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SITGES 2022 crónica 1: Vuelta al lugar del crimen

Venus; Brian and Charles; Flux Gourmet; The Lair

CHEMA PAMUNDI

Pues ya estamos en Sitges 2022, oye. 55 años de festival, que se dicen rápido, y 17 de ellos cubriéndolo como Diario de Venusville. De momento, aún no nos hemos cansado de venir. Esperamos que vosotros tampoco os hayáis cansado de leernos. En los próximos días, estas crónicas van a intentar explicaros lo mejor y lo peor que ocurra por aquí. Esperemos que lo mejor tenga que ver con las películas que se van a proyectar. Respecto a lo peor, me temo, que como de costumbre volverá a estar relacionado con las pifias de organización. Al fin y al cabo, Sitges no sería Sitges sin cierto nivel de chapucilla.

Este año, sin ir más lejos, el “terror” había empezado ya con varias semanas de antelación al inicio del certamen, gracias al caos informático causado por su nueva página web, que ha experimentado una cadena de fallos y funcionamientos pochos que harían que lo de HAL 9000 en 2001, una odisea del espacio pareciese una simple gripe.

La cosa arrancó con el colapso de la venta de entradas online para el público (algo que, ya con la página antigua, era una tradición bien asentada). A partir de ahí, siguió con la certificación de que la zona web de prensa no funcionaba desde el extranjero ni desde dispositivos móviles, luego tuvo el girito sorpresa de un nuevo colapso durante el proceso de selección de tickets para los acreditados, y colofoneó algunos días más tarde con el borrado accidental de todos los tickets reservados, el subsiguiente ataque de histeria para volverlos a reservar en cuanto nos enteramos y, ya como escena post-créditos, el volcado por parte del festival del back up de los tickets elegidos la primera vez, lo cual ha propiciado que todos hayamos acabado teniendo una amalgama de sesiones repetidas, otras solapadas, otras desaparecidas…

El problema es que esas películas solapadas que no podremos ver porque, a diferencia del protagonista de Tenet, no tenemos capacidad para estar en varios sitios al mismo tiempo, deben de computar en el sistema informático como butacas ocupadas, o sea entradas que no podrán venderse al público. En fin, Sitges en estado puro. Quienes llevamos años viniendo ya sabemos que a la organización de este evento se le puede aplicar aquella frase que le decía Morgan Freeman a Brad Pitt en Seven: “Si ves que de repente a John Doe le sale un platillo volante de dentro de la cabeza, no te sorprendas”. Pocas cosas nos siguen sorprendiendo en Sitges a estas alturas… salvo algunas películas.

Y las primeras cuatro de este año han sido las siguientes:

 

Todo a punto para Sitges 2022

 

VENUS (Jaume Balagueró, España, 2022)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Una noche, la joven Lucía decide emprender una vida 2.0 mangando un alijo de droga de la discoteca madrileña donde trabaja como bailarina de plataforma. El plan le sale regular y, malherida y perseguida por los secuaces del mafioso al que ha sisado, no le queda otra que refugiarse en casa de su hermana; y mira tú si tiene mala suerte, que resulta que el edificio donde vive la hermana está más maldito que el castillo de Dracula; ah, y todo esto, no te lo pierdas, mientras se acerca un eclipse de sol con tintes apocalípticos, provocado por un planeta desconocido que se ha materializado de la nada al ladito de la Tierra. Lo que se dice tener una mala semana.

Siempre que reseño a Jaume Balagueró me apresuro a aclarar que no soy precisamente un fan de su cine. Me parece que su innegable personalidad visual se pierde a menudo en historias de terror melodramático con demasiados requiebros y una concepción del miedo más recargada que efectiva. Su trilogía de “obras mayores”, formada por Los sin nombre, REC. y Mientras duermes empieza a quedar muy atrás, y si esas películas funcionaban tan requetebién era precisamente porque centraban su foco en los elementos justos e imprescindibles. A este respecto, Venus vuelve a ser otra pieza fallida, una bacanal de demasiados conceptos, giros de trama y relleno argumental camuflado de construcción de personajes.

 

"Manuela Velasco versión 2.0, para servirles"

 

Que, a ver, es loable la valentía de mezclar La semilla del diablo, Dark Water, una relectura libre del cuento de Lovecraft “Los sueños en la casa de la bruja”, y añadir como topper de todo eso un follón de robo de drogas a mafiosos quinquis, pero, o tienes las cosas muy claras a nivel narrativo, o la macedonia te va a quedar indigesta; y el guion de Venus (escrito a cuatro manos por el propio Balagueró y Fernando Navarro) está trufado de inconsistencias, personajes que se emperran en tomar decisiones sin sentido y subtramas que se quedan en un mero enunciado (aparece por el morro un planeta nuevo junto a la Tierra y el único al que parece importarle es Pedro Piqueras, que sale en un cameo dando la noticia por televisión).

