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LA CASA DE JACK crítica: Como en casa en ningún sitio

Thriller psicológico con serial killer y todas las filias de Lars von Trier en La casa de Jack

CHEMA PAMUNDI

En la misma medida en la que estamos viviendo una oleada de puritanismo agilipollado, que se pasa el día criminalizando el derecho de cualquier artista a resultar transgresor (los humoristas son los que más están pillando, como de costumbre), no se puede negar una pulsión similarmente ridícula de cierto hipsterismo cultural por elevar cualquier presunta provocación, sin importar lo tendenciosa o hueca que resulte, a la categoría de opus magna, sobre todo cuando su autor es considerado un genio en piloto automático. Resulta difícil encontrar críticas objetivas sobre la obra de Lars von Trier, cuando hay tanta gente que ya ha decidido desde el minuto uno que es un cantamañanas cuente lo que cuente, mientras en la trinchera de enfrente hay un overbooking de fans acríticos dispuestos a defender que, cuando el director danés emite una ventosidad, en realidad está componiendo música sacra. La casa de Jack no va a ser ni de lejos la película que zanje este debate (de hecho pretende todo lo contrario), pues es a partes iguales sutil y torpe, brillante e idiota, moderna y apolillada, sincera y tendenciosa, divertida y peñazo. Sin embargo, al menos tiene la virtud de dejar en ridículo a todo el mundo: al club de fans de von Trier, a los detractores de von Trier, y a von Trier. Aquí no se libra, literalmente, ni Dios.

Hay dos opciones a la hora de enfrentarse a La casa de Jack: la opción A es tomársela como la exposición pública de las tripas del director, incluyendo su machismo rampante, su condición autoimpuesta de demiurgo (y por lo tanto de pedante extremo), su amplia colección de fobias, sus devaneos ideológicos con el nazismo y esa fama de ogro social que tanto rechazo provoca entre muchos de sus colegas. Si la vemos así, no hay nada que discutir sobre ella, porque es von Trier diciéndote “Este soy yo, así de despreciable soy, y si no te gusta te jodes”. La opción B es verla como un slasher con mensaje (aunque en realidad sea justo al revés: un manifiesto moral con rebozado de género de terror), en cuyo caso podríamos hablar un poquito de cine. Dado que a mí personalmente el ser humano/personaje público von Trier me importa tres cojones, en esta crítica voy a intentar hablar de cine.

 

La casa de Jack

"Enhorabuena, has mejorado mucho como psycho desde Bésame antes de morir"

 

La casa de Jack cuenta la historia de Jack, claro (Matt Dillon, más allá de lo impecable), un asesino en serie tan brutal como caótico, una especie de “perfeccionista espontáneo” capaz de limpiar la escena de un crimen una docena de veces para asegurarse de no dejar ni una huella, y acto seguido llevarse el cadáver atado a una cuerda, arrastrándolo por las calles con su furgoneta porque, mira, se le acaba de ocurrir. La peli se estructura a partir de cinco pasajes biográficos de la vida de Jack, cinco homicidos salvajes teóricamente elegidos por él al azar (ni de coña; Jack es el típico “narrador sospechoso” que cuenta en todo momento lo que le conviene y como le conviene), gracias a los cuales tenemos acceso directo a su quijotera y sus ideas sobre el asesinato visto como un pasatiempo cuya planificación, ejecución y detalles podrían convertirlo (en su opinión), en una forma de arte, o como mínimo en un comportamiento tan naturalmente humano como pintar un cuadro. Jack dialoga durante toda la cinta con otra voz en off, a la que conocemos como “Verge”, una especie de manifestación psíquica de su propia conciencia que le guía por los episodios de su existencia y le rebate una y otra vez su visión autoexculpatoria, poniéndole ante los morros la realidad de sus aberrantes actos. O sea, un poco como el Virgilio de "La divina comedia" de Dante. O quizás sea Dios, en versión de estar por casa. Vete a saber.

