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LA INVITACIÓN crítica: La última cena

Karyn Kusama nos invita a una cena tan rara como una reunión de pitufos verdes en La invitación

CHEMA PAMUNDI

Quien más quien menos, a todo el mundo le ha tocado alguna vez tragarse una de esas veladas de compromiso a las que no tiene puñeteras ganas de asistir. Que si la cena de la empresa, que si la visita de tu tía segunda, que si la reunión de ex-alumnos del instituto, que si el cumpleaños de aquel tarambana que te hacía la vida imposible en el cole... Lo mejor en esos casos es pagar tu parte de la cuenta sin rechistar y asegurarte de que el flujo alcohólico sea constante, hasta lograr alcanzar ese punto de “no hay dolor” en el que incluso te parece una buena idea cuando alguien propone ir a tomarse el último copazo al karaoke de la esquina.

La velada que le toca tragarse a Will, el protagonista de La invitación (fenomenal interpretación de Marshall-Green, que está casi todo el rato en pantalla) es desde luego una experiencia algo más extrema que simplemente tener que aguantar a un antiguo compañero de pupitre que sigue contando los mismos chistes malos de cuando erais críos. Se trata de una cena que celebra su ex-esposa Eden (encarnada por una Tammy Blanchard que combina en las dosis justas lo atractivo con lo espeluznante), a la que no ha visto desde que ambos se separaron debido a la muerte de su hijo en común, dos años atrás.

 

La invitación: thriller

"Que sea la última vez que jugando a adivinar películas me decís El ojete de Lulú"

 

En la fiesta-cena Will se encontrará con el nuevo novio de su ex, con varios amigos comunes y también con un par de personas a las que no conoce, y cuya presencia no acaba de quedar clara. Desde el primer momento Will se huele que algo chungo se está cociendo. Ahora bien, ¿lo “chungo” se está cociendo en la fiesta... o dentro de su cabeza? ¿Realmente en esa invitación hay gato encerrado, o bien Will ve fantasmas donde no los hay, presa de la amargura por recordar la pérdida de un hijo y por la envidia/estupefacción al ver que su ex-mujer parece haber conseguido pasar página y rehacer su vida tan campante?

De la directora Karyn Kusama no esperábamos ya nada bueno, tras una filmografía que había ido apilando catástrofes del calado de Aeon Flux o Jennifer's Body. Sin embargo, La invitación (elegida con bastante justicia como el mejor largometraje del festival de Sitges 2015) parece demostrar que la tipa sencillamente necesitaba que le pasaran una historia en condiciones. Por fin se la han pasado, y le ha servido para armar cien minutos de mal rollo sin mácula, un thriller psicológico de manual que va acumulando dentera a un ritmo lento pero seguro, gracias a su guión inteligente y elegante (todo respira una tensión soterrada: las copas previas a la cena, las conversaciones de salón, los pasatiempos estilo “el juego de la verdad” en los que siempre hay alguien que acaba meando fuera de tiesto...) y también gracias al hábil recurso dramático de hacer que el espectador, a la hora de intentar deducir de qué va el misterio que rodea la velada (si es que hay algún misterio), maneje exactamente la misma información que el protagonista. Vemos toda la película desde el enfoque de Will, y se nos van hinchando las narices al mismo tiempo que a él. Quizás esté loco, sí, pero es “nuestro loco”. Sus dudas parecen razonables y es un animal herido con el que resulta fácil identificarse.

"Un thriller psicológico de manual que va acumulando dentera a un ritmo lento pero seguro, gracias a su guión inteligente y elegante"

Porque La invitación, y esa es otra de sus virtudes, contrapesa de manera astuta las hechuras de thriller crecientemente escalofriante con un análisis de los mecanismos bajo los que operan la paranoia y la depresión. Con independencia de que en la casa esté pasando (o vaya a pasar) algo malo, está claro que Will es un despojo emocional. Sus largos silencios escrutándolo todo de reojo y su constante levantarse de la mesa para indagar en alguna habitación de la casa, o para buscar un rincón solitario en el que poder respirar hondo, dejar de torturarse con paranoias y ordenar sus ideas, dejan claro que ha perdido toda capacidad de relacionarse con la gente de una manera normal. Eso nos pone todavía más nerviosos. ¿Y si resulta que quien la acaba liando parda es él?

Aún así, siendo como es sobre todo un toma y daca de diálogos inquietantes y plagados de segundas intenciones, a La invitación no le hubiera bastado con el recital interpretativo de su protagonista, necesitaba que el casting entero de actores tuviera química; y hay que decir que dicha química funciona de maravilla. Todos los personajes secundarios tienen “algo”, todos suman a la historia y todos están interpretados con una contención primorosa. Realmente transmiten la complicidad de un grupo de viejos amigos y te hacen cruzar los dedos mentalmente, deseando que aquello sea un mero malentendido y que al final de la noche cada cual pueda irse a su casa tan pancho.

 

La invitación: thriller

"Mira que te dije que cuando te tocara una de ciencia ficción empezaras señalando el cielo"

 

El espacio fílmico casi único en el que sucede la acción (la lujosa mansión de la ex, en una zona pudiente de las colinas que rodean Los Angeles) colabora a intensificar la sensación de angustia, de que las piezas no encajan. Es una casa enorme, llena de cuartos y recovecos en los que da la sensación de que ocurren cosas cuando uno no está mirando. La cadencia del montaje y la fotografía (cálida a la par que tétrica) se las componen para esquivar el síndrome de estar viendo “teatro filmado” y transforman el lugar en un fascinante universo estanco, una especie de prisión voluntaria en la que las convenciones sociales hacen las veces de llaves de la celda: nadie se acaba de sentir cómodo con lo que va deparando la noche, pero nadie se atreve tampoco a levantarse del sofá y simplemente largarse. Flota en el ambiente algo del Buñuel de El ángel exterminador.

Con esos elementos, La invitación se dirige inexorable hacia un final de traca, coronado por un último plano de esos que te hacen saltar los rulos y posicionarte de inmediato: habrá quien romperá a aplaudir y habrá quien lo considerará un cierre innecesario por pasado de vueltas. En cierto modo es ambas cosas, pero tampoco importa demasiado porque hasta entonces la acción ha progresado con ejemplaridad, haciendo de la economía narrativa su mejor arma. Buena parte de la magia de La invitación está en lo que no se ve y lo que no se dice. En las miradas, los hermetismos y lo que tiene lugar fuera de plano. Así se construye una cinta de suspense, di que sí.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Copas de Yate

INF VNV 4

Recomendada por Kuato a: misántropos militantes.

No recomendada por Kuato a: quien no sea muy amigo de las películas con ritmo sosegado ni de los finales con golpe de efecto.

Ego-Tour de luxe por: la agradable sensación de llegar a los últimos veinte minutos de metraje sin tener ni puñetera idea de cómo narices va a acabar el asunto.

Atmósfera turbínea por: quizás los flashbacks de Will recordando a su hijo sean un subrayado innecesario, que da al espectador demasiadas certezas en un filme que encuentra sus mejores momentos justamente cuando siembra dudas.

 

LA INVITACIÓN. Estreno en Venusville: 08/04/2016

 

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