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THE AMAZING SPIDER-MAN 2: EL PODER DE ELECTRO reportaje: Aún más madera de héroe

   

Aún más madera de héroe

Análisis de cómo ha evolucionado el universo
de Spider-Man en The Amazing Spider-Man 2

Por Chema Pamundi

 

<Este artículo es en cierto modo una continuación del que ya publiqué en 2012 desglosando la película The Amazing Spider-Man, y analizando cómo habían sido adaptados a la gran pantalla los rasgos básicos del mejor superhéroe jamás habido (en efecto, no soy nada objetivo: el cabeza de red es de largo es mi supertipo favorito; y quien quiera saber por qué no tiene más que leerse dicho artículo). Dos años más tarde tenemos en los cines la lógica secuela, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, así que toca volver a hacer repaso y ver si Mark Webb y su equipo han conseguido dar con la tecla. Éste es un artículo largo (lo cual no sorprenderá a los seguidores de mis escritos en Diario de Venusville), así que para aquellos que vayan mal de tiempo o no tengan estómago para leerse los próximos 15.000 caracteres, lo soltaré de buenas a primeras en este mismo párrafo: The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro es una excelente película del Hombre Araña.

   Si algo demuestra The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, incluso a los más escépticos (yo entre ellos), es que un reboot de la franquicia era necesario. La trilogía de Raimi se había acabado metiendo ella solita en una suerte de cul-de-sac narrativo, en parte por culpa del cortoplacismo con el que funcionaba: los Spider-Man 1, 2 y 3 eran películas autoconclusivas, que se crearon de manera independiente sin demasiada conciencia de saga, simplemente añadiendo a cada título los ingredientes que fueran necesarios para conseguir que funcionase. El método salió razonablemente bien en Spider-Man, muy bien en Spider-Man 2 (probablemente una de las tres o cuatro mejores pelis de superhéroes jamás hechas) y catastróficamente mal en Spider-Man 3 (Tobey Maguire de malote bailongo es una imagen que aún traumatiza a muchos fans de Marvel). Sin embargo, por encima de todo eso, lo que se acabó teniendo entre manos fue una saga absolutamente desordenada, que resultaba muy difícil continuar con cierta coherencia: en la tercera película aparecían el doctor Curt Connors (alter ego del villano Lagarto), el hijo de J.J. Jameson (un astronauta que en los tebeos se convierte en licántropo por culpa de un mal viaje a la Luna), o una Gwen Stacy que para mayor confusión estaba situada cronológicamente después de Mary Jane (al revés que en los tebeos) y que ejercía de simple ligue para aliviar los calentonazos de Peter Parker. Por suerte todo este batiburrillo no llevó a ninguna parte, porque Sam Raimi, Tobey Maguire y Kirsten Dunst decidieron bajarse del carro y Spider-Man 4 se acabó cancelando (curiosidad: Anne Hathaway debería haber aparecido en la cuarta entrega de la serie interpretando a la Gata Negra... y en vez de eso acabó en El caballero oscuro: La leyenda renace haciendo de Catwoman).

 

Andrew Garfield, un Spider-Man con más madera de héroe que Pinocho

 

   A partir de ahí, la cosa estaba en seguir adelante con la saga cambiando a todo el casting, o apretar el botón del reboot. La primera opción tampoco hubiera sido tan mala idea como les pueda sonar a ciertos fans (algún día, alguien debería dar el primer paso en este sentido, en vez de volver a explicarnos el origen del héroe cada tres películas; la franquicia de James Bond lleva casi sesenta años cambiando de protagonista y no se ha muerto nadie), pero dadas las circunstancias es comprensible que quisieran aprovechar para “barrer la casa” y modernizar la serie, acercándola tanto temática como tonalmente a la versión fílmica del universo Marvel que hemos estado viendo en los últimos años (podría decirse que desde el 2008 con Iron Man), más realista, oscura y sinérgica. Porque a pesar de que los derechos cinematográficos de Spider-Man no están en poder de la propia Marvel (los ostenta Sony), y por lo tanto es difícil que veamos al trepamuros compartir cartel en una misma cinta con, por ejemplo, Los Vengadores (al menos a corto plazo, porque hay rumores que indican que Sony y Marvel podrían llegar a algún tipo de acuerdo puntual al respecto dentro de algunos años), está claro que el look de las nuevas películas Marvel está redefiniendo el género de superhéroes y está captando la atención del público, y eso es algo que los productores de Spidey no podían dejar pasar.

