Categorías

SAINT MAUD crítica: El tormento y el éxtasis

Novedosa propuesta de terror que aporta aire fresco tanto religioso como sexual en Saint Maud

CHEMA PAMUNDI

Ahora que andamos celebrando la consolidación de una nueva hornada de autores de cine de terror obsesionados por señalizar cada plano con su marca de agua visual y narrativa (los Jordan Peele, Ari Aster, Robert Eggers...), está muy bien que otra directora recién llegada, como Rose Glass, se lance en la dirección contraria con una cinta como Saint Maud, tan contenida, natural, escueta (no llega a los 90 minutos de duración) y desprovista de efectismos pirotécnicos que, paradojas, acaba siendo una de las propuestas más radicales de la temporada.

Morfydd Clark es una enfermera cuidadora que entra a trabajar al servicio de Jennifer Ehle, una ex-bailarina ahora inválida por culpa de una enfermedad degenerativa incurable. Al poco tiempo de estar en la casa, la enfermera empezará a recibir visiones supuestamente divinas que la impelen a salvar el alma de la bailarina, bajo la promesa de que si lo hace alcanzará ella misma la santidad. Sin embargo, el camino de la rectitud es una prueba exigente, sobre todo cuando ves cómo a tu alrededor todo el mundo anda pecando y pasándolo pirata sin sufrir consecuencias. Morfydd Clark deberá ponerse a prueba de manera constante, mortificándose tanto en cuerpo como en espíritu para demostrar que es digna de tener tribuna preferente en el reino de los cielos.

 

"Virgencita, que una de mis visiones divinas sea entender el cine de Christopher Nolan"

 

Saint Maud es la observación, tan meticulosa como espeluznante, de la desintegración mental y física de una esquizofrénica, versión fervor religioso extremo. O quizás no, quizás sea la historia del proceso de purificación de una oveja descarriada a la que Dios está guiando por caminos inescrutables. No sabremos cuál de las dos opciones es la correcta hasta, literalmente, el último fotograma de la película (tan tenso que se contempla conteniendo la respiración). De hecho, uno de los principales aciertos de Saint Maud es mostrarnos los episodios de epifanía de la protagonista de manera tan ambigua que no alcancemos a dilucidar si realmente está levitando o si solo está flipando a nivel orgásmico (que esa es otra: los raptos que experimenta tienen un componente de goce sexual bastante evidente, lo cual deja entrever que a esta chica le debe de haber pasado de todo para llegar hasta ese punto).

Saint Maud es la observación de la desintegración mental y física de una esquizofrénica, versión fervor religioso extremo. O quizás no”

Por supuesto, la parte más sustancial de la película reposa sobre las espaldas de las dos actrices principales. Morfydd Clark da un recital como la alucinada enfermera Maud, con un equilibrio perfecto entre fragilidad emocional y fría determinación, entre generar la compasión del espectador y producirle dentera; pero la película no sería tan redonda sin el concurso de Jennifer Ehle en el papel de Amanda, la paciente cuyo ateismo y cínicas observaciones ante la inminencia de su propia muerte servirán de combustible para la locura de Maud. En el fondo son dos mujeres emocionalmente desamparadas, destruidas, que solo se tienen la una a la otra. Entre ellas parece flotar incluso una malsana química romántica, que no llegará a concretarse pero añadirá aún más capas de confusión emocional a la historia.

 

"Esto del Satisfyer es la hostia"

 

Y en la dirección, ya está comentado, la debutante Rose Glass hace gala de una madurez y una claridad de ideas absoluta, dando con el tono, el ritmo y la mezcla justa entre la sutileza de psicodrama y la contundencia visual propia del género fantástico que la cinta requería para funcionar. Glass subvierte los tópicos del cine de miedo, no solo dando la vuelta a la típica premisa de posesión demoníaca (lo que le ocurre a Maud, en todo caso, sería lo contrario), sino evitando las tentaciones del susto y tentetieso. Aquí la tensión no se genera mediante puertas que crujen, monstruos que acechan en la oscuridad, ni asesinatos en serie, sino simplemente centrando por completo el foco en analizar la psicología de un personaje titular inadaptado y alienado (salvando las distancias, a uno se le ocurren comparaciones con Taxi Driver), e irnos calando con una sensación implacable de fatalismo, de que la cosa no puede acabar ni medio regular.

Por ponerle algún “pero” a Saint Maud, hay cierto empacho de voz en off de la protagonista hablando con Dios (que nunca contesta) o explicándonos lo que le pasa por la cabeza. Se entiende el énfasis en hacer que el espectador vea la realidad a través de sus ojos, y que poco a poco se vaya dando cuenta de que está siguiendo a una narradora poco fiable, pero quizás si ese recurso se hubiera usado de manera más puntual habría tenido mayor impacto. En todo caso, es un apunte menor que no empaña una obra por lo demás estupenda, un agradable ejercicio de audacia en un subgénero tan trillado como el terror religioso, que llega justo a tiempo para subirle la nota media al 2020; un año que, pandemias aparte, ha flojeado bastante en cuanto a cine fantástico digno de recordar. Esta la recordaremos.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: pecadores con remordimientos de algún tipo o gente con crisis de fe en general. Si algo deja claro Saint Maud es que, como dice el refrán, para cuatro días que nos quedan en el convento, lo mejor es cagarse dentro.

No recomendada por Kuato a: seminaristas, numerarios del Opus y demás aficionados a la fantasía.

Ego-tour de luxe por: la escena en la que Maud decide meterse chinchetas dentro del calzado y salir a pasear como prueba de mortificación. No ves nada, pero te escalofrías con cada paso que da.

Atmósfera turbinea por: el mencionado plano final, tan sencillo como demoledor, que te hunde en la butaca y te deja estupefacto hasta que han acabado los títulos de crédito.

 

SAINT MAUD. Estreno en Venusville: 25/12/2020.

 

Facebooktwittermail

No hay comentarios

Agregar comentario