Venus funciona más o menos cuando Balagueró gamberrea sin complejos (la sobredosis de gore final, estilo REC. 3), pero patina cuando se toma demasiado en serio y se pone a presumir de referentes sin justificarlos. El horror cósmico también tiene su lógica interna, no puede ser una mera excusa para sacar bicharracos con tentáculos y dejar las cosas a medio explicar.

 

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

 

 

BRIAN AND CHARLES (Jim Archer, Reino Unido, 2022)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Buena parte del actual humor audiovisual, tanto en cine, como en televisión, como en stand ups, parece estar polarizándose entre la provocación reaccionaria y el sermón reivindicativo. Ambos extremos (como ejemplos, en el primero podríamos situar a Ricky Gervais o Bill Burr y en el segundo a Hanna Gadsby o Dave Chapelle) llevan cierto tiempo dando síntomas de agotamiento. Por eso, cuando aparece de pronto una serie de TV como Ted Lasso, que opta por gags inteligentes en su simplicidad, completamente desprovistos de cinismo o amargura y que transmiten un mensaje tan desarmante como “tengamos un poco de empatía con el prójimo”, es percibida como algo de lo más novedoso y se convierte en un éxito arrasador. Brian and Charles muestra unas intenciones similares, aunque a diferencia de Ted Lasso y su caricatura de un mundo tan estándar y mainstream como el del fútbol, lo haga desde un marco de costumbrismo rural bañado por una pátina de ciencia-ficción estrambótica que casi orilla el cuento infantil.

Brian, el protagonista principal (encarnado por David Earl) es un granjero de coles de la campiña galesa que ha desarrollado en sus ratos libres una verdadera pasión por inventar artilugios. Se le da fatal, porque tiene ideas de mierda y ninguna de ellas funciona cuando la lleva a la práctica (ni el cinturón para transportar huevos, ni los zapatos con red de pesca incorporada, ni el reloj de cuco volador…), pero Brian no deja que NADA mine su optimismo y su entusiasmo. Un buen día decide fabricarse un amigo robótico, usando una lavadora vieja, una cabeza de maniquí y coles como combustible… y para sorpresa cósmica del propio Brian le sale bien. El resultado es Charles, sin la menor duda uno de los androides más bizarros que jamás se hayan visto en la gran pantalla.

 

"Es la última vez que compro un robot marca Acme"

 

Lo mejor de la película está en las interacciones entre Brian y Charles mientras el autómata aprende a hablar, a bailar, a jugar a los dardos, o muestra un interés creciente por viajar a medida que amplía mentalmente los límites del mundo que le rodea y empieza a verse a sí mismo como un esclavo (lo cual establece la base del conflicto entre los dos personajes). Charles es pura crema cómica, desde su cuerpo que parece una instalación artística de arte basura hasta esa voz de auto-tune con la que dice las mayores burradas en un tono absolutamente gélido. En numerosas escenas, Charles hace reír simplemente “estando allí”, sin necesidad de hacer nada más.

Pero la película no se limita a ser una mera acumulación de gags, sino que además traza un retrato muy lúcido sobre la soledad, la necesidad de conectar y la tensión entre egoísmo y generosidad inherente a toda relación. Brian and Charles recuerda a obras como El jovencito Frankenstein, Cortocircuito, Swiss Army Man o Lars y una chica de verdad y, pese a algunos cambios de tono poco pulidos (empieza como un falso documental, con Brian hablando a la cámara, y de pronto abandona ese formato sin justificación alguna para adoptar una narración estándar), en conjunto es una absoluta delicia low cost.

 

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

 

 

FLUX GOURMET (Peter Strickland, Reino Unido, 2022)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Un trío de performers en busca de su personalidad artística se inscriben en un “Instituto de Catering Sónico”, en el que ensayan actuaciones consistentes en cocinar estrafalarias recetas y extraerles sonidos de vanguardia (metiendo micrófonos de alta sensibilidad dentro de una olla de salsa, usando una mesa de mezclas estilo DJ para distorsionar el ruido de una licuadora, y cosas así), mientras ejecutan danzas de alto contenido erótico, todo ello ante la atenta mirada de un escritor frustrado que va tomando apuntes y videograbaciones para crear un documental al respecto. El proceso desatará una lucha de egos entre la megalómana líder del combo y la glamurosa directora del centro, encarnadas respectivamente por Fatma Mohamed y Gwendoline Christie, en un duelo interpretativo fabuloso.