   Así pues, habemus reboot. En su momento The Amazing Spider-Man dejó un tanto fría a la audiencia: tardaba en arrancar (los obligatorios 40 minutos para explicar el picotazo de la araña, la muerte del tío Ben, la confección del traje, etc), se pasaba de tono solemne, se quedaba corta en sentido del humor y no acababa de acertar con el villano (pese a trabajarse a conciencia su trasfondo y justificaciones, el Lagarto parecía un poco ridículo). Pero, vista en perspectiva, también hacía bien unas cuantas cosas que ayudaban a plantar la semilla de la continuidad con sus previsibles secuelas, de una manera más orgánica y coherente de lo que lo había hecho la trilogía de Raimi: creaba un Peter Parker más marginal y con más aristas emocionales que el interpretado por Maguire, construía una acertada metatrama conspirativa alrededor de la muerte de sus padres, le colocaba a la novia correcta (Gwen Stacy), recuperaba los lanzarredes mecánicos del tebeo original (una elegante manera de explicar la naturaleza geek de Peter sin necesidad de diálogos expositivos), y convertía a la megacorporación Oscorp en el enemigo en la sombra. Todo ello daba como resultado una película que, si bien irregular y no plenamente satisfactoria, sí suponía una decisión inteligente: se sacrificaba por la causa, por el bien de la saga. Tejía los suficientes mimbres como para presagiar que, si se hacían bien las cosas, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro podía llegar a ser una secuela excelente. Y mira, por una vez...

 

 

Los villanos

   The Amazing Spider-Man 2: el poder de Electro no incluye un supervillano, ni dos, sino TRES: Electro, Harry Osborn/Duende Verde y Rhino. Todos ellos forman parte de la galería de enemigos clásicos de Spidey, y todos han sufrido un importante reciclaje respecto a sus versiones en cómic (y en los tres casos podríamos decir que para mejor). De los tres, Electro (interpretado por Jamie Foxx, de manera convincente pero no especialmente brillante) es de largo quien tiene más minutos en pantalla, y es quien recibe el lavado de cara más significativo. En los comics había sido siempre uno de los antagonistas más ridículos de Spider-Man, no solo por su traje sino por su naturaleza de ladrón de pocas luces (nunca mejor dicho) y por el tratamiento un tanto aburrido de sus superpoderes (tiraba rayos y poco más). En la película sin embargo se convierte en un personaje plenamente desarrollado, un nerd falto de cariño y lleno de frustración, al que un accidente laboral dotará de la capacidad para controlar la electricidad, lo cual le acabará de joder la mente convirtiéndole en una iracunda y vengativa fuerza de la naturaleza, que descargará todo su odio sobre el mismo Spidey al que antes idolatraba. La película saca un espectacular partido a sus poderes eléctricos, y además da la oportunidad para que veamos una faceta de Spider-Man que en los comics siempre está patente pero que el cine había explotado muy poco hasta ahora: su talento para derrotar enemigos a base de astucia más que de fuerza bruta.

   El segundo supervillano, que sin duda es el que acaba teniendo un mayor peso dramático a largo plazo, es Harry Osborn “alias” el Duende Verde (interpretado por Dane DeHaan, que lo acomete con la misma intensidad psicótica que pudimos verle desplegar hace un par de años en la estupenda peli de superhéroes indie Chronicle). Su trasfondo es una mezcla a partes casi iguales entre el bellaco clásico de los comics, la versión alternativa “Ultimate” (una serie de tebeos ambientados en una versión modernizada y más realista del universo Marvel), y la cosecha propia por parte de los guionistas del filme. El resultado de esta amalgama es un personaje tan o más inquietante que el de las pelis de Raimi, pero con unas motivaciones más claras y directas (no es un simple zumbado que no atiende a razones), y con una carga dramática mucho más marcada (a Parker le costará bastante olvidarse de lo que le ha hecho). Aparte, es muy de agradecer que su subtrama principal se plantee y resuelva en una sola película (aunque sospecho que volveremos a ver al muchacho en The Amazing Spider-Man 3), en vez de estirarse como un chicle a lo largo de dos o tres entregas.

