CUERPO ABIERTO (O CORPO ABERTO) crítica: Mucho folk para tan poco horror

Historia con folk horror en la campiña gallega, con más folk que horror, en O Corpo Aberto

Estaremos todos de acuerdo en que por lo general, nos sabemos más los cuentos y leyendas del extranjero que de nuestra Españita. Es lógico en parte porque sólo nos llega lo mejor de cada casa y nos ahorramos una buena turra de historias clónicas sin demasiado interés. Pero que estamos repletos de cuentos legendarios, a menudo creados desde un hecho real “salpimentado” con fantasía, es por todos sabido. Se conoce que por toda la zona más norteña, donde los bosques son muy espesos y oscuros, y las montañas altas y frías, había presencia real de brujas.

No tanto la idea romántica sobre viejas que echaban maleficios y se llevaban a los niños para comérselos, sino más bien mujeres que entendían de botánica y de remedios caseros, que hacían de parteras y que, tal vez, fueran un poco más solitarias de lo habitual, pero no como para quemarlas vivas en una pira por ser novias del Diablo. Pero sí que daban mucho juego para inventarse historias sobre su figura, siempre desde la maldad y la magia negra, y muy pocas veces desde la comprensión y la lógica. O Corpo Aberto habla de una manera muy indirecta de este tema, mezclado con la sabiduría popular, la superstición, el analfabetismo y vivir en el culo del mundo.

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La historia cuenta las peripecias de Miguel, un maestro de la ciudad de principios de siglo XX, que ha sido contratado para intentar encauzar a los chavales de la aldea de Lobosandaus, un pueblo gallego perdido en medio de ninguna parte que está a tocar de Portugal. El tipo es un hombre racional al que la vida de este peculiar pueblo le sorprenderá de muchas maneras: vida silvestre, chicos asalvajados, fervor religioso, cultos paganos, muertes misteriosas... Vamos, que el chaval no se va a aburrir.

La ambientación de la película y del peculiar pueblo es prácticamente perfecta, una atmósfera entre gótica y victoriana que inunda en todo momento la pantalla, a la par que un vestuario totalmente inmersivo. O Corpo Aberto es la adaptación de la historia corta llamada “Lobosandaus” de Xosé Luis Méndez Ferrín, que está incluida en el libro antológico “Rayanos”, aunque en la película explora un poco más allá de donde termina el relato.

“La etiqueta de folk horror encaja a la perfección en O Corpo Aberto, aunque no tanto por el componente terrorífico, pues éste va asomando la patita aquí y allá sin acabar de entrar de pleno”

Y sin haberlo leído, aquí tengo un pequeño pero, y es la espesa simbología de todo lo que ocurre en la cinta, un argumento que se va siguiendo pacientemente, pero que llegado a cierto punto, se vuelve bastante extraño y complicado de seguir, y ves que las cosas pasan un poco porque tienen que pasar.

Aunque tras este pequeño tirón de orejas que tal vez sea más culpa mía que de la propia cinta, nos plantamos ante una historia que destila tragedia y estilo por todos sus poros, desde la llegada de la diligencia, recubierta de niebla y de la constante amenaza que suponen las fuerzas del orden en una tierra que se forja su propia ley, pasando por la dura vida del campo, y acabando en la liberación del alma en unos festejos del carnaval, que tienen más de alucinaciones faericas y de culto a extraños símbolos que a la pantomima que tenemos hoy en día.

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La etiqueta de folk horror encaja a la perfección en O Corpo Aberto, no tanto por el componente terrorífico, pues éste va asomando la patita aquí y allá sin acabar de entrar de pleno. Es una cinta en el que las sombras y la oscuridad están presentes, pero tienen un papel mucho más testimonial de lo que podría pensarse en un primer momento. Aún así, todo es lo suficientemente extraño y confuso para poder etiquetarla sin problemas.

Debuta la directora Ángeles Huerta en una obra de ficción con una historia pequeña en valores de producción, pero ambiciosa en el aspecto narrativo. El elenco está muy bien escogido, empezando por los protagonistas, un Tamar Novas como el sufrido Miguel en un papel totalmente autodestructivo, y también Victória Guerra como Obdulia, quien su química con cada uno de los personajes con los que interactúa es total. En un papel más secundario pero que probablemente sea la interpretación más remarcable, está María Vázquez. Y si antes alababa la ambientación, los valores de producción y el vestuario, debo sumar también la fotografía, que aunque no sea difícil capturar la belleza del bosque gallego, no es menos meritoria.

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