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SPIDER-MAN: NO WAY HOME crítica: Poder y responsabilidad

Festival arácnido con muchos invitados sorpresa a cual mejor, en Spider-Man: No Way Home

CHEMA PAMUNDI

Spider-Man: No Way Home no es la mejor película que ha salido de Marvel Studios (aunque tampoco andaría muy lejos del top), pero probablemente para muchos espectadores sí que resulte la más evocadora, la que más les recuerde por qué empezaron a leer cómics de superhéroes, por qué aún siguen leyéndolos y, en el caso de que ya no los lean, la que les lleve a preguntarse por qué dejaron de hacerlo. Lejos de ser una obra sencilla y de digestión automática para el público de blockbusters, como lo fueron Homecoming y Lejos de casa, abraza sin concesiones el espíritu de esos cómics-evento especiales de 100 páginas, que experimentan con tramas alambicadas y hacen evolucionar al personaje titular hacia una nueva fase. Es una película para que los fans veteranos de Spidey salgan del cine con temblor de piernas, y para que los recién llegados se enamoren de él sin remedio.

Claro, quienes nunca hayan vibrado demasiado con el “cabeza de red” ni con el modelo de entretenimiento Marvel pueden ponerle pegas a semejante planteamiento, pero en todo caso ese es un problema de ellos, no de la cinta, que hace justo lo que tiene que hacer para contentar a su público natural. Lo cual resulta especialmente meritorio si nos paramos a pensar que esto tenía todos los condicionantes para haber sido un desastre narrativo de proporciones cataclísmicas. Aprovechar la excusa del multiverso para cascarse dos horas y media de paradojas dimensionales con las que justificar y cerrar tres generaciones de títulos del hombre araña, a la vez que reseteas al personaje y activas una nueva macrosaga-crossover, quizás no parezca una ida de olla tan espectacular como lo de Thanos y las gemas del destino, pero desde luego era un argumento mucho más difícil de cuajar sin caer en el ridículo.

La acción, que empieza un segundo después del final de Spider-Man: Lejos de casa, se desarrolla a partir de un Mcguffin tan desacomplejadamente psicotrónico que remite al Spider-Man más juvenil (a Stan Lee le hubiera encantado): Mysterio y J.J. Jameson, mano a mano, acaban de revelar al mundo entero la identidad secreta del trepamuros, debido a lo cual la vida de Peter Parker no tarda en convertirse en un infierno, tanto para él como para todos los seres queridos que le rodean. A fin de solucionar el marronazo, a Parker no se le ocurre otra cosa que pedirle al Dr. Strange que lance un hechizo con el que todo el mundo olvide lo ocurrido, una idea de bombero que solo se verá superada por el hecho de que el Dr. Strange le haga caso; y bueno, como no podía ser de otro modo, el hechizo en cuestión pifiará, abriendo una serie de brechas transdimensionales por las que empezarán a colarse archienemigos de Spider-Man llegados de varios universos Marvel alternativos (en concreto, de los que tienen largometrajes producidos por Sony).

 

"Jamalají jamalajá, que Robert Downey Jr. firme para diez años más"

 

A partir de ahí pasan cosas aún más tochas, que no se pueden contar para no chafar la sorpresa. Que sí, que todo el mundo las conoce ya, pero vamos a hacernos un poco los tontos y comportarnos como si en nuestra dimensión no existiesen los spoilers. El caso es que, si analizamos Spider-Man: No Way Home con una lente de aumento y un espíritu crítico racional, su argumento nos parecerá un guirigay carente de sentido, salvo como puro mecanismo para propulsar la acción. Desde los poderes cambiantes del Dr. Strange (que tan pronto se saca de la manga unos pases mágicos estilo deus ex machina, como parece que se le olvide por completo hacer magia), hasta el hecho mismo de que cada villano se encuentre en el punto vital exacto que le conviene a la película para molar (cuando, realmente, en su dimensión de origen nunca coincidieron en el tiempo como supermalos). Sin embargo, Spider-Man ha sido siempre un héroe mucho más apegado a lo emocional que a lo racional. Sus aventuras funcionan en la medida en la que nos emocionan, y en ese apartado el trabajo es sobresaliente.

El tema del superhéroe que da sentido a sus poderes a través de una tragedia personal siempre ha sido el conflicto fundacional de Peter Parker/Spider-Man, un conflicto que suele coagular cuando algún ser querido le dice la frase “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” justo antes o después de que le caiga encima un piano. En esta nueva iteración del personaje aún no habíamos visto dicha evolución (aunque en la saga de Thanos el chaval ya pasó su rato chungo con la desaparición de una figura paterna como Iron Man), y No Way Home supone por fin que Parker deje atrás la adolescencia y entre en la edad adulta, a base de cometer errores, asumirlos y tomar algunas decisiones bastante dolorosas para corregirlos. Spider-Man, al que se considera en general un superhéroe luminoso, ha pasado también por periodos de intensas tribulaciones y angustias espirituales a lo largo de su existencia en los comics (casi toda la etapa ochentera dibujada por John Romita Jr., por ejemplo), y la película lo conduce hacia ese territorio de manera primorosa. Madurar es un camino sin vuelta atrás. “No way home”.

