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QUANTUM OF SOLACE prueba

   

Mi nombre es Martini, Martini Seco

 

     DA II      

   <Desde luego, un tercio de las pericias sobrias de Bourne, con dos partes del estilo Connery, aderezado con ese punto añejo de las referencias literarias, todo ello agitado pero no revuelto, es para pensar en un cóctel bastante delicioso. Sin embargo, la realidad ha dejado el estilo Connery en nada más que lucir palmito con cierta estética de los sesenta (los polos del amigo son de concurso retro), la maña y la sobriedad de Bourne se ha quedado en unas gestas descafeinadas propias de una secuela de triple X, y la posible vuelta a la autenticidad literaria en humo.

   Este nuevo Bond ha sido sobre todo una declaración de buenas intenciones, apoyado por un amplio dispositivo de marketing, que en vez de vendernos el peluche de turno nos ha colocado conceptos como dolor, autenticidad, oscuridad, fondo y dureza para acompañar en el McMenú de turno.

   Quantum of Solace (un título ostentoso que a uno le recuerda una nueva línea de modelos de Time Force) es el resultado lógico del despropósito que se anunciaba en Casino Royale. Uno de sus grandes problemas es el guión. Si bien en la primera se aguantaba con pinzas (abundaban los subtramas sin sentido, los personajes innecesarios, los recovecos sin fondo, y los giros petulantes), en esta segunda no hay por donde tomarlo, más allá de la comedia surrealista.

   La trama boliviana de esta última entrega es casi un monumento al absurdo donde Bolivia se convierte en Arrakis (con sus reservas de agua subterráneas), y Bond, con sus azulados ojos, en un adicto a la especia. Con lo que a los pobres Aymara solo les queda el papel de Fremen. En fin... Quizá hubiera sido más fácil recurrir a las malas artes tradicionales y corromper y comprar a los funcionarios o ministros de turno.

   Por supuesto que en el cine se debe de aceptar en muchas ocasiones pulpo como animal de compañía, pero si el planteamiento es de un Bond clásico con sus cachivaches y fantasmadas, y un villano más propio para rival de superhéroe, pues acepto un palacio de hielo donde además se marcan una fiesta del copón; pero si lo que se me intenta vender es un supuesto realismo, entonces no me trago un casino de lujo en Montenegro ni una fiesta ibicenca en La Paz.

 

  "Quantum of Solace (un título ostentoso que a uno le recuerda una nueva línea de modelos de Time Force) es el resultado lógico del despropósito que se anunciaba en Casino Royale"  

 

   Este Bond es como una promesa incumplida que siempre cabrea más que una mentira bien contada. Así, propone o quiere proponer una seria y comprometida variación del personaje, pero, sin embargo, es incapaz de alejarse de los tópicos de siempre. Por un lado despojan a Bond de toda la cacharrería tecnológica, pero en cambio el tipo es una especie de adicto al móvil que lo saca a cada momento venga o no a cuenta (no es cuestión de perder el patrocinio de Sony, supongo).

   El ejemplo más palpable y ridículo es cambiar el famoso cóctel de vodka y martini, cuestión ésta que me parece perfecta, ya que la saga está repleta de estas variaciones que van y vuelven, pero en vez de arriesgar con esa apuesta y llevar a Bond a beberse una birra, o un güisqui, o lo que fuera, en Casino Royale lo plantan en la barra de la timba sacándose de la manga en un plis plas una inventada combinación a la que encima le pone nombre como si fuera el camarero del Boadas.

   Para finiquitar el despropósito, las escenas de acción carecen de esa pincelada más sobria del estilo Bourne, pero también adolecen de la espectacularidad sin mesura de los Bonds antiguos. Una muestra clara de que todavía no han encontrado el camino (ni siquiera parece ser que hayan tenido intención de buscarlo), más allá de cacarearlo y vociferarlo como un logro que realmente no se ha conseguido.

