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EL FARO crítica: Resacón en el faro

Willem Dafoe y Robert Pattinson son dos rudos fareros coladitos el uno por el otro en El faro

ANNA BOU

Nunca me han hipnotizado. Pero quizás lo más parecido sea el inicio de El faro con esa niebla espesísima que se va abriendo a golpe de estética y de sonido. La música con presagio incluido se funde con las olas que chocan contra el casco del barco, acompasadas con el ruido del motor, como si hubiese un director de orquesta marina que dirigiera con su batuta olas, barco, espuma, viento, gaviotas. Para segundos después aparecer, al fondo de esta ópera salina, las siluetas de dos marineros, de espaldas, moviéndose al unísono por los golpes de viento, de pie, cual dos signos de exclamación que todavía ignoran el texto (y vaya texto) que les espera. Y la sirena del faro, que más que una sirena parece el rugido de un animal prehistórico cabreado, rugido que salpicará toda la película, se nos va a meter en la cabeza, perforará nuestros cráneos y se quedará durante un tiempo ahí, ahí. 3,2,1, duerme.

Robert Eggers ha dejado los bosques del siglo XVII de su aclamada La bruja por una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra en la que el experimentado y autoritario farero Willem Dafoe deberá convivir con su nuevo y pusilánime ayudante Robert Pattinson hasta que llegue el nuevo reemplazo. Evidentemente, entre tales diferencias de carácter y de escala de poder, los conflictos, que siempre tienen puntualidad británica, no tardarán en aparecer. De acuerdo, la historia de dos tipos desquiciándose mutuamente el alma en el espacio claustrofóbico de un faro no es, a priori, muy original, pero no nos pongamos estupendos, el fuego tampoco es un invento moderno, y no por ello no nos dejamos seducir por sus llamas y por la luz que desprenden en una chimenea encendida. El faro de Eggers está encendido, dejémonos, también, cautivar por su luz.

 

EL FARO

"Parecemos el capitán Serafín y su grumete Diabolín" 

 

El director se toma su tiempo en darles voz a los personajes, pero mientras, nos va regando la mirada (será una constante durante todo el metraje) con un blanco y negro que parecen sacados del inicio de los tiempos, cuando todavía no existían los matices. Blanco y negro y encuadres picados y sombras engrandecidas en el encalado de la pared que beben del expresionismo alemán (magnífica fotografía de Jarin Blaschke), cierto, pero más que sofisticación, esta decisión tiene todo el sentido del mundo al reforzar el mundo interior de los personajes, llenos de claroscuros, más oscuros que claros a medida que pasan los días y la cantidad de alcohol ingerido -mucho- como único remedio para soportarse esperando que llegue el ansiado relevo. A medida que avanza la película, parece que Dafoe y Pattinson hayan esnifado tormenta, se hayan bebido un coctel de gaviota loca y hayan cenado un estofado de tritón salvaje mientras se va desarrollando esta inquietante pesadilla en blanco y negro que va enloqueciendo a medida que lo hace sus personajes, cada vez más ambiguos y perversos, sin saber los espectadores en qué roca chocará la proa fantasiosa del guión.

“A medida que avanza El faro, parece que Dafoe y Pattinson hayan esnifado tormenta, se hayan bebido un coctel de gaviota loca y hayan cenado un estofado de tritón salvaje”

Tal como hemos anunciado, Robert Eggers se toma su tiempo en darles voz a sus personajes, pero a la que empiezan, que nos pillen sentados y con los oídos limpios para apreciar ese tono shakesperiano en monólogos llenos de exaltación y salitre de un Willem Dafoe que parece haberse tragado al mismísimo Capitán Ahab. Monólogos que, más que hechos con palabras, parecen esculpidos en piedra. Y como réplica, un Robert Pattinson con una dicción como una casa bien amueblada, cada acento en su sitio. Elogio de la palabra en medio del caos que los envuelve, igual que predomina la estética en medio de tanta fealdad del alma. Y es aquí donde está el acierto de Eggers, estas cualidades actúan por contraste y se acentúan: la belleza hipnótica de El faro, mezclada con el fango de la psique de estos dos personajes, crea un chapapote irresistible y ambiguo. Igual que los pedos de Dafoe apuntalan, a su escatológica manera, unos monólogos con una dicción de catálogo.

 

EL FARO

"No fardes tanto por ser Batman, que yo fui el Duende Verde"

 

El otro acierto de El faro son, sin ninguna duda, los actores, absolutamente memorables. Willem Dafoe, ese camaleón interpretativo con un rostro que no parece hecho de carne, sino de piedra volcánica, que lo hace irresistiblemente único. Como lobo de mar pasado de rosca está inmenso. Poseidón le pediría un autógrafo si se lo encontrara nadando. Y Robert Pattinson le va a la par. Ahora mismo todos de pie para hacerle la ola a un actor que se está dejando la piel para dar portazo a su etapa crepusculina, y salta a la vista que lo está consiguiendo, dejándose no tan sólo la piel sino también la bilis en un papel muy complejo por la evolución que muestra el personaje. Las escenas que ambos comparten son puro goce mitad locura mitad impotencia humana. Pattinson y Dafoe se comportan como dos vasos comunicantes: sus actuaciones comparten el líquido y se compensan, uno nunca deja seco al otro y al final llega una calidad brutal que alcanza el mismo nivel cuando están en reposo. Si yo tuviera que elegir a uno de los dos para dar un único premio, tendría serios problemas.

Venusvilleras, venusvilleros, El faro es de esas películas que no pueden no verse, y si es en versión original, mejor. Bella y perversa fantasía de un misterioso faro con su mujer-sirena y su kraken y sus leyendas de ahogados. Y un Willem Dafoe y un Robert Pattinson superlativos. Y esas gaviotas que no dejan de sobrevolar el faro. Y ese blanco tan blanco y un negro tan negro. Y esos retazos oníricos. Y ese ruido del faro como el rugido de un animal prehistórico cabreado, rugido que ha salpicado toda la película, se nos ha metido en la cabeza y perforado nuestros cráneos para quedarse ahí, ahí. 3,2,1, sigue durmiendo.

 

INFORME VENUSVILLE

Venusentencia: Venus Hall of Fame

INF VNV 5

Recomendada por Kuato a: los paladares cinéfilos que sepan degustar una película de terror psicológico que se cuela por los sentidos. El faro suena a gaviota cabrona, huele a sudor y orines y sabe a alcohol, mucho alcohol.

No recomendada por Kuato a: los que quieran acción. Esta es una película de personajes y de unas mentes que contienen más batallas internas que una guerra mundial. Si esto sirve como acción, adelante, si no, mejor abstenerse.

Ego-Tour de luxe por: la escena del baile, borrachísimos, en el caso de Pattinson de manera literal, tal como él mismo ha explicado en entrevistas. Escena en la que pasan de la amistad a la pelea, en un segundo. Almas en blanco o negro, sin matices.

Atmósfera turbínea por: estar rodada en formato 3:4, cuadrada, en riguroso e impecable blanco y negro. El faro es carne de festival, de acuerdo, y merecidos son todos sus premios. Pero esta misma virtud puede alejarla del gran público al considerarla una película de autor nacida para deslumbrar. Podríamos decir que todo encaja demasiado. Pero si este es el defecto, bienvenido sea.

 

EL FARO. "The Lighthouse" (EUA, 2019). Director: Robert Eggers. Guión: Robert Eggers, Max Eggers. Reparto: Willem Dafoe, Robert Pattinson, Valeriia Karaman. Estreno en Venusville: 10/01/2020.

 

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