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LA LEGIÓN DEL ÁGUILA crítica: ¿Una de romanos?

   

¿Una de romanos?

Miren por dónde, podemos enterarnos de cómo sigue Centurión como si fuera "Centurión: 20 años después"

Por Da II

 

<Sin ninguna duda podemos hablar ya de un subgénero, las películas de romanos situadas en la Bretaña, en particular en la frontera entre el reino de Inglaterra y el de Escocia, aquel por el que peleó con la gallardía de un actor porno el amigo Mel en su papel de picto revolucionario, y más en concreto en lo que se está convirtiendo en un referente cinematográfico: el muro de Adriano, una versión cañí de la gran muralla China.

   Una tal Rosemary Stucliff parió allá por los años 50 una novela que narraba la desaparición de la Novena Legión (legio hispania) en las áridas y sinceras tierras de Caledonia (libremente adaptada también en Centurión). Con la premisa de que la trama básica –no he leído la novela-  ha sido más o menos respetada en la película, se trataría de un remix entre el género de romanos y el Western, donde dos solitarios vaqueros se adentran en territorio indio, o picto, para restituir el honor de un padre recuperando una águila imperial, el estandarte de la guarnición que papi comandó, como en su caso sería rescatar a una jovencita secuestrada de niña por algún piel roja despiadado.

 

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"Yo me pensaría lo de ir a territorio picto. Mira que en Centurión no quedó ni un romano con vida..."

 

   No se trata pues de una de romanos al uso, con aquello de a “a mí la legión”, ya que el peso de la historia debería de recaer por un lado en la obsesión del hijo del comandante de la desaparecida legión por conocer qué le ocurrió a papa y a la aguilita dorada hace nada más ni nada menos que veinte años. Y por el otro en la relación que se establece entre éste y su inusual compañero de viaje, un esclavo que vendría a ser su álter ego. Vamos, en los sentimientos. Al estilo de un drama épico o western crepuscular, de personajes marcados y atormentados.

   Me voy a permitir la licencia de citar quizá a una de las mejores películas de este estilo, Centauros del desierto, antítesis de esta bazofia. Si en la película de Ford el odio, la obsesión, del grandullón Wayne se va mostrando poco a poco, y creciendo a medida que avanza la película, convirtiéndose en el eje y el sustento de la trama, en ésta necesitan explicar el honor que representa el pajarraco dorado, pero son demasiado reiterativos con un planteamiento muy largo y repetitivo que lleva al final a la sensación de que ni ellos mismos se lo acaban de creer. Respecto a mostrar la obsesión del personaje, pues recurren a argucias como unos flashbacks a la infancia que sonrojarían a la mismísima Corín Tellado ante tal grado de horterada. Es cierto que tampoco las dotes actorales de Channing Tatum (G.I. Joe como gran mérito anterior) dan para un repertorio de emociones con ese jeto de quarterback alistado en los marines después de una noche de excesos. Podrían haber ahorrado algo en el presupuesto si hubieran sentado en el caballo algún busto de Augusto de las ruinas de Tarragona. Quizá habrían ganado realismo.

 

  "Tampoco el personaje de Billy Elliot da para mucho más que para ver que sus orejas no han crecido en la misma proporción que su rostro"  

 

   Si la motivación del personaje principal falla difícilmente podrá funcionar su relación con el acompañante. Si en el mítico Western el joven acompañante pasa de la admiración hacia el desprecio y el miedo a medida que se hace evidente el odio de Wayne, aquí debería de ocurrir lo contrario, que el viaje épico afianzará la amistad desde una relación de vasallaje. Sin embargo, tampoco el personaje de Billy Elliot da para mucho más que para ver que la edad ha sido generosa con él y que sus orejas no han crecido en la misma proporción que su rostro. Así, se nos lo presenta como una especie de Gandhi capaz de morir antes que pelear, para a las primeras de cambio ponerse a dar sablazos sin remordimientos con la pericia de un avezado gladiador. Al menos de niño tenía claro que lo que quería era bailar. No solo falta la mínima empatía entre los actores (uno aseguraría que se caen mal, muy mal), todas las vicisitudes que pasan durante el viaje tampoco terminan de resultar. Si Billy se hubiera marcado un claqué pues al menos habría tenido su gracia.

