PHENOMENA GRINDHOUSE 24.05.12 crónica: Cobra + Calles de fuego

Picos contra cerillas El chulesco Marion Cobretti y su cerilla, se enfrentan al cowboy Tom Cody y su pico Por Beto

<20:00 horas del jueves 24 de mayo. En una nueva convocatoria de la iniciativa dirigida por Nacho Cerdá, un buen grupo de amantes del cine ochentero nos reunimos en el Cine Urgel de Barcelona para disfrutar de los programas que Phenomena nos está ofreciendo regularmente. A pesar de ser una sesión entre semana, el aspecto que presentaba la sala era el de las grandes ocasiones, como cuando uno intuye que se está cociendo algo grande. No íbamos equivocados. Tras las palabras de presentación de Nacho agradeciendo la masiva presencia, nos pasaron unos tráilers de películas de aquella época de temática muy variada: la bizarra ¿Dónde te escondes, hermano? (Basket Case), Blue Water White Death (ojo, anterior a Tiburón, ya que es de 1971, así que de imitación nada) y la erótica La caliente niña Julieta, que levantó las risas de todos los concurrentes y que es considerada por muchos la mejor película de la época del destape. Casi nada.

   Una vez calentados los motores (y más tras el tráiler mencionado de la niña Julieta), empezó la proyección de Cobra, el brazo fuerte de la ley dirigida en 1986 por el desaparecido George P. Cosmatos en y protagonizada por el entonces menos anabolizado Sylvester Stallone (suyo también es el guión adaptado de una novela de Paula Gosling, “Fair Game”). Cosmatos, que había dirigido a Sly en la exitosa Rambo, demuestra que sabe sacar lo mejor del actor, potenciando sus virtudes (que no son muchas) pero que en la película funcionan de maravilla. Stallone habla poco, pero cada vez que lo hace es de forma socarrona y nos deja frases para la historia, al estilo de “No trato con psicópatas, yo los elimino"; "Aquí es donde termina la ley y empiezo yo" o "El crimen es una enfermedad y yo soy el remedio “. Tremendo.

"Y no digo la de `No siento las piernas` porque ya está muy vista"

   Ese aire chuleta que tiene cuando camina se potencia además con las pintas que nos luce en la película: su cazadora negra, sus guantes de cuero, esas gafas de sol enormes y, sobre todo, ese fósforo que siempre lleva en la comisura de los labios. Cuando desciende de su Mercury Coupé del 51, con su Colt 45 (con cobra grabada en la culata, of course) y aparece en primer plano mordisqueando la cerilla, al ver la atronadora ovación del público asistente, uno tiene claro que éste es el Stallone que la gente adora.

   Sabiendo que el verdadero protagonista de Cobra es Stallone, el argumento de la película es más bien escaso: una sociedad secreta de la que no se explica nada, ni siquiera su origen, se dedica a pelar al primer infeliz con el que se cruzan. Es de risa ver cómo, en sus reuniones secretas, chocan hachas y cuchillos como si estuviesen cantando el “We Will Rock You” de Queen. Sus miembros son un montonazo (no se sabe de dónde salen) y entre ellos destaca “El carnicero nocturno”, interpretado por Brian Thompson, al cual el papel de asesino despiadado le viene como anillo al dedo. Destacar el gran tiroteo del motel, al estilo del que hacían los indios cuando acorralaban a un grupo de caravanas, pero sustituyendo los indios a caballo por moteros asesinos, y la escena del ataque del Carnicero a Brigitte Nielsen en el hospital, que parece un homenaje de Cosmatos a Kubrick y su El resplandor.

   Acción a raudales acompañada de una trepidante banda sonora que nos deleita a momentos, convirtiendo los preparativos de una matanza o la búsqueda del asesino por parte de Cobra en un videoclip espectacular. El resultado: un desparrame de cadáveres a manos de Marion Cobretti (no me da vergüenza decir que perdí la cuenta) y una explosión de aplausos tras cada tiroteo protagonizado por nuestro amigo.

   Tras el éxito de la primera proyección la organización nos deleitó con nuevos tráilers: El guerrero del Mundo Perdido, toda una frikada ambientada en un mundo al estilo de Mad Max pero en cutre, con una moto que ríanse ustedes de El Halcón Callejero o El Coche Fantástico y donde aparecía ni más ni menos que Donald Pleasance (no sé cómo le engañaron); y El Anticristo, una película italiana hecha a la estela de El exorcista que mejor olvidar, dieron paso a la segunda proyección de la noche: Calles de fuego. Dirigida por (pónganse en pie) Walter Hill en 1984, Calles de fuego es, como bien reza su presentación, una fábula de Rock & Roll ambientada en una ciudad donde impera la ley de una banda de moteros que secuestra a la cantante de un grupo (Diane Lane) que tiene que ser rescatada por su ex-novio, Tom Cody (Michael Paré), su ayudante McCoy y Billy Fish, el mánager de la cantante (Rick Moranis). Da gusto volver a ver en pantalla a viejas glorias como Moranis, prácticamente apartado del mundo del cine (sólo presta su voz a alguna animación) o Paré, que si bien no ha dejado de trabajar, el nivel de las películas en las que ha participado ha ido decreciendo hasta tal punto que... ¡ha intervenido en once películas dirigidas por el infame Uwe Boll! (sí amigos, más bajo no se puede caer). A Diane Lane afortunadamente, no le hemos perdido la pista y en esta película aparece esplendorosa.

"Así si Uwe Boll quiere hacer un western podré asesorarle"

   Además de ser un gran espectáculo musical, con una impresionante banda sonora que nos ha dejado temas como "Tonight is what it means to be young", “Nowhere fast” o "I can dream about you" (si no los tienen en mente, echen un vistazo a Youtube y no se lo pierdan), la película rezuma aires de western por los cuatro costados, bien por los moteros capitaneados por Raven, al que encarna Willem Dafoe (que de joven era mucho más feo que actualmente, aunque parezca mentira), que son la viva estampa de una banda de cuatreros motorizados, o por la imagen que nos ofrece Michael Paré en la película: el vaquero solitario enfrentado a los bandidos, armado con un rifle (como tiene que ser), y luciendo una vestimenta que recuerda a la que se llevaba en el salvaje oeste: guardapolvos y calzones largos. El vestuario también tiene su cosa, especialmente el peto de cuero negro que luce Raven en su guarida, ya que vestido de esa guisa tiene todo el aspecto de entrar a trabajar a un matadero.

   Tras un inicio trepidante (secuestro y posterior asalto a la fortaleza de la banda), la película baja de intensidad y no se anima hasta la lucha final entre Cody y Raven, que es electrizante. Y es que en su defecto podríamos decir que Calles de fuego es una película muy blanca, con la violencia justa y orientada a un público adolescente (de la época en que se rodó, naturalmente), pero que sólo por la originalidad de la propuesta y la banda sonora de la película vale la pena visionar este clásico de los 80. La respuesta del respetable, sin llegar al entusiasmo de la película anterior fue notable, vitoreando las (pocas) escenas de acción y disfrutando de las excelentes canciones de la película.

   Gran jornada de Phenomena sin duda, y ya van... La próxima, el 8 de junio con Flash Gordon y Conan, el bárbaro./>

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