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LOS MERCENARIOS crítica: Te voy a hacer un lifting facial, maricón

   

Te voy a hacer un lifting facial, maricón

Si estos mercenarios no son el Jesucristo y los apóstoles de nuestra era, que baje Dios del cielo y lo vea

Por Da II

 

<Sí. Es así. No hay más. Aparte de las cuestiones de doblaje, un universo indescifrable, en esta sencilla y conmovedora frase se resumen todas las intenciones, y se condensa el espíritu de la película, el resultado también. No podemos armar la excusa de que al pobre Sylvester las hormonas y la edad le han descosido las neuronas; siempre ha sido así, un tipo dado a las más altas pretensiones y enredado en proyectos lejos de sus posibilidades. No olvidemos que durante un tiempo manejó la brillante idea de dirigir e interpretar una película sobre la vida de Edgar Allan Poe.

   Sin embargo, en estas páginas, imbuidos de años y años de terapia Zen, lo que nos ha dado un profundo respeto por los mayores, no nos conformamos con una visión simplista, y ni siquiera por equivocación nos atreveríamos a censurar a la retahíla de monstruos de la pantalla que aparecen en esta gran película (y no me refiero al aspecto que les ha quedado a algunos por el uso y abuso de sustancias anabolizantes).

 

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"Ya te dije que nadie se tragaría que estás cachas por comer mucha pechuga de pollo" 

   Es cierto que media botella de cognac del malo no nos da para descubrir los subterfugios del argumento, para comprender la profundidad de los diálogos, y los matices de las interpretaciones, así que no queda más remedio que añadir al alcohol de garrafón una buena dosis de alucinógenos, de psicotrópicos, de excitantes, y también unos cuantos antidepresivos, varios ansiolíticos, una caja de aspirinas, un chute de batidos de chocolate, mucho pegamento, algunos relajantes y una buena sobre dosis de pasillitas Ricola. En fin, si gentes de más sesudo pensamiento son capaces de catalogar como obras maestras películas donde no pasa absolutamente nada, pues aquí no queremos ser menos.

    Gracias sobre todo a las Ricola, la luz se nos abre como un camino adornado de sutilezas, y nos damos cuenta de nuestra ignorancia al ver y comprobar y volver a ver, entre unas extrañas lucecitas de colores, que nos encontramos ante una obra de culto, ante una mezcla entre Tarantino y Sin perdón, ante un clásico.

 

  "Nos damos cuenta de nuestra ignorancia al ver y comprobar que nos encontramos ante una obra de culto, ante una mezcla entre Tarantino y Sin perdón, ante un clásico…"  

 

   Si Tarantino es el gran referente en refundir y actualizar el género B, Stallone ha dado una vuelta de tuerca más y recoge los despojos de la serie Z para esculpir un sentido homenaje. Y cuando nos referimos a despojos no hablamos del genero en sí, porque el amigo Rambo ahonda todavía más en las catacumbas del cine y justamente se ha servido como referente de la basura de ese género (vamos, esos trozos de celuloide castrado por las tijeras de algún productor, quien atacado de cierto sentido de decencia no se atrevió a exhibir en ninguna sala.) Con esa lucidez que solo un adicto a la testosterona es capaz de vislumbrar, Stallone las rescata del tiempo y el olvido para mostrarlas en esta película.

   Así se adivinan referentes de las sobras del spaghetti western en unos primeros planos descolocados, en miradas sin fondo, en expresiones sin alma, pero también del cine de Hong Kong sin presupuesto, o del gore filmado con video cámara, con una dosis de Wrestling de algún condado del medio oeste. Es evidente la influencia en los diálogos de las series de bajo calado, en especial las que no duran más allá de los tres primeros capítulos, como la del cine asiático, el turco quizá, en el desenfoque de todas las secuencias de acción; hasta se pueden intuir guiños a Esteso y Pajares en algunas situaciones cómicas o a la media de Sarita Montiel con algunos efectos de fotografía que recuerdan el coloreado del antiguo blanco y negro. Ahora bien, más allá de buscarles un sentido, un argumento, de unirlas en una forma definida y reconocible como haría Tarantino, Rocky prefiere prescindir de ese sentido, de la lógica, de la coherencia, y se arriesga en un surrealismo casi Buñueliano para sumar sin criterio una escena tras otra, para crear personajes sin ninguna posibilidad de realidad. Magistral.

 

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"Esto es por los curros que me diste en Rocky IV"

 

   Por supuesto, Tango no se detiene ahí y realiza una fina desmitificación del género, pero no necesita como Harry el sucio de todo el metraje para ello, con una sola escena se sobra. Lo consigue con una breve intervención del agente McClane, junto con el gobernador Arnold, en la secuencia más esperada. Con una perorata completa de jodiendas –“si tú me jodes, yo te jodo, si todos jodemos quién será el gran jodedor”- el mítico policía amenaza con su habitual pose chulesca al mercenario, pero solo encuentra la respuesta de una expresión de Stallone que indica bien claro que él está pensando en otras cosas. ¿Mariposas? ¿Drogas? ¿En Poe? Rompe esa cadena del reto, donde dos duros se enfrentan en una subida de tono para demostrar quién la tiene más larga.

   Destroza el tópico, lo aniquila. Responde con una sonrisa desconstruida, con una interpretación desanimada que tanto sirve para responder a una amenaza como para el pedido de una pizza, con una dejadez pasiva que lo acerca a la no violencia de Gandhi. Destroza con una sola escena los fundamentos del cine de machotes chulescos, una rotura que encima mantiene sin concesiones durante toda la película. Ante cualquier reto, amenaza o chulería siempre astilla la concordancia entra acción y reacción con una actitud, o actuación, que no mantiene nunca ningún vínculo con la situación; en esa línea de genio de no respetar ninguna razón argumental. Ya sé que es un medio spoiler, pero no tiene ninguna importancia.

   En fin, si “siempre nos quedará París” forma parte de la historia del cine, por qué “Te voy hacer un lifting facial, maricón” no puede subir al mismo trono./>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Venus Hall of Fame
     
     
 

Recomendada por Kuato a: espectadores que la vean en una tarde de porros. Siempre y cuando la marihuana sea de calidad excepcional.

     
  No recomendada por Kuato a: espectadores ortodoxos o conservadores, para los incapaces de aceptar cualquier innovación, y sobre todo para los que no les guste el arte conceptual.
     
  Ego-Tour de luxe por: la isla de Vilena, un nuevo lugar mítico, resumen de todas esas locuras geográficas de Hollywood, como colocar el San Fermín en Sevilla y las Fallas en Japón. Además sin ningún rubor.
     
 

Atmósfera turbínea por: por poner algo, ya que ante tal despliegue de talento es complicado alguna objeción, se echa de menos cierta introspección figurativa en los conflictos duales.

 

 

   

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