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EL CONGRESO crítica: Robin Wright en Dibullywood

   

Robin Wright en Dibullywood

Sí recuerdan las bellas Holy Would y Jessica Rabbit,
olvídense, Robin Wright como dibu es feota y viejuna

Por Ray Zeta

 

<En ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Bob Hoskins viajaba a Dibullywood, el mundo de los dibujos animados o Dibus, con Roger y Jessica Rabbit a la cabeza. En Cool World hacían lo propio Gabriel Byrne y Brad Pitt para encontrarse con una voluptuosa Kim Basinger animada llamada Holi Would. Hasta Julie Andrews y Dick Van Dyke lo hacían también en Mary Poppins cuando entran dentro del dibujo trazado en el suelo de la calle y lo pasan en grande montando en caballitos y bailando con pingüinos camareros. En los tres casos, el mundo animado es sinónimo de diversión, exageración y locura, al que todo espectador amante del cine fantástico pagaría por visitar. El congreso es el primer caso de película que nos presenta un mundo de dibujos animados al que no sólo pagaríamos por no ir, sino del que huiríamos incluso estando en la puerta Jessica Rabbit y Holi Would invitándonos a entrar mediante sugerentes señas.

   Porque el Dibullywood que nos presenta El congreso es soso, pedante, y sumamente aburrido, además de inconexo con el prólogo que le precede. Una supuesta Robin Wright en decadencia profesional interpretándose a sí misma y con un hijo adolescente que se está quedando ciego, recibe una oferta del Estudio consistente en dejarse escanear con el fin de facturar películas con su imagen digital sin que tenga que interpretar nunca más en su vida. ¿Interesante? Más lo sería sin la trama del hijo, que está metida con calzador. Accede, y 20 años después visita un congreso futurista que se celebra en este particular Dibullywood, saliendo ella misma también en forma de dibujo animado. ¿Tiene algo que ver el prólogo con el mundo animado? Poco o nada, más allá de las ínfulas de autor visionario del director israelí Ari Folman, que como obtuvo el reconocimiento de la crítica más sesuda con la también animada Vals con Bashir, por contar con dibujos animados un tema tan serio como la guerra del Líbano y sus masacres, se lo ha acabado creyendo.

 

"Me voy a Dibullywood para convertirme en una dibu tan sexy como Jessica Rabbit"

 

   En este Dibullywood deambulan famosos como Tom Cruise, Marilyn Monroe, Elvis Presley, Michael Jackson o Grace Jones, al lado de personajes históricos como Picasso o Frida Kahlo, y divinidades como Jesucristo, dioses hindús y dioses de la mitología griega. Nos adentramos en una fusión entre ficción y realidad, con una crítica a la tecnología deshumanizada, una alegoría de la vida y la muerte, y una mirada pesimista al futuro (¡toma ya!), que acaba por confundirnos por no ir a ninguna parte, y lo que es peor, confundirnos por percibir claramente que Ari Folman está tan confuso como nosotros como guionista y director.

 

  "Nos presenta un mundo de dibujos animados del que huiríamos incluso estando en la puerta Jessica Rabbit y Holi Would invitándonos a entrar mediante sugerentes señas"  

 

   Tanto es así que constatamos que la novela “El congreso de futurología”, del maestro de la ciencia ficción Stanislaw Lem (suyas son “Ciberíada” y “Solaris”), es una obra de partida que Folman se pasa por el forro adaptándola de manera tan libre, que es difícil encontrar material común a ella. En su lugar encontramos ecos de otras películas que exploran mundos imaginarios paralelos como Matrix, Abre los ojos, Más allá de los sueños, e incluso nuestra idolatrada Desafío total. Títulos que cogiéndolos con pinzas podríamos encontrar algún detallito en este Congreso, pero que evidentemente no le llega a los títulos de crédito a ninguno de ellos.

 

"¡He dicho Jessica Rabbit, no Lina Morgan!"

 

   En cuanto a lo que al nivel de animación se refiere, tenemos un pie en la psicodelia y la lisergia, con colorines, formas imposibles, y personajes estrambóticos (ya puestos, esperaba un homenaje al Yellow Submarine de los Beatles), y otro pie en una piel de plátano, ya que el estilo ni acaba nunca de definirse ni llega en ningún momento a impresionar. El problema de El congreso (uno de los muchos que tiene, al menos), es que como la Robin Wright de carne y hueso se transforma en un dibujo animado puramente anodino, no te identificas con ella (ni con ninguno de los que sale, y mucho menos aún con su compañero animado por ser más soso que las Urracas Parlanchinas sin voz) en ningún momento. En los ejemplos citados al principio, como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? o Cool World, se mantenía el interés por el personaje protagonista porque conservaba su condición real, pero aquí la pierde totalmente como si se colara por un desagüe, además de que una película de animación que presenta un mundo real y un mundo animado en contraposición, debería proponer algo más que una mera trasposición animada.

   Quizás por eso Ari Folman guarda bajo su manga una carta marcada con la que poder regresar al mundo real en forma de pastilla (hasta aquí llegan las similitudes con Matrix, sólo faltaba que dieran a elegir entre una roja y una azul) y mostrar un futuro real más decadente y distópico como nueva ínfula de pedantería autoral (y hasta aquí puedo leer para no spoilear más de lo necesario). Un tercer acto que bebe del prólogo y que resulta tan inconexo con el acto central animado como resultaba el primero. Cualquiera diría que la única razón de ser de este último acto además de perder totalmente el norte de la historia, es mostrar a una Robin Wright de carne y hueso gorda, fea y vieja, como venganza por no haber hecho nunca La princesa prometida 2. Pues mire usted Sr. Folman, Robin Wright no será nuestra actriz favorita en cuanto a filmografía fantástica se refiere, pero siempre nos ha caído bien por haber salido en Toys, Forrest Gump, El clan de los irlandeses y Beowulf, así que deje usted la ciencia ficción y el cine de animación a los que saben, y siga dedicándose a los rolletes intelectualoides sobre guerras, que es lo suyo./>

 

 
INFORME VENUSVILLE
     
 
Sentencia Quaid:
Condenada a alforfones
     
     
 

Recomendada por Kuato a: quien no le guste el cine de animación por creer que es infantil. Tras ver El congreso correrá a ponerse un episodio de Bugs Bunny.

     
 

No recomendada por Kuato a: quien prefiera los dibujos animados de Disney, Pixar o DreamWorks, o sea el buen cine de animación.

     
 

Ego-Tour de luxe por: la peli futurista protagonizada por Robin Wright digitalizada, que debe ser la hostia.

     
  Atmósfera turbínea por: precisamente porque no nos dejen ver más de esta peli futurista. La escena homenaje a Teléfono rojo, ¿volamos hacía Moscú? nos ha puesto los dientes largos.

 

 

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