Me temo que, mientras Peter Strickland siga haciendo ese cine tan inclasificablemente raro, tan estrambóticamente divertido y con esa potencia visual cercana al giallo, voy a ser incapaz de juzgarlo con demasiada objetividad. Me flipa lo que propone, esos universos imposibles que se inventa a medio camino entre el horror surrealista y un fetichismo cultural llevado hasta el absurdo (en lo que es, a la vez, una celebración y una crítica vitriólica del arte elevado), ese humor que va de lo sutil a lo grotesco sin pedir perdón ni permiso (en Flux Gourmet te mete tanto un gag de pedos como otro sobre filosofía hipócratica) y esa manera de sacar de quicio al espectador frustrando todas sus expectativas (frases de diálogo chifladísimas, como “A veces me pregunto si estás perpetuando un arquetipo de toxicidad epicúrea con toda esta histeria culinaria”).

 

"Nuestro plato principal de hoy: serpiente con sorpresa"

 

En una época en la que buena parte del cine independiente más radical empieza a moverse en base a fórmulas narrativas algo predecibles (debido, en parte, a que está muy pendiente de ser emitido en plataformas digitales que piden productos fáciles de digerir), Strickland es uno de los pocos directores con los que nunca sabes lo que vas a encontrarte; y eso me parece oro.

Flux Gourmet no es su desempeño más original, rompedor ni interesante, quizás demasiado acotado por una estructura de guion muy clásica y un desarrollo algo reiterativo, pero sigue siendo cien por cien Strickland. Tiene cositas que recuerdan a David Cronenberg (esa colonoscopia convertida en instalación artística) y también a Peter Greenaway (si bien con un tono de freakshow y autodescojone que nunca le veríamos al director de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante), pero por lo demás sigue siendo diferente a casi todo. Yo me como sin problemas el plato entero hasta rebañarlo, y después pido una segunda ración.

 

Venusentencia: Copas de yate

INF VNV 4

 

 

THE LAIR (Neil Marshall, Reino Unido, 2022)

Trailer, fotos, sinopsis y ficha

Kate, una piloto de la RAF, es derribada con su avión de combate en pleno desierto de Afganistán y perseguida por un grupo de insurgentes (que, por cierto, disparan con peor puntería que los soldados de asalto de Star Wars). En su huida a tiro limpio, la muchacha se refugia en un bunker soviético abandonado, donde se topa con una especie de agresivos bicharracos mutantes de mucho susto, creados mediante experimentos genéticos o yo qué sé. Tras un no parar de agacharse para esquivar balazos y mordiscos, Kate logra huir del lugar y llegar hasta un puesto defensivo norteamericano. Pero por supuesto allí tampoco estará ni mucho menos a salvo, porque solo llevamos 15 minutos de película y parece que las bichocosas en cuestión han seguido su rastro.

La carrera de Neil Marshall es un “Expediente X” digno de estudio. Lo que empezó de manera prometedora con Dog Soldiers y se confirmó con un clásico moderno incontestable como The Descent ha ido “menos molando” paulatinamente, en una serie de producciones a cual más tronada (Doomsday, Centurión, The Reckoning…) o en encargos desastrosos como el reboot de Hellboy; y no es tanto que Marshall haya perdido “mojo” (ahí está por ejemplo su episodio Aguasnegras para la serie Juego de tronos, considerado una obra maestra televisiva), sino que parece haber perdido interés por ser considerado un “autor” y prefiere hacer el borrico en películas de acción que le permitan homenajear a sus referentes favoritos, y si es posible colar como protagonista a su novia Charlotte Kirk, a estas alturas una actriz mucho más famosa por su imán para atraer escándalos que por sus dotes interpretativas.

 

The Lair VS. Venom: las ocho diferencias

 

The Lair es, en este sentido, puro Neil Marshall de última generación, incluyendo a la Kirk como heroína principal (en otro papel por el que no será recordada) y un guion que intenta ser seis películas a la vez (como ya ocurría en Doomsday), porque a Marshall no se le ocurre ninguna idea que le parezca mala. The Lair empieza como un remake bélico de The Descent, luego se convierte en Zombis Nazis, luego en Doce del patíbulo, luego en Starship Troopers, luego en La cosa, luego en Aliens… por no decir que el diseño de los monstruitos es como una imitación de Venom de bazar chino. Nada de esto importa en realidad, porque la película funciona como lo que pretende ser: un divertimento descerebrado sin un minuto de tiempo muerto, con unos diálogos de chulería militar tan ridículos, recitados por unos personajes tan exageradamente unidimensionales y estereotípicos, que cuesta creer que no sea todo una parodia. Cinta ideal para sesión Midnight Xtreme de Sitges, es tan difícil enfadarse con ella como recordarla una semana después de haberla visto.

 

Venusentencia: Dos Caras Harvey

INF VNV 3

 

SITGES 2022

 

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