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SITGES 2013 crónica día 2: Welcome to the jungle

   

Welcome to the jungle

2º día de festival: Upstream Color; The
Green Inferno; The Jungle; Magic Magic

Por Chema Pamundi

 

<Hoy me he enterado de otra lamentable víctima colateral de las estrecheces presupuestarias por las que transita el Festival: ha desaparecido la sala de proyecciones, que tantas tardes me había llenado y tantas crónicas me había salvado (permitiéndome ver pelis que de otro modo no podría haber cubierto, ya fuera por incompatibilidad de horarios, por no tener ticket, o por cualquier otro motivo). Era un servicio del Festival que cumplía con creces su cometido (siempre había alguien usándola, y en muchos momentos estaba llena), y el único gasto que requería eran seis mesas con televisión y reproductor de DVD, y un tío vigilando. No acabo de ver qué se ha ganado con eliminarla, pero unos cuantos la echaremos de menos.

   Su desaparición implica que aún voy a ir más encorsetado de lo normal para cuadrarme la agenda y mantener el ritmo de películas diarias al que estaba acostumbrado. Un cuadre de agenda, por cierto, que me veo obligado a improvisar cada día porque no sé si me voy a poder colar o no en alguno de los pases de tarde del Auditori. Voy a todas horas con cinco documentos en la mano, consultándolos de forma cruzada como si estuviera descifrando un mensaje en clave o buscando un tesoro: las parrillas de prensa del Auditori, el Retiro y el Prado, más la parrilla diaria de eventos de prensa y el programa de mano con los pases de público. Estoy perdiendo cordura a marchas forzadas, y solo estamos en la segunda jornada de festival. Probablemente llegaré al sábado que viene igual de chalado que Jack Torrance en El resplandor, vagando por los pasillos del hotel Melià hacha en mano, en persecución de niños imaginarios montados en triciclo. “All work and no play, makes Chema a dull boy”, y tal...

 

 

Upstream Color (Shane Carruth. EE.UU., 2013)

> UPSTREAM COLOR ficha, fotos y tráiler

 

   A Shane Carruth se le ha ido la mano. Hace nueve años, con la brillante pero un tanto opaca Primer (película sobre dos matemáticos que inventaban una máquina del tiempo, y que revolucionó el panorama del cine fantástico indie), ya dejó entrever que no era un director que hiciese películas para el público sino para sí mismo (recordemos la incomprensible jerga científica que impregnaba los diálogos). Pero es que su nueva obra, Upstream Color, parece haber sido hecha completamente de espaldas a la audiencia. Es poética, evocadora y morfológicamente impecable, sí, mezclando las imágenes y la omnipresente música con un buen gusto exquisito… pero ni siquiera estoy seguro de que podamos llamarla “película”. Es una mera sucesión de secuencias deslabazadas sin apenas un hilo conductor que las conjunte. Es un anuncio de colonia de hora y media.

 

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"Podríamos haber citado a Chris Angel en vez de a Anthony Blake, pero pedía mucha más pasta"

 

   La cosa empieza con una muchacha llamada Kris, a la que un vivales hipnotiza inoculándole un gusano parásito que le genera alucinaciones. A partir de ahí, el tipo le ordena llevar a cabo diversas tareas rollo Anthony Blake (“ahora vas a beber agua de esta jarra y te va a parecer un elixir irresistible”, “ahora vas a escribir cosas en papelitos y vas a hacer origami con ellos”, “ahora vas a sacar toda tu pasta del banco y me la vas a dar”, “ahora vas a memorizar entero este libro”…). Un buen día el vivales desaparece. Tiempo después Kris conoce a Jeff, un muchacho que al parecer ha pasado por la misma experiencia que ella, y ambos se dan cuenta de que están “conectados” el uno con el otro de manera muy profunda. Al parecer, el culpable de todo este tinglado es un granjero de cerdos (¿qué pretende? Ni puta idea). El chico y la chica empiezan a mantener una retahila de conversaciones ininteligibles, intercaladas con numerosos planos de cerditos haciendo cosas (correteando, retozando, comiendo, mirando a cámara…). Creo que más o menos ha sido aquí cuando me he dormido…

   Al volver a despertarme, quince minutos más tarde, estábamos más o menos igual (los dos protagonistas dándole a la sinhueso, y los cerditos correteando), así que no me he sentido mucho más confuso de lo que ya estaba. Supongo que al fin y al cabo, de lo que intenta hablarnos Shane Carruth es del aislamiento emocional en el que vivimos los seres humanos y todo eso, pero seguramente es un discurso que podría comunicarse de una manera más amena y menos pedante. Una película, por muy abstracta que sea, debe tener algún factor emocional al que agarrarse para poder ser apreciada, ya sean personajes interesantes o una trama que te implique. El hecho de que Upstream Color sea muy complicada de seguir no la convierte automáticamente en una gran obra. A este respecto, al final de la proyección ha sido gracioso ver a un grupo de hipsters tratando de autoconvencerse de que les había gustado, seguros de que aquello debía de esconder una verdad artística absoluta de la que querían formar parte a toda costa (frases como “no la he entendido, pero es que no hay que entenderla”, lo decían todo).

