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A LA DERIVA crítica: ¡Qué bonito es el amor!

Ñoñería de amor a lo Nicholas Sparks con huracán a lo Cuando todo está perdido en A la deriva

ROBERT THORNHILL

Baltasar Kormákur había alcanzado un status como director directo y efectivo importando desde las heladas tierras islandesas ese cine oscuro con personajes siniestros y películas con un extraño dinamismo que enganchaba, como Verdades Ocultas, Inhale o Contraband, las cuales, cada una en su registro, no defraudaban a ese “exigente” espectador occidental con ganas de marcha y nuevas emociones. Lamentablemente, ahora parece que ha cambiado de rumbo y le ha dado por profundizar en las aventuras de experiencias extremas, y si hace tres años nos llevó a la nieve con Everest en una película que se hizo espesa y pretenciosa, A la deriva tampoco acaba de cuajar como modelo de supervivencia en alta mar que también soporta el lastre de estar basada en hechos reales.

El referente más claro y que rápidamente nos viene a la memoria es Cuando todo está perdido, película para más gloria de un extraordinario Robert Redford en plan Tom Hanks en Náufrago o Sandra Bullock en Gravity, donde J.C. Chandor se enfoca única y exclusivamente en asfixiar al protagonista a la vez que al espectador, en una gimcana de desgracias marinas resueltas con mucha traza que por fuerza hacen empatizar con el cenizo personaje interpretado por Redford. En un hipotético Mortal Kombat con A la deriva, no habría color: la película de Baltasar Kormákur es una idea mal ejecutada que hace aguas por todos los lados.

 

A la deriva

“Tranquilo, si he sobrevivido a tres Divergentes, sobreviviremos también a esto”

 

El guion está basado en las memorias co-escritas por Tami Oldham Ashcraft (ShaileneWoodley), una yanqui mochilera que llega a las paradisíacas islas de Tahití y se enamora de un guapete trotamundos más madurito (Sam Claflin), otro mochilero…pero con barco propio, entre los cuales rápidamente saltan chispas amorosas, aunque lo cierto es que su química en pantalla es nula, porque entre la gélida frialdad de Clafliny esa cursilez y mojigatería de Woodley,hacen que ni transmitan el más mínimo estímulo amoroso, ni que estemos deseando que se apareen salvajemente.

“La falta de electricidad entre los dos actores nos la sudaría si los efectos devastadores del huracán nos permitieran distraer nuestra atención como en La tormenta perfecta o La vida de Pi

Esta falta de electricidad entre los dos actores nos la sudaría si la angustia por la supervivencia y los efectos devastadores del huracán nos permitieran distraer nuestra atención a aquello que realmente nos mola, ver esas escenas dantescas de vientos huracanados como en La tormenta perfecta o La vida de Pi. Sin embargo, Kormákur, ciñéndose demasiado al relato real de Tami, va combinando las escenas de naufragio y soledad pre-mortem en el oceano Pacífico con una cansina y ñoña serie de flashbacks donde se nos muestra con todo lujo de detalles esa idílica e infantil historia de amor entre los dos nómadas protagonistas. El resultado crea una dualidad narrativa/temporal que hace que nunca acabes de enganchar ni implicarte a fondo con el drama que están viviendo en pantalla. Baste decir que la escena en que el temible huracán pone patas arriba el barquito de vela, dura incomprensiblemente apenas cinco minutos como si no fuera lo más importante. Vaya, es como si en Titanic James Cameron se hubiera centrado en las aventuras amorosas de Jack y Rose y el histórico naufragio nos lo hubiera colado de refilón.

 

A la deriva

“Hablando de sobrevivir, no olvides que yo también salía en Los juegos del hambre

 

Si no tuviéramos fresca en la cabeza la excelente Cuando todo está perdido, un modélico ejemplo de cómo manejar el silencio, hacer de la tragedia una aventura, y crear feeling con el protagonista, A la deriva podría pasar como un bucólico romance de cuento de hadas sin final feliz donde la Woodley ejerce de auténtica heroína marinera, luchando estoicamente por salvar a su flojucho churri manteniendo absurdas conversaciones sobre el color del cielo.

Pero vaya, al igual que en Everest, a Baltasar Kormákur le interesan más los aspectos motivacionales de los aventureros protagonistas de A la deriva que viven la vida buscando nuevos retos que cumplir, que la descripción más profunda y creíble de los momentos más dramáticos de la catástrofe. El director islandés sigue manteniendo el pulso para el thriller, como demostró hace dos años con la dura Medidas Extremas, así que esperamos que deje atrás esta etapa experimental “NationalGeographic” para centrarse en aquello que le hizo colarse en los despachos de Hollywood, y nos vuelva a ofrecer ese cine menos existencialista pero más cañero y que nos mola más como aquella fiesta palomitera que era 2 Guns.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Congelada en carbonita

INF VNV 2

Recomendada por Kuato a: los que no derramaron una puñetera lágrima al ver que Leonardo DiCaprio se quedaba congelado mientras su pechugona compañera descansaba plácidamente en su tabla.

No recomendada por Kuato a: los que huyan despavoridos de cualquier historia de amor adolescente azucarada y repulsiva.

Ego-Tour de luxe por: ese momento en que ShaileneWoodley, perdida en alta mar y al borde de la muerte, se pone a hacer yoga en pelotas en la cubierta del barco. Auténtica filosofía zen.

Atmósfera turbínea por: que es auténticamente vomitiva esa descripción del romance entre los protas“made in Nicholas Sparks”, donde se echa a faltar algún momento más sexualmente explosivo.

 

A LA DERIVA. Estreno en Venusville: 29/06/2018.

 

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