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STAR WARS reportaje: Ésta no es la trilogía que buscáis

7. Anakin

   Sin embargo, sacar a pasear a los mismos personajes que Lucas utilizó hace 20 años no era, en el fondo, más que una manera de retrasar lo inevitable. Porque el personaje vital de la nueva trilogía, Anakin Skywalker, había que escribirlo prácticamente desde cero. En las películas clásicas apenas llegábamos a saber nada de su personalidad y su pasado. Toda la nueva trilogía dependía de la evolución de Anakin. Y, como la trilogía en sí, Anakin Skywalker no funciona. Para empezar, es difícil tragarse que los rasgos de Hayden Christensen sean los que se esconden tras la máscara de Darth Vader.  Christensen, un correcto actor de teleseries que nunca hubiese dado el salto a la gran pantalla de no ser por la miopía de Lucas, no tiene el empaque suficiente para interpretar al villano más carismático que ha cruzado una pantalla de cine. Su gestualidad se limita a poner cara de drogado cuando está enamorado, y poner cara de resaca cuando se ve dominado por el Lado Oscuro. Eso es todo. Evidentemente, el gran culpable no es Christensen, sino Lucas, que sobre el papel no ha sabido manejar bien ninguna de las dos motivaciones básicas que mueven al personaje: el amor y el odio.

   Centrándonos pura y simplemente en el desarrollo del personaje, nadie se cree su evolución en las tres películas. Todo se ve forzado y artificial, más como una mera necesidad para hacer avanzar la trama, que como un fluir natural de las cosas: la relación con su madre, su enamoramiento con Amidala (digno de una telenovela venezolana), su evolución en el consejo Jedi (cuando en La venganza de los Sith le piden que espíe a Palpatine, tras haberle estado puteando como unos locos en los dos anteriores Episodios, resulta incluso cómico) y su paso al Lado Oscuro, que no está lo bastante justificado, y tiene lugar en la escena a todas luces más ridícula que hemos visto en las seis películas, superando con mucho a los ewoks de El retorno del Jedi (Palpatine hablando con voz de teleñeco, Mace Windu muriendo como si fuera Wile E. Coyote, y Anakin finalmente aceptando pasar al Lado Oscuro, como si ello conllevase el mismo grado de implicación moral que hacerse socio del Círculo de Lectores “¿Te haces del Lado Oscuro?” “Venga sí, me hago”).

 

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La sombra de Darth "Homer" Vader es tan alargada...

 

   Es muy difícil empatizar con el Anakin niño-repelente del Episodio I (incluso para el público infantil), prácticamente imposible hacerlo con el adolescente pajillero y pavo del Episodio II, y demasiado tarde para hacerlo con el joven torturado del Episodio III. Alcanzado ese punto, puedes llegar a comprender las motivaciones del personaje, pero sus problemas y sus sufrimientos ya no te llegan. En La venganza de los Sith, Lucas intenta forzar la nota maltratando a Anakin con una crueldad gratuita y borde, en un recurso facilón, de melodrama barato. Es posible que esto funcione con parte de la platea, y que haya espectadores que moqueen por Anakin. Sin embargo, es un sufrimiento tramposo que apunta a los lacrimales del espectador, no a su corazón. Desde luego, no es el mismo sufrimiento que experimentas por Frodo en El señor de los anillos, o por el niño de El sexto sentido. El de Anakin es un sufrimiento que se olvida en cuanto sales del cine.

 

 

8. La suspensión de la incredulidad

   Los detractores de La guerra de las galaxias, que los hay a manta, citan casi siempre su larga y ya de sobras sabida lista de incongruencias físicas (las naves no explotan en el espacio) y su falta de lógica interna (¿por qué el Imperio construye una segunda Estrella de la Muerte con el mismo punto débil que la primera?). Sin embargo, precisamente uno de los grandes méritos de las películas de la trilogía clásica es que funcionan a pesar de ello. La guerra de las galaxias nos cuenta una historia en clave de tebeo, y en los tebeos las naves explotan en el espacio, y los malos son lo bastante botarates y presuntuosos como para pensar que los buenos no se la clavarán dos veces de la misma manera. Yo sé que es imposible que un hombre pueda volar, pero cuando veo Superman, prefiero no dejar que esta certeza me estropee la película. A eso, en cine, se le llama “suspensión de la incredulidad” (o también, tragaderas).

