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¡SHAZAM! LA FURIA DE LOS DIOSES crítica: Muy poca magia

Shazam pega el estirón y puede llegar a casa más tarde de las diez, en ¡Shazam! La furia de los dioses

CHEMA PAMUNDI

¿Lo decís vosotros o lo digo yo? Venga, lo voy a decir yo: el cine de superhéroes está muerto. Alguien debería dictar el acta de defunción y organizar un entierro (mejor si es discreto, solo familia y allegados, porque me temo que tampoco acudiría mucha gente). ¿Es resucitable? La verdad, viendo la deriva generalizada de agotamiento de ideas y desgaste de conceptos que está tomando el género (sobre todo por la vía de Marvel), cuesta ser optimista, y más teniendo en cuenta que las últimas películas de súpers que han resultado siquiera un poco estimulantes, se esmeraban en camuflar su condición bajo otros géneros: The Batman se vestía de thriller psicológico-policiaco, más cercano a Seven o Zodiac que a ninguna película anterior del hombre murciélago; y a Escuadrón Suicida solo le preocupaba ser una comedia de acción lo más divertida posible, tirando de unos referentes que no eran precisamente Los Vengadores o Liga de la Justicia, sino más bien Doce del patíbulo, Kill Bill y Team America: La policía del mundo. Corte a plano cerrado de Martin Scorsese, acariciando un gato y diciendo a cámara “¡Os lo dije!” con una sonrisa malvada de oreja a oreja.

¡Shazam! La furia de los dioses es el enésimo cadáver que sumar al body count que certifica la afirmación del párrafo anterior. ¿A quién va a gustarle, aparte de a fans irredentos que ya tengan decidida su opinión antes de comprar la entrada o de darle al play? Porque, si ya como película en sí es fofa en lo dramático e insípida en lo narrativo, como cine de justicieros con leotardos es directamente catastrófica. Lo cual resulta una doble decepción, porque lo cierto es que la ¡Shazam! de 2019 logró convencernos, de manera bastante inesperada, de que el personaje titular tenía un interés que nadie le había visto a priori, de que era algo más que un Superman de Aliexpress con la magia divina como trasfondo, y de que se podían hacer buenas cosas con él, rompiendo la cuarta pared, riéndose de los tropos del género, y vendiéndose como alternativa gamberra al superheroismo canónico gracias a una cosmogonía de estar por casa (una familia de niños superhéroes), desenfadada, fresca y fácil de seguir. Flotaba en el aire la sensación de que DC había encontrado su propia versión de Deadpool, una versión además adecuada para toda la familia.

 

"¿Lo veis? Estamos en los planes de James Gunn para su replanificación de DC"

 

Sin embargo, a esta secuela es difícil celebrarle algo. Ni los problemas emocionales de los personajes recuperan el interés que nos despertaban en la entrega original, ni las escenas de acción asombran o inquietan, ni los chistes entran, ni el guión sabe ofrecernos otra cosa que un batiburrillo de fantasía cósmica genérica sobre las hijas de Atlas (Luci Liu y Helen Mirren, en dos de los papeles más mediocres de sus respectivas carreras), que han llegado a la Tierra para vengar la muerte de su padre y se ponen pesadísimas con el asunto. Shazam y su cuchipandi se les oponen, claro, y la cosa colofonea con un clímax de media hora que, aunque decente en el apartado técnico, abusa de forma descarada de los deus ex machina mágicos por el morro para justificarlo todo y da la impresión de haber sido creado por la junta de accionistas de Warner Brothers, gritando ideas random en una reunión (“¡Y que salgan unicornios!”, “¡Y un dragón!”, “¡Y un cameo de Wonder Woman!”).

