MIRAI, MI HERMANA PEQUEÑA crítica: Una infancia a través de la imaginación

Un Mamoru Hosoda nominado que nos toca la fibra… a ratos, en Mirai, mi hermana pequeña

Mamoru Hosoda vuelve a los cines de nuestro país con una película muy diferente a lo que venía haciendo últimamente, centrándose en la figura de la familia y la infancia de un pequeño llamado Kun que presencia la llegada de una hermana a su vida. Sin salir de la casa donde vive el niño, Hosoda consigue crear un relato lleno de fantasía donde la imaginación del pequeño lo es todo para entender cómo un niño de su edad ve el mundo a través de unos ojos llenos de inocencia. Aquellos más sensibles derramarán alguna que otra lágrima y aquellos más duros ablandarán su corazón al presenciar una Mirai que nos golpea en nuestros recuerdos.

Una de las cosas que más destaca en Mirai, mi hermana pequeña es la facilidad que tiene para hacernos empatizar con los hechos, pues todos hemos vivido una época en la que nuestro mundo era pura fantasía y nuestra única preocupación era jugar y pasarlo bien. Kun representa la inocencia más pura de todos nosotros, esa en la que no se halla nada de maldad alguna, sino tan solo cosas que no llegamos a entender. Gracias a él viajaremos a través de sus mundos creados, disfrutando de su imaginación como nunca y sabiendo que para él no existe nada más allá de las cuatro paredes de su casa. Aunque lo más importante es quedarnos con el mensaje que nos transmite, pues al final podemos encontrar varias moralejas que dejo que descubran por su cuenta.

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Y aunque la animación de Mirai, mi hermana pequeña sigue siendo excelente, hay que decir que el ritmo de la película a veces juega en su contra, no dejándonos disfrutar del todo al hacerse, a ratos, más pesada que una mosca en verano. En ocasiones, la película se recrea demasiado, alargando situaciones que podrían haberse resumido o repitiéndolas sin necesidad alguna. Los hechos no se cuentan con un buen ritmo y eso hará que los párpados nos comiencen a pesar hacia la mitad del relato. Es verdad que una historia tan íntima como la que aquí se nos cuenta necesita de un ritmo sosegado para llegar lentamente a nuestro interior y crear un poso denso, pero Hosoda pierde lo que en otras películas destacaba en él: la diversión.

"Hay que decir que el ritmo de Mirai, mi hermana pequeña a veces juega en su contra, no dejándonos disfrutar del todo al hacerse a ratos más pesada que una mosca en verano"

Técnicamente la película es irreprochable, pues a nivel de sonido nos veremos sumergidos con gran facilidad, incluso el tipo de animación sigue siendo el mismo que en sus anteriores cintas, pero algo nos hace sentir que no es una producción redonda, como que hay algo que podría habernos desgarrado más por dentro. Aquí no encontraremos el dinamismo de La chica que saltaba a través del tiempo, ni la diversión de Summer Wars, ni la profundidad de personajes que vimos en Wolf Children, pero si somos pacientes, sabremos valorar a esta película como es debido. Esta no es la mejor película de Hosoda, incluso habiendo estado nominada a los Oscar este año como Mejor película de animación, pero podemos decir que su manera de contarnos sus historias es única y a día de hoy es uno de los pocos directores que puede hacer frente a la calidad que vemos en Studio Ghibli.

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Y es que quiero acabar este pequeño análisis diciendo que Mamoru Hosoda formó parte de Studio Ghibli durante una breve temporada, pero el director no compartía las reglas del estudio y la manera de trabajar que tenían, abandonando el barco muy pronto. Tenemos que decir que todos los que se hallan en Ghibli siguen la estricta regla de que todo lo que hagan debe ser muy parecido al estilo de Miyazaki, porque él es el corazón de todo, un aspecto que les ha llevado al éxito, pero también a perder importantes directores por el camino.

Así que tras sacar una experiencia algo agridulce de la famosa empresa comenzó una carrera en solitario que lo llevaría a ser lo que es hoy. Muchos años han pasado desde que estrenará su corto sobre Digimon, pero debe sentirse orgulloso de ser uno de los pocos elegidos que han llegado a la cúspide del éxito en un mundo tan difícil y competitivo como es el de la animación. Muchos de nosotros nos hubiéramos cagado encima a mitad del camino, créanme, pero por suerte Mamoru Hosoda es un tío dedicado al máximo a su trabajo. ¡Qué haríamos sin estos adorables japos!

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