   No obstante, para que la suspención de la incredulidad funcione, la película debe ofrecer algo a cambio. Y lo único que Lucas nos ofrece a cambio es un guión cojo y sin carisma ¿Puede una película funcionar con un guión cojo? Por supuesto que puede. Robert McKee, prestigioso guionista de Hollywood, suele citar el ejemplo de Terminator: “No es que Terminator tenga agujeros de guión; es que el guión de Terminator está escrito dentro de un socavón”. Pero el hecho es que Terminator funciona. Y funciona porque consigue llevar a cabo un truco de magia: fija tu atención en los hallazgos (el ritmo, la tensión, la sensación de novedad, el carisma de los personajes), para que no te des cuenta de que en el fondo, nada de lo que ocurre en pantalla tiene demasiado sentido.

 

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...que al final el pobre Anakin acaba por desorientarse

 

   Sin embargo, en la nueva trilogía de Star Wars, el truco de magia casi nunca sale bien, y así, somos plenamente conscientes de los defectos del guión. Muy a menudo, el espectador está más pendiente de lo que no funciona en cada escena, que de la escena en sí. Mientras Amidala, Obi Wan y Anakin están prisioneros, luchando en la arena contra los monstruos gigantes del Conde Dooku, uno está pensando por qué Dooku no les ha pegado directamente un tiro en la cabeza a cada uno, en vez de darles la oportunidad de que se escapen y le fastidien el tinglado. Cuando Palpatine es salvado por Anakin de morir a manos de Mace Windu, uno se está preguntando cómo puede ser que un plan tan complicado, elaborado y en teoría “maestro” para hacerse con el control de la galaxia, acabe dependiendo de una carambola como que Anakin se pase al Lado Oscuro justo a tiempo de salvar in extremis el gañote de Palpatine (¿y si Anakin hubiese estado cagando justo en ese momento y no hubiese llegado a tiempo?). Cuando el asesino a sueldo intenta matar a la senadora Amidala introduciendo por la ventana de su cuarto un par de babosas venenosas mientras duerme (un sistema que tenía todos los números para fallar miserablemente), uno se está preguntando por qué el asesino no dispara directamente a Amidala con un bazooka.

   Podría llenar páginas y páginas de ejemplos, pero creo que más o menos ya sabemos de lo que estoy hablando.

 

 

9. Lucas ya no se divierte

   Al final, todo se reduce a eso. Da la sensación de que Lucas ha escrito esta nueva trilogía más que nada por quitarse una losa de encima, y que no ha disfrutado demasiado durante el proceso. Probablemente había vuelto a sentir el gusanillo del director, pero sabía perfectamente que, antes de poder atacar cualquier otro proyecto más personal (según parece, quiere rodar cine en formato Imax), tenía que zanjar su saga galáctica. Sin embargo, viendo los Episodios I al III es como si Lucas tuviese todo el rato la cabeza en otro sitio. Aquella ilusión, aquel desparpajo y aquel sentido del riesgo que se apreciaba en las películas de la trilogía clásica, han desaparecido por completo. Por riesgo entiendo capacidad para desbordar al espectador y dejarlo con la boca abierta. Por ejemplo, el inicio de La guerra de las galaxias, con la nave consular perseguida por el destructor imperial, es posiblemente el arranque más poderoso de la historia del cine (quería utilizar este paréntesis para compararlo con los inicios de otras películas, pero realmente no se me ocurre ningún otro que esté a su altura). Lucas debía saberlo, porque el caso es que lo mantuvo a pesar de ganarse una buena multa del sindicato de directores por empezar la película sin títulos de crédito (algo que se consideraba una grave infracción en aquella época).

   A ese tipo de riesgo es al que me refiero. Frente a eso, las nuevas películas se ven previsibles y adocenadas. Está claro que la capacidad de sorpresa del espectador no era la misma hace 30 años que hoy, en la era de la Playstation. Pero si los hermanos Wachowsky consiguen hacerte caer la mandíbula hasta el suelo con un recurso tan simple pero efectivo como el bullet time, digo yo que George Lucas, que tiene a su servicio a los mejores técnicos del mundo, debería poder colocarnos frente a los ojos algo un poco más ocurrente que una sucesión de pantallitas de videojuego.

