Llorar y llorar Disaster movie familiar que releva a Por Chema Pamundi |
<Una anécdota que me encanta: durante muchos años, Stanley Kubrick se planteó hacer una película sobre el Holocausto judío. Le dio vueltas y más vueltas, se leyó numerosos libros del tema, y al final decidió que era mejor dejarlo correr, que un horror de tales dimensiones no cabía en un filme de dos horas. Y cuando alguien le decía que Spielberg había demostrado con La lista de Schlinder que sí que era posible hacer tal película, Kubrick contestaba "No. El tema del Holocausto son seis millones de personas que fueron asesinadas. La lista de Schlinder va de seiscientas que se salvaron". Por la misma regla de tres, J. A. Bayona no ha rodado con Lo imposible una película sobre el tsunami que en 2004 azotó la costa del sudeste asiático, sino una disaster movie sobre una familia que sobrevivió en medio de aquella catástrofe.
La familia en cuestión está compuesta por marido (Ewan McGregor), mujer (Naomi Watts) y tres niños, y acaba de llegar a un complejo turístico en Tailandia para pasar allí las navidades. Dos días de tranquilidad y playa, y al tercero se desata el apocalipsis. El tsunami, de hecho, es un macguffin para dar lustre y coartada moral a la película, pero Lo imposible funcionaría igual si tuviera como telón de fondo una catástrofe ficticia (aunque, claro, no se lograría epatar a la audiencia del mismo modo). De hecho, incluso puede argumentarse que hay algo de pornográfico en hacer una película de estas características basada en un desastre real. Un cuarto de millón de muertos pero no pasa nada, sales del cine contento porque la familia de occidentales ricos se ha salvado. Sólo se echa en falta una escena en la que rescaten a un perrito.
Sin embargo, el equívoco planteamiento de Lo imposible no es lo que más molesta. Lo que de verdad toca las narices es que, a falta de un auténtico guión (la película plantea el tsunami casi al principio, y desde ahí simplemente sigue de forma meticulosa las andanzas de los miembros de la familia, que han quedado dispersados en varios grupos), se dedique a manipular a la audiencia con excesos melodramáticos y música de violines. Porque al menos durante su primera hora de metraje, hay que reconocer que el asunto chuta bastante bien. El impacto del maremoto en sí quedará como una de las escenas cinematográficas más espectaculares del 2012, y lo que viene inmediatamente después, con la madre y el hijo mayor tratando de seguir vivos en medio de la devastación, está filmado con una sobriedad de lo más efectiva. Es cine espectáculo de primer orden.
"Lo que de verdad toca las narices es que a falta de un auténtico guión se dedique a manipular a la audiencia con excesos melodramáticos y música de violines" |
El problema es que cuando ya tiene medio resuelta la suerte de esos dos personajes, Bayona corta y se va a contarnos lo que les está ocurriendo a los otros tres (el padre y los dos hijos pequeños). Esta parte es mucho más aburrida, previsible y falta de fibra, entre otras cosas porque la certeza de que toda la familia está viva mata cualquier suspense (sí, ya lo sabíamos porque el caso se publicitó bastante en su día, y hemos visto a los supervivientes reales en diversas entrevistas por la tele, pero la primera parte de la película es tan vitamínica que hace que se te olvide). Es aquí cuando el director decide recurrir al sentimentalismo y a los mencionados violines (la banda sonora utilizada como elemento machacón, para hurgar en la herida y provocar el llanto del espectador).
O sea, Bayona sabe filmar bien el terror puro y la adrenalina de las primeras horas de la tragedia, pero cuando las aguas bajan y toca dejar que los sentimientos dominen la narración, no parece tener muy claro qué hacer con los personajes. Esto queda demostrado en un buen número de escenas, como un diálogo de lo más cursi entre uno de los hijos de la familia y una mujer adulta (interpretada por Geraldine Chaplin) que compara a los supervivientes con las estrellas en el cielo, un momento en que el personaje de Ewan McGregor logra llamar por móvil a su suegro (escena de lagrimonería fácil, que parece un spot navideño de Vodafone), o el reencuentro final, filmado con las maneras de un thriller: música tensa, movimientos de cámara rápidos y una búsqueda del suspense forzada y ridícula (los personajes van dando vueltas pasando unos junto a otros sin verse; “¡Ay ay ay… que no se van a encontrar!”).
En sus mejores escenas, Lo imposible es un espectáculo visual despampanante (los planos panorámicos de la zona devastada son de una contundencia brutal). En sus momentos más acartonados (que no son pocos), parece una copia pobretona del Spielberg más sensiblero y manipulador. Una película que intenta desesperadamente equipararse con esos grandes dramas que a la vez saben analizar en detalle el factor humano, como El pianista o La carretera, pero que falla el tiro a base de forzar la nota, y se acaba empequeñeciendo hasta quedarse en poco más que una lujosa miniserie televisiva de sábado por la tarde. Por supuesto, nada de lo dicho aquí afectará lo más mínimo a la carrera comercial de Lo imposible, un producto calculado al milímetro para dejar al gran público boquiabierto. Pero vamos, a mí que no me vendan burras./>
INFORME VENUSVILLE |
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Sentencia Quaid: Dos Caras Harvey |
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Recomendada por Kuato a: sufridores de lágrima fácil que aún moquean con las reposiciones de Titanic. Si a Bayona le dan el Goya o el Oscar, me juego algo a que lo veremos en el estrado pidiendo un minuto de silencio por las víctimas del tsunami. | ||
No recomendada por Kuato a: espectadores a los que no les guste pagar una entrada para que los manipulen emocionalmente. |
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Ego-Tour de luxe por: pese a todo, si el cine español quiere salvarse de ser devorado por el tsunami de la crisis y la subida del IVA, el único camino seguro es apostar por producciones de calidad, presupuesto y prestigio como ésta. Lo demás son paños calientes. | ||
Atmósfera turbínea por: la perspectiva descaradamente etnocentrista de la película, que sólo se preocupa del drama vivido por los turistas, y trata a los supervivientes tailandeses como si no fueran más que una pintoresca parte del paisaje. |
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