME VENUSVILLE

		Sentencia Quaid: Dos Caras Harvey



		Recomendada por Kuato a: aprendices de guionistas de televisión que crean poder escribir una telemovie en medio folio en lo que dura una pausa publicitaria.

		No recomendada por Kuato a: quien espere ver una versión española de *Hannibal, el origen del mal* o *Bates Motel. Esto es más como La riera*.

		Ego-Tour de luxe por: las secuencias de ajedrez. Tanto es así que en vez de un thriller de psicópatas con ajedrez, la película debería haber sido un thriller de ajedrez con psicópatas.

		Atmósfera turbínea por: que puestos a emular a Hannibal Lecter y Norman Bates, el joven psycho no se ponga una máscara samurái ni siente al perro muerto en una mecedora en ningún momento.