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MANDY crítica: MAND MAX

Nicolas Cage se pone a lo vengador justiciero sangriento sin escatimar tomate en Mandy

RAY ZETA

Nicolas Cage siempre ha sido uno de los nuestros, pero con los años le hemos ido cogiendo más simpatía aún si cabe, debido a la ternura mimosina que nos despierta la gran cantidad de películas malas que ha ido encadenando desde que se declaró en bancarrota hace ocho años. El que ganara un Oscar por Leaving Las Vegas, trabajara con directores de renombre como Francis Ford Coppola, Brian De Palma, Martin Scorsese o Ridley Scott, y fuera rey de la taquilla gracias a blockbusters accioneros como La Roca, Con Air o Cara a cara, se ha convertido, a día de hoy, en actor de culto de películas malas. ¿Cómo no quererle? Por eso cuando Nicolas Cage estrena ahora una nueva peli ya no pedimos que sea buena, nos conformamos con que sea divertida

Y eso ayuda cuando se le da cancha para que esté en su salsa, se le permite dar rienda suelta a sus sobreactuaciones, y se le da luz verde para desplegar un recital de muecas y jetos de loco digno de exponerlo en el Guggenheim. Sucedió en El aprendiz de brujo, Furia ciega, Ghost Rider: Espíritu de venganza, Desterrado, Mamá y papá... y sucede en Mandy. Y en Mandy de qué manera... Nicolas Cage sale nada menos que de vengador justiciero cabreado aniquilando a una banda de motoristas y a una secta de religiosos iluminados, y aniquilándolos de la forma más cafre y sangrienta, sea con un hacha, una ballesta, una sierra mecánica, lo que tenga a mano, o incluso sus propias manos.

 

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Pero no caigan en el error de pensar que Mandy es sólo eso, una película de venganza a mayor gloria del lucimiento de Nicolas Cage. Eso es el plato fuerte, por supuesto, pero Mandy es mucho más. Su director (Panos Cosmatos, hijo del stalloneano George P. Cosmatos) divide Mandy en dos mitades muy diferenciadas. Una primera en la que se presenta a los personajes protagonistas y su love story como dos tortolitos enchochados el uno del otro, interrumpida por la irrupción de la secta religiosa iluminada y el crimen atroz que cometen, y una segunda con la sangrienta venganza perpetrada en ellos por Nicolas Cage. La diferencia entre ambas mitades es la de un tripi de LSD con un subidón de coca.

“Nicolas Cage sale en Mandy de vengador justiciero cabreado aniquilando a una secta religiosa, sea con un hacha, una ballesta, una sierra mecánica, o incluso sus propias manos”

Porque la primera mitad está filmada a ritmo lento (por momentos demasiado lento), en tonos rojos psicodélicos que hacen juego con la psique enfermiza de la panda chalada de religiosos iluminados que matan en nombre de Jesús, y de los largos y pausados monólogos de su líder magistralmente interpretado por Linus Roache, que no duda en quedarse con la chorra al aire por el bien de la composición del personaje. Panos Cosmatos se permite incluso intercalar estampas de animación oníricas para reforzar el componente anímico de la historia, y llevarlo hasta un viaje tan lisérgico como el ácido aplicado ocularmente en uno de los personajes.

 

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Hasta que empieza la venganza justiciera. Pónganle a Nicolas Cage un traje, repriman su actuación, y tendrán a un tipo corriente bien vestido. Encierren a Nicolas Cage en una jaula durante una semana haciéndole pasar hambre mientras le golpean con una barra de hierro, y cuando le abran la puerta tendrán al animal desbocado que tenemos en Mandy. Cabezas sesgadas, cráneos partidos y degüellos sangrientos que salpican la platea y tiñen de rojo al mismo Cage como si le hubiera caído encima el cubo de sangre de cerdo de Carrie, conforman el sello de esta segunda mitad de Mandy. Y encima añadiendo el elemento sobrenatural de presentar a la banda de motoristas que acompañan la secta como sabuesos del infierno que emiten gruñidos en vez de articular palabras.

Súmenle a todo eso una factura sucia setentera muy en la línea de la trilogía de La casa de los mil cadáveres de Rob Zombie, y obtendrán un festival gore que será una recompensa corregida y aumentada para los fans del género hemoglobínico que habrán resistido estoicamente la primera mitad de la peli. Y todo gracias a ver a Nicolas Cage teñido de rojo blandiendo un hacha, disparando una ballesta, o practicando un duelo de sierras mecánicas que ni el de Luke Skywalker y Darth Vader en El Imperio contraataca. Bien por Nicolas Cage pues, que acertó escogiendo Mandy de entre la media docena de pelis que ha estrenado en 2018. Esperemos que de la media docena que tiene en preparación para 2019 tenga con al menos una de ellas la misma puntería.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: fans de las muecas y jetos de loco de Nicolas Cage. Mandy es el mejor muestrario desde Papá y mamá.

No recomendada por Kuato a: quien prefieran el Nicolas Cage pulidito y recatadito de El agente, 211 o Inconcebible.

Ego-Tour de luxe por: el “momento Nicolas Cage”. En calzoncillos marca-paquete bebiendo vodka a morro, mientras exclama desgarradores gritos de rabia.

Atmósfera turbínea por: ya puestos, no haya practicado toda la venganza en los calzoncillos marca-paquete mencionados en el Ego-Tour de luxe.

 

MANDY. "Mandy" (EUA-Bélgica, 2018). Director: Panos Cosmatos. Guión: Panos Cosmatos y Aaron Stewart-Ahn. Reparto: Nicolas Cage, Andrea Riseborough, Linus Roache, Bill Duke, Richard Brake, Ned Dennehy, Olwen Fouéré, Line Pillet, Clément Baronnet, Alexis Julemont, Stephan Fraser, Ivailo Dimitrov, Hayley Saywell, Kalin Kerin y Tamás Hagyuó. Estreno en Venusville: 09/11/2018.

 

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