 "La casa de Jack combina algunos agudos momentos de humor negro/absurdo con súbitos martillazos de desagradable violencia explícita bastante jodidos"

La acción se detiene a menudo para escuchar las digresiones de Jack ligando temas tan dispares como la arquitectura, los diversos métodos de producción del vino dulce o el miedo psicológico que causaban los aviones stuka durante la 2º Guerra Mundial. Esto, lejos de ser un elemento novedoso, ya se ha utilizado en obras similares como la novela American Psycho (en la que el protagonista, entre cafrada gore y cafrada gore, podía cascarse un capítulo entero comentando la discografía de Whitney Houston o de Phil Collins). Tampoco es que ninguna de las reflexiones que verbalizan Jack o Verge escupan nada demasiado revelador, y su profundidad no supera la de un artículo de revista de tendencias o un documental del Canal de Historia. Es más von Trier esforzándose por epatar, que otra cosa. Esforzándose quizás DEMASIADO por epatar. Está todo tan calculado, que al conjunto le falta cierta frescura. Empacha.

 

La casa de Jack

"Es la última vez que me como un helado de fresa en el coche con este calor"

 

La casa de Jack combina algunos agudos momentos de humor negro/absurdo con súbitos martillazos de desagradable violencia explícita bastante jodidos, actos aburridos o desconcertantes, y a menudo todo ello a la vez. Es una película que retoza en lo zafio, lo misógino (la mayoría de las víctimas de Jack son mujeres, y todas ellas son personajes esquemáticamente gilipollas), lo misántropo y lo hipócrita, pero la redime un poquito el hecho de que von Trier se ponga a sí mismo el primero de la cola para analizar las partes más jodidas de su personalidad, y que nos invite a hacer lo mismo. El director plantea que, sí, somos todos una panda de cabrones, pero al fin y al cabo nuestras barreras morales tienen mucho de constructos arbitrarios, algo que queda reforzado por algunas escenas que ponen en evidencia al propio espectador: pese a todo el sadismo que aparece en pantalla, el único momento que provoca genuina angustia es cuando el psicópata, siendo niño, le corta la pata a un polluelo de pato con unas tijeras de podar. Con el resto de las muertes que vemos, indiferencia cómplice. De hecho la mayoría de los crímenes de Jack causan extrañeza, sobre todo (incluso cuando cruza la línea roja del mal gusto, matando niños). Sólo uno de ellos, en el que tiene mayor implicación emocional con la víctima, llega a incomodarnos un poco.

La película se cierra con un descenso a los infiernos (y no precisamente metafórico) de alucinante imaginería visual, en el que Jack parece concluir que lo único que importa es seguir adelante, que no va a pedir perdón por ser quien es y que se mea en la boca de quien no le entienda. O sea, como von Trier, del cual Jack no es otra cosa que un avatar de trazo expresamente grueso y autoparódico. Porque al final, las supuestas meditaciones tochas sobre el Bien, el Mal, el arte y la vida, acaban un tanto solapadas por el intento (algo burdo) de von Trier de que le hagan casito. No le importa ser visto como un monstruo o como un iluminado, siempre y cuando se le vea (en el pase durante el festival de Cannes, La casa de Jack fue abucheada y ovacionada a partes iguales; y él encantado). Mierda, ¿lo veis? al final he acabado reseñándola según la opción A que decía al principio. O sea, que el puto von Trier me ha vuelto a llevar exactamente por donde él quería. Como siempre.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

Recomendada por Kuato a: quien quiera ver algo en la línea amoral y metanarrativa del Funny Games de Michael Haneke (Funny Games le da cien vueltas a esto, ojo).

No recomendada por Kuato a: quien no lleve bien el cinismo y la crueldad gratuita.

Ego-Tour de luxe por: la capacidad de von Trier para tocar los cojones.

Atmósfera turbínea por: que, en realidad, los toca bastante menos de lo que él cree.

 

LA CASA DE JACK. "The House That Jack Built" (Dinamarca, 2018). Dirección y guión: Lars von Trier. Reparto: Matt Dillon, Bruno Ganz, Uma Thurman, Siobhan Fallon Hogan, Sofie Gråbøl, Riley Keough, Jeremy Davies, Ed Speleers, David Bailie, Ji-Tae Yu, Christian Arnold, Cohen Day, Rocco Day, Jerker Fahlström y Osy Ikhile. Estreno en Venusville: 25/01/2019.

 

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