SÓLO LOS AMANTES SOBREVIVEN crítica: Qué bello es morir

Qué bello es morir

Tom Hiddlestone y Tilda Swinton emulan a Mario
Vaquerizo y Alaska como vampiros rockeros

Por Anna Bou

<Lo peligroso de los universos personales es que los defensores acérrimos terminamos por agradecer incluso sus agujeros negros. Eso es lo que ocurre con el universo Jim Jarmusch, cuyas películas que menos me gustan (Flores rotas y Los límites del control) también celebro. Hago la vista gorda con este director y guionista de cine independiente, a quien le debemos joyitas como Noche en la Tierra, Dead Man, o Ghost Dog: el camino del samurái. Porque lo bueno de Jarmusch es que siempre cuenta algo especial de manera especial. Y porque, además, en medio de la oscura Edad Media cinematográfica que nos ha tocado vivir, con esta peste negra en forma de películas vampírico-adolescentes, nos llega Jarmusch, el cruzado indie, con esta película bella e inteligente, con permiso de la sueca Déjame entrar.

Sólo los amantes sobreviven cuenta la historia de Adam (Tom Hiddelston) y Eve (Tilda Swinton), un matrimonio vampiro, aunque él vive en Detroit, y ella en Tánger. Ante el sopor vital de Adam, Eve viaja junto a su rockero y lánguido marido suicida, para volver a vivir juntos su intensa existencia vacía, antes de que Ava (Mia Wasikowska), la hermana de Eve, estorbe su fastidiosa paz. Estamos ante una película bellísima que atrapa desde el minuto cero con los dos vampiros girando como discos de vinilo, referencia nada casual ya que Jarmusch también es músico, por eso la música de todas sus películas está siempre cuidada al milímetro. De hecho, "Sqürl", el grupo musical del propio Jarmush, es quien firma aquí la excelente banda sonora.

"Dicen Alaska y Mario que o dejamos de copiar su Reality o nos demandan por plagio"

Que los protagonistas sean vampiros es la clave de Sólo los amantes sobreviven: la elección no es la excusa para iniciar una historia de amor babosa como el chicle que se pasan dos adolescentes en medio de un beso high school, ni es una maratón para ver quién muerde más rápido damas con cuello de Cleopatra, no, aquí la intención es hablar del mundo y su tufo a vida, y ¿quién mejor que los vampiros, que son testimonios durante siglos enteros del (des)progreso de la humanidad, de la sucia humanidad? Eso es lo que hacen estos carismáticos Adam y Eve, pues la gracia de la película es verlos divagar sobre la vida, hastiados y cultivados hasta la extenuación. Es como si las almas de este par de vampiros sufrieran el síndrome de Diógenes, en las cuales se han acumulado conocimiento, plantas, música (mucha), platos sucios, retratos de escritores, maletas, mundo y polvo, mucho mundo, mucho polvo.

"La gracia de la película es verlos divagar sobre la vida, hastiados y cultivados hasta la extenuación. Es como si las almas de este par de vampiros sufrieran el síndrome de Diógenes"

En cuanto a la aportación vampírica, lejos quedan los tópicos ajos y ataúdes, bellos tópicos, por cierto, en comparación con que los vampiros brillen purpurinos al sol, gilipollez que debemos a Crepúsculo, esa saga que debería estar encerrada en las duchas de la prisión, agachándose para coger el jabón (ya me entienden). Hiddelston es un vampiro rockero, Swinton es elegante como una condesa en horas bajas, ambos son la mar de cools con sus guantes de seda y sus noctámbulas gafas de sol. Para conseguir sangre, tienen su propio sistema modernamente higiénico, y se toman sus chupitos -o polos- de hemoglobina que degustan con la alegría de un tripi. Y en cuanto al tema de las estacas de madera, aquí se nos presenta un método infinitamente más eficaz de exterminio. Aunque, tal y como he comentado, el sustrato vampírico que más importa es el de la eternidad, planteándonos si merecería la pena ser eterno, y es más, si merecería la pena tener eternamente la misma pareja, pues en el fondo estamos ante una historia de amor.

"La próxima vez en lugar de a Alaska y Mario, copiaremos a Antonio y Merche de Cuéntame"

Pero, sin ningún lugar a dudas, Sólo los amantes sobreviven no sería una película tan claustrofóbicamente mágica sin sus dos actores, que están sublimes. A nivel físico son apabullantes, tan largos y delgados como dos signos de admiración, con esas pelos crepados como melenas de animales perdidos. Hacen una pareja perfecta. Y, a nivel anímico, Tom Hiddelston es seductor como un poeta maldito, tan frágil, tan interesante, tan rockero, tan desmayado... y Tilda Swinton, cada vez más diosa, con ese look tan etéreo y a la vez tan fuerte, camaleónica como un David Bowie en femenino. Y no nos olvidemos de John Hurt como Marlowe, el escritor que, según la leyenda, escribió las obras de Shakespeare.

Sólo los amantes sobreviven es una película carismática, libre, culta (las referencias literarias son una constante en la filmografía de Jarmusch), pero sin ser prepotente. Queridos venusvilleros, perdérsela debería considerarse pecado. Yo les juro que, ante esta Eve y este Adam, estuve a punto de entrar en la pantalla y ofrecerles mi cuello para que me convirtieran, y así pasar la eternidad con ellos, escuchándolos mientras sobrevivimos a los zombies, que es como llaman a los vivos, mientras dejamos pasar el angustioso tiempo con la mirada baja, lánguida, agriamente bella./>

INFORME VENUSVILLE

		Sentencia Quaid: Venus Hall of Fame



		Recomendada por Kuato a: las parejas que llevan muchos años juntos y ya no se aguantan, que se planteen qué pasaría si fuesen eternos; todavía están a tiempo de enmendar el error.

		No recomendada por Kuato a: los que busquen acción. Aquí el diálogo es "la acción", escuchar cómo hablan este par de personajes da un placer casi místico. A quien no le guste escuchar, mejor abstenerse.

		Ego-Tour de luxe por: cuando Eve y Adam bailan, con sus batas de cama del siglo de la catapúm, y sus melenas revueltas como si se acabaran de levantar; aunque tendría que parecer todo lo contrario, el resultado es altamente sexi.

		Atmósfera turbínea por: el título, ya que *Sólo los amantes sobreviven* suena a título de película de James Bond; es un título primo hermano de *Desde Rusia con amor* o Sólo se vive dos veces, es decir, nada más lejos en cuanto a declaración de principios.