   Queda el paisaje. Poco que decir de ese mítico paisaje rojizo y luminoso del Western, un hito en la historia del cine que se mete hasta las entrañas en los personajes y en la trama. En cambio, aquí no pasa de decorado, incluso hay cierto embrollo de ambientes que lo único que consigue es desubicar. Pasan de un monte pelado a un bosque, a otro monte pelado, a un rio, a una montaña nevada, sin ninguna idea de unidad, como si Joe y Billy cabalgarán hacia no se sabe muy bien dónde y por dónde, con la misma expresión de desconcierto con la que Paco Martínez Soria llegó en su día a la gran ciudad. Todo ello, a pesar de contar con la fotografía del oscarizado Anthony Dod Mantle por Slumdog Millionarie; o quizá debido a ello porque el amigo parece querer retratar la angustia oscura y sucia de los suburbios de Calcuta, con lo que logra cierta eficacia surrealista, ya que al final da lo mismo que la trama se desarrolle en Escocia o en Vallecas.

 

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"No, tú no eres Michael Fassbender, él es mucho más rubio"

 

   Bien, sin ninguno de los elementos propios del drama épico, y sin acción ni aventura, ya podríamos afirmar que no hay película, más bien un verdadero tostón. Sin embargo, el director, Kevin Macdonald, El úlitmo rey de Escocia, qué casualidad, no quiere dejar nada al azar, y en un ejercicio de coherencia decapita el resto, sin miramientos. Apenas hay un par de escenas de lucha, una refriega al inicio (no llega ni a batallita) y una reyerta al final (ni siquiera llega a refriega) donde se le debe de reconocer cierta capacidad de sorpresa. Uno no termina de creer que sea posible filmar una peor que la primera, y lo consigue con la reyerta final. Posiblemente una de las peores escenas de lucha de la historia del cine.

   Entre otras razones porque los contendientes son una banda de moteros con pinta de acabar de bajarse de la Harley, disfrazados de romanos (los supervivientes de la legión que llevan veinte años pululando por Escocia criando barba y melena en busca de un buen lugar donde ubicar una destilería, supongo) contra los pictos/escoceses/caledonios, que son en sí mismos una cumbre del surrealismo psicodélico. Como un Tarantino cualquiera, el amigo Macdonald se enzarza en un refrito y consigue que los escoceses sean una mezcla entre los azules avatares y los habitantes de la cúpula del trueno, encima hablando una especie de Klingdom y con un comportamiento excesivo, propio de una de aquellas míticas bandas de punkies de las pelís de Charles Bronson de los años setenta./>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones
     
     
  Recomendada por Kuato a: todos aquellos que se quedaron con ganas de ver cómo sería de verdad de mayor Billy Elliot en la escena final de su película, haciendo el salto del cisne, aunque aquí se haya rebajado a patito feo.
     
 
No recomendada por Kuato a:
a los que esperen una de romanos.
     
  Ego-Tour de luxe por: que los pictos aparezcan con cuádrigas. Sí, cuadrigas. Además tiradas por unos caballos de los que no vuelven a saber en el resto de la película, ya que luego van corriendo. Quizá se los alquilaron a los monos del planeta de los simios de Burton...
     
  Atmósfera turbínea por: el director, rector y alma mater de esta web. Al que a pesar de las reiteradas objeciones de que no se ajustaba a la línea editorial, además de ser un bodrio que ofende, se mantuvo firme, con esa tozudez tan propia del abuso de alcohol, en su inclusión.

 

 

     

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