"Spider-Man: No Way Home es un cierre de trilogía inteligente, divertido, sorprendente, fresco y carismático, pero sobre todo es emocionante"

Lo único que separa a este espectáculo fenomenal de una nota perfecta es el exceso de duración ya habitual en el cine de Marvel. Más que nada por cierta reiteración de planteamientos que ya habían quedado claros en las anteriores peripecias del personaje y no necesitaban volver a remarcarse. También hay minutos de más para algunos personajes secundarios como Happy Hogan (el noviete de la tía May) o Ned (el mejor amigo graciosillo), que no son TAN interesantes, aunque resulte lógico darles cierto peso para que la oscura conclusión de la película tenga la “gravitas” adecuada. En este aspecto, no obstante, se echa algo de menos la inteligente mezcla de complejidad psicológica y economía narrativa del Spider-Man 2 de Sam Raimi, una cima de guion que sigue sin haber sido igualada, no solo en el cine del hombre araña sino en el de superhéroes en general.

Por suerte, Spider-Man: No Way Home no se aparta durante demasiado rato de lo que funciona; y lo que funciona son las interacciones de Peter Parker con los personajes de auténtico peso: MJ (Zendaya aporta una frescura y credibilidad que justifica cada centavo pagado para contratarla), la tía May, el Dr. Strange y, sobre todo, esos “otros dos tíos” a los que no podemos mencionar pero que tú ya sabes quiénes son. Sus conversaciones a tres bandas comparando lanzarredes, combates, amoríos y supervillanos son absoluta crema.

 

"Nada, según todos los sitios, Tobey Maguire y Andrew Garfield no salen"

 

Y, sí, hablemos un poco más de los malhechores. Spider-Man: No Way Home maneja nada menos que a cinco de ellos, todos llegados del “Sonyverso”. Más allá del efectismo del asunto, están excelentemente insertados en la trama, no la saturan en absoluto y dejan un poso memorable (tres logros no tan comunes en el cine de Marvel, que a menudo tiene cierto problema de mediocridad con sus villanos). Por supuesto, a ello contribuye el carisma y desempeño de sus intérpretes, Alfred Molina, Willem Dafoe y Jamie Foxx, pero aparte de eso están muy bien desarrollados tanto en personalidad como en motivaciones, sus interacciones mutuas tienen chispa (este tipo de “colegueo” entre malosos es otro aspecto que siempre ha estado muy presente en sagas de tebeos como las “Secret Wars”, pero apenas se había visto en la gran pantalla), y enriquecen el universo de la franquicia convirtiendo su amalgama de líneas temporales en un todo coherente. Antes de esta película, Spider-Man tenía tres sagas distintas e intermitentes. Ahora tiene una mitología sólida.

En el apartado “es la hora de las tortas”, la cinta puntúa más alto que sus dos precedentes inmediatas (el director Jon Watts se ha ido puliendo bastante en este aspecto con el paso de los años). Hay un combate contra Octopus y Duende Verde en una autopista que es dinamismo puro, una persecución cruzando portales dimensionales con Dr. Strange que es una orgía visual, y una macropelea final que logra esquivar la sensación de agotamiento que a menudo producen este tipo de escenas (tuvimos un ejemplo reciente con el estiradísimo clímax de Shang Chi y la leyenda de los diez anillos) gracias a la carga emocional y metafórica que arrastra, y a la tensión de que, por una vez, no estés demasiado seguro de lo que va a ocurrir.

Por muy calculada al milímetro que esté (y lo está, claro; no se van a poner a improvisar cosas en una superproducción de 200 millones de dólares…), Spider-Man: No Way Home es bastante más que el mero intento de amalgamar una franquicia que flotaba esparcida entre dos productoras. Es algo nunca antes visto (o al menos yo no lo recuerdo). Marvel podría haberse limitado a facturar otra aventura en piloto automático de su personaje más popular, con una nueva versión del Dr. Octopus o el Duende Verde, y ningún fan se habría quejado; pero en lugar de eso se ha cascado una pirueta arriesgadísima, y le ha salido clavada. Es un cierre de trilogía inteligente, divertido, sorprendente, fresco y carismático, pero sobre todo es emocionante, con varios golpes de efecto que abren heridas indelebles en la versión actual del personaje, y otros que las cierran (por fin) en sus encarnaciones anteriores. En ambos casos, cuesta contener las lágrimas a poco que le tengas cariño al bueno de Peter Parker. Para cualquiera que haya tenido alguna vez un poster, una camiseta, un muñeco o una colección de tebeos de Spider-Man, esta película es el Bien absoluto.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Venus Hall of Fame

INF VNV 5

Recomendada por Kuato a: quien quiera una buena ristra de motivos que le demuestren por qué Spider-Man es el mejor superhéroe que ha parido Marvel.

No recomendada por Kuato a: todos los que andaban diciendo que Marvel Studios se estaba pochando, que su “fase 4” no despegaba y era aburrida, van a tener que hacer horas extra para encontrar argumentos con los que defenestrar esta puñetera fiesta.

Ego-Tour de luxe por: los mil y un detallitos que la unifican con las cintas de Toby Maguire y Andrew Garfield, desde varias escenas con planos calcados para reforzar la sensación de universos paralelos (incluyendo el Spiderverso del film de animación), hasta la escena final en la que Spidey surca la ciudad, enfundado en una versión tan absolutamente clásica de su uniforme, que parece salido de una viñeta de Steve Ditko.

Atmósfera turbínea por: la secuencia post-créditos, que anuncia la siguiente entrega de la serie. Se entiende lo que pretenden hacer los guionistas, pero es el único momento fofo y postizo en los 148 minutos que dura la función.

 

SPIDER-MAN: NO WAY HOME. Estreno en Venusville: 17/12/2021.

 

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