TRON: LEGACY crítica: El regetron navideño

El regetron navideño

Clu y Tron regresan después de 28 años de ausencia con partiditas de Q-Zar aún más sofisticadas

Por Cornelius

<Joseph Kosinski, director del presente troño, tenía la misma edad que yo cuando estrenaron Tron allá por el 82, y aunque en esa fecha ya se había rodado Alien, Blade Runner, Star Wars... Tron fue un verdadero alucine porque hasta la época, lo más vanguardista visualmente había sido aquel ya paleolítico Señor de los Anillos repintado encima de los actores, y claro, una animación por ordenador junto con los diseños de Moebius eran un verdadero flipe que te dejaban la retina haciendo chiribitas.

Recuerdo perfectamente cómo se me quedó grabada la escena de la cesta punta mortal emitida en los televisores de un centro comercial mientras yo cabalgaba sobre una atracción infantil triki-traka de Dumbo a dos pesetas. Imagino que Joseph Kosinski vería la escena muchos años más tarde, entre risas escrupulosas, montando a su novia justo cuando le encargaron la secuela, porque su película se me antoja de mayor maduración y mejor dirigida que, como mucho, un videoclip de karaoke de O.B.K.

"Lo bueno de estar en un programa informático es lo que te ahorras en liftings faciales"

Joseph Kosinski había rodado hasta la fecha anuncios de coches y productos varios que pueden ustedes repasar por YouTube, y ya en estos se puede aprehender todo su imaginario visual y filias de pijo que básicamente radican en tías con mono de cuero blanco e interiores a lo Van der Rohe de los cuales tira a modo de churrería de Avenida Pearson para enmierdar (en blanco) con todo su Troñ-aco (Ridley Scott también venía de la publicidad, pero ya se le veía en sus anuncios que como director estaba preparado para rellenarnos todos los fotogramas con enjundia y no de "mousse de pedo a la Kosinski"). Tron: Legacy tiene lo mejor de un videoclip, lo mejor de un anuncio y lo peor de una polaroid.

No debo yo iluminarles sobre cuál es el resultado de una obra de ficción llamada película cuando el montador y el director se ponen de acuerdo para que la banda sonora sea la que dirija en las escenas, por mucho Duft Punk que se precie. Me parece muy bien que esta gente mole, pero si los actores parecen estar bailando y escuchando la música, como en la escena –única escena cómica- donde presentan a Kaster, personaje hinchado de comicidad que desbarata el tono de la mejor escena de acción de la película, el resultado NO es una película sino un videoclip.

"Tron: Legacy tiene lo mejor de un videoclip, lo mejor de un anuncio y lo peor de una polaroid"

Si además en el uso de la cámara, el criterio que tenemos para escoger el punto de vista es caprichosamente estético, preciosista, el aspecto de anuncio televisivo no te lo quitas ni con lejía. Recordemos escenas bellísimas de Blade Runner como la del zepelin con pantallas de anuncios, pero donde el punto de vista a pie de calle, sin separarse de la mirada de Daryl Hannah, nos mantiene enganchados a la narración.

Para finalizar el repaso a las dotes audiovisuales del Kosinski, no podemos eludir que su habilidad para captar escenas, o sea para fotografiar, son equiparables a las de un álbum de fotografía de la zona chiquipark del Macdonalds. No hay ni un solo momento en que los actores muestren una pose de naturalidad. Simplemente hay una sensación continua del Kosinski diciendo “Por favor, mirad a la cámara... ¡Cheeeeeeeeeeeeese!”

"Si no se cree que yo era el Espantapájaros, pregúntele a la Sra. King"

En cuanto al guion cabe decir que hay alguna idea rescatable. Una, que ya se echaba de menos en la primera, es la de que los programas puedan escapar al mundo real. Otra interesante es que en el caldo de bits primigenio que conforma la realidad virtual creada por Kevin Flynn (Jeff Bridges) se pueda dar la vida. El mismo Flynn lo explica como una mutación en los logaritmos que da pie a unos seres que no son programas y entre los que se encuentra la tía buena de la peli.

El resto no pasa de lo regulero, exceptuando el personaje del prota y los diálogos, que son infames. Los diálogos inmóviles de Midala y Anakin con lo peor de los contenidos de Matrix son una buena aproximación. Guionista y director deben creerse que cuando hay diálogos en una peli, detener la acción y explicar sus recientes ideas con las palabras “vida, humanidad, mundo y filosofía”, significará firmar un nuevo referente en la historia del pensamiento. Y cuando ya hablamos de construir personajes y planteamos en la primera escena un prota que con 27 años es poco menos que Batman y que la única evolución que sufre en la mayor epopeya virtual de la historia es volver con la novia, nos reafirmamos en la antigua creencia de que Bambi era un peliculón./>

INFORME VENUSVILLE

		Sentencia Quaid: Congelada en carbonita



		Recomendada por Kuato a: los que consideren que una película es buena porque les ha sorprendido visualmente.

		No recomendada por Kuato a: al colectivo de informáticos, ya que el guion se desdice de toda unidad argumental con su referente básico. No aprovecha ni términos, ni conceptos informáticos que al menos la primera sí apuntaba.

		Ego-Tour de luxe por: la primera escena, la cual nos introduce magistralmente en la ficción desde una máquina tragaperras a la cabina de las motos conducidas por los programas-replicantes, ¡finísima!... ¡Ay, perdón!, que esto pasa en la peli vieja.

		Atmósfera turbínea por: Walt Disney por hacernos creer que el éxito de taquilla le redime de haber fallado la primera vez.