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RIDLEY SCOTT artículo: Mi experiencia con Ridley Scott

   

Mi experiencia con Ridley Scott

El escritor y productor publicitario Pepe Fons nos
cuenta en exclusiva cómo conoció a Ridley Scott

Por Pepe Fons

 

Nacido en Barcelona durante la guerra civil española, Pepe Fons ha trabajado durante cuarenta años en la producción de películas publicitarias, con más de 8.500 spots en su haber y centenares de premios, entre ellos veinte Leones en el prestigioso festival de Cannes. Actualmente escribe novelas, siendo "Los parados se mueven" (1987), "El diario de los jueves" (2005), "La isla del fin del mundo" (2009), y "¡Africa, despierta!" (2010) sus obras más laureadas.

 

<Me acuerdo perfectamente de cuando conocí a Ridley y a su hermano Tony. Era el año 1975 y sólo al mentarlo sonrío de placer. Tenían una productora de spots en Londres, R.S.A. y aún no habían realizado ninguna película de largo metraje. Hablaban entre ellos de cine como si fueran a acariciar a una rubia explosiva. “Algún día nos atreveremos a filmar una película de verdad”, decían, y guiñaban un ojo. ¿Cómo les conocí? Ni yo mismo me creo la hazaña que protagonicé. Fui un valiente a igual que lo fueron en su tiempo los colonizadores españoles. Yo ejercía de productor de cine publicitario en Barcelona y había pasado  por varias productoras entre los años 1958 y 1975, y llevaba rodados varios miles de spots. Estaba bien considerado y los clientes confiaban en mí, pero un día tuve la osadía de preguntar al espejo: “¿quién es el mejor productor publicitario?”.

   Naturalmente esperaba que me contestara que era yo, pero no fue así. “Ya no lo eres, fuera de España hay cientos que lo hacen mejor que tú”. Me apoltroné en mi sillón con cara avinagrada y sollocé amargamente. Estuve unos días sin mirar al vulgar espejo, no comí, y las noches las pasé pensando que tenía que realizar algo grandioso, por lo que decidí montar mi propia productora. Una productora con muchos realizadores y donde yo, el productor por excelencia, sería la vedette. Ya veía los letreros luminosos: Twentieth Century “Fons” (pedí el permiso a la afamada productora para poner este simpático nombre y me pidieron la friolera de 20 millones de dólares, por lo que se acabó llamando Group Films). Decidí que antes de ponerla en marcha tenía que ir a Londres a ver cómo trabajaban mis rivales. Hice indagaciones y me recomendaron que fuera a ver a los hermanos Scott, que eran los mejores realizadores de publicidad, llenos de premios y laureles.

 

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Ridley Scott, el cachondo barbudo (el paquete se lo tendrán que imaginar)

 

   Tuve la suerte de que cuando llegué a Londres resplandecía el sol. Los británicos, cuando esto ocurre, se les ilumina la cara y te sonríen como si fuera tu cumpleaños. El taxi me dejó delante de la productora y yo, que no tenía zorra idea de hablar en inglés, me persigné y abrí la puerta como si fuera John Wayne. Cuando la recepcionista me preguntó qué quería, se me heló la sangre y, tartamudeando, balbuceé algunas palabras en un inglés macarrónico estilo Tarzanesco. “Querer ver Ridley Scott, vengo lejos y contento hablar. Yo, productor español, querer aprender mejor”. Naturalmente se rió a mandíbula batiente hasta desfigurarse su cara y vi que desaparecía por un pasillo muy largo. “No volverá jamás, le ha dado un síncope y vendrá Scotland Yard a detenerte”, pensé…

