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M. NIGHT SHYAMALAN reportaje: Las coincidencias no existen

Cine comprometido

   Sorprendentemente, todo el cine de Shyamalan tiene también una fuerte intencionalidad política. Esto ya podía advertirse de modo un tanto abstracto en El sexto sentido y en El protegido (una cierta crítica contra la inacción y el “dejarse llevar” sin tomar partido, y una llamada a recuperar la figura del héroe), pero se hace especialmente evidente en sus dos últimas obras: Señales y El bosque.

   Ya hemos dicho que la familia “midleclass” de Señales podría fácilmente simbolizar a América. En un momento en que Estados Unidos acababa de sufrir los ataques terroristas contra las Torres Gemelas (la película se empezó a rodar justamente el 11 de septiembre del 2001), es muy revelador que Señales nos hable de un grupo de gente que, ante una terrible amenaza exterior, decide encerrarse en sí misma y aislarse del mundo, en vez de buscar ayuda (lo mismo que hicieron los E.E.U.U. tras los atentados).

   Y respecto a El bosque, la película no es otra cosa que una parábola socio-política (bastante burda y plomiza, dicho sea de paso) que retrata una sociedad de apariencia idílica, pero que en realidad se mantiene unida por el vínculo común del miedo a lo que viene de fuera, un miedo infundido (e infundado) y monitorizado por los gobernantes de dicha comunidad; a mí me parece un diagnóstico sospechosamente parecido al que se puede extraer sobre lo que ha estado haciendo Bush con su país durante los últimos cuatro años.

 

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Habitante del bosque pintando en un corazón "Venusville ama a Shyamalan"

 

Cine humanista

   Sin embargo, quizás el común denominador definitivo para entender el cine de Shyamalan sea el humanismo. El protagonista último de sus películas es siempre EL HOMBRE, un hombre que ha perdido su capacidad de sentir y de empatizar con los demás, que se ha vuelto egoísta, que no se atreve a comprometerse, que ha perdido sus valores morales. Un hombre de mediana edad, con tendencia a ocultar sus sentimientos y con evidentes problemas de comunicación agravados por un sentimiento de pérdida. Ya sea la pérdida de un matrimonio (El protegido), de un ser querido (Señales, El bosque), o de la propia vida (El sexto sentido).

   En este cine de fuerte contenido antropocentrista, también tiene un peso evidente el choque generacional, léase la incapacidad de los adultos para relacionarse con los niños. Shyamalan, que probablemente cree firmemente en la teoría del buen salvaje (nacemos inocentes, y nos corrompemos poco a poco con la edad) nos muestra a unos niños básicamente bondadosos, que a menudo no pueden comprender la mochila llena de frustraciones y odios con la que cargamos los mayores.

   Shyamalan, una mezcla de católico-hinduísta, contrapone a todo esto una serie de valores positivos olvidados, cuya recuperación salvará de la quema a sus personajes: el respeto a la vida, el amor al prójimo, la solidaridad y sobre todo la “asunción de lo trascendente”, entendiendo esto no como la mera aceptación de que existen los fantasmas y los extraterrestres, sino más bien como la recuperación de la espiritualidad perdida.

 

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"En agradecimiento al reportaje prometo hacer un manga épico con artes marciales"

 

   Esta percepción de “lo maravilloso” es como una terapia milagrosa para los personajes de Shyamalan, una revelación que los acaba renovando por dentro (como el yogur Bio) aunque sea por un efecto placebo. Según Shyamalan, aunque Dios no exista, creer en él nos hace ser a menudo mejores personas.

   El cine de Shyamalan tiene, por tanto, un claro énfasis moralizante. ¿Eso es bueno o es malo? Depende. Cuando lo utiliza de manera sutil (Señales, El sexto sentido), sus películas pueden tomarse como fábulas metafísicas de factura redonda. Cuando lo aplica a piñón fijo, dotando de más importancia al discurso moral que a la propia historia, sus películas se descompensan y pueden llegar a resultar tan ridículas y cargantes como un manual de autoayuda (El bosque).

 

Cine total

   La conclusión a todo esto podría ser que M. Night Shyamalan es en potencia un director sensacional, pero que todavía anda buscando “su película”. Puede ser cierto, porque la verdad es que ninguna de sus obras hasta la fecha puede considerarse redonda (El sexto sentido no envejece especialmente bien), y algunas dejan incluso bastante que desear (¿ya he dicho que El bosque me parece un churro?).

   Sin embargo, mientras sigue buscando, lo cierto es que va sembrando el camino de películas que, buenas, malas o regulares, siempre son diferentes. Por mi parte, la de Shyamalan me parece una de las búsquedas más estimulantes del actual cine venusvillero, y desde luego me seguirá teniendo como espectador por muchos años. Soy optimista, y confío en que su pieza maestra acabará por llegar. No tengo prisa. Y no me voy a enfadar con él, aunque reconozca que de vez en cuando los árboles no le dejan ver el bosque (lo siento, no he podido evitar el chiste)./>

 

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"Déjate de mangas, lo que ambos necesitamos que hagas es El sexto sentido 2"

 

 

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