   Se diría que en Upstream Color Shane Carruth persigue como un loco la sombra del Terrence Malick de El árbol de la vida, pero lo que le ha salido es un To the Wonder como la copa de un pino. Si esto es lo que tenía que ofrecernos tras nueve años de silencio creativo, creo que podremos esperar sin prisas hasta su próxima película, allá por el 2022.

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Congelada en carbonita
     

 

 

 

The Green Inferno (Eli Roth. EE.UU., 2013)

> THE GREEN INFERNO ficha, fotos y tráiler

 

   Tras ocho años apartado de las labores de director de largometrajes (o sea, desde Hostel 2), Eli Roth ha vuelto por fin a ponerse tras la cámara. Lo ha hecho con la idea de homenajear al Ruggero Deodato de Holocausto Caníbal (entre otros muchos referentes), y en el proceso ha completado la que es, de muy largo, su mejor película hasta la fecha.

   Una docena de jóvenes activistas americanos, tan entusiastas como naïf, se adentran en el Amazonas peruano para montar una protesta contra una empresa constructora que está deforestando esa zona, y que amenaza con aniquilar a los indígenas locales. La operación, que al principio parecerá tener éxito, degenerará rápidamente en catástrofe, cuando los jóvenes tengan un accidente y caigan en manos de una tribu de salvajes caníbales dispuestos a hacerse una barbacoa fina con ellos.

 

CRÓNICA_2_2

"Es la última vez que vengo a Sudamérica a celebrar una Tomatina"

 

   La primera parte de The Green Inferno es poco menos que un libelo en el que Roth se chotea con bastante mala baba de la cultura buenrollista de las ONGs, la hipocresía de los activistas de salón, el paternalismo progre, y en general todo lo relacionado con “el negocio del medio ambiente”. En su segunda parte, la película muta en el festival de horror ultra-cafre que cabría esperar, con un elevado nivel de casquería gráfica, muy pocas cortapisas morales, y buena mano para jugar con algunos de nuestros miedos primordiales (perderse en la naturaleza, estar encerrado sin escapatoria esperando a que te maten, ser mutilado y comido vivo…). Ambas partes de la película funcionan estupendamente, tanto por separado como en conjunto, pues ese metraje inicial que Roth ha empleado en dar profundidad a los personajes obra maravillas para que, cuando luego empiecen a ser pasados a cuchillo, se nos pongan los cataplines por corbata. En realidad es casi la misma estrategia narrativa que el director ya utilizó en Hostel, pero aquí está más depurada.

   En el cine de Roth no hay simple intención de explotar lo que funciona, sino auténtica pasión de aficionado al género. Sus películas son cantos de amor a la serie B con la que creció, y transmiten una especie de euforia cinéfila contagiosa. Tampoco se limitan a ser meras fotocopias referenciales, porque Roth siempre sabe darles una vuelta de tuerca para adaptarlas a su personalidad como cineasta (generalmente por la vía de la comedia burra). The Green Inferno tiene cosas (muchas) del Ruggero Deodato de Holocausto Caníbal, del Umberto Lenzi de Canibal Ferox, del Sergio Martino de La montaña del dios caníbal (y de muchos otros títulos, todos los cuales se citan por cierto en los créditos finales, a modo de “filmografía recomendada”)… pero a la vez es una película 100% Eli Roth. Un clásico instantáneo del gore moderno. Ya tocaba ver algo bueno en este puñetero festival…

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     

 

 

 

The Jungle (Andrew Traucki. Australia, 2013)

> THE JUNGLE ficha, fotos y tráiler

 

   Tras la diversión de The Green Inferno, seguimos en la selva, aunque esta vez sea para mal. En The Jungle tenemos a un par de hermanos que se aventuran en la jungla indonesia con la intención de filmar y proteger al leopardo de Java, una especie en peligro de extinción. Los dos protagonistas van al asunto muy bien preparados, con sus guías nativos, su tienda de campaña mimética y toda la pesca, pero a la hora de la verdad va a dar lo mismo, pues a medida que se adentren en la espesura empezarán a ser acechados por un depredador bastante más grande, inteligente y peligroso que los meros felinos.

