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TRANSFORMERS artículo: Las conejitas de Michael Bay

De la cachonda Megan Fox a la cándida Rosie Hungtinton-Whiteley, de todos los tipos

ROBERT THORNHILL

Además de la aparición de Sentinel Prime y de algún otro nuevo transformer para añadirse a la fiesta robótica, la nueva entrega de la saga Transformers, El lado oscuro de la luna, tiene como principal novedad la substitución de la chica bombón que debe aparecer para deleitar al espectador abrumado por los efectos especiales, la cámara temblequeante de Michael Bay, y toda la parafernalia armamentística que acompañan las pelis del zar del cine palomitero. Este cambio del ingrediente erótico y carnal nos obliga a realizar una   sesuda, pormenorizada y machista comparación entre Megan Fox y Rosie Huntington-Whiteley, dos mujeres de bandera que quitan el hipo sólo verlas.

Sin embargo, antes de celebrar dicha confrontación, es preciso realizar unos apuntes acerca de la figura perversa y lasciva del director de Transformers, quien no me extrañaría que en sus sueños más libidinosos se viera dirigiendo una peli X, sobre todo para realizar el casting femenino. En sus comienzos (ya saben, Dos policías rebeldes, La Roca, Armageddon…) se dedicó simplemente a hacer cine espectáculo efectista haciendo disfrutar al espectador con una acción trepidante y un montón de fantasmadas. En cambio en La isla comenzamos a entrever sus oscuros objetos del deseo. No nos engañemos, aunque se pueda considerar una típica obra de la factoría Bay, nada hubiera sido lo mismo sin la heroína de la función, la voluptuosa y con cara de vicio Scarlett Johansson, que hace de la perfecta clon Jordan Delta-Dos

 

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Michael Bay en su segunda casa... con su segunda familia

 

Cierto es que se le puede perdonar que fuera por exigencias del guión, pero a la moza la embuten en un traje de buzo en que se le marcan todas sus innumerables curvas (sobre todo esos pechos frondosos…), le hacen resaltar esos labios carnosos (y según parece no operados) y la dotan de un semblante angelical que, como no puede ser de otra manera, incitan el irrefrenable deseo de Ewan McGregor y de paso despiertan los más bajos y sucios instintos sexuales de los espectadores varoniles.

Esta película hizo ver al hasta entonces casto Michael Bay que el cine era algo más que aviones, naves espaciales y soldados americanos salvando el mundo. Había descubierto que una mujer vestida convenientemente, con ciertas medidas y labios que hacen imaginar todo tipo de guarradas, podía ser la guinda a su cine juvenil excitando la libido del personal. A este hecho hay que sumarle su lujurioso estilo de vida, puesto que el tío listo tiene como segunda residencia la “soñadaportodos” Mansión Playboy (hasta tal punto que se perfila como el sucesor de Hugh Hefner cuando el viejo la palme), que está casado con una ex playmate (Lisa Dergan), y que según parece se ha tirado a la mitad de esas macizorras que nosotros sólo hemos visto en algún powerpoint guarrete, Pamela Anderson incluida.

"Rosie Hungtinton-Whiteley no tiene esa cara de guarrilla que tiene Megan Fox; Rosie está hecha un palillo como toda buena modelo de lencería"

Y así llegamos a Transformers, en la que entre toda la maraña de esos Mazingers Z que hablan y el pipiolo del Shia LaBeouf, nos obsequia con la presencia de Megan Fox en las dos primeras partes y de Rosie Huntington-Whiteley en esta tercera.  En común tienen su condición de modelos: la Megan se movía en el ramo de la publicidad y la Rosie en el más sugerente campo de la ropa interior femenina, concretamente para Victoria’s Secret. Como es de suponer que ambas no fueron contratadas por sus facetas cinematográficas anteriores, sino porque las dos están para mojar pan, Michael Bay les dedica en cada película un par de secuencias a cámara lenta para que se nos caiga la baba saboreando los contornos de su cuerpo.

En cuanto a sus diferencias, creemos que el cambio de chica-florero no ha sido beneficioso para la saga. En Venusville ya les hemos ido informado de las desavenencias de la Fox y Michael Bay, sobre todo provocadas porque a Megan se le subió el éxito a la cabeza y además cometió un error imperdonable: adelgazar (con lo que perdió parte de su atractivo, es decir, carne, pecho, carita de vicio…). Eso, al salido del Michael no le sentó bien y se la ventiló en un plisplas.

 

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Abrir o salir de un coche, todo un arte que no está al alcance de cualquiera

 

Rosie Hungtinton-Whiteley no tiene esa cara de guarrilla que tiene Megan Fox (que con ese nombre ya podría trabajar en cualquier puticlub), que además por su condición de yanqui y de sus dietas altas en colesterol está muy rellenita y de muy buen ver. Rosie, británica ella, está hecha un palillo como toda buena modelo de lencería, y aunque tiene unas piernas de infarto, le falla esa cara con labios de Esther Cañadas (presuntamente operados) que a veces se hacen incluso desagradables a la vista.

Desde el Diario de Venusville recomendamos que Michael Bay lime las asperezas con Megan Fox y le obligue a comerse unos whoppers para que pueda volver a tener ese cuerpo orondo y redondo en Transformers 4.

 

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