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THE COLLECTION artículo: El coleccionista de amantes

   

El coleccionista de amantes

¿Seguirá Arkin teniendo ganas de robar casas, o
con lo visto en la primera parte ya tuvo bastante?

De Alimprofilms

 

<Puede resultar sorprendente que una película tan aterradora como The Collection tenga sus raíces en una época más plácida de la industria cinematográfica. Concretamente en el filme de Terence Young Sola en la oscuridad de 1967, con Alan Arkin y Audrey Hepburn en los papeles principales. La historia se inspira en este thriller de suspense, donde Hepburn interpreta a una mujer ciega a quien aterrorizan tres matones en busca de una muñeca llena de heroína, que supuestamente está en su apartamento. Más de cuatro décadas más tarde, el guionista-director Marcus Dunstan y su co-guionista de siempre, Patrick Melton, tomaron los elementos básicos de esa narración y los retocaron hasta convertirlos en el éxito del cine de terror y crímenes The Collector, la antecesora de The Collection. En homenaje a Sola en la oscuridad, los guionistas llamaron al protagonista masculino Arkin, por Alan Arkin, e hicieron que su protagonista femenina, Elena, tuviera su propia discapacidad física: la sordera.

   Además, añaden un giro importantísimo al subgénero de la “invasión del hogar” que impregna ambas películas, según explica el mismo Dunstan. “¿Qué ocurre si un ladrón interrumpe el crimen de un hombre muchísimo más malvado? Ese es el ADN de la primera parte: el Sr. Malo frente al Sr. Peor. Y así vemos que, de repente, nos identificamos mucho más con el Sr. Malo. Cuando vemos a un delincuente callejero enfrentarse al malo de una película de terror, el delincuente callejero se convierte en todo un antihéroe con auténtico titanio en la sangre. Me encanta esa sensación. Esas eran las películas que me gustaban cuando era un chaval”.

 

"Pieza nº 23 de la colección: zombie peinada con vigorizante capilar de huevo"

 

   The Collection sigue la historia de Arkin (Josh Stewart), al cual vimos por última vez atrapado en un pequeño baúl rojo. Pese a los traumas sufridos, un grupo de soldados entrenados lo obliga a guiarles en una misión para rescatar a Elena (Emma Fitzpatrick) de las garras de un asesino enloquecido. El título hace referencia a la afición del maníaco por “coleccionar” y mutilar seres humanos para exponerlos en un hotel abandonado que ha convertido en un museo de la muerte. Los cineastas decidieron dar rienda suelta a la acción —y al baño de sangre— casi desde la primera escena. “Desde el punto de vista de la narración, lo difícil era presentar a los personajes mientras se sucedían las escenas de terror”, explica Dunstan. “En ningún momento contamos con un entorno tranquilo donde llegar a conocerlos”. En lugar de eso, los responsables de la cinta utilizaron la larga secuencia inicial, en la que Elena se reúne con sus amigos en una fiesta en un almacén subterráneo, como una especie de señuelo.

   “Quisimos despistar a los espectadores, llevarles a pensar que se trataba de la típica película de terror con adolescentes atractivas, de esas que toman decisiones estúpidas y se meten en situaciones horrendas”, afirma Melton. “Esa clase de estereotipos se establece en muy poco tiempo”. “Sin embargo, la escena de la fiesta en el almacén tiene un final repentino y sangriento. Hacen su aparición la cuchilla de una cosechadora, varios artilugios medievales y más de 200 litros de sangre falsa, y ahí es cuando empieza la película de verdad”, continúa Melton. “No es que se convierta en una película sesuda, pero sí que tiene más trasfondo que la típica cinta de terror”.

 

  "The Collection sigue la historia de Arkin, a quien un grupo de soldados entrenados lo obliga a guiarles en una misión para rescatar a Elena de las garras de un asesino enloquecido"  

 

   Según explica Dunstan, contar con personajes tridimensionales en sus películas es un principio fundamental de su cine. “Otras películas de terror se quedan en la celebración de la muerte de los personajes y el ingenio de la degollina en sí misma”, observa el director. “Pero, si consigues que el espectador se preocupe por los personajes, porque tienen vida propia y defectos con los que identificarse, la experiencia se enriquece muchísimo. Y entonces, al añadir ese elemento aterrador e imprevisto de un acosador, un depredador, la película cobra mucho más interés. Se mete en la cabeza del espectador y lo sigue hasta su casa, hasta sus pesadillas”.

  Para Dunstan, las dificultades que se encontró durante la producción fueron, en parte, artísticas; es decir, encontrar y mantener el equilibrio perfecto entre acción y terror. “La mezcla de acción y el terror ha de estar muy bien hecha”, afirma. “Muchas películas de acción acaban convirtiéndose en un escaparate de escenas sangrientas, mientras que en las películas de acción se aprecia una especie de ballet, con largos silencios acentuados por los disparos. Las películas de acción son intrínsecamente emocionantes, pero no suelen intimidar ni dar miedo. Sin embargo, las mejores, como El justiciero de la ciudad o El expreso de Corea, combinan elementos de acción con una vena muy cruel (hombres peligrosos que persiguen a hombres malvados). Eso provoca momentos realmente virulentos, en los que sientes emoción por la acción y temor por todos los protagonistas. Ese era nuestro objetivo”.

 

"Pieza nº 164 de la colección: tetona con sobacos depilados a navaja"

 

   Aparte de esas dificultades, el director encontró las habituales en el rodaje de una película con tantos efectos especiales. Por poner un ejemplo, para filmar la larga secuencia inicial de la fiesta, que se convierte en un baño de sangre, hubo que contar con equipo muy nutrido, una grúa, numerosos extras, un minucioso trabajo de especialistas, efectos digitales y muchísimos litros de sangre. Por intimidatorios que resultasen aquellos días, el equipo consiguió terminar siempre a tiempo, comenta el director. Además, ensalza la labor del director de fotografía Sam McCurdy y del operador de cámara BJ McDonnell.

   Para Dunstan, hacer películas como The Collection es un privilegio. “Tenemos la oportunidad de contar historias, de asustar al público, de invitar a la gente al cine, apagar las luces y asustarlos por diversión. El único modo de cumplir ante una oportunidad así es esforzarnos de la forma más sincera para hacer un buen trabajo”. Al igual que Dunstan y Melton remontan a su infancia el inicio de su amor por el cine de terror, esperan ser capaces de transmitir a otras personas ese peculiar placer que consiste en asustarse. “Empezamos viendo películas que no debíamos ver a nuestra edad”, confiesa Dunstan. “Y ahora aspiramos a que algún crío se lleve una bronca por quedarse despierto hasta muy tarde mientras ve una de nuestras películas”./>

 

 

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