   Los defensores de esta mutación se escudan en la ilusión de una dureza, fondo y oscuridad que no se ven por ninguna parte. Una vuelta a los orígenes que apenas va más allá de esa gran argucia argumental de vestir al mazas de Craig con estética sesentera. Muy poquito. Porque por más que se empeñen las plumas habituales en otorgar cierto trasfondo de dureza y realismo a estas nuevas entregas, la dureza no es ver a morritos Craig poner pose de chico Martini, con esa mirada tan azulada, que tiene la hondura dramática de haber perdido el último autobús y tener que volver caminando a casa. Es curioso, pero resulta que entre los que defienden este nuevo Bond se encuentran las habituales plumas que alaban el cine iraní pero que decapitan sin miramientos cualquier otra propuesta. Según quien te alabe...

   Otro de los argumentos de la supuesta hondura de este nuevo personaje es que se trata de un tipo descontrolado, violento sin compasión, duro. Quizá fuera así en la intención calenturienta de alguno de los guionistas, pero en estas dos entregas desde luego no, o al menos no hay más descontrol y desvarío que el habitual en las películas de género. No acata las órdenes, se ofusca y mete la pata, va por su cuenta, mata a alguien de más,  actúa en ocasiones con un exceso de violencia, es bastante lacónico, un pelo borde...

   Hasta el detective más cutre en una policiaca de serie B reúne todos estos básicos requisitos, ¡pero si hasta Jack Slater cumple con todos estos tópicos y típicos! De nuevo, demasiado poco. Bueno, eso y la pose de chico Martini de morritos Craig, siempre a punto de pasarse el pulgar por los labios con una lentitud provocadora, al menos para aquella voz en off del Tomate: “¡Ay, ay, ay!”.

 

  "La dureza no es ver a morritos Craig poner pose de chico Martini, con esa mirada tan azulada que tiene la hondura dramática de haber perdido el último autobús y tener que volver caminando a casa"  

 

   Toda una exhibición de realismo que se puede resumir en las cicatrices milimetradas que luce el bueno de Craig para mostrar que este nuevo Bond es de carne y hueso. Si hasta se corta al afeitarse. Y no solo eso, también se despeina y ensucia con una medida pulcritud. Un quiero y no puedo, o un puedo pero no he querido, que llevan a este Quantum of Solace (Díos, cada vez que la escribo no puedo quitarme de la cabeza a Gasol y Nadal en un chiringuito), a ser un producto consumible y olvidable. Sin ningún elemento que merezca la pena recordar.

   Por más que se quiera o repita o se odien las anteriores, este Bond no da el nivel, ni es creíble, ni es duro, y sufrir, pues solo debe de sufrir en silencio las almorranas por la manera que tiene Mr. Craig de tensar y apretar la mandíbula. Para conseguir trasmitir dichas loables intenciones se necesita un argumento con sentido, diálogos más o menos inteligentes (algo más que esa basura con la que establecen algún tipo de comunicación neandertal los personajes) y, por supuesto, se necesitan matices en la interpretación (más allá de las indudables cualidades del chico para anunciar cualquier tipo de licor).

   Es cierto que las antecesoras en la saga tampoco son nada especial; más bien son flojitas comedias de acción; los argumentos son básicos, los diálogos tontos y los actores tampoco van a entrar en la leyenda de la interpretación, pero al menos no son pretenciosas, no querían ser más de lo que eran: purito entretenimiento. Claro que hay que aplaudir las apuestas arriesgadas y las bonitas intenciones. ¡Plas, plas! Bien, pero al final esto es como proponer un juego de ataque y perder siempre de cinco, o intentar el triple salto con tirabuzón para darte siempre de bruces en el suelo.

   En el fondo, un resultado que era de esperar, por colocar como Bond a un hooligan que es incapaz de vestir con ni siquiera un amago de elegancia un smoking. Y desde luego si hay algo que no se puede perdonar es que James no luzca con dignidad un smoking./>

 

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