El fin del sueño americano De cómo Antoñito llegó, vio y venció en Hollywood, Por Ray Zeta |
<Ay Antoñito, Antoñito, quién te ha visto y quién te ve… Tú que tuviste Hollywood a tus pies y que saboreaste las mieles del éxito gracias a películas como Entrevista con el vampiro o La máscara del Zorro, ahora te ves relegado a doblar a un gato animado si quieres poner un plato de sopa caliente a tu mesa, antes de hacer la maleta y volverte al pueblo definitivamente... 32 años tenía Antonio Banderas cuando llegó a Hollywood y se bajó del tren llevando boina y una gallina en cada mano para hacer Los reyes del mambo tocan canciones de amor (1992), la película que lo etiquetó como el nuevo latin-lover español. Y es que características físicas no le faltaban: guapote, buenorro, morenazo, y con un toque agitanado que le hacía perfecto para encarnar personajes hispanos que tan coloristas y exóticos resultan en Hollywood.
Con el éxito y su buen hacer en la citada Los reyes del mambo como tarjeta de presentación, pudo acceder a pequeños papeles en producciones de mayor empaque como La casa de los espíritus y Philadelphia, que le permitieron codearse con actores de la talla de Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Tom Hanks y Denzel Washington. Lo que le propinó la oportunidad de interpretar al vampiro Armand de Entrevista con el vampiro compartiendo cartel con Tom Cruise y Brad Pitt. Éxito rotundo. Antoñito está a la altura como vampiro cariñoso a pesar del pelucón y el maquillaje que le encasquetan, y borda la composición del personaje con una elegancia y un glamour inimaginados hasta ese momento, lo que le abre de par en par las puertas de todos los estudios del momento.
Banderas es el nuevo latin-lover de Hollywood, el rompecorazones por el que todas las tías de Hollywood suspiran y todos los productores quieren contratar para su película, así que empiezan a llegarle guiones por docenas. ¿Y qué hace él? ¿Elegir? ¿Empapelarse las paredes de su apartamento con ellos? Nada de eso, aceptar todos los que le dé tiempo a rodar en un año. Y así rueda nada menos que seis películas en el año 95, ¡seis! Miami, Desperado, Four Rooms, Asesinos, Nunca hables con extraños y Too Much. Y así claro, imposible acertarlas todas. Bien por Desperado, Four Rooms y Asesinos, que le permitieron trabajar con nombres como Quentin Tarantino, Robert Rodriguez, Richard Donner y Sylvester Stallone, ¿pero a alguien en su sano juicio le interesó verlo bailando salsa con Sarah Jessica Parker o follándose a Rebecca De Mornay en un refrito de pacotilla de Instinto básico?
No, claro que no, por eso estuvo tres años en los que solo se le vio dando el cante al lado de Madonna en el musical Evita (1996), hasta que en 1998 volvió a ser tocado con la varita mágica de una hada madrina con barba y gorra de beisbol (Steven Spielberg, claro) al servírsele en bandeja el bomboncito de encarnar al Zorro en La máscara del Zorro. Bomboncito que aprovechó de nuevo como nadie al desplegar otra vez todo su poderío físico y su arrebatador atractivo hispano (ah, qué tango más sensual se marca con Catherine Zeta-Jones…) y que volvió a situarlo de nuevo en la industria como un valor en alza de solvencia más que contrastada.
"Banderas ya no goza de aquella arrebatadora presencia ni de aquella arrolladora belleza latina, así que llegamos a día de hoy con el doblaje del gato con botas como único éxito" |
Pero ay, que el hombre es el único animal capaz de darse un leñazo dos veces con el mismo pedrusco dicen, así que con el éxito obtenido con el Zorro, Antoñito volvió a verlo todo de color verde billete, a oír el tintineo de las cajas registradoras, a aparecérsele el símbolo del dólar en las pupilas, y por eso rodó en consecuencia tan rápido y seguido como la familia Ozores hasta facturar más de una decena de títulos en los dos años y medio siguientes: White River Kid, Jugando a tope, El cuerpo, Spy Kids, Pecado original, Femme Fatale, Spy Kids 2, Frida, Enemigos, El mexicano e Imagining Argentina.
Demasiao para el público, para la industria, y para él mismo, porque entre producciones que tuvieron mala suerte (como por problemas de post-producción como Femme Fatale y El guerrero número 13, que ni siquiera se estrenó ese año), las que pincharon inesperadamente en taquilla (como Pecado original o Imagining Argentina, que al juntarlo con Angelina Jolie y Emma Thompson respectivamente parecía que tenían que funcionar), y las que pincharon más que merecidamente (como White River Kid, Jugando a tope, El cuerpo o Enemigos –si no las han visto, pónganselas cada vez que estén deprimidos y se animarán al descubrir que su vida no es tan mala-), el balance fue más que negativo, por no decir catastrófico, hecatómbico y apocalíptico.
Y así claro, el otrora torito de Benalmádena entró nuevamente en devaluación. Tan solo su trabajo como doblador del gato con botas en Shrek 2 (todo un acierto), y la secuela del Zorro La leyenda del Zorro (todo un desacierto), lo sacaron de su ostracismo para iniciar de nuevo en estos últimos cinco años una sucesión tan plagada de títulos que ni la filmografía de Paco Martínez Soria. Repásenla y entre títulos que tampoco tuvieron suerte en taquilla como Ciudad de silencio, The Code o Crónica de un engaño (pese a estar co-protoganizadas por Jennifer Lopez, Morgan Freeman o Liam Neeson. Cuando Antonio pisa una mierda de perro, se asegura que sea de un San Bernardo), encontrarán propuestas tan marcianas como Déjate llevar (una combinación entre Mentes peligrosas y Shall We Dance?), El novio de mi madre es un ladrón (una comedia con menos gracia que el botox de Meg Ryan) o The Big Bang (cine negro que se diría haber sido filmado bajos los efectos de un tripi). Lo que no ha hecho más que cerrar aún más la tapa de su ataúd cinematográfico.
Y si a eso le sumamos además que a sus más de cincuenta tacos, Banderas ya no goza de aquella arrebatadora presencia ni de aquella arrolladora belleza latina de la que hacía gala 20 años atrás, llegamos a día de hoy con el doblaje del personaje del Gato con botas como único éxito en el horizonte (lo que manda frijoles). Por eso parece decidido a abandonar el sobrenombre de “Anthony Flags” a favor del de “Antoñito Banderillas” y volver a cruzar el charco para asentarse de nuevo en el cine patrio, tanto como actor (La piel que habito con Pedro Almodóvar es un buen comienzo; a ella le seguirá Autómata, una de robots) como director (dirigirá y protagonizará Solo, un drama psicológico post-bélico que rodará en Málaga). Di que sí, Antoñito, que más vale ser cabeza de ratón en tu tierra que cola de león en Holywood, además de cola, cabeza y voz de gato (con botas, claro) todo lo que se pueda./>
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