 

  "Aquella ilusión, aquel desparpajo y aquel sentido del riesgo que se apreciaba en las películas de la trilogía clásica, han desaparecido por completo"  

 

   Es cierto que Lucas ha logrado, al menos, atar cabos con el Episodio IV, de modo que la transición entre ambas trilogías funcione. Pero ese es un trabajo que cualquier fan con dos dedos de frente hubiese sabido hacer con cierta solvencia. Lo mínimo que se le debía exigir a Lucas era que solucionase en La venganza de los Sith los innumerables loops de guión que él mismo había ido sembrando a lo largo de las dos anteriores entregas. Es como el fontanero que viene a revisarte las cañerías y te inunda el piso de agua ¿Hay que felicitarle si al menos se queda a fregarte la cocina? No.

   Ha sido la propia falta de rigor de Lucas en La amenaza fantasma y El ataque de los clones la que le ha obligado a hacer cuadrar la historia a martillazos en La venganza de los Sith, incluyendo insertos bochornosos como el “borrénle la memoria al androide de protocolo” (bochornoso porque es como parar la película para reconocer que ha metido la pata y pedir disculpas; es un recurso igual de cutre que el tan manido “todo ha sido un sueño”), o la escena en la que el senador Bail Organa, al que apenas hemos tenido el gusto de conocer en las dos películas anteriores, se revela de pronto como un personaje capital al ofrecerse a adoptar a la recien nacida Leia. Es otra de las muchas secuencias resueltas deprisa y corriendo, de cualquier manera y sin la menor pausa dramática. Son momentos artificiosos que te sacan de la película, porque se nota demasiado que son mecánicas de guión. Toda la trilogía está dominada por un tono general de desgana.

 

 

10. Lucas ya no nos divierte

   He dejado conscientemente para el final el ejemplo más palmario del abismo narrativo entre la trilogía clásica y la nueva, que resume perfectamente el sentir de todo este artículo, y que me parece una prueba incontestable de que Lucas ha perdido el norte. Estoy hablando, claro, de los putos midiclorianos. En el fondo, los midiclorianos no son más que un reflejo de la absurda esquizofrenia que a Lucas le entró por darle seriedad a la saga de Star Wars y convertirla en algo que no era (ciencia-ficción dura), como si el género de aventuras ya no fuese lo bastante bueno para él. En La guerra de las galaxias, Obi Wan nos explicaba que la Fuerza era un campo de energía mística que lo cubría todo, y que cualquiera con la suficiente voluntad era capaz de dominarlo. Y todos nos lo creímos. Con esa explicación teníamos más que suficiente y nos sentíamos felices. El resto ya nos lo imaginábamos nosotros. ¿Cuántos niños, tras ver la película, habrán pasado horas jugando a intentar mover una piedra con la mente? Eso es elegancia narrativa. Eso es economía de medios. Esa es la magia del cine.

   En cambio, ahora Lucas nos ha dicho que todo eso ya no sirve. Ahora, no basta con poner voluntad para mover la piedra con la mente, además hace falta tener midiclorianos. Ahora, la mayoría de nosotros sabemos que, por mucho que nos concentremos, jamás podremos ser Jedi. Es una explicación impecable desde el punto de vista científico, pero es una explicación que no convence a nadie. Porque a ningún niño le interesa jugar a hacerse la prueba del ADN para ver si tiene un nivel alto de midiclorianos. Ahí está la diferencia. Antes no le pedíamos a Lucas justificaciones para creer en las historias que nos contaba. Ahora, ni con las mejores justificaciones nos creemos lo que nos cuenta. Porque al fin y al cabo, lo único que importa en este tipo de películas es la magia. Y la magia se ha roto./>

 

 

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Star Wars R.I.P. Descanse en paz 

 

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1 Respuesta

  1. Anónimo
    Karl Kanos<br />Genial el articulo. Tan revelador y acertado como gracioso. Enhorabuena!

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