 

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"Gracias al formato Found Footage nocturno disimulamos que la hemos rodado en el jardín de casa"

 

   Otra certificación más del agotamiento del formato found footage. Esto de The Jungle es como una versión australiana de El proyecto de la bruja de Blair (idéntica estructura dramática, incluso), pero con leopardos en vez de bruja, y con carisma cero. Hora y media mirando árboles, lianas, arbustos y matorrales a través de cámaras de visión nocturna, sin la menor capacidad para generar tensión en el espectador, que sabe perfectamente todo lo que va a suceder a cada momento y hasta en qué orden van a ir palmando los personajes (que no es que te la pelen: es que te acabas poniendo del lado del monstruo simplemente para que la película se acabe cuanto antes). Es bastante de vergüenza que este año haya tantas buenas películas relegadas a proyectarse en el destartalado cine Retiro, mientras que un subproducto de fin de curso como The Jungle, que ni siquiera tiene calidad cinematográfica para ir directo a DVD, encuentre cabida en un pase de sábado en el Auditori. Ni puta gracia.

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones
     

 

 

 

Magic, Magic (Sebastián Silva. EE.UU., Chile, 2013)

> MAGIC, MAGIC ficha, fotos y tráiler

 

   Quién iba a decir que una película a priori tan inofensiva como Magic Magic sería una de las que más polarizaría al público y la crítica del festival. Pero en efecto, así es, la cinta de Sebastián Silva está generando tantos elogios como descalificaciones. Personalmente creo que ni tanto ni tan calvo…

   Alicia (Juno Temple) es una muchacha con insomnio y algún tipo de trastorno psicótico latente, que se va de vacaciones a una casa de campo en la campiña chilena junto con su prima Sara y un grupo de amigos de ésta, Barbara, Agustín y el estrafalario Brink (Michael Cera). La cosa empieza con cierta normalidad, pero se va enrareciendo a medida que Alicia se pone peor de lo suyo, una situación que los amigos de Sara no ayudan precisamente a mitigar: Brink le gasta bromas cansinas que no sabe cuándo parar, Barbara se comporta como una institutriz plasta que todo el rato le echa la bronca diciendo que hace demasiado ruido, y una buena noche a Agustín se le ocurre la genial idea de jugar a hipnotizarla. O sea, la receta ideal para que la situación se acabe saliendo de madre.

 

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"Cuidadín con Michael Cera, que dejó preñada a Ellen Page en Juno"

 

   Los principales reproches que se le pueden hacer a Magic Magic son lo indisimuladamente tenue de su trama (durante buena parte de la película no pasa absolutamente nada), su falta de claridad dramática (en ciertas escenas parece estar contada desde el chalado punto de vista de Alicia, pero en otras adopta una perspectiva neutral, lo cual acaba despistando), y un final tremebundo que no acaba de resultar creíble ni tampoco te remueve a nivel dramático, porque la verdad es que es muy complicado implicarse emocionalmente con una película en la que te gustaria estrangular a los cinco protagonistas (incluyendo a Alicia) con una cuerda de piano.

   Y sin embargo, Magic Magic también tiene sus valores positivos: las excelentes interpretaciones de  Juno Temple y Michael Cera, que se lo curran para dar profundidad a unos personajes que apenas tienen trasfondo (ella interpreta su papel habitual de tarada, pero él se destapa con un rol muy distinto del galán indie al que nos tiene acostumbrados), una puesta en escena que te pone nervioso sin razón aparente (no querría pasar un fin de semana con esa peña y en esa casa ni harto de vino), y un tono de ensoñación bastante logrado en los periodos alucinatorios de Alicia. En todo caso, argumentos demasiado pobres a favor y en contra como para catalogar a Magic Magic de nada más que un experimento que se deja ver. Dicen que en muchas buenas historias lo más importante no es el destino sino el propio viaje, pero incluso repitiéndome ese mantra me cuesta disfrutar de una película como ésta, que simplemente no parece querer ir a ninguna parte.

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Dos Caras Harvey
     

 

 

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> SITGES 2013 crónica 1: Crisis, what crisis?

Primer día de festival: Contracted;
Byzantium; Grand Piano; Rigor Mortis

Por Chema Pamundi


 

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