“A ¡Shazam! La furia de los dioses es difícil celebrarle algo. Ni los problemas emocionales de los personajes, ni las escenas de acción, ni los chistes, ni el guión”

Uno de los problemas graves y hasta cierto punto irremediables de ¡Shazam! La furia de los dioses es que el personaje principal, Billy Batson, ya no es un adolescente solitario con cuyo déficit de autoestima resulte fácil empatizar, sino un pre-adulto de 17 años que vive en una familia ampliada razonablemente feliz y cuyo principal rasgo de personalidad es un síndrome bastante estándar de hermano mayor. Por lo tanto, hay que buscarle un conflicto emocional nuevo; y el que le plantean aquí, que se resume en “Cuando cumpla 18 años me tendré que ir de esta casa de acogida, qué pena me da, con lo bien que estaba yo”, suena de lo más postizo. Es una paja mental que se ha montado él solo, que no se la creen ni quienes le rodean, que todos sabemos que se va a solucionar por sí sola, y que por lo tanto carece de cualquier fuste para sostener el armazón dramático de la película.

 

"Tranquila, igual de ridícula estaba Cate Blanchett en Thor: Ragnarok"

 

Zachary Levi sigue siendo lo mejor de la función en el papel de Shazam, el alter ego ultrapoderoso de Billy, haciendo gala de una mezcla adecuada de vulnerabilidad emocional, vis cómica y contundencia física. Por desgracia, los diálogos que le han dado en esta ocasión son muy pobres y su brillo a menudo se diluye en una película demasiado coral para los pocos personajes interesantes que aparecen en ella, que son exactamente dos: el propio Shazam y su mejor amigo/hermanastro Freddy Freeman (Jack Dylan Grazer). Este segundo tampoco da la talla, encorsetado por una gratuita subtrama amorosa cuyos niveles de caspa son dignos de otras décadas (adolescente acomplejado se lía con una guerrera del Olimpo que, a pesar de tener seis mil años de edad, superpoderes diversos y una gran experiencia de combate, cuando las cosas se ponen chungas resulta que necesita un novio que la proteja, la abrace y la consuele).

Dominada por personajes planos, una trama-plomo que demuestra que a menudo “más es menos”, muy poca originalidad y un giro final con unos niveles lamentables de “armadura de guion” para el protagonista (cuando pintaba que, al menos, la cosa iba a acabar con un giro valiente), ¡Shazam! La furia de los dioses es una prueba de cargo de la acusación con la que abría este texto: el cine de superhéroes, tal como lo hemos conocido en estos 15 años, está acabado. Los primeros 10 de esos años fueron fabulosos, el sueño de cualquier fan, pero ahora andamos inmersos en una fase de clarísima decadencia, tanto creativa como de aceptación popular (solo hay que ver los menguantes índices de audiencia de los nuevos estrenos). Por lo tanto, si el género ha muerto, la única solución es que se reencarne en algo nuevo, menos centrado en engordar franquicias y más en transmitir sensación de maravilla. Esperemos que James Gunn con su reboot del universo DC, y los directivos de Marvel con sus multiversos, lo vean igual de claro, porque nosotros estamos peligrosamente cerca de dejar de ver sus películas y no volver a preocuparnos más del tema.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Condenada a alforfones

INF VNV 1

Recomendada por Kuato a: los padres del director David F. Sandberg, que supongo que querrán ver lo que ha hecho su hijo.

No recomendada por Kuato a: cualquier persona que haya visto más de dos películas de superhéroes.

Ego-Tour de luxe por: la aparición de algún que otro monstruito mitológico de estilo Ray Harryhausen, que logra sacudirte el sopor durante tres o cuatro segundos.

Atmósfera turbínea por: una escena post-créditos con cliffhanger que se podrían haber ahorrado, porque es muy dudoso que a nadie le interese ya lo que venga después. Ni siquiera a Zachary Levi, que ya ha dicho que si la película no lo peta, posiblemente se desvincule del personaje. Spoiler: no lo ha petado.

 

¡SHAZAM! LA FURIA DE LOS DIOSES. Estreno en Venusville: 17/03/2023.

 

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