   Al poco rato apareció Ridley riendo a carcajadas. Era un cachondo: llevaba el pelo largo, barba, y estaba enfundado en unos jeans ajustados que le resaltaban el paquete. Vio que estaba sudando tanto que parecía que salía de una sauna, me dio la mano y me hizo pasar a su despacho. Como pude le expliqué que quería montar mi propia productora y que necesitaba trabajar un mes con ellos para triunfar en tierra hispánica. Él se atragantó y estuvo a punto de morir de risa cuando oyó mis propósitos. Empezó a llamar a todo dios para que viniera a conocerme. Dialogó con ellos, todos aplaudieron y hasta algunos me abrazaron. “Eres un héroe”, gritó... El mes que pasé con los Scott  fue delicioso. Me hacían mirar por cámara cada vez que cambiaban de plano y cuando yo decía, “nice”, “fantastic”, “lovely” o “wonderful”, todos me felicitaban y gritaban: “Bien, acaba de aprender otra palabra nueva”.

 

  "Al poco rato apareció Ridley riendo a carcajadas, llevaba el pelo largo, barba, y estaba enfundado en unos jeans ajustados que le resaltaban el paquete"  

 

   Tenía razón el espejo, yo no era un buen productor. Allí aprendí mucho, tanto, que al cabo de dos años, llamé a Ridley para contratarlo como director en un spot para L´Oreal que se tenía que filmar en París. Me dijo que sí sin haber visto el guión y nos encontramos en la ciudad de la luz. El tren del Orient Express, top-model americana, doscientos extras… Todo un lujo. El spot fue un boom y detrás de éste vinieron más. Por entonces él ya había hecho Los duelistas y había tenido un gran éxito en Cannes. Un día que fui a Londres a principios de 1978 para enseñarle un proyecto, me enseñó el guión de Alien. La dirigió al año siguiente y no pude ir al estreno porque me encontraba rodando en Estados Unidos una serie de spots para la marca Lois.

   Posteriormente rodé con Tony (el guapo de la familia) un spot y me enseñó el guión de Top gun, una pasada de película (año 1985). Él estaba como loco. Me hice amigo de su operador Derek Van Lindt y, una de las veces que vino a Barcelona para rodar, le expliqué un guión que se me había ocurrido. “Se lo tienes que contar a Ridley, le gustará”, me dijo. Me fui a Londres y Ridley nos recibió en su casa. Esta vez tenía por intérprete a la mujer de Derek, Glo, y en francés le conté la sinopsis de la película: “La ciudad desnuda.” Debía ser sobre el año 1985. Le encantó y me preguntó por qué había pensado en él. Yo le manifesté que sólo un inglés podía filmar una ciudad con la gente desnuda y que éstos no hicieran el ridículo. Él se rió y me contestó que siempre le gustaban mis comentarios.

 

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Ridley Scott pide tiempo muerto ante el recuerdo de la pinta que llevaba en los años 70

 

   Se fue a Los Ángeles y al cabo de veinte días vino la mar de contento, la Warner quería producirla y Dustin Hoffman sería el intérprete, el hombre vestido. Nos reunimos en Londres  y el optimismo se apoderó de nosotros, pero cuando me explicó que tenía que trasladarme a Estados Unidos para hacer el guión con unos guionistas americanos contratados por la Warner, y que estaría dos años enteros para confeccionar el argumento y el rodaje de la película, me arrugué. Yo, en aquellos momentos, no podía dejar Group Films, ganaba mucho dinero y hubiese sido una locura empezar una nueva aventura. A él le supo mal y me dijo que no era el valiente que le había ido a ver la primera vez. Tenía razón.

   Nos hemos visto varias veces en los estrenos de algunas de sus películas: en el de Blade Runner, Black Rain, Thelma y Louise... Él también había cambiado y se lo dije. Al oírme, Ridley sonrió y me refutó en francés: “El triunfo envilece”. Ya no nos hemos visto más, pero quién sabe, a lo mejor, algún día me atrevo a preguntarle al espejo quién coño soy, y me presento en su estudio de Los Ángeles hablando como Tarzán y queriendo conquistar el mundo del celuloide. No sé, ha llovido tanto…/>

 

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1 Respuesta

  1. Anónimo
    roso23<br />Buena anecdota !!!! :-)

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