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X-MEN reportaje: X-Men: la indecisión final

   

X-Men: la indecisión final

Vean qué dio de sí la trilogía mutante original antes que
el Profesor X y Magneto fueran dos tiernos jovenzuelos

Por Chema Pamundi

 

<La saga de películas de los X-Men se ha destacado durante estos últimos años como un éxito de público y crítica por una serie de virtudes entre las que no se encuentran precisamente sus guiones. X-Men y X-Men 2 habían funcionado por la fuerza de sus personajes protagonistas, por sus espectaculares escenas de acción, por sus aciertos de cásting, por su puesta en escena ajustada y sobria (rehuyendo el toque kitsch tan común al cine de superhéroes) y por su tono ominoso y apocalíptico, pero no por sus guiones. Los guiones de X-Men son, en el mejor de los casos, ejercicios de ramplonería llenos de topicazos, y con una estructura y unas señas de identidad que se repiten clónicamente en las tres películas (crisis existencial de alguno de los protagonistas + clima político enrarecido por “la cuestión mutante” + villano que usa la experimentación con poderes mutantes para conseguir algún fin nefando + mensaje de fondo basado en el concepto de “elogio de la diferencia”…).

   Sin embargo, esta tendencia alcanzó su paroxismo en X-Men 3, que se ahogó en un guión dubitativo y acéfalo, y que resultó francamente frustrante como película de superhéroes y también como presunto cierre de la trilogía (porque de hecho no cerró prácticamente nada; el final no pasa de ser un “la vida sigue” que deja todo el pescado por vender: ¿Qué va a pasar con Xavier? ¿Recuperarán sus poderes Magneto, Pícara, Mística y compañía? ¿Qué consecuencias tendrá el suero anti-mutante? ¿Asumirá Lobezno sus responsabilidades para con la Escuela de Jóvenes Talentos?).

 

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"Les enviaré mis ondas telepáticas a los guionistas a ver si así los espabilo"

 

   Los problemas de X-Men 3 con la coherencia argumental empezaron, evidentemente, cuando Bryan Singer abandonó la nave en favor de Superman Returns, llevándose consigo a gran parte de su equipo. Enseguida, la Fox decidió poner al mando del proyecto a Brett Ratner, domesticado artesano de blockbusters de segunda fila que en El Dragón Rojo ya había demostrado cierta capacidad para calcar el estilo visual de otro director (en ese caso, el del Jonathan Demme de El silencio de los corderos). La esperanza de la Fox, está claro, era que la ausencia de Bryan Singer en X-Men 3 se notase lo menos posible. Sin embargo, aunque Ratner pueda estar muy dotado para copiar el “toque” Singer (en un ataque de maldad, podría decirse que su “poder mutante” consiste en imitar a directores con talento), lo cierto es que es un realizador con poca personalidad propia, y así X-Men 3 sólo alcanzó a ser una versión descolorida de las dos anteriores entregas de la serie. Sin demasiada energía ni carácter, X-Men 3 pareció una película hecha por funcionarios.

   Aparte de la ausencia de Singer, en X-Men 3 también se notó la falta de sus colaboradores en apartados técnicos como la fotografía (visualmente la película es algo pobre) y sobre todo en el diseño de producción, que había sido uno de los puntos fuertes de la serie. X-Men 3 es una película sorprendentemente hortera (el traje del Juggernaut está sacado directamente del fondo de armario de los Masters del Universo; y en cuanto al ejército de mutantes con chupas de cuero que acompañan a Magneto, parece que haya ido a reclutarlos al chill-out del SONAR). Aunque como ya digo, donde más terreno perdió X-Men 3 respecto a los dos capítulos previos, fue en el desarrollo de su guión.

 

  "Los guiones de X-Men son ejercicios de ramplonería llenos de topicazos con una estructura que se repiten clónicamente en las tres películas"  

 

   Para empezar, la película carece de segundo acto: sólo hay un planteamiento larguísimo (tardamos casi tres cuartos de hora en entender de qué va la cosa), seguido por un tedioso desenlace (en especial el obligatorio y supuestamente climático combate final, aquí estirado hasta agotar la paciencia). La narración se mueve en el caos, con demasiadas tramas paralelas que se abren y se cierran sin criterio aparente, y que generan en el espectador la frustrante sensación de que siempre se le está mostrando la opción menos interesante.

   Los guionistas de X-Men 3 (Simon Kinberg y Zak Penn) parecieron asumir que no iban a ser capaces de dar con una historia bien construida, y que su único recurso narrativo era jugar constantemente al órdago, al más difícil todavía. Y así, muchas veces acabaron desechando la sutilidad de las dos anteriores películas en favor del brochazo gordo. Si en X-Men 2 Jean Grey era sacrificada al final de la película como clímax trágico, en X-Men 3 se cepillaron a dos protagonistas en la primera hora de metraje, en una política de riesgos calculados que buscaba aumentar el pulso dramático, pero que estaba ejecutada de una forma tan apresurada que lo único que consiguió fue generar más confusión (hasta que no ves la lápida de Cíclope al final, no tienes claro si se ha muerto o si estaba de parranda).

 

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"Mejor así, más vale estar muerto que retratado como un calzonazos bobalicón"

 

   Otro ejemplo: si en X-Men 2 a Magneto le bastaba con dos bolitas de hierro para demostrar todo su poder al fugarse de la prisión de plástico en la que estaba encerrado, en X-Men 3 no se le ocurre otra cosa que arrancar de sus cimientos el puente Golden Gate enterito y llevarlo por los aires para cruzar la bahía hasta la isla de Alcatraz. Es una escena pasada de rosca que ni tiene sentido (debe ser que no llevaba dinero encima para pagarse el billete del ferry), ni resulta especialmente estética o espectacular (y que además incluye un tremebundo fallo de racord, que de nuevo demuestra las prisas con las que parece estar hecho todo en X-Men 3: cuando Magneto arranca el puente, es pleno día; instantes después, cuando lo hace aterrizar, es noche cerrada).

   La película está saturada de referencias comiqueras que, intentando contentar a todo el mundo, dejan cojo al espectador que jamás haya leído un tebeo de los X-Men, al tiempo que resultan insatisfactorias para el seguidor erudito: la resurrección de Jean Grey no está suficientemente justificada, el plan de Magneto con ella no se entiende (¿para qué pretende utilizarla, y más sabiendo que es una bomba de relojería incontrolable?), y en cuanto a la tan cacareada aparición de un Centinela, tras dos películas esperando a que sucediera algo así, los fans tendrán que contentarse con una escena cutremente planificada, pobremente resuelta (un poco de humo, dos focos de luz y una cabeza de robot cercenada), e insertada a martillazos en la trama (quien no sepa previamente lo que es la Sala de Peligro de los X-Men, se quedará con cara de tonto).

 

 

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