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SALVAJES crítica: Traficantes natos

   

Traficantes natos

Oliver Stone se fuma un porro gigante tras el
ácido psicotrónico que supuso Asesinos natos

Por Chema Pamundi

 

<Algunos (pocos, supongo), sabíamos que tarde o temprano Oliver Stone acabaría resucitando. Que el autor de obras tan turbadoras como Platoon o Asesinos natos (una película con la que tampoco hay para tanto, pero que acaba cayendo simpática por su factor “trash” y por lo mucho que llegó a tocar los cojones en su día), o de ejercicios visuales tan despampanantes como JFK o Un domingo cualquiera, no podía simplemente desaparecer del mapa cayendo en la irrelevancia. Pues en efecto, con el estreno de Salvajes parece que el paciente vuelve a mostrar signos vitales.

   A ver, tampoco hagamos olas. Salvajes (adaptación de la aclamada novela homónima de Don Winslow, una de las plumas más talentosas del actual género negro) no supone una recuperación completa del enfermo, pero sí una demostración de franca mejoría, un entretenimiento lo bastante efectivo como para que algunos volvamos a estar pendientes de la (siempre errática, eso sí) carrera cinematográfica de Oliver Stone. Y eso es algo que no pasaba por lo menos desde finales de los 90 con Un domingo cualquiera. Entre aquella excelente cinta de fútbol americano y esta contundente peli de tiros, venganzas y tráfico de drogas nos hemos tenido que tragar infamias como Alejandro Magno, World Trade Center o Wall Street 2: el dinero nunca duerme (los espectadores sí que dormían, Oliver), por no hablar de Comandante y Al sur de la frontera, un par documentales bastante inanes, en los que un Stone políticamente más despistado que nunca masajeaba a salvapatrias como Fidel Castro o Hugo Chávez.

 

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"Podríamos hacer un cross-over de John Carter y Kick-Ass enfrentándolos a psychlos y titularlo `Campo de Batalla: la Tierra 2`"

 

   Pero bueno tú, una mala tarde la tiene cualquiera. Y si Salvajes, con toda su previsibilidad y sus limitaciones narrativas, significa un atisbo de luz para recuperar al GRAN Stone de antaño, pues bienvenida sea. Salvajes, ya está dicho, no inventa nada nuevo: un par de chavalines (Taylor Kitsch y Aaron Johnson) han montado un tinglado de tráfico de marihuana de calidad superior en el sur de California. Allí viven la mar de panchos, nadan en panoja, practican tríos sexuales con una muchacha cañón (Blake Lively) y se lo pasan bomba. Hasta que un poderoso cartel mexicano invade su territorio con la pretensión de absorberlos, y les obliga a tomar medidas desesperadas. Ahí empezarán los secuestros, las extorsiones, los disparos en las rodillas, las decapitaciones con sierra mecánica y todo lo demás que hace tan divertidas este tipo de situaciones.

   ¿Qué funciona en Salvajes? Sobre todo los personajes. Stone dedica casi todo el primer tercio de metraje a desarrollarlos, y lo hace bien. Hay química entre los tres protagonistas, hay sensación de peligro y veracidad en los villanos (Salma Hayek como Elena, la feroz jefa suprema del cartel, y Benicio Del Toro como Lado, su despiadado brazo ejecutor, son lo mejor de la película), y hay un John Travolta la mar de solvente como agente corrupto de la DEA que toma el pelo a todo el mundo y siempre cae de pie (el típico cabronazo sin alma que a la audiencia le encanta; aparte, tiene las mejores frases).

 

  "Entretenimiento lo bastante efectivo como para que algunos volvamos a estar pendientes de la siempre errática carrera cinematográfica de Oliver Stone"  

 

   ¿Y qué no funciona en Salvajes? Quizás el guión, en exceso previsible. Ni siquiera los giros inesperados logran epatar, porque uno ya está esperando justo eso, que le sorprendan. Eso no quiere decir, no obstante, que la trama esté mal ejecutada o no sea disfrutable. Al contrario, funciona de perlas como un divertimento ligero de hora y media, pero nada más. Digamos que Stone ha jugado sobre seguro y ha conseguido lo que se proponía, un trabajo sólido pero sin sorpresas. Hubiera sido deseable un poco menos de ortodoxia y un poco más de riesgo. Pero en fin, tampoco nos pongamos quisquillosos.

