SITGES 2015 día 2: Diferencias entre amor y sexo

Anomalisa; The Gift; Knock Knock; Jeruzalem; The Invitation; Tag

■ CHEMA PAMUNDI

Dos personas curiosas con las que me he cruzado hoy yendo de acá para allá por las salas y el Hotel Melià: una amiga que está acreditada por primera vez y que me hace mucha gracia porque comenta con los ojos muy abiertos y cara de flipe las mismas cosas que comentaba yo hace diez años (los madrugones, lo mal que está el cine Retiro, lo duro que es escribir crónicas diarias, lo desorganizado que parece todo, lo salao que es Carlos Pumares…); y un amigo que lleva ya unos años viniendo acreditado (siempre tirando de algún tejemaneje loquísimo), pero no necesariamente a ver cine, sino a vivir otro tipo de “festival”, en el que no reinan los zombis, los vampiros ni los psicópatas, sino la algarabía, el Jagermeister y las poluciones nocturnas. Ayer se perdió todas las sesiones de la mañana, porque cuando ya amanecía le despertaron los de la limpieza de la discoteca Pachá, pidiéndole por favor que se levantara del sofá y se fuera a seguir durmiendo a su casa. Sitges, un festival de contrastes…

Charlie Kaufman, la gran esperanza blanca del cine indie americano

ANOMALISA (Duke Johnson y Charlie Kaufman. E.U.A., 2015)

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Cuando hablamos de la renovación del cine indie americano, salen muy a menudo los nombres de Spike Jonze y Michel Gondry, pero para mí el que debería figurar por encima de todos ellos es el de Charlie Kaufman, que es quien los ha aupado con los guiones de películas como Adaptation, Olvídate de mí o Cómo ser John Malkovich. Sin Kaufman, vete a saber si los otros dos pájaros hubiesen alcanzado a desarrollar una voz propia (la filmografía de Jonze sin Kaufman es potente, pero la de Gondry es de taparse la cara con las manos). Todo eso queda de manifiesto en Anomalisa, que ya desde esta crónica me aventuro a decir que será lo mejor que veremos en esta edición de Sitges.

Anomalisa cuenta, mediante marionetas en stop-motion, una sencilla historia protagonizada por un tipo gris, anodino, desencantado, que ha perdido la ilusión, la fe y el interés en la gente (ve a todas las personas que le rodean con la misma cara, y las oye a todas con la misma voz), pero que recuperará todo eso de la noche a la mañana, debido a algo tan imposible de definir racionalmente como un flechazo amoroso. Anomalisa arma un discurso demoledor aunque lleno de ternura (y sin excesos melodramáticos) sobre el rechazo natural que nos producen a menudo nuestros semejantes y sobre la naturaleza del amor, a la vez el sentimiento más generoso y más egoísta que somos capaces de experimentar y transmitir los seres humanos. Pese a la urdimbre de complejas convenciones sociales que hemos desarrollado con los siglos, al final seguimos siendo víctimas (marionetas) de un puñetero cóctel de endorfinas. Anomalisa es una película de animación stop-motion no por ningún capricho experimental de Kaufman, sino probablemente porque no hay manera mejor de contar esa historia. Las marionetas favorecen la narración del mismo modo que lo hicieron en su día los clones de John Malkovich en Cómo ser John Malkovich. Pura inteligencia emocional, y muy cerquita de la obra maestra.

"Gracias a Charlie Kaufman, hasta mi cogote es perfecto"

THE GIFT (Joel Edgerton. E.U.A., 2015)

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Vista Anomalisa el resto de películas del día parecen de relleno, aunque sería injusto juzgar así The Gift, resultón thriller de reencuentro entre dos amigos que no se veían desde el instituto. Al principio les hace gracia haber recuperado el contacto, pero poco a poco uno de los dos se irá convirtiendo en una murga para el otro, hasta que la cosa pasa a mayores cuando sale a la luz un episodio turbio del pasado. Dirige de manera efectiva aunque un tanto impersonal el debutante Joel Edgerton (al que hemos visto como actor secundario en un montón de títulos), y la interpretan él mismo, Rebecca Hall y un Jason Bateman que es quien mantiene elevado el tono, luciéndose con el mejor papel de su carrera. The Gift está bien llevada, sin caer en el ridículo ni forzar la nota. Una de esas películas que quizás no pagarías por ver pero que te supone dos horas entretenidas si la enganchas zapeando.

"En Yo hice a Roque III, Esteso y Pajares también se conocían desde pequeños"

KNOCK KNOCK (Eli Roth. Chile-E.U.A., 2015)

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Todo lo contrario de Knock Knock, lo nuevo de Eli Roth, que como de costumbre fuerza la nota de principio a fin. Keanu Reeves es un arquitecto de éxito, uno de esos afortunados miembros del 1% de la población que lo tiene todo: pasta, un casoplón, un trabajo de lujo, dos hijos de postal y una mujer tan guapa como él con la que sigue follando como el primer día. Desde las primeras imágenes de familia feliz (tienen las paredes de todas las habitaciones llenas con fotos de ellos mismos sonriendo), nos entran ganas de que alguien se cuele en casa de Keanu y le parta la cara, o algo. La ocasión se presenta cuando dos chicas ligeras de ropa y generosas en curvas llaman a su puerta una noche de tormenta pidiendo refugio. Keanu las deja entrar, todo amabilidad, y ellas se lo pagan torturándole física y psicológicamente.

Vamos, la noche del loro. Knock Knock supone un cambio de registro importante para Eli Roth: una película igual de gruesa que sus anteriores (el tipo no sabría ni deletrear la palabra “sutileza”) pero que abandona el gore extremo en favor de la sátira. Demuestra un sano espíritu gamberro y mucha mala leche hacia el concepto tradicional de familia, pero no tiene suficiente material para llenar hora y media y se convierte bien pronto en una aburrida sucesión de putaditas alargadas hasta llegar a un final de chascarrillo. La peor película de Roth con diferencia (también la más masticable, y por tanto la que mejor le funcionará en taquilla), pero eso ya lo imaginábamos antes de que bajaran las luces de la sala. Parece que por fin ha sido do mesticado por la industria. Bueno para su cuenta corriente, malo para los aficionados al fantástico.

"Si nos cuentas cómo mataste al Agente Smith te lo hacemos gratis"

JERUZALEM (Doron y Yoav Paz. Israel, 2015)

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Haciendo tiempo hasta que empiecen The Invitation y Tag, me meto a ver Jeruzalem. Quién me mandaría a mí. Es un found footage sobre apocalipsis bíblicos que compendia todo lo que está mal en el subgénero found footage; sólo resulta ligeramente menos imbecilizante que Así en el cielo como en el infierno o The Devil Inside. El gimmick para seguir filmándolo todo más allá de lo razonable (que es por donde se descosen todas estas películas) son en esta ocasión unas gafas inteligentes con cámara incorporada que lleva puestas la protagonista (y que al parecer tienen una batería eterna, en una época en la que no hay smart phone que te aguante encendido una noche entera de juerga). Cuarenta minutos de prólogo basura seguidos por otros cuarenta de sustitos estilo tren de la bruja. Jeruzalem se abre con una frase del Talmut que indica que hay tres puertas de entrada al infierno: una está en el desierto, otra está en el mar, y la otra está en Jeruzalem. Pues eso. Un puto infierno.

"Reconozcan que al menos soy más guapa que el trío protagonista de Big Bad Wolves"

THE INVITATION (Karyn Kusama. E.U.A., 2015)

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Por suerte, The Invitation viene al rescate, ofreciéndome dos horas de mal rollo bien urdido. Will, el protagonista, asiste a una cena que da su ex-esposa, a la que no ha visto en dos años, desde que ambos se separaron debido a la muerte del hijo de ambos. En la fiesta-cena Will se encuentra con el nuevo compañero de su ex, con varios amigos comunes, y también con un par de personas a las que no conoce y cuya presencia no acaba de estar clara. Desde el primer momento, el tipo se huele que está pasando algo raro. Ahora bien, ¿está ocurriendo en la fiesta ... o dentro de su cabeza? The Invitation construye la tensión a un ritmo constante, implacable, gracias a un guión inteligente, una galería de personajes interesantes y el hábil juego mental de hacer que el espectador tenga exactamente la misma información que el protagonista a la hora de deducir de qué va el misterio. La película se dirige inexorable hasta un final de traca, coronado por un último plano de esos que te hacen saltar los rulos. Así se arma una película de suspense, sí señor.

"Que sea la última vez que jugando a adivinar películas me toca El ojete de Lulú"

TAG (Sion Sono. Japón, 2015)

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Acabo el día con Tag (Sion Sono. Japón. 2015), pesadez surrealista con ínfulas de manifiesto feminista que cae en una espiral de tedio en cuanto acaba su escena inicial, un accidente de autobús escolar bastante epatante. Ese momento es lo único fresco, lo único que merece la pena recordar de este churro descomunal, una especie de versión plomiza de Sucker Punch versión colegialas japonesas. Tiene cierto mérito hacer que una película de 85 minutos parezca durar tres horas, eso lo reconozco. La firma Sion Sono, uno de esos cineastas orientales de encargo que dirigen al peso (cinco títulos llevan su nombre en este 2015), y que lo mismo se cascan un peliculón que una chusta infumable, como si no controlaran su propio talento. Sono ha venido a presentar tres películas en este Sitges 2015, y Tag me ha hecho el impagable favor de ahorrarme tener que ver las otras dos. Aún así, ni todos los Sion Sono del mundo podrían estropearme este día, el día en que he visto un milagro cinematográfico titulado Anomalisa.