 

Electro, el Duende Verde y Rhino, tres arac-villanos por el precio de uno

 

   El tercer villano podría parecer el menos importante de todos porque es el que menos rato aparece, porque se trata de Rhino (un simple repartidor de guantazos estilo Bud Spencer acorazado, que tiene los rasgos de un hiperbólicamente divertido Paul Giamatti), y porque su concurso no tiene mucho que ver con la trama general. Sin embargo, los guionistas vuelven a acertar al vincular sus poderes de combate con la compañía Oscorp, en una suerte de epílogo que cierra el filme de manera redonda y en punto álgido, y que tiende tramas que seguramente se desarrollarán en la siguiente secuela. No en vano, en una escena concreta puede verse que Oscorp guarda diversos prototipos de cachivaches sospechosamente parecidos a los brazos articulados del Dr. Octopus y a las alas mecánicas del Buitre. La galería de villanos de Spider-Man siempre ha sido bastante de estar por casa, y vincularlos a un poder superior como el paraguas de Oscorp es una idea excelente para darles mayor relevancia y razón de ser (el propio rascacielos Oscorp es utilizado como una presencia ominosa en varios planos de la película, como una fuente del Mal similar a un “Mordor tecnológico”).

   Mención especial merece Felicia Hardy, que aparece como secretaria y mano derecha de Harry Osborn en Oscorp, y que si todo va como debiera en alguna próxima película se convertirá en la pseudovillana Gata Negra, chiflada ladrona de guante blanco y folladora ocasional de Peter Parker. De momento, lo único que alcanzamos a ver de ella es que es una trepadora sin demasiados escrúpulos. No pinta mal, aunque quizás los guionistas han tratado de embutir demasiados elementos en una misma película, llevando hasta un extremo algo exagerado el efecto “escalera de vecinos” por el que todos los personajes se conocen o están emparentados unos con otros (y mira que Nueva York es grande). Aún así, en realidad ésta ha sido siempre una de las marcas de fábrica de los tebeos de Spider-Man (incluso el Dr. Octopus y la tía May acabaron siendo novios una temporada), así que en principio no es algo que debiera contrariar a los fans.

 

 

Los secundarios

   Sally Field encarna a una tía May más joven, enérgica e integrada en la trama de lo que jamás lo estuvo la Rosemary Harris que interpretó al personaje en la trilogía de Raimi (salvo escenas muy puntuales formaba parte del paisaje). En The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro es junto a Gwen Stacy la figura más importante en la evolución de Peter Parker, entre otras cosas por tener información acerca de la trágica desaparición de sus padres. Es un tratamiento que, si bien se aleja completamente de la tía May clásica, la hace mucho más carismática y aprovechable a nivel dramático. O sea, que el cambio es para bien. Curiosamente, los clásicos remordimientos de Peter Parker por la muerte de su tío han sido sustituidos casi por completo con remordimientos por la muerte del Capitán George Stacy, padre de Gwen (palmaba en la primera peli, a manos del Lagarto). A Peter se le va apareciendo su imagen mirándole severamente, como con cara de tendero chino, para censurarle su relación con Gwen (recordemos que le hizo prometer que se mantendría alejado de la chica mientras siguiese siendo Spider-Man). La verdad es que para este asunto de generarle regomellos emocionales al prota cuadraba mejor el tío Parker y es extraño que, dado que lo interpreta un actorazo como Martin Sheen, los guionistas hayan preferido al cara de palo de Dennis Leary. Es una de las pocas decisiones importantes en las que posiblemente se hayan equivocado.

   A quien seguimos sin verle el pelo cortado a cepillo y el puraco es a J. Jonah Jameson, el cascarrabias editor del periódico Daily Bugle. De hecho, toda la faceta de Peter Parker como fotógrafo periodístico está siendo bastante ignorada en esta nueva saga, y tiene pinta de ser porque no existe un sustituto posible para el actor J. K. Simmons, que en las pelis de Raimi bordó el papel de manera insuperable. Simmons ha manifestado en varias entrevistas que estaría encantado de retomar el personaje, pero posiblemente los productores crean que a la audiencia le resultaría confusa la repetición de actores en ambas sagas, y al fin y al cabo lo que quiere Marc Webb es establecer un Spider-Man diferente del de Raimi, así que resulta lógica la decisión de no sacar a Jameson. Aún así, es quizás lo que más se echa en falta del personaje clásico (aparte de dejar un poco la sensación de que Peter Parker vive del aire, porque no le vemos dar un palo al agua en toda la peli).

 

Sally Field, de mamá de Forrest Gump a tía de Peter Parker

 

   Otro factor de trasfondo que se ha reducido hasta cero es el ambiente estudiantil, aunque esto molesta menos. Flash Thompson nunca fue un personaje demasiado interesante, y el tema del bullying a Parker ya se trató en la primera película. En general da la sensación de que esta nueva serie se está moviendo muy rápido, cerrando temas para irla renovando constantemente y darle mayor dinamismo (“¿ya hemos explicado el periodo de instituto de Peter y Gwen? Pues que se gradúen y a otra cosa”). Está bien, más que nada para evitar el “efecto Grease” derivado de ver a actores treintañeros haciendo de teenagers (aún así, ya están llevando al límite la suspensión de la incredulidad, porque ahora mismo tenemos a un Andrew Garfield de 31 años y una Emma Stone de 25 interpretando a personajes que como mucho acaban de entrar en la veintena).