   Salvajes ha sido comparada con Jules et Jim (anda que no alucinan algunos), pero en realidad lo único que tiene en común con la cinta de Truffaut es el trío amoroso. En cambio, guarda bastantes más puntos de contacto con Amor a quemarropa (incluyendo un desenlace extraño y no del todo creíble, que probablemente dividirá a la audiencia; a mí me gustó), mezclada con una pizca de Dos hombres y un destino (a la que se llega a referenciar de un modo directo en los diálogos). Por una vez Stone evita darnos la chapa con uno de sus habituales sermones moralizantes (y mira que el tema del tráfico de drogas se prestaba a ello), prefiriendo en vez de eso ceñirse a los patrones del thriller de gánsteres y venganzas de toda la vida (mejor así, la verdad). Apenas explota un poco la alegoría presente en el título (en diversos momentos ambos bandos definen al otro como “salvajes”), y utiliza al personaje de Blake Lively para dejar caer un apunte sobre la indolencia generacional de “niñatos descerebrados” de los protas (los mexicanos les dan un ultimátum bastante amenazante, y ella se va de compras con toda su pachorra). Pero vamos, nada demasiado cargante.

 

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"Lástima que para Perdita Durango lleguemos quince años tarde"

 

   Stone dirige la función con la habitual mezcla de estilos que ha venido desarrollando cada vez con más insistencia a lo largo de toda su carrera: cámaras lentas, insertos de imágenes oníricas, secuencias en blanco y negro o rodadas en video casero... En varias ocasiones, esta “tarantinización” de su cine le ha perjudicado, mareando al espectador y convirtiendo la narrativa en un torpe y amanerado ejercicio de estilo (el peor ejemplo que se me ocurre es el de la inconexa y pesadísima Giro al infierno). Esta vez no abusa del “patchwork” visual, y consigue dar a las imágenes de Salvajes una potencia que camufla parte de sus bandazos argumentales.

   Salvajes, en fin, logra extraer algo de petróleo a un género sobre el que ya se ha dicho todo y más. Tiene media docena de momentos molones, sabe combinar el mal rollito (los mexicanos no se andan con hostias, y Oliver Stone nunca ha sido timorato a la hora de mostrar violencia en pantalla) con un romance creíble y diálogos chisposos, y tiene cierta frescura improvisacional, como si Stone la hubiera rodado rápido y de manera no demasiado cuidadosa. Precisamente esa levedad formal, ese espíritu de “do it yourself”, es lo que hace albergar esperanzas de que Oliver Stone recupere la forma del gran director que fue. Es un principio. Albricias./>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Copas de yate
     
     
 

Recomendada por Kuato a: jóvenes emprendedores con la idea de montar un tinglado que haga competencia a algún negocio mexicano. No veas cómo se las gasta esta gente….

     
 

No recomendada por Kuato a: quien espere el típico panfleto de denuncia anti-yanqui de Oliver Stone. Esto (por suerte) es un thriller de acción sin más pretensiones.

     
  Ego-Tour de luxe por: la idea de los asesinos que se presentan en tu casa haciéndose pasar por un equipo de jardinería. Mientras uno de ellos te da matarile, los demás se dedican a podarte los setos y limpiarte el jardín para tapar el ruido y disimular. Genial.
     
  Atmósfera turbínea por: pese a todo, es un poco cansino el rollo éste de que los americanitos guapetes sean siempre los buenos y los mexicanos sean siempre los orcos malos (da la impresión de que el personaje de Benicio Del Toro no se ha dado una ducha en su puta vida).

 

 

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sabe más el diablo por viejo que por salvaje

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