 

 

Parker & Stacy

   Si The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro parece descartar algunos de los elementos clave del personaje que ya hemos mencionado, es porque Webb y sus guionistas han elegido centrar todo el motor narrativo en la evolución de Peter Parker de adolescente a adulto, en especial a través de su relación con Gwen Stacy. En este sentido, la película (y por extensión toda esta nueva saga) parece estar basada no tanto en la serie principal del trepamuros sino en la antigua colección secundaria “Peter Parker, the Spectacular Spider-Man”, que ofrecía un tratamiento más íntimo del protagonista, dedicando igual atención (cuando no más) a su identidad secreta y sus problemas sentimentales que a sus aventuras de acción.

   La Gwen Stacy de Emma Stone es menos florero, más tridimensional y de personalidad más dura y compleja que la Mary Jane Watson de Kirsten Dunst (MJ siempre ha sido un personaje de carácter fuerte en los tebeos, pero en las pelis de Raimi parecía meramente una Gwen pelirroja), lo cual da un acertado contrapunto al héroe, porque le genera fricción y dudas (las comeduras de olla de Peter Parker, un tipo capaz de derrotar a los más poderosos supervillanos pero que no sabe cómo encarar su vida sentimental), y a la vez evita caer en clichés ya un poco cansinos como pedirle que cuelgue el traje de Spider-Man por ella (más bien todo lo contrario: le empuja a ser un mejor superhéroe). En el tramo final de la película, Gwen Stacy se convierte en uno de los elementos dramáticos más potentes que jamás hayamos visto en una cinta de superhéroes.

 

Emma Stone, una Gwen Stacy candidata a Wonder Woman

 

   De todos modos, el rey indiscutible de la función no es otro que Andrew Garfield, el actor protagonista. Garfield ha conseguido ya de manera definitiva hacer olvidar a Tobey Maguire, tanto por su aspecto físico espigado y atlético (más similar a la versión moderna que puede verse en los tebeos), como por esa vulnerabilidad de eterno adolescente, que de pronto muta en una inquebrantable seguridad en sí mismo en cuanto se calza el traje de lycra azul y rojo. Es un intangible muy característico del personaje (cuando Peter Parker es Spider-Man parece que incluso piense más rápido), y Garfield consigue plasmarlo muy bien. Eso, y el carisma irresistible del cabeza de red, claro: no existe probablemente otro superhéroe más simpático que él, y la película lo refleja de manera bastante certera, no solo con sus habituales chistes malos durante los combates, o con la admiración que le profesan los neoyorquinos durante toda la película, sino con detalles de puesta en escena más sutiles e inteligentes como por ejemplo hacer que se ponga un casco de bombero de Nueva York o utilice un megáfono de la policía. Es más que nunca “nuestro amistoso vecino Spider-Man”.

   Y para acabar, por supuesto, tenemos al Spider-Man superhéroe, seguramente el aspecto más banal pero a la vez más definitorio del personaje; y hay que decir que aquí sí que lo han clavado: algunas de las escenas en las que vemos a Spidey planeando y lanzando redes quitan literalmente el aliento, y su manera de combatir (basada más en la agilidad, la velocidad de ejecución y la improvisación que en repartir super-mamporros), remiten directamente a las páginas del tebeo. A un nivel puramente visual, puramente de diversión, Spider-Man nunca ha lucido mejor en una sala de cine. Es puritito Marvel.

 

 

Conclusión

   Partiendo de The Amazing Spider-Man, un reboot dubitativo pero que salvaba los muebles y estaba diseñado para cimentar una saga que funcionase a largo plazo, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro es una adaptación fiel, respetuosa y con el punto justo de innovación y riesgo. Con algunos reparos (quizás demasiado larga y alambicada), podemos definirla como el sueño húmedo de cualquier “Marvel Zombie” que tenga especial querencia por el Hombre Araña. Lo mejor que se puede decir de ella es que la espera hasta The Amazing Spider-Man 3 se nos va a hacer muy larga.../>

 

"Guárdame el sitio que voy a hacer The Amazing Spider-Man 3